Un estudio analiza la conducta de carnívoros salvajes en los yacimientos prehistóricos

Ejemplos de daño óseo inducido por pequeños carnívoros: (a) surcos y hoyos en el olecraneum de un cúbito (S2 / BO1); (b) surco en las epífisis proximales de un fémur (clase de tamaño 4) (S2 / OB4); (c) concurrencia de marcas de dientes y bordes crenulados en una escápula (S2 / OB3); (d) hoyos, pinchazos y puntajes en el cuello de una escápula (S2 / OB3). Escala = 1 cm. Scientific Reports.


Una investigación sorprendente ha unido en el empeño para avanzar nuestro conocimiento del pasado a prehistoriadores y… osos. Un equipo de investigadores ha publicado el lunes en la revista Scientific Reports un estudio experimental sobre la forma en que los carnívoros salvajes se aprovechaban de los restos de los animales cazados y consumidos por poblaciones humanas en el paleolítico.
El trabajo ha consistido en reproducir las condiciones de los campamentos neandertales provisionales y observar de qué manera los carnívoros alteran los espacios en que se han cocinado y luego lanzado los restos. El experimento se ha hecho con osos, dada la dificultad de encontrar en nuestro territorio lobos y no digamos hienas y leones, que eran los otros grandes carnívoros con los que se interrelacionaban entonces los cazadores paleolíticos. También porque el equipo tiene familiaridad fósil con ellos al excavar en las cuevas del Toll y Toixoneres, en Moià (Barcelona), un palacio de la fauna del cuaternario que incluye oso pardo actual (Ursus arctos) y de las cavernas (Ursus spelaeus). La investigación se ha realizado durante cinco años en el Alto Pirineo y en el Pallars (Lérida) con la colaboración de los equipos de seguimiento del oso pardo.

“Durante mucho tiempo habíamos visto que los carnívoros alteraron los yacimientos prehistóricos moviendo restos y haciéndolos desaparecer cuando se marchaban los humanos”, explica a este diario Jordi Rosell (izquierda), con Maite Arilla uno de los dos investigadores del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES) y del Àrea de Prehistòria de la Universitat Rovira i Virgili (URV) de Tarragona, que firman el artículo junto a Ruth Blasco, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CNIEH). “Así que para estudiar cómo se comportaban en el pasado hemos tratado de reconstruir las mismas condiciones y ver cómo lo hacen ahora, para extrapolar los datos”.

Rosell señala que reproducir un campamento neandertal es fácil: “Basta con encender una hoguera, hacer una costellada, con vaca y cordero, no recoger los restos, echar una siesta y marcharte, dejando cámaras con sensor de movimiento para observar lo que pasa”. Otra cosa es conseguir que los osos colaboren. “Trabajar con animales salvajes tiene eso, a veces no quieren ayudar. Por ejemplo, los osos solo quieren carne cuando salen de hibernación, de marzo a mayo, y el resto del año ni la tocan. Ha sido laborioso y hemos funcionado mucho por el sistema de acierto-error, pero tenemos vídeos muy interesantes que muestran la manera en que remueven los restos”.


El objetivo es conseguir suficiente información para crear modelos que permitan entender la forma en que estas acciones animales modificaron los yacimientos. “Los neandertales hacían campamentos provisionales que abandonaban con rapidez; los carnívoros acudían muy deprisa atraídos por los olores de la carne que se había cocinado y la posibilidad de encontrar comida fácil entre los despojos acumulados, haciendo entonces desaparecer restos, engulléndolos o llevándoselos, y modificando así lo que se convertiría en el registro fósil”. Los investigadores han podido comprobar que también los carnívoros pequeños (zorros, mustélidos como la marta y el tejón) alteraban la escena, y lo hacían asimismo aves como los cuervos, jugando un papel importante en la formación de los yacimientos.


Para Maite Arilla, "todos esos animales que merodeaban en los campamentos son auténticos fantasmas que modificaron lo que los prehistoriadores encuentran y que es con lo que han de recomponer el pasado".

Por su parte, Blasco subraya que el trabajo que han hecho abre una nueva perspectiva para entender los yacimientos paleolíticos, por ejemplo por qué hay tan pocas epífisis (extremos de los huesos largos). “Ahora empezamos a tener datos para evaluar la importancia del papel de estos animales y contraponerlo a los efectos causados por el consumo humano”.

Maite Arilla (izquierda), investigadora del IPHES, junto Ruth Blasco (CENIEH) durante uno de los experimentos - IPHES

El estudio ha contribuido a modificar la idea de que los neandertales solo cazaban animales grandes: es muy posible que los restos de los pequeños simplemente se los zamparan o se los llevaran los animales salvajes de la manera en que se ha observado en la investigación. En los campamentos de cromañón no pasaba porque los ocupaban de manera mucho más estable.

Fuentes: elpais.com | iphes-noticies.blogspot.com | 20 de abril de 2020

Los 40.000 kms de calzadas romanas en la Península: el mapa al detalle de las carreteras del Imperio

El mapa de las calzadas romanas en la Península Ibérica realizado por el arqueólogo Pau de Soto. Proyecto Viator-e.


En una de las escenas más irónicas de La vida de Brian, los integrantes del Frente Popular de Judea, tramando una operación para secuestrar a la mujer del prefecto Poncio Pilato, acaban enzarzándose en una discusión sobre los avances legados por sus invasores. La lista, culminada con la sarcástica pregunta de "¿qué han hecho los romanos por nosotros?", podría ocupar casi toda la película: el acueducto, el alcantarillado, los baños públicos, el vino, la educación, la sanidad… o las carreteras.
Roma fue una civilización pionera en muchos campos, fascinante, y que sustentó los pilares de su poder y dominio sobre medio mundo en un vasto entramado de calzadas que recorría más de 300.000 kilómetros, según los cálculos de los expertos. Los romanos construyeron vías principales que unían las grandes ciudades del Imperio y funcionaban como redes de transporte —sus trazados todavía encuentran reflejo en las infraestructuras actuales—, otras secundarias para conectar asentamientos más pequeños e incluso caminos esporádicos levantados por las propias legiones durante una campaña militar que luego eran abandonados.

Pero los habitantes de la antigua Roma y de sus provincias no disponían de un Google Maps que facilitase sus desplazamientos; tampoco de un plano preciso —más allá del Itinerario Antonino y la Tabula de Peutingeriana— en el que estuviesen dibujadas al detalle todas sus carreteras. Eso es lo que está realizando el investigador español Pau de Soto Cañamares, del Instituto Catalán de Arqueología Clásica, con el proyecto Viator-e, financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades: un mapa pormenorizado de las calzadas del Imperio romano de Occidente. Un monumental trabajo que nadie había ejecutado hasta ahora.

"Los estudios arqueológicos sobre vías romanas siempre están dedicados a ámbitos locales o regionales: los investigadores estudian muy detalladamente una calzada o una red local, pero cuando buscas información de un territorio amplio no existe o está incompleto, no hay ningún recurso en el que puedas ver el conjunto de las vías del Imperio romano con trazados precisos", señala Pau de Soto (izquierda) a este periódico. "Mi proyecto consiste en crear un mapa científicamente correcto para que la sociedad y los investigadores lo puedan consultar, descargar y, sobre todo, reutilizar en sus propios proyectos".

Los objetivos son documentar y digitalizar la totalidad de las calzadas que tejieron los romanos desde Germania hasta la Península Ibérica, pasando por el norte de África y Britania; así como analizar la estructura de la red de transportes para comprobar su impacto en la evolución política y económica de cada territorio y comprender la movilidad y la distribución de distintos productos, como monedas, cerámicas o ánforas. La iniciativa, lanzada en noviembre del año pasado, se encuentra todavía en fase primigenia, pero Pau de Soto ya ha completado el esqueleto de las calzadas de Hispania gracias a sus trabajos previos.


Los Vasos Apolinares (o de Vicarello). En los mismo están grabados los nombres y las distancias entre las distintas estaciones de la vía que llevaba de Gades a Roma, con unas 1.841 millas romanas.


Ampliando las 34 vías recogidas en el Itinerario Antonino, un documento del siglo III que recopilaba las rutas más transitadas del Imperio, el arqueólogo ha digitalizado "más de 1.000 tramos y unos 40.000 kilómetros de vías, tanto principales como secundarias". En el mapa, que aspira a ser dinámico y completado de forma colaborativa con los estudios aportados por otros investigadores, se detalla la información sobre cada segmento, como su cronología —es decir, cuándo se construyó y hasta cuándo se utilizó— o la vía a la que pertenecía. También se incluyen datos bibliográficos sobre los trabajos que han estudiado ese tramo concreto. Esas investigaciones son la principal fuente a la que se agarra el arqueólogo para su mapa, ahora centrado en el territorio de la Galia.

Calzada romana en el Museo Romano de Mérida. Wikimedia Commons

El mapa de Hispania

En el caso de Hispania, las primeras calzadas levantadas por los romanos, fundamentalmente de uso militar, se remontan a en torno el año 120 a.C en la zona de Cataluña. A medida que fueron conquistando la Península, dieron forma a una imponente red de infraestructuras viarias, como se puede apreciar en el mapa elaborado por Pau de Soto. Algunas de las más importantes fueron la Vía Augusta, de unos 1.500 kilómetros y que iba desde Cádiz hasta los Pirineos bordeando el Mediterráneo —como la A7 de hoy en día—, o la Vía de la Plata, desde Augusta Emerita (Mérida) hasta Asturica Augusta (Astorga).

Otro elemento epigráfico fundamental para conocer los trazados de las carreteras romanos son los miliarios, unas columnas cilíndricas de piedra de entre 2 y 4 metros de altura que indicaban el número de millas existentes desde su emplazamiento —sobre todo en puentes, en los templos cercanos o en los arcos monumentales de entrada a las ciudades— hasta el punto de origen de la vía donde se encontraban, que generalmente partía de una localidad. También podían indicar la distancia a una bifurcación de caminos o a un accidente geográfico.

Además, algunos de esos miliarios, que eran como una suerte de señales de tráfico antiguas, indicaban el nombre de la autoridad que promovió la construcción o reparación de la vía y, por lo tanto, la época de su realización. A partir de esta información, en Hispania el mayor volumen de construcción de calzadas se registró cuando Trajano y Adriano, nacidos en Itálica, fueron nombrados emperadores. "Hicieron aquí mucho gasto y mucha propaganda, pero mirando el conjunto de la Península, está todo muy repartido", explica el arqueólogo Pau de Soto.

Otros prínceps como Augusto, Claudio, Vespasiano, Domiciano o Nerva también impulsaron la red de comunicaciones hispana, que destacó por su carácter periférico: resultaba más fácil exportar los productos hasta Roma por el mar que cruzando medio continente.

Coste de transportar una mercancía desde Hispalis por vías marítimas y desde Complutum por el interior. Proyecto Viator-e

Elemento de propaganda

Además de servir como mecanismo de transporte de bienes y personas, las calzadas se revelaron como una herramienta más para consolidar el domino de Roma. "Las infraestructuras son un elemento político muy importante: los romanos premiaban o penalizaba a territorios construyendo vías o no en función de su postura en los conflictos bélicos", señala el impulsor del proyecto Viator-e. "Roma construía unas infraestructuras muy imponentes no solo por su funcionalidad, sino para demostrar el nivel de conocimiento y los beneficios de estar bajo su gobierno. Era un elemento de propaganda básico".

Pau de Soto también explica que en la actualidad han arraigado algunos mitos sobre las carreteras de la Antigua Roma por culpa de las ficciones, como los cómics de Astérix y Obélix: "Todas las calzadas romanas interurbanas no estaban pavimentadas de piedra, eso es un error tremendamente extendido. Excepto la Vía Apia (derecha) el resto no se enlosaban porque los caballos no llevaban herraduras, como mucho se les ataban unas hiposandalias. El mejor firme para ellos era de tierra apisonada, que las convertían en porosas y de grano fino".

¿Y quiénes fueron los encargados de su construcción? "Aquí hay mucha discusión", desvela De Soto. "Los investigadores tampoco se ponen de acuerdo. Una teoría que está bastante descartada es que mayoritariamente fuesen militares: los legionarios solo construían las vías que les interesaban a ellos, que se realizaban en época de conquista y eran perecederas, solo para hacer una campaña. Después, seguramente sí que se utilizó mano de obra esclava, pero también muchísimos especialistas, que podían ser libertos o esclavos. Debían de ser cuadrillas especializadas porque eran grandes infraestructuras. Únicamente en casos muy puntuales tenemos noticias del papel del ejército en la construcción de algunas infraestructuras".

Además de crear un mapa completo de la red de comunicaciones del Imperio romano de Occidente, con el proyecto de Pau de Soto también se podrá reconstruir aproximadamente la cuantía de transportar una mercancía de un punto a otro. "Pero no se trata de intentar establecer el coste concreto de un solo viaje, sino de crear patrones de movilidad o distribución", remarca. Por ejemplo, desde Hispalis, la Sevilla de la época romana, salía mucho más a cuenta comerciar con otras zonas costeras peninsulares y provincias transportando los productos por mar que con el interior, como así reflejan los hallazgos arqueológicos de ánforas cocidas en la provincia de la Bética. Y con Complutum (Alcalá de Henares), sucedía lo contrario: comerciar con la periferia resultaba mucho más caro al incrementarse la distancia a recorrer por los carros.

Es decir, el proyecto pionero de Pau de Soto no solo pretende reconstruir el monumental puzle de las calzadas del Imperio Romano, sino también convertirse en una especie de Google Maps para calcular y comprender la movilidad y distribución de los productos a lo largo de su vastísimo territorio. Un arqueólogo para ejecutar un mapa con el que hubiera soñado Julio César.

Fuente: elespañol.com | 24 de abril de 2020

Hallan evidencias de interacción entre cazadores-recolectores y los primeros agricultores prehistóricos en las orillas del Báltico

Recreación de la intereacción entre cazadores-recolectores y primeros agricultores

Los grupos de cazadores-recolectores que vivieron en las orillas del Báltico entre 7.500 y 6.000 años atrás tenían gustos culinarios culturalmente distintos, según ha revelado el análisis de fragmentos de cerámica antigua.

Un equipo internacional de investigadores analizó más de 500 vasijas de cazadores-recolectores de 61 yacimientos arqueológicos de toda la región del Báltico y publicado los resultados en Royal Society Open Science. Encontraron sorprendentes contrastes en las preferencias alimentarias y las prácticas culinarias entre los distintos grupos, incluso en zonas donde había una disponibilidad similar de recursos. Las vasijas se utilizaban para almacenar y preparar alimentos que iban desde peces marinos, focas y castores hasta jabalíes, osos, ciervos, peces de agua dulce, avellanas y plantas.
Los hallazgos sugieren que los gustos culinarios de los pueblos antiguos no sólo estaban dictados por los alimentos disponibles en una zona determinada, sino que también estaban influenciados por las tradiciones y hábitos de los grupos culturales.


Fragmentos de cerámica encontrados en el yacimiento de Havnø, al norte de Dinamarca. Crédito: Harry Robson, Universidad de York.

Rica variedad

Uno de los autores principales del estudio, el Dr. Harry K. Robson (izquierda), del Departamento de Arqueología de la Universidad de York, dijo: "A menudo la gente se sorprende al saber que los cazadores-recolectores utilizaban la alfarería para almacenar, procesar y cocinar alimentos, ya que llevar engorrosas vasijas de cerámica parece incompatible con un estilo de vida nómada. Nuestro estudio examinó cómo se utilizaba esta cerámica y encontró pruebas de una rica variedad de alimentos y tradiciones culinarias en diferentes grupos de cazadores-recolectores".

Los investigadores también identificaron pruebas inesperadas de productos lácteos en algunas de las vasijas de cerámica, lo que sugiere que algunos grupos de cazadores-recolectores estaban interactuando con los primeros agricultores para obtener este recurso.
Según Robson: "La presencia de grasas lácteas en varias vasijas de cazadores-recolectores fue un hallazgo inesperado de ‘fusión cultural’ culinaria. El descubrimiento tiene implicaciones para nuestra comprensión de la transición del estilo de vida de los cazadores-recolectores a la agricultura primitiva y demuestra que este producto fue intercambiado o tal vez incluso saqueado a los agricultores cercanos".


Mapa que muestra las ubicaciones de los lugares de caza y recolección (círculos llenos) y los primeros sitios agrícolas (círculos vacíos). También se muestra la extensión de los diferentes grupos culturales de cazadores-recolectores (rojo, Ertebølle; azul, Dąbki; amarillo, Báltico sudoriental y Neman; verde, Narva) / foto Blandine Courel et al.

Hábitos culturales

Otro de los autores principales del estudio, la Dra. Blandine Courel (derecha), del Museo Británico, añadió: "A pesar de que la biota común proporcionaba muchos recursos marinos y terrestres para su sustento, las comunidades de cazadores-recolectores de la cuenca del Mar Báltico no utilizaban la cerámica con el mismo fin".
"Nuestro estudio sugiere que las prácticas culinarias no se vieron influidas por las limitaciones ambientales, sino que probablemente estaban arraigadas en algunas tradiciones culinarias y hábitos culturales de larga tradición".

En el estudio, dirigido por el Departamento de Investigación Científica del Museo Británico, la Universidad de York y el Centro de Arqueología Báltica y Escandinava (Stiftung Schleswig-Holsteinische Landesmuseen, Alemania), se utilizaron técnicas moleculares e isotópicas para analizar los fragmentos de cerámica.

Comprensión revolucionaria
Según el profesor Oliver Craig (izquierda), del Departamento de Arqueología de la Universidad de York: "El análisis químico de los restos de alimentos y productos naturales preparados en la alfarería ya ha revolucionado nuestra comprensión de las primeras sociedades agrícolas, y ahora estamos viendo cómo estos métodos se están aplicando para estudiar la alfarería prehistórica de cazadores-recolectores. Los resultados sugieren que ellos también tenían cocinas complejas y culturalmente distintas".

Fuente: University of York | labrujulaverde.com | 22 de abril de 2020

Transformaciones sociales y resiliencia en Arabia a lo largo de 12.000 años de cambio climático

El Oasis de Jubbah hoy en día con la agricultura moderna en el suelo del desierto. En el pasado, esta área habría sido una región de humedales y lagos. (Crédito: Palaeodeserts Project)

Hoy en día, la península arábiga es una de las regiones más áridas del mundo. Pero su clima no siempre ha sido el mismo, y en el pasado se ha visto tanto una mayor aridez como una mayor humedad en diferentes momentos. Como región en riesgo de estrés hídrico en un mundo que se calienta, Arabia es de gran interés para los científicos que estudian el cambio climático.

En un nuevo estudio, los arqueólogos del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana en Jena (Alemania) realizaron la primera comparación detallada de las interacciones entre el hombre y el medio ambiente en toda Arabia, examinando el sudeste de Arabia y el registro emergente del norte de Arabia. Descubrieron que los pueblos antiguos respondían a los cambios climáticos de diversas maneras, en función de la región en la que vivían y de los recursos ambientales, sociales y tecnológicos de que disponían.

Hace aproximadamente 10.000 años, Arabia experimentó un importante aumento de las precipitaciones y una expansión de los lagos y la vegetación que sirvió de apoyo a los asentamientos humanos en toda la península. Sin embargo, en los milenios siguientes, una serie de sequías extremas provocaron cambios drásticos en los ecosistemas.

Mapa de Arabia que muestra sitios arqueológicos clave y registros ambientales con un mapa de presencia de aguas superficiales entre los años 1984 y 2015 y la distribución de los cuerpos de agua, así como la posición de la ITCZ (zona de convergencia intertropical). Fuente: PNAS

En el norte de Arabia, la presencia de grandes acuíferos poco profundos y de playas estacionales facilitó la supervivencia gracias a condiciones climáticas muy variables, incluidas varias sequías de varios siglos de duración. En particular, los oasis del desierto -incluido uno en lo que hoy es la ciudad de Jubbah- sufrieron una ocupación humana sostenida, y el registro arqueológico indica la presencia humana en el Desierto de Nefud que lo rodea en múltiples ocasiones durante un período de 9.000 años.

El descubrimiento del refugio rocoso de Jebel Oraf en los límites del oasis de Jubbah y un yacimiento a orillas del lago con más de 170 chimeneas y restos de ganado muestran que la región estuvo habitada durante mucho tiempo. Como explica la Dra. Maria Guagnin (izquierda), "las poblaciones de pastores ocuparon la región repetidamente a lo largo de milenios, apoyándose en la movilidad y en un amplio conocimiento del paisaje y sus recursos para sobrevivir a los cambios climáticos y las sequías".

Durante el "Milenio Oscuro", un período árido que duró aproximadamente de 5.900 a 5.300 años, durante el cual se cree que gran parte de Arabia fue inhabitable, los investigadores vuelven a encontrar pruebas de ocupación en el oasis de Jubbah. En otras zonas de Arabia septentrional, la población construyó muros alrededor de los oasis, construyó elementos paisajísticos para captar la escorrentía de agua y comenzó a excavar pozos.

"En conjunto estos hallazgos indican que la presencia de extensos acuíferos poco profundos, en combinación con la gran movilidad de la población, las estrategias de ordenación de los recursos hídricos y la transformación económica, brindaron oportunidades para la supervivencia a largo plazo de las poblaciones del norte de Arabia", señala el Dr. Huw Groucutt (derecha).

El sudeste de Arabia, en contraste con el norte, aparentemente disfrutaba de menos fuentes de agua subterránea y veía una correlación más directa entre la sucesión de antiguas sequías y el dramático cambio social. Después de la 'Fase Húmeda del Holoceno', una posterior recesión climática que duró de 8.200 a 8.000 años trajo efectos tan extremos que se cree que estuvo relacionada con un cambio de la caza y la recolección al pastoreo de animales domésticos, según investigaciones anteriores. Las sequías subsiguientes (hace 7.500 a 7.200 años y 6.500 a 6.300 años) se corresponden con la disminución de la ocupación del desierto interior, el desarrollo de comunidades de pastores y pescadores en la costa y el establecimiento de una red de comercio marítimo entre los pastores árabes y las comunidades agrícolas de Mesopotamia.

Comparación de eventos de sequía (barras verticales) y distribuciones arqueológicas de probabilidad sumadas para el sureste de Arabia: (A) sitios de la costa del Golfo y (B) sitios del interior (C) Edades de radiocarbono y luminiscencia para sitios arqueológicos en la cuenca del paleólogo de Jubbah y la zona del desierto de Nefud. Fuente: PNAS.

La extrema aridez del 'Milenio Oscuro' provocó el abandono del interior del desierto del sudeste de Arabia y la migración de poblaciones a la costa del Golfo. Los resultados de investigaciones anteriores sugieren, sin embargo, que incluso las poblaciones costeras sintieron los efectos de la presión sobre los recursos. Excavaciones anteriores en el yacimiento costero de Ras al-Hamra revelan que las poblaciones costeras omaníes de este período gozaban de una salud general deficiente. Los montículos de huesos de dugongos (mamíferos marinos) especialmente dispuestos, excavados en la isla de Akab en los Emiratos Árabes Unidos, sugieren actos rituales de consumo, tal vez como respuesta a la escasez de alimentos.

La comprensión de la relación entre las manifestaciones regionales del cambio climático y las adaptaciones que permiten la resistencia de la sociedad puede proporcionar valiosas lecciones para las sociedades modernas de todo el mundo. "Durante milenios, el alejamiento de las regiones duramente afectadas fue la principal respuesta humana a las graves crisis climáticas", dice el autor principal, el profesor Michael Petraglia (izquierda), "pero con el aumento del tamaño de la población y el incremento de las inversiones, las opciones de movilidad humana han disminuido con el tiempo. Del mismo modo, el rápido agotamiento de los acuíferos en los últimos años pone de relieve la necesidad de soluciones sostenibles para hacer frente a los problemas ambientales".

Los investigadores subrayan que la adopción de medidas ahora para hacer frente a la emergencia climática es lo que más interesa al mundo. "A veces la gente descarta el cambio climático como algo de lo que no tenemos que preocuparnos demasiado, porque ya lo hemos afrontado antes", señala la profesora Nicole Boivin (derecha), directora del Departamento de Arqueología del Instituto y coautora del estudio. "Pero los escenarios a los que nos enfrentamos ahora no tienen precedentes. No solo el cambio climático causado por el hombre es más impredecible, sino que las opciones disponibles para las sociedades de hoy son mucho más limitadas que las que permitieron a nuestros antepasados capear los cambios del pasado".


Excavación de un pozo de fuego cerca de Jebel Oraf. Los grupos neolíticos acamparon cerca de la antigua orilla del lago, en algunos casos sobrevivieron a períodos de sequía. © Proyecto Palaeodeserts.

Fuentes: noticiasdelaciencia.com | Max Planck Institute | 16 de abril de 2020

El poblamiento de América estuvo marcado culturalmente por el desierto, dice la experta Leticia González Arratia

La arqueóloga Leticia González Arratia

El poblamiento de América, señaló la reconocida arqueóloga Leticia González Arratia, fue marcado culturalmente por el desierto. Lo anterior, aseveró, se refleja en la existencia de sitios arqueológicos con características muy similares como lo son sus materiales textiles situados en cavidades visibles, lo mismo en California que en Utah (Estados Unidos), en la Cueva de la Candelaria, en Coahuila o en el Valle de Tehuacán y su Cueva de Coxcatlán.

La investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) refirió que debe retrocederse varios miles de años para situarse en las primeras migraciones que bajaron del Estrecho de Bering, y las múltiples generaciones que fueron dispersándose en Norteamérica.

En su opinión, dadas las glaciaciones del Pleistoceno, "estos grupos no podían venir por las altas montañas, por ejemplo, las Rocallosas (Canadá) y continuar por la Sierra Madre Occidental (suroccidente de Estados Unidos y oeste mexicano), sino que lo hicieron al pie de esas cordilleras".
“Entonces, van explorando y atravesando territorios como Cuatro Ciénegas (donde están localizados tres grupos de huellas humanas fosilizadas, las cuales se estima tienen ocho mil años de antigüedad) y el centro-norte de lo que hoy es México. ¿Cómo sobreviven?, comiendo tunas y los frutos del mezquite y del huizache, asando los corazones de los magueyes".

“La dispersión de estos grupos humanos trazó una especie de ‘lengua’. El Desierto de Chihuahua se va yendo hacia el Altiplano Central y llega al Valle de Tehuacán, en Puebla, donde —a inicios de los 60— el arqueólogo estadounidense Richard S. MacNeish excavó cinco cuevas en las que obtuvo restos arqueológicos de plantas de maíz de aproximadamente cinco mil años de antigüedad”.

De acuerdo con González Arratia, la existencia de sitios arqueológicos con características muy similares por sus materiales textiles en cavidades como la propia cueva de Coxcatlán, “sugiere que el poblamiento de América siguió este rumbo y, por tanto, fue marcado culturalmente por el desierto”.

Foto: Cráneo encontrado en Cueva de la Candelaria. Porta un tocado de fibras vegetales y cuentas de concha marina.

La investigadora, que durante décadas ha estado en contacto con los materiales recuperados en la cueva mortuoria de La Candelaria, una sierra relativamente cercana a la Comarca Lagunera, propone además que los grupos de cazadores-recolectores que ocuparon el actual territorio del norte de México, fueron clave para el desarrollo de la agricultura en Mesoamérica debido a que construyeron un eficiente modelo de explotación de recursos naturales.

Sostiene que la proximidad con la colección arqueológica del recién reestructurado Museo Regional de la Laguna (Murel) le ha permitido teorizar, “plantear hipótesis distintas a las propuestas por los arqueólogos en general” sobre la trascendencia de lo que llama ‘las culturas del desierto’.
“Tal vez no sea del agrado de los ‘mesoamericanistas’ pero, considero que, gracias a las culturas del desierto, a su tecnología y conocimientos de supervivencia —el cual conjugaba la geografía y la estacionalidad de plantas, y del agua, con sus necesidades de reproducción social e ideológica—, es que pudo surgir la agricultura en Mesoamérica”.

La especialista del Centro INAH Coahuila resalta que, para comprender esta hipótesis, es necesario observar la distribución del Desierto de Chihuahua, el más grande del norte del continente, el cual comprende tres estados del sur de Estados Unidos: Arizona, Nuevo México y Texas, una considerable extensión del estado mexicano homónimo, y se extiende al sur en parte de las entidades de Nuevo León, Coahuila, Zacatecas, Durango, San Luis Potosí e Hidalgo.

Mencionó que el discurso museográfico del Murel recupera este dilatado poblamiento del norte de México, en particular de la región noreste, donde la presencia de grupos nómadas dedicados a la caza, pesca y recolección, se fue dando hace más de 11.000 años. Indicó que, para su supervivencia, les fue imprescindible desarrollar un conocimiento profundo de la ubicación del agua, como los manantiales de los cerros; así como de los hábitos de los animales y del periodo del florecimiento de las plantas. Así, la consolidación de las culturas del desierto tardó, al menos, cuatro milenios y medio, del año 5100 a. C. al año 600 d. C.

Dijo que ese modelo de civilización no requirió “grandes transformaciones”, pero sí de un movimiento continuo, en parte, a las necesidades de producción y reproducción física de los habitantes, y por exigencias rituales, religiosas y de reafirmación de los lazos sociales, de parentesco y políticos de esos diferentes grupos del desierto. Destacó que las cuevas mortuorias son parte de esa tradición, pues los antecedentes de ocupación de estos espacios van desde el año 600 a. C. al año 1350 d. C. Ahí, las poblaciones del desierto depositaron los cadáveres en posición fetal, como una referencia simbólica a la Madre Tierra, representando con ello el retorno al útero materno.

Leticia González no deja de reconocer la “visión” que tuvieron los prehistoriadores Pablo Martínez del Río y Luis Aveleyra Arroyo de Anda, quienes excavaron la Cueva de Candelaria entre 1953 y 1954. Con cuidado extrajeron los cerca de 300 bultos mortuorios que guardaba en su interior, acompañados de textiles, cestos, instrumentos de madera y hueso, pieles de venado… preservados gracias a la sequedad del espacio.

Por al menos 350 años, entre 1000 y 1350 d.C., estos nómadas bajaron por el complicado tiro de nueve metros que antecede a la bóveda, para devolver a la tierra a hombres, mujeres y niños que perdieron la vida en el horizonte sin límites del desierto. Sus cuerpos preservados y los objetos con que fueron acompañados, son testimonio de su vida hasta antes de la presencia española. El cambio en sus sistemas de vida, las enfermedades contraídas (desconocidas en América) y la muerte por el trabajo forzado en minas de plata cercanas a esta región, produjeron una elevada mortalidad. Para principios del siglo XVII los nómadas habían desaparecido.

Fuentes: lajornadadeoriente.com.mx | milenio.com| 16 de abril de 2020

El análisis del genoma de individuos neolíticos de la actual Suiza revela la existencia de sociedades paralelas


Restos humanos encontrados 'in situ' en el Dolmen de Oberbipp (Suiza).

La investigación genética en toda Europa muestra evidencias de cambios drásticos en la población cerca del final del período Neolítico, como lo prueba la llegada de ancestros relacionados con los pastores de la estepa Póntico-Caspio. Pero el momento de esos cambios y el proceso de llegada y mezcla de estos pueblos, particularmente a Europa Central, sigue estando poco claro. Pero ahora, en un nuevo estudio publicado en Nature Communications, un equipo de investigadores proporciona nuevas ideas sobre la ascendencia de los europeos modernos tras haber analizado 96 genomas antiguos.

Con asentamientos neolíticos que se hallan por todas partes, desde las orillas de los lagos y entornos pantanosos hasta los valles alpinos interiores y puertos de alta montaña, el rico registro arqueológico de Suiza lo convierte en un lugar privilegiado para los estudios de la historia de la población en Europa Central.

Hacia el final del período Neolítico, la aparición de hallazgos arqueológicos de grupos pertenecientes al complejo cultural de la Cerámica Cordada coincide con la llegada de nuevos componentes ancestrales de la estepa Póntico-Caspio, pero exactamente cuándo llegaron estos nuevos pueblos y cómo se mezclaron con los indígenas europeos continúa estando confuso.

Vista aérea del Dolmen de Oberbipp al comienzo de la excavación. Crédito: Archäologischer Dienst des Kanton Bern (Suiza), Urs Dardel.

Para descubrirlo, un equipo internacional dirigido por investigadores de la Universidad de Tübingen, la Universidad de Berna, y el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana (MPI-SHH) llevó a cabo la secuenciación de los genomas de 96 individuos de 13 yacimientos del periodo Neolítico y de la Edad del Bronce temprano en Suiza, el sur de Alemania y la región francesa de Alsacia. Se detectó la llegada de nuevos pobladores hacia el 2800 a. C., lo que sugiere que la dispersión genética fue un proceso complejo que implicó la mezcla gradual de sociedades paralelas y altamente estructuradas genéticamente. Los investigadores también identificaron a uno de los europeos más antiguos, el cual era tolerante a la lactosa y que data aproximadamente del 2100 a. C.

La rotación genética lenta indica sociedades altamente estructuradas

"Sorprendentemente, identificamos a varias mujeres sin ascendencia relacionada con las estepas hasta 1000 años después de que esta llegara a la región", dice la autora principal, Anja Furtwängler (izquierda), del Instituto de Ciencias Arqueológicas de la Universidad de Tubinga.
La evidencia del análisis genético y de los isótopos estables sugiere la existencia de una sociedad patrilocal, en la que los hombres se quedaban en el lugar donde habían nacido y las mujeres provenían de familias lejanas que no tenían ascendencia esteparia.

Estos resultados muestran que los grupos de la cultura de la Cerámica Cordada eran poblaciones relativamente homogéneas que ocuparon gran parte de Europa Central a principios de la Edad del Bronce, pero también muestran que las poblaciones sin ascendencia relacionada con las estepas coexistieron de modo paralelo a los grupos anteriores durante cientos de años.


"Dado que los padres de las mujeres que emigraban de su grupo tampoco pudieron haber tenido ascendencia relacionada con las estepas, queda por demostrar dónde estaban presentes en Europa Central tales poblaciones, y la conclusión es que posiblemente residían en los valles de las montañas alpinas, los cuales estaban menos conectados con las tierras bajas", dice Johannes Krause (izquierda), director del Departamento de Arqueogenética de MPI-SHH y autor principal del estudio.

Los investigadores esperan que más estudios de este tipo ayuden a iluminar las interacciones culturales que precipitaron la transición del Neolítico al Bronce temprano en Europa Central.

Fuente: phys.org | 20 de abril de 2020