Talismanes egipcios para protegerse del mal.




Para buena parte de las civilizaciones de la Antigüedad, como Egipto, Grecia o Roma, la magia era una realidad palpable, capaz de dañar y destruir a sus víctimas o, en su cara más amable, proteger frente a los peligros cotidianos o incluso servir de "escudo" contra los maleficios.
Uno de los ejemplos más singulares lo encontramos en Londres, en el célebre y siempre concurrido British Museum.
Allí, en una tranquila sala alejada del bullicio que acompaña a otras galerías, se conserva una sorprendente pieza que pone de manifiesto el importante papel que jugó la magia —o más bien la creencia en su existencia y efectividad— en prácticamente todas las culturas del mundo antiguo.
Los antiguos egipcios atribuían a estas singulares piezas "mágicas", conocidas como 'Cippus'o 'Estelas de Horus', ciertas propiedades de carácter protector.
Se trata de relieves escultóricos de origen egipcio que se hicieron especialmente populares en época tardía, y de forma especial a partir del siglo VI antes de nuestra era.
Los 'Cippus' suelen representar a Horus Harpócrates —Horus el niño— "triunfando" sobre animales peligrosos, y en especial sobre cocodrilos, serpientes y escorpiones.
La razón de esta iconografía reside en el hecho de que los antiguos egipcios creían que estas estelas tenían el poder de proteger y curar —llegado el caso— frente a las mordeduras y veneno de dichos animales.


A su vez, la base de esta creencia se encuentra en un antiguo mito egipcio, en el que Horus y su madre Isis eran atacados por una alimaña mientras se ocultaban del malvado Seth en el delta del Nilo.
Thot, el dios de la sabiduría, los hechizos y la medicina, sanó las heridas de Horus y le concedió el poder de dominar a estas criaturas. De ahí que se le represente pisando los cocodrilos y sosteniendo en sus manos serpientes y escorpiones.
En algunas ocasiones Horus aparece acompañado por el dios enano Bes, una divinidad también relacionada con la protección a las madres y sus niños, así como con amuletos mágicos, objetos que también fueron usados de forma habitual como método para protegerse de picaduras de animales venenosos.
Tampoco es extraño en este tipo de piezas que aparezca representado, aunque sea en jeroglíficos, el dios Heka, divinidad egipcia de la magia.
Este tipo de piezas son relativamente abundantes, así que la próxima vez que visitéis algún museo que cuente con una colección de antigüedades egipcias estad atentos, pues es muy posible que tengáis la oportunidad de ver una de estas curiosas estelas mágicas.

Fuente: Yahoo Noticias, artículo de Javier García Blanco.




¿Por qué este cuadro me suena?




Este es un viaje desde la tela de un cuadro al sonido de bellas notas musicales. Vihuelas, laúdes, guitarras barrocas, arpas… instrumentos que grandes artistas plasmaron en sus cuadros y esculturas van a tener una segunda vida para que podamos disfrutar del placer de escucharlos. Un proyecto en el que participan seis museos españoles está construyendo una docena de réplicas de instrumentos de música antigua. Para ello se han tomado como modelo las obras de arte en las que fueron representados. Se quiere rendir homenaje al periodo —entre 1350 y 1650— en el que los violeros españoles demostraron una maestría, sin paragón en Europa, en la fabricación de piezas con las que se interpretaban melodías en las cortes y en los hogares. Pero de aquella labor artesanal "queda poca constancia, con los objetos en muy mal estado", explica Javier Martínez, coordinador del programa Musas, música, museos, que va a intentar acabar con esta carencia.
Martínez (Guadalaviar, Teruel, 1959) destaca que en el siglo XVI solo entre Madrid y Toledo había unos 60 violeros, que "hacían instrumentos para una élite pero también para clases más populares". "Nuestro objetivo es romper la barrera de desconocimiento que hay en España de un arte que no había en otros países porque en ellos la fabricación estaba estandarizada".
l proyecto Musas, música, museos, que cuenta con 96.000 euros de patrocinio del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, no va a dejar que las réplicas fabricadas se queden en la vitrina, sino que habrá conciertos de unos veinte minutos de duración –bautizados con el nombre de "escuchando cuadros"– en los que estas joyas sonarán junto a los lienzos de los que salieron. Se interpretarán piezas de músicos españoles coetáneas a las pinturas.
El primero de estos recitales ya se ofreció en el Museo de Bellas Artes de Zaragoza el mes pasado. Le seguirán el Museo de Bellas Artes de Valencia (18 y 25 de mayo); el Museo Lázaro Galdiano, en Madrid (18 y 26). En el museo toledano de Santa Cruz, a estas actuaciones –27 de mayo y 8 de junio– se unirá el 26 de mayo un concierto nocturno de vihuela de mano en la antigua calle donde tenían sus talleres los violeros. En el Museo Nacional de Escultura (Valladolid), las citas son el 1 y 23 de junio. Finalmente, en el Museo de la Trashumancia, en la localidad turolense de Guadalaviar, los aficionados podrán acudir el 29 de junio. Precisamente, la asociación de amigos de este pequeño museo y la asociación cultural Universi Musarum fueron los promotores de esta idea para la recuperación de instrumentos antiguos, en la que junto a Martínez participa el también violero Evaristo Bretos.

Talleres en Pamplona y Zaragoza

Las piezas se fabrican en dos talleres de Pamplona y Zaragoza. En este proceso, que lleva unas 200 horas de trabajo, primero se estudian las fotos en alta resolución que se han tomado de los cuadros "para sacar todos los detalles" y se consultan fuentes literarias, estudios de la época y ordenanzas del gremio de los violeros. "La reconstrucción sigue la máxima fidelidad en cuanto a la geometría, las proporciones, la decoración y el tratamiento de las superficies", enumera Martínez. " "Es un trabajo delicado, que plantea muchos interrogantes, porque son objetos que o ya no existen o que, en algunos casos, no eran reales y solo existieron en la mente del artista, que se inventó su forma". Hasta el momento ya se han acabado tres vihuelas de arco, una vihuela de mano, una guitarra barroca y un laúd aguitarrado.
Martínez apunta que el plan que coordina también persigue "una aspiración científica y divulgativa". Los trabajos de investigación de música antigua están dirigidos por el musicólogo José Ignacio Cano, mientras que la parte divulgativa, con conferencias en los museos participantes, corre a cargo de Pepe Rey.
Por último, se está creando "un fondo de sonidos puros, con las interpretaciones de estos instrumentos", que los amantes de la música medieval y renacentista podrán consultar en un blog en el que también se colgarán los conciertos. Martínez anuncia que además está previsto que los museos incorporen a sus audioguías estos acordes, para lograr un doble deleite en sus visitantes: que mientras admiran un cuadro escuchen la calidez de los instrumentos en él retratados.

La misteriosa etiqueta blanca



Imagen en la que se observa en la boca del instrumento una pequeña etiqueta blanca cuyo significado se está estudiando. / (SELENIO)
El violero Javier Martínez cuenta que la imagen elegida para la portada del programa de actividades de Musas, música, museos, de la pintura María, reina de los cielos, obra de 1439 de Blasco de Grañén, artista de la corte del rey aragonés Juan II, deparó una excitante sorpresa. "Al ampliar la fotografía del lazo que adorna la boca del instrumento, percibimos a través de su celosía una etiqueta pegada en el fondo. El museo zaragozano de Bellas Artes lo está estudiando. Si se tratara de la etiqueta del violero, sería importante porque significaría que ya a mediados del siglo XV firmaban sus obras, lo que no solía suceder con otras artes coetáneas".
Fuente: El pais.es youtube.es










Un secreto pitagórico en Valderrobres (Teruel).




La principal herramienta de los maestros de obra medievales era la geometría, una disciplina que todo constructor tenía la obligación de dominar a la perfección.
Con la única ayuda de figuras geométricas simples, como el círculo, el cuadrado y el triángulo, los constructores eran capaces de crear las plantas y los alzados más complejos y hermosos.
A pesar del dominio que mostraban en esta disciplina, la base de dicho conocimiento no era un logro propio, si no que procedía de la Antigüedad, siendo la llamada 'Escuela Pitagórica' la que se hizo más célebre por aplicar dicho saber.
La secta creada por este sabio de Samos en el siglo VI a.C. fundamentaba todas sus enseñanzas en la importancia del número como medida de todas las cosas. Pitágoras y sus seguidores no veían los números —y las figuras geométricas que se derivaban de ellos— como simples cifras, sino que les atribuían un valor simbólico y místico.
Así, entre los números considerados "divinos" por los pitagóricos destacaba el 10, cuyo resultado se obtiene sumando los cuatro primeros números enteros: 1, 2, 3 y 4.

Esta cifra, la Década, era representada por medio de una figura geométrica llamada 'tetracktys', un triángulo equilátero formado por una base de cuatro puntos, que según iba ascendiendo tenía uno menos, hasta llegar a la cúspide, con uno solo.
Si nos acercamos hasta la bella población turolense de Valderrobres, en la comarca del Matarranya, descubriremos con sorpresa que su imponente iglesia gótica de Santa María la Mayor posee un singular vano triangular que representa, ni más ni menos, que la 'tetracktys' pitagórica.
En este caso, el maestro de obras dio forma a la 'tetracktys' (el cuarto de los llamados 'números triangulares') por medio de triángulos equiláteros más pequeños, otra de las formas de representar esta figura sagrada para los pitagóricos.
Pero, ¿por qué decidieron los constructores de este templo cristiano incluir un símbolo de origen pagano? Como decía al principio, los maestros de obras medievales habían heredado parte del saber matemático y geométrico de los pitagóricos, y aquí lo aplican con un significado cristiano.
Para los pitagóricos la Década o 'tetracktys' era un símbolo de la base de todos los números, de los cuerpos regulares e incluso de los acordes musicales esenciales. Era, en definitiva, el símbolo del Universo mismo.
Aplicándolo a la doctrina cristiana, que en la Edad Media y según los escritos de San Agustín veía a Dios como arquitecto del Universo, la 'tetracktys' era una magnífica forma de representar a la divinidad. Eso explica, por lo tanto, su presencia en la iglesia de Valderrobres.
Fuente: Yahoo Noticias, artículo de Javier García Blanco.

Trepanaciones medievales: los hallazgos de Armentia (Álava).


Así lo asegura el antropólogo y médico forense Francisco Etxeberria Gabilondo. Su equipo, formado por cinco expertos de lasociedad de Ciencias Aranzadi y de la Universidad del País Vasco, analiza en San Sebastián los primeros restos humanos encontrados el año pasado durante las excavaciones en la zona norte del templo de Armentia (Alava), donde también se buscan indicios de la primera catedral vasca.

El hallazgo de varios centenares de cuerpos de los siglos XII, XIII y XIV provocó en un primer momento interés y expectación. En particular, el cráneo trepanado de un varón. La curiosidad se transformo en sorpresa y admiración más tarde, cuando los expertos limpiaron y restauraron 150 esqueletos. “No esperábamos encontrar tal cantidad de heridas en los cráneos. Ya las hemos descubierto en más de quince. Se trata de lesiones graves, como hundimiento y perforación del hueso”. Lo más increíble, que los huesos cicatrizados demuestran que, salvo en una de las trepanaciones, los demás hombres sanaron y continuaron con su vida cotidiana. En necrópolis de Palencia, Ciudad Real y Pamplona se han hallado restos humanos con heridas de arma blanca, pero la mayor parte de las víctimas no sobrevivieron a esos hachazos mortales.
Los restos que tienen maravillados a los expertos corresponden a varones relativamente jóvenes, posiblemente soldados residentes en la capital alavesa. “No se trataba de guerreros de paso, ya que han aparecido espuelas y hebillas, lo que lo convierte en un lugar de interés para la gente pudiente, soldados de carrera y personas con prestigio”, apunta Etxeberria.
Las heridas que estudian ahora fueron producidas por mandobles de espada, lesiones “propias de la Edad Media, aunque su número está por encima de la media de cualquier otra necrópolis medieval conocida en la Península”, insisten los investigadores.
¿Pero quién les curó? “Que en aquella época sobrevivieran a lesiones de tal calibre da a entender que fueron atendidos por manos expertas, ya que alguien no adiestrado no se atrevería con ellas”, afirma Etxeberria.
El libro La medicina en la Álava Medieval, de los historiadores César González e Iñaki Bazán, recoge esta información de las actas municipales de Vitoria de aquel año: “Se presenta ante los miembros rectores del municipio David, cirujano”.
Pedro Ramos, médico y coordinador del citado volumen, asegura que este profesional “era judío, y tuvo que solicitar una venia especial para desarrollar su actividad, muy semejante a la practicada en la actualidad”. Tanto es así que escalpelos, bisturíes y pinzas eran sus herramientas de trabajo, todas ellas de hierro o bronce. Pese a ello, era considerada una ocupación inferior a la medicina y muchos de los que la ejercían eran barberos.
Pero aunque el primer cirujano alavés documentado en los archivos sea del siglo XV, la necrópolis de la basílica de Armentia revela ahora que tres siglos antes hubo manos muy expertas en la zona que curaron heridas mortales. “Los hallazgos permiten considerar que en Vitoria o en su entorno próximo, en aquella época, había capacidad quirúrgica como para atender a heridos de lucha, quizá incluso en la comunidad monástica de la basílica”, explica el antropólogo.
Otra clave más. En aquellos siglos la trepanación tenía, en la mayor parte de las ocasiones, un componente de magia. “Se trataba de un rito para extraer el mal del cerebro”.
Muchos son aún los enigmas por resolver. Entre ellos, la forma de vida de los vitorianos medievales y el papel que representaba en el día a día la basílica de Armentia. Futuras excavaciones, en las que se espera encontrar más restos humanos, y estudios más exhaustivos retomarán el hilo de una historia real tan apasionante como la mejor ficción cinematográfica.
Fuente: Medievalum.

El origen de los primeros caballos domésticos




Pocos animales son tan hermosos y nobles como un caballo. Compañero del hombre desde hace miles de años, el origen de su domesticación no ha estado claro hasta la fecha. Una nueva investigación arroja luz sobreel lugar en el que se produjo la primera doma hace unos 5.500 años. Ocurrió en las estepas de lo que hoy es Ucrania, Rusia y Kazajstán. Después, los caballos acostumbrados a la mano humana se mezclaron con las poblaciones silvestres locales en la medida en que se propagaron por Europa y Asia. El estudio aparece publicado en la revistaProceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. (PNAS).
Durante varias décadas, el origen de los caballos domésticos ha desconcertado a los científicos. Sobre la base de la evidencia arqueológica, durante mucho tiempo se ha pensado que esta primera doma se originó en la parte occidental de la estepa eurasiática (Ucrania, suroeste de Rusia y oeste de Kazajstán); sin embargo, este origen único en una zona geográfica restringida parecía estar en contradicción con el gran número de linajes femeninos encontrados entre los caballos domésticos, que podrían reflejar múltiples eventos de domesticación a través de una amplia área geográfica. ¿Qué ocurrió en realidad?
Los científicos de la Universidad de Cambridge utilizaron una base de datos genéticos de más de 300 caballos de toda la estepa euroasiática para resolver el rompecabezas. La investigación muestra que el extinto antepasado salvaje de los caballos domésticos, Equus ferus, se expandió fuera del este de Asia hace unos 160.000 años. También sugiere que el Equus ferus fue domesticado en la estepa occidental de Eurasia, y que los rebaños eran repuestos en varias ocasiones con caballos salvajes cuando estos se diseminaban a través de Eurasia.

Yeguas salvajes

Según Vera Warmuth, del Departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge, «nuestra investigación muestra claramente que la población fundadora original de los caballos domésticos se estableció en la estepa occidental de Eurasia, un área donde fue encontrada la primera evidencia arqueológica de esta doma. La difusión de la domesticación del caballo difiere de la de muchas otras especies de animales domésticos, ya que los rebaños se complementaban con caballos salvajes locales en una escala sin precedentes. Si estos eventos de reposición de existencias corresponden principalmente a las yeguas salvajes, esto puede explicar el gran número de linajes femeninos en la genética del caballo doméstico sin tener que invocar múltiples orígenes de la domesticación».
Los investigadores proporcionan la primera evidencia genética de la domesticación de un origen geográfico restringido en la estepa euroasiática, como sugiere la arqueología, y muestran que la gran diversidad del linaje femenino es el resultado de la aparición posterior de yeguas salvajes locales en los rebaños domésticos.

ABC.es

Encuentran en Soria dos cráneos trepanados de la Edad Media

El estudio se publica en la revista 'Anthropological Science'
Dos calaveras con perforaciones han sido exhumadas en la localidad soriana de Gormaz por investigadores de las universidades de Oviedo y León. Se han datado entre los siglos XIII y XIV, cuando la trepanación era una práctica infrecuente.

La trepanación se conoce desde antiguo. Los primeros casos probados corresponden a principios del Neolítico, hace unos 10.000 años, e incluso hay autores que señalan como periodos de comienzo de estas prácticas iatrogénicas –realizadas por médicos–tanto el final del Paleolítico como el Mesolítico, hace unos 12.000 años.
Sin embargo, de épocas posteriores, como la medieval, se tienen pocos indicios de esta práctica. Por eso ha sido una sorpresa el hallazgo en Soria de dos cráneos agujereados entre los siglos XIII y XIV. Los han encontrado en los alrededores de la ermita de San Miguel, en la localidad de Gormaz, investigadores de las universidades de Oviedo y de León.
“A partir de la Edad del Bronce los casos de trepanación son muy habituales por toda Europa, principalmente en la cuenca del Mediterráneo. En el caso de la Península Ibérica existen muchos casos datados en el Calcolítico, hace unos 4.000 años. Sin embargo, la descripción de trepanaciones en la época medieval es mucho más escasa en la bibliografía científica”, explica a SINC Belén López Martínez, investigadora de la Universidad de Oviedo y coautora del estudio que publica la revista Anthropological Science.

Uno de los casos más destacables de trepanación procede precisamente de España y es la del rey Enrique I de Castilla

Uno de los casos más destacables procede precisamente de España y es la del rey Enrique I de Castilla (1204-1217), al que aún en vida se le hizo una trepanación, posiblemente para tratar de paralizar la hemorragia tras un golpe accidental recibido mientras jugaba y que le produjo una herida mortal.

Los dos cráneos encontrados en la necrópolis soriana pertenecen uno a un varón de entre 50 y 55 años de edad y el otro a una mujer de entre 45 y 50 años. “Otro de los hechos destacables de este hallazgo es que las trepanaciones femeninas se consideran muy raras en todas las épocas. En España solo un 10% de los cráneos trepanados encontrados son de mujeres”, apunta la experta.
Técnicas distintas, diferentes resultados
El método de trepanación es diferente en cada uno de los dos sujetos. El varón presenta una intervención mediante barrenado con un objeto punzante y se desconoce si la intervención se hizo antes o después de la muerte. “Si se hubiera practicado antes de morir, no hay signo de regeneración y por lo tanto no sobrevivió”, afirma López Martínez.

En la mujer, la técnica utilizada fue la del rascado y se hizo en vida. Según los investigadores, sobrevivió un tiempo “relativamente largo” ya que la cicatrización de las lesiones es avanzada.
Respecto a las causas que motivaron la trepanación, los investigadores especulan con diferentes motivos. “Esta es la gran pregunta sobre las trepanaciones. Se han apuntado motivos mágico-religiosos –por ejemplo, para aliviar a las personas de demonios que podrían estar torturándolos–, iniciáticos –para dar el salto a la vida adulta o convertirse en guerrero–, terapéuticos –tratamiento de tumores, convulsiones, epilepsias, migrañas, pérdidas de consciencia y alteraciones en el comportamiento– y para el tratamientos de traumatismos como fracturas craneales”, concluyen.

Referencia bibliográfica:
Belén López, Luís Caro, Antonio F. Pardiñas. “Evidence of trepanations in a medieval population (13th-14th century) of northern Spain (Gormaz, Soria)”, Anthropological Science 119(3): 247–257, 2011.

Vía: http://www.agenciasinc.es

Extremadura insólita: Dos gigantes en el interior de una esfera


Una llamada a un buen amigo ya desaparecido, el que fuera gran investigador y Guardia Civil Víctor Sierra, me abrió las puertas para poder investigar lo sucedido. A las pocas horas de conocer el hecho me plantaba en la misma puerta del Cuartel de la Guardia Civil de Zalamea de la Serena, donde Víctor prestaba servicio y que lleva los asuntos de varios pueblos de la zona, entre ellos Higuera de la Serena, lugar de residencia de los testigos.
Prestos nos dirigimos hacia la citada localidad. Entramos en un bar propiedad de uno de ellos, donde se encontraban esperándonos, Víctor les había avisado de mi llegada.
Tras una interesante charla, nos desplazamos hasta el lugar de la observación, concretamente a tres kilómetros al sur de esta localidad, en el lugar denominado "Cicaratón", en las cercanías de huerto Moreno, a no mucha distancia del kilómetro 102 de la carretera comarcal 403, y a cuatro kilómetros del río Guadámez. Los viñedos y olivares predominan en esta zona, eminentemente agrícola. Solamente una antena repetidora de televisión, a doscientos metros de lugar de los hechos, rompía la monotonía natural.
He aquí la narración de lo sucedido:
«Eran entre la 1,30 y las 2,30 de la mañana del viernes, 26 de junio de 1987. La noche era despejada pero oscura, no se veía la luna. Ese día, entraba en fase de luna nueva (hora de salida: las 6,11 y hora de puesta: las 22,21. Hora oficial de meridiano de Madrid). La temperatura era agradable, entre unos quince y dieciocho grados, y no existía ningún obstáculo para la visión.
Según los testigos, Alejo González Pórtalo, Adolfo José Dávila Dávila y Jacinto Tamayo Núñez, que en aquellas fechas contaban 34, 16 y 34 años de edad respectivamente, a pesar de la oscuridad, las estrellas eran visibles.
Alejo González se percató de una extraña luz en el cielo. Era del tamaño de la luna llena y de un color amarillo intenso. Ante tan rara presencia, comenzaron a sentir un poco de miedo y comentaron entre ellos dejarlo todo y marcharse a casa. Pero no les dio tiempo a mucho más, como si el objeto hubiese captado sus comentarios, en pocos segundos se les echó encima. Su velocidad de bajada –según explicaron– fue mucho mayor, en comparación, que la de un avión a reacción. Descendió hasta quedar suspendida e inmóvil sobre unos olivos, a unos cuatro metros del suelo, y a unos veinte o veinticinco de ellos.
Era una luz de forma esférica, de color amarillo y que emitía una luminosidad de ese mismo color, como la del Sol pero de menor intensidad en su brillo, aunque más amarilla. Tendría un tamaño aproximado de unos quince metros de diámetro, lo que equivaldría a una esfera de dos mil metros cúbicos de volumen. Sus bordes estaban desdibujados. A pesar de ello y de la intensa luz que emitía, daba la impresión de ser un objeto sólido. Durante todo el tiempo que estuvo suspendido sobre los olivos permaneció inmóvil. No se podían apreciar ni ventanas ni puertas, ni ningún otro detalle que denotara alguna estructura, era una superficie lisa. Emitía un ligero zumbido, parecido al que produce un reactor. Ese sonido se mantuvo durante todo el tiempo que duró la observación, a excepción de los momentos previos a su alejamiento y desaparición en que oyeron un agudo silbido.
El objeto que –insisten los testigos– les daba la impresión de ser un objeto sólido, emitía una intensa luz que iluminaba los alrededores.
Los tres amigos se encontraban observándola cuando de repente, sin saber cómo ni de dónde, de aquella luz salieron dos seres de apariencia humana.
Tenían una estatura de dos metros y medio y su complexión era fuerte. Ninguno pudo apreciar detalles anatómicos, ya que solo podían observar sus siluetas a través de la intensa luz que los envolvía. Lo que sí pudieron constatar es que cabezas, brazos y piernas eran normales en comparación con el resto del cuerpo.
En cuanto a la forma y color de la vestimenta, tampoco pudieron apreciarlo con claridad, aunque en algún momento les pareció ver un vestuario de color verde, pero –de nuevo– la intensa luz que los envolvía, incluso cuando se alejaban de la esfera, hacía prácticamente imposible observar otra cosa que no fuera su forma humana.
No apreciaron tampoco que portaran ningún objeto consigo, ni que emitieran algún tipo de sonido, pero sí su forma de andar: lo hacían de una forma lenta pero constante, dando grandes zancadas.
Después de unos momentos de observación, aquellos seres comenzaron a desplazarse hacia donde ellos se encontraban. Presas del pánico, echaron a correr refugiándose en un arroyo que se encontraba a cien metros de distancia, a sus espaldas. Allí escondidos entre la maleza, sin apenas tener fuerzas para seguir observando lo que estaba sucediendo, permanecieron calculan entre cinco o seis minutos. Después oyeron un agudo silbido, y solo en ese instante se atrevieron a echar un vistazo. Vieron como el objeto se alejaba hacia las alturas a una velocidad de vértigo, al igual que ocurriera con el descenso. Entonces se dirigieron hacia el coche que tenían aparcado en las inmediaciones, y sin perder un segundo arrancaron y se marcharon hacia su localidad».
En compañía de Víctor recorrí el lugar en busca de alguna posible huella sobre el terreno que demostrara la presencia de la esfera en aquel paraje. Y la encontramos. La parte superior de los olivos, donde los testigos nos indicaron que había permanecido el objeto, aparecían de un color blanquecino. Después de su estudio, pudimos comprobar que las hojas había sufrido un proceso de deshidratación. Aunque de forma curiosa, solo aparecía seca la mitad de la hoja que había estado expuesta directamente a la luz, el reverso permanecía intacto y sano.
En cuanto al suelo, no pudimos apreciar nada. Puede influir en ello varios factores: la climatología, había llovido con posterioridad a los hechos, y antes de que pudiéramos acceder al lugar, lo que podría haber borrado cualquier vestigio de huellas. La dureza del terreno. Era curioso como, a pesar de lo que “pisamos” y que Víctor llevaba su calzado militar reglamentario, no había forma de dejar una impronta.
En definitiva, un hecho en el que intervinieron todas esas manifestaciones que reclaman la atención del investigador y del científico. Aquella en la que el fenómeno se sitúa en las cercanías de los testigos, e incluso reviste características sobresalientes como la aparición de seres alrededor del objeto y la actuación de éste sobre el medio ambiente.