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Entrevista al arqueólogo Christopher Witmore


Entrevista con Christopher Witmore, por ANDRÉS LOMEÑA CANTOS

Preguntas intempestivas

Una aproximación a la arqueología orientada a objetos

La arqueología no deja de anunciar hallazgos: desde Luxor a Kent, pasando por Tesalónica. Los restos arqueológicos dialogan con el presente y nos formulan preguntas intempestivas. Para entender el modo en que estas reliquias nos interrogan, la ontología orientada a objetos (OOO) propone una resignificación de los objetos. Previamente, esta filosofía ha tenido relaciones fértiles con diferentes disciplinas, como la arquitectura o la literatura. En esta entrevista, Christopher Witmore, profesor de Arqueología de la Universidad Tecnológica de Texas y autor de Objetos intempestivos (Materia Oscura, 2024), lleva a cabo una aproximación a la arqueología orientada a objetos, un movimiento telúrico para la filosofía en la medida en que ayuda a repensar los objetos del pasado e incluso nuestra noción de tiempo.

ANDRÉS LOMEÑA: No conservamos la Comedia de Aristóteles a pesar de su éxito e importancia, así que quizás no siempre se preservan los objetos culturales más importantes. En una guerra, pienso que un puente bien conservado podría ser casi un síntoma de irrelevancia porque una infraestructura estratégica debería ser destruida. Tengo este tipo de ideas en mente al leer sus reflexiones en torno a una arqueología orientada a objetos. Ciertos arqueólogos creen que la cultura humana lo es todo mientras que el objeto no es nada; usted se plantea repensar esa idea preconcebida, y quisiera saber si se siente solo en esta indagación acerca de la agencia y la política de los objetos.

CHRISTOPHER WITMORE: “No son los tiempos los que marcan la diferencia”, sino más bien, como sostuvo Bruno Latour en Nunca hemos sido modernos, “es la diferencia la que marca los tiempos”. Pensar en el desconcertante naufragio de las cosas antiguas que existen en el presente (los escritos de Aristóteles, los puentes antiguos que escaparon a la destrucción, ya sea por guerras o por terremotos, cuencos antiguos, ruinas de la Segunda Guerra Mundial, etcétera) y sus relaciones como generadoras de tiempo es una inversión de los procedimientos habituales de los arqueólogos, quienes tienden a considerar el tiempo mismo como un agente de cambio.

Los arqueólogos, cual relojeros, se benefician enormemente cuando se le concede al tiempo una posición privilegiada y generativa, como una secuencia lineal de contenedores que avanzan con regularidad con independencia de lo que ocurra dentro de ellos. No se trata de que la cultura lo sea todo y los objetos nada, aunque agradezco el poder retórico de tu formulación; los objetos no culturales deberían contar algo para los arqueólogos, ya que la autoridad del campo todavía se basa en hablar desde la experiencia, describir lo que se encuentra y fundamentar historias sobre el pasado en restos arqueológicos. La cuestión es cómo tenemos en cuenta esas cosas en relación con el pasado. No creo que los objetos arqueológicos deban ser tratados solamente como intermediarios de situaciones culturales en las que pueden haber afectado y a las que, a su vez, se les da preponderancia como agentes detrás de los restos que encontramos. Eso supone considerar los objetos como derivados de algo distinto de ellos mismos, lo que a menudo coloca a los humanos en el centro de la realidad, como si fuera su principal modeladora. Desde la perspectiva de la OOO, los objetos que encontramos en el presente son lo que hace posible el pasado.

El hecho de que un cuenco antiguo haya resistido y esté entre nosotros significa que no puede reducirse a sus pasados, tanto si fue un momento particular de sus usos o de su inactividad (lo que llegó a ser el objeto en situaciones distintas). Como arqueólogo, puedo darme cuenta de que un cuenco de cerámica resistió a muchas situaciones diferentes: usos domésticos, como ajuar funerario, una larga estancia bajo tierra, una barrera para las raíces, un objeto encontrado, una pieza de museo, una evidencia para una tesis, etcétera. Sin embargo, como parte de un conjunto de tumbas, habrá perdido muchas de estas relaciones extrínsecas pasadas. El recipiente, intrínsecamente, extiende sus propios pasados, aunque solo puede ofrecer sugerencias de lo que existió más allá de sí mismo. Esas sugerencias quizás digan muy poco sobre situaciones culturales pasadas, y mucho sobre cómo el hundimiento de la tumba dañó el cuenco en algún momento durante su estancia ctónica. Desde luego, uno también tiene que reconocer que el recipiente es parte de un conjunto (una tumba) y como tal puede constituir un componente de un objeto mayor. Si bien esto podría entenderse como un conjunto que contiene su propio pasado, desde la perspectiva de la OOO, una parte de algo no puede reducirse a un objeto más grande.

Reconocer el cuenco o la habilidad de la tumba para sugerir y ofrecer indicaciones es respetar su agencia y autonomía, ya que esos pasados pertenecen al objeto. Puede que un artefacto de museo no parezca tener mucho peso político, pero si uno descubriera que una crátera [vasija grande y ancha donde se mezclaba el vino con agua] fue saqueada y vendida ilegalmente de una tumba, entonces ciertamente podría verse involucrada en un disputa entre el Museo Metropolitano de Arte, la Fiscalía del distrito de Manhattan y el gobierno italiano. El cuenco y la tumba sostienen y defienden, contienen y comprenden, apoyan y cobijan. Sí que pueden ser actores políticos en las situaciones adecuadas. Decir lo contrario desde el principio es decretar de antemano lo que son las cosas, haciendo suposiciones sobre la naturaleza de lo real. 

Los arqueólogos necesitan reconsiderar cómo trabajamos con las cosas. La diferencia entre la autoimagen de la arqueología y su práctica es una limitación, por mucho que el reduccionismo sea una característica de cualquier ciencia. En el libro, Graham Harman y yo establecemos un contraste entre una noción modernista del tiempo como un marco medido y predestinado donde nosotros insertamos los fenómenos, y una comprensión del tiempo orientada a los objetos como algo emergente, heterogéneo y sobre la superficie de las cosas. Esto abre todo tipo de posibilidades creativas en torno a cómo concebimos esos tiempos que surgen de los objetos arqueológicos y también en torno a su articulación (qué historias contamos). Creo que apenas estamos empezando a reconocer el potencial de esta forma de arqueología, pero para nada estoy solo en esto, pues hay ciertos arqueólogos que usan un enfoque orientado a objetos: Peter Campbell, Stein Farstadvoll, Bjørnar Olsen, Þóra Péturdóttir, Sara Rich, por nombrar a algunos.

A.L.: Usted empieza con el objeto y trata de entender el pasado, pero nos advierte de que muchos arqueólogos encuentran lo que justamente estaban intentando encontrar. El pasado, en resumidas cuentas, no es una causa simple y sin más del presente. Supongo que si los arqueólogos encuentran salazones, tratarán de explicar la importancia de la sal en esa ciudad romana, pero quizás este descubrimiento arqueológico entierra otras posibilidades abiertas, en vista de que hay numerosas ciudades que también fueron habitadas por fenicios o musulmanes. La arqueología puede ser como una matrioska que contiene múltiples pasados.

C.W.: Los arqueólogos, tal y como defendemos en el libro, están condicionados para ver las cosas como los efectos o las consecuencias de aquellas causas que pretenden encontrar. El deseo de recuperar rastros vívidos en un dominio borrado del presente y tratarlos como el agente causal detrás de lo que queda conduce a menudo a imponer el pasado favorecido por la historia sobre objetos que no pueden hablar. Si tomamos como ejemplo un lugar de la Segunda Guerra Mundial, se puede decir que nosotros llegamos con expectativas históricas a esos lugares (por ejemplo, a un bastión del muro Atlántico en Finnmark). Es fácil suponer que dicho lugar es una ilustración o un ejemplo de algo ya prefijado y conocido (este sitio lo destruyó la Wehrmacht en retirada en el año 1944). Sin embargo, nunca encontramos el pasado que fue, solo lo que llega a ser de él, y aunque podemos encontrarnos con un pasado legendario, el compromiso es siempre con algo presente y específico del objeto que encontramos.

Si se juzga a partir de una imagen completa del pasado, como res gestae (logros, cosas realizadas), lo que encontramos es siempre incompleto, como sombras de su antiguo ser. Hay todo tipo de fenómenos históricos que tratan sobre algo más que las andanzas humanas: la transformación de las economías del pasado, los procesos de producción e interacción a través de redes comerciales cambiantes, etcétera. No obstante, la idea del pasado como algo consumado, definido por su finitud, sigue prevaleciendo a la hora de abordar las cosas antiguas. Los hallazgos arqueológicos van más allá de esos mundos y a menudo encuentran nuevas aventuras; como las cosas suelen olvidar sus pasados, su idiosincrasia retiene lo que recuerdan.

Algunas expectativas son parte del proyecto de la arqueología, pues no habríamos investigado ciertos programas o conseguido fondos sin ellas. La distorsión aparece cuando imponemos sobre los objetos arqueológicos las expectativas asociadas con un pasado definitivo (“así es como ocurrió”). Y no es que no podamos hablar de situaciones definitivas. Por volver al ejemplo de la crátera, el cuenco fue enterrado junto a una mujer que murió en la treintena y se rompió cuando el techo de la tumba se hundió, pero la mayoría de las veces tratamos con proposiciones sobre lo que podría haber sido. Algunas proposiciones son mucho más fuertes que otras, pero las proposiciones están siempre abiertas al futuro, es decir, están abiertas a la reevaluación, especialmente a la luz de nuevos objetos encontrados que puedan revelar otros ángulos del pasado. Aun así, a las cosas antiguas no les falta nada, se trate de pequeñas fortificaciones quemadas en el norte de Noruega o de cráteras enterradas. Están completas tal como están, abiertas en todo momento a las posibilidades futuras, ya que los elementos enterrados pueden contener pasados imprevistos aún por salir.

A.L.: Distingue la datación relativa de la absoluta y sugiere que incluso el carbono-14 es una cronología relativa, no absoluta, al igual que el resto de métodos: dendrocronología, termoluminiscencia, etcétera. Lo plantea como formas inconmensurables, esto es, como un intento de unificar lo que no puede unificarse, pero en última instancia usamos un calendario universal. Me imagino que esto puede plantear todo tipo de problemas, como el posible anacronismo de esa estatuilla romana que supuestamente revela a alguien con el síndrome de Crouzon.

C.W.: Has puesto el dedo en la llaga del papel del arqueólogo como relojero. Los arqueólogos separan de forma rutinaria lo que consideran métodos de datación absolutos, como el carbono-14, de aquellos métodos relativos, como la seriación de la cerámica. Dado que el carbono-14 se desintegra a un ritmo constante del cincuenta por ciento cada 5,730 años, tendemos a considerar trozos de carbono como pequeños relojes, cuando en realidad, lo que hacemos es entregar nuestra traducción a los físicos de los laboratorios, quienes proporcionan un análisis y una fecha dentro de un rango definido. Graham Harman señala esta cuestión (cómo traducimos los cuantos, los fragmentos irreductibles de la realidad, en continuos) como una gran paradoja que se remonta a Aristóteles. De hecho, todos los modos de datación implican la traducción de lo discreto en lo continuo, lo que exige que tratemos lo local (relativo) como medible en términos de lo universal (absoluto).

No te falta razón. El ejemplo de la estatuilla que mencionas implica un acto de traducción similar, donde las idiosincrasias locales se traducen en términos científicos universales. En este caso, las peculiaridades de la figura (sus rasgos faciales, sus ojos o sus asimetrías) se leen “iconodiagnósticamente” como una posible evidencia del síndrome de Crouzon. Por supuesto, esta interpretación se basa en una supuesta fidelidad. Se supone que la estatuilla actúa como una referencia muy específica de algo más allá de sí misma: es decir, apunta extrínsecamente a un modelo humano con estas características inexplicables. Tal vez sea así. Pero también podría relacionarse con una desviación estética que se asemeja a las malformaciones congénitas asociadas al síndrome de Crouzon. A diferencia del carbono-14, el análisis de la cerámica o la hidratación de la obsidiana, aquí nos encontramos con un ejemplo completamente singular (que no puede reafirmarse). Para que esta interpretación gane peso, habría que emprender un cuidadoso estudio comparativo con otras estatuillas del periodo (¿qué estilos y convenciones están presentes en otras estatuillas? Se deberían recurrir a asociaciones contextuales); los investigadores intentan vincular la figurilla con cultos a la salud y la protección en Bracara Augusta. 

Para mí, la incertidumbre última de no poder saber algo con certeza no es un problema, sino parte del atractivo y el asombro de trabajar con el pasado arqueológico.

A.L.: Parece haber grandes descubrimientos arqueológicos cada semana. Hace muy poco dieron con una espada del siglo VI en Kent, por ejemplo. Me gustó asomarme al pasado leyendo la noticia, aun sabiendo que conozco muy superficialmente ese periodo histórico.

C.W.: Estos nuevos descubrimientos nos acercan al pasado a través de su entrada en nuestro presente y nos recuerdan la naturaleza caótica del tiempo. A través del descubrimiento de la espada en Kent, un pasado previamente desconocido es ahora coextensivo con quienes vivimos en la actualidad, y de esta manera, nuestro presente está más cerca de ese pasado que cualquier presente del siglo XIX, independientemente de las distancias que haya en una línea de tiempo. Si de repente nos tropezáramos con los fragmentos perdidos de Aristóteles en un monasterio de Tesalónica, entonces la filosofía del siglo XXI se encontraría con aspectos del III antes de Cristo a un nivel más cercano que cualquier cosa que los filósofos modernos experimentaran antes de ese momento. Tales son los efectos de un tiempo no lineal, “percolativo”, y eso nos recuerda el poder del pensamiento topológico, que el libro analiza en profundidad.

Sobre Christopher Witmore:

Christopher Witmore es académico y profesor de Arqueología y Clásicos en la Universidad Tecnológica de Texas. Su investigación se centra en los paisajes de Grecia a largo plazo, la teoría arqueológica, los estudios de cosas; arqueología contemporánea y Antropoceno; y las relaciones entre los seres humanos, la tecnología y el medio ambiente.

El lugar de entierro de Platón finalmente se revela después de que una IA descifre un pergamino carbonizado durante la erupción del Monte Vesubio

Imagen del papiro en el cual se han podido leer las indicaciones que, según los investigadores, permitirían encontrar la tumba de Platón. Consiglio Nazionale delle Ricerche.

El desciframiento de un pergamino antiguo ha revelado dónde está enterrado el filósofo griego Platón, sugieren investigadores italianos.

Graziano Ranocchia (izquierda), filósofo de la Universidad de Pisa, y sus colegas, utilizaron inteligencia artificial (IA) para descifrar un texto en trozos de papiro carbonizado recuperado en Herculano, una antigua ciudad romana ubicada cerca de Pompeya, según una declaración traducida del Consejo Nacional de Investigación de Italia. .

Al igual que Pompeya, Herculano fue destruida en el año 79 d. C. cuando el Monte Vesubio entró en erupción, cubriendo la región de cenizas y flujos piroclásticos.

Uno de los pergaminos carbonizados por la erupción incluye escritos de Filodemo de Gadara (el cual vivió entre el 110 y el 30 a. C.), un filósofo epicúreo que estudió en Atenas y luego vivió en Italia. Este texto, conocido como "Historia de la Academia", detalla la academia que Platón fundó en el siglo IV a.C., y brinda detalles sobre la vida del mismo, incluido su lugar de enterramiento.

Los historiadores ya sabían que Platón, el famoso alumno de Sócrates que escribió sobre la filosofía de su maestro además de la suya propia, fue enterrado en la Academia, que el general romano Sila destruyó en el año 86 a.C. Pero los investigadores no estaban seguros de saber exactamente en qué lugar de los terrenos de la escuela de Platón, que murió en Atenas en 348 o 347 a. C., había sido enterrado.

Detalle de papiros de Herculano. Imagen cedida por Consiglio Nazionale delle Ricerche. D. P. PAVONE (D.P. PAVONE (CNR-INSTITUTE OF CULTURALE HERITAGE/BIBLIOTECA NAZIONALE DI NAPOLI).

Sin embargo, con los avances tecnológicos, los investigadores pudieron emplear una variedad de técnicas de vanguardia, incluidas imágenes ópticas infrarrojas y ultravioleta, imágenes térmicas y tomografía, para leer el antiguo papiro mencionado y que ahora forma parte de la colección de la Biblioteca Nacional de Nápoles.

Hasta ahora, los investigadores han identificado 1.000 palabras, o aproximadamente el 30% del texto escrito por Filodemo.

"Entre las noticias más importantes, leemos que Platón fue enterrado en el jardín reservado para él (un espacio privado destinado a la escuela platónica) de la Academia de Atenas, cerca del llamado Museion o 'sacellum' consagrado a las Musas", explican los investigadores. escribió en el comunicado. "Hasta ahora sólo se sabía que fue enterrado genéricamente en la Academia".

Restos arqueológicos de la Academia de Platón en el actual barrio de Kolonos.

El texto también detalla cómo Platón fue "vendido como esclavo" en algún momento entre el 404 y el 399 a.C. (anteriormente se pensaba que esto ocurrió en el 387 a.C.)

Otra parte del texto traducido describe un diálogo entre personajes, en el que Platón muestra desprecio por las habilidades musicales y rítmicas de un músico bárbaro de Tracia, según el comunicado.

Esta no es la primera vez que los investigadores utilizan la IA para leer pergaminos antiguos que sobrevivieron a la erupción del Monte Vesubio. A principios de este año, los investigadores descifraron un pergamino diferente que fue carbonizado durante la erupción volcánica en una villa cercana que perteneció al suegro de Julio César, Lucio Calpurnio Pisón Cesonino.

Fuente: livescience.com | 25 de abril de 2024

¿Conoces el Círculo de Viena? Karl Sigmund te trae una historia apasionante


El sueño del Círculo de Viena es una fantástica obra del profesor de matemáticas de la Universidad de Viena, Karl Sigmund, de la editorial Shackleton Books lanzado el pasado 15 de mayo de 2023, en el que nos cuenta, como si fuera una novela coral, las dramáticas historias de unos hombres que dejaron una huella indeleble en la ciencia, la filosofía e incluso el arte y la literatura. Un merecido homenaje que pone de relieve la deuda que tenemos con aquellos que se atrevieron a reinventar el conocimiento desde cero en unos tiempos muy oscuros de guerras, totalitarismos y la sinrazón.

Sinopsis

En la Viena posterior a la Primera Guerra Mundial se produjo una rara y feliz coincidencia: un grupo de mentes excepcionalmente brillantes se unieron para averiguar cuánto de verdad o falsedad había en las ideas que sustentaban desde la Antigüedad las matemáticas, la física y la filosofía. Inspirados por la teoría de la relatividad de Albert Einstein y las ideas de Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, estos jóvenes intelectuales compartían el sueño de desarrollar y difundir una visión del mundo totalmente basada en la ciencia, libre de jerga y metafísica vacía. Se llamaron a sí mismos el Círculo de Viena.

A los miembros fundadores (el filósofo Moritz Schlick, el economista Otto Neurath y el matemático Hans Hahn), pronto se añadieron otros genios como Kurt Gödel y Rudolf Carnap. El grupo se reunió de forma regular desde 1924 hasta 1936, doce fructíferos años en los que consiguieron revolucionar la filosofía y la ciencia contemporánea.

Sin embargo, mientras ellos se embarcaban en una épica búsqueda de la verdad, a su alrededor el mundo se sumía en uno de los períodos más sombríos de la historia. La Europa de entreguerras arrastró a los apasionados miembros del Círculo en su corriente, poniendo un trágico final a su proyecto. Algunos perdieron la vida, otros tuvieron que huir de un continente oscurecido por el fascismo y la guerra.

El Libro


La obra de K. Sigmund consta de unas 480 páginas (incluida la bibliografía, notas y epílogo), por lo que se trata de un libro considerado denso, pero ligero en peso, de fácil lectura y cuenta con temas muy interesantes que engloban muy bien diversas cuestiones abordadas por la filosofía contemporánea.

Encuadernado en tapa blanda, con un diseño muy elegante en el uso del color negro casi en su totalidad con el texto de portada en amarillo pálido en el que se ha añadido esa bombilla de luz tenue, que simboliza el círculo de Viena, la única que da luz ante la oscuridad de la sinrazón.


La contraportada cuenta con el texto en color blanco de su sinopsis, con una pequeña reseña del divulgador matemático Ian Stewart.

Tiene unas dimensiones de 16 x 3.3 x 23 cm

La obra ha sido traducida por David León Gómez

El prólogo es del científico y filósofo estadounidense Douglas Hofstadter y el trabajo se estructura en 13 temas, más el epílogo, notas y bibliografía consultada:

Y no quiero contarte más del libro porque prefiero que descubras por ti mismo, esta magnífica obra que, pese a tratar de temas filosóficos o científicos, se hace ameno e interesante.

Sobre el autor

Karl Sigmund es profesor de Matemáticas en la Universidad de Viena. Es uno de los pioneros de la Teoría evolutiva de juegos, y por sus contribuciones en las matemáticas ha sido reconocido con la cátedra Gauss y el premio Isaacs.

En 2010 la Universidad de Helsinki lo nombró doctor honoris causa. Miembro de pleno derecho de la Academia de Ciencias de Austria, ha publicado numerosos artículos, editado obras matemáticas y participado en conferencias por todo el mundo.

Precio y dónde comprar

El libro tiene un precio en torno a los 23-25 euros y lo podrás adquirir directamente desde la editorial pinchando aquí o en diferentes tiendas de libros como La Casa del Libro o Agapea.