Aparecen otros 200 guerreros de terracota en la tumba del primer emperador chino

Soldados de terracota en un museo. (Pixabay)

Un equipo de arqueólogos ha desenterrado 200 figuras de terracota en el mausoleo del primer emperador chino, Qin Shi Huang, una tumba situada en la provincia de Shaanxi, al noroeste del país. Junto a las estatuas de los guerreros, los investigadores han hallado varias armas, una docena de esculturas de caballos esculpidas en el mismo material y los restos de dos carruajes; todo ello, parte del ajuar con el que fue sepultado el dirigente.

Según informa la agencia estatal Xinhua, los soldados se pueden dividir en dos grupos: unos sostienen un arco y otros, una lanza; y estaban colocados en diferentes posiciones dentro del pozo, lo que muestra sus diferentes estatus dentro del ejército y las distintas labores que desempeñaban.

Vista general de la tumba de Qin Shi Huang. (Pixabay)

Estas particulares figuras, que representan a los soldados de las tropas del emperador y que pueden llegar a medir 1,80 metros de alto, fueron descubiertos en la tumba del patriarca de la dinastía Qin (221 a.C - 206 a.C.) de forma casual en 1974 durante las obras de reparación de un conducto de abastecimiento de agua.

Según la tradición, si el monarca se enterraba con sus huestes —con las que, en vida, unificó el país— seguía contando con el poder para comandarlas tras la muerte. Desde 1987, los guerreros forman parte de la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Los arqueólogos calculan que en el mausoleo subterráneo —un socavón de 14.260 metros cuadrados y 5 metros de profundidad— puede haber más de 8.000 esculturas de hombres y caballos hechas con terracota (arcilla cocida).

Cada una de estas estatuas reproduce al detalle desde los diversos rasgos faciales —peinado, bigote, atributos étnicos e incluso gestos— de los soldados hasta su equipamiento militar (armadura, lanzas, flechas, espadas, escudos...).

Soldados de terracota desenterrados en el mausoleo. (Pixabay)

Además, las figuras estaban policromadas, pero el color de las pinturas se oxida y pierde pocas horas después de entrar contacto con el aire, por lo que las esculturas, en su día decoradas con vivas tonalidades, lucen hoy un color grisáceo.


Fuente: elconfidencial.com | 3 de enero de 2019

Descubren la sepultura de cuatro amazonas escitas con un tocado de oro en Rusia

Una expedición arqueológica de la Academia de Ciencias de Rusia, dirigida por Valeri Guliáyev, descubrió el mes pasado en la región de Vorónezh, suroeste del país, un enterramiento de cuatro mujeres guerreras pertenecientes al pueblo escita. Recibieron sepultura hace unos 2.500 años y representan tres generaciones distintas.

Vestigios de amazonas escitas se habían encontrado ya, pero no enterradas juntas, con edades diferentes y con sus adornos prácticamente intactos. Se trata de un mujer de unos 45-50 años de edad, dos más jóvenes de entre unos 20 y 35 años y una adolescente de unos 12-13 años. Los arqueólogos rusos desconocen por ahora la razón por la que fueron inhumadas en la misma tumba, pero el hallazgo ha vuelto a poner de actualidad las viejas leyendas sobre la existencia de mujeres guerreras.


Vista general del entierro. Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias de Rusia.

Según el comunicado difundido por Guliáyev, el descubrimiento se ha hecho en el túmulo denominado Devitsa V. Es un paraje situado en el cauce medio del río Don, en el distrito Ostrogozhski de la región de Voronezh. La mujer de más edad llevaba todavía sujeto a la cabeza el tocado ceremonial dorado propio de las clases altas.


Elementos del tocado ceremonial que llevaba la mujer de más edad. Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias de Rusia
En expediciones anteriores en la misma región se habían encontrado fragmentos de este tipo de diademas, pero no en su totalidad y tan bien conservadas. Son piezas de enorme valor arqueológico hechas de una aleación de oro de hasta un 70%, cobre, plata y un pequeño porcentaje de hierro. Según Guliáyev, "Estamos ante un hallazgo único, ya que este es el primer tocado completo en los monumentos de la época escita encontrados en el Don medio".

Cerca del cuerpo de la mujer había un cuchillo de hierro y una punta de flecha. Los restos de una de las dos jóvenes estaban en pose de jinete. Los antropólogos han determinado que para ello, una vez muerta, tuvieron que cortarle los tendones de las piernas. Junto a ella había un espejo de bronce, lanzas y, en su mano, un brazalete de piezas de vidrio.
Espejo de bronce y puntas de lanzas de hierro funerarias. Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias de Rusia

Se estima que jinetes femeninos existieron en la era escita entre las tribus nómadas y seminómadas de lengua persa en el este de Europa. Estas amazonas probablemente custodiaban ganado, propiedades y las viviendas cuando los hombres se ausentaban durante largas campañas militares. En declaraciones a medios rusos, el jefe de los arqueólogos de la Academia de Ciencias sostiene que "Solo en el Don medio, durante la última década, nuestra expedición ha descubierto unos 11 sepulcros de mujeres jóvenes armadas". "Pero por primera vez nos enfrentamos al enterramiento de cuatro amazonas a la vez, y de edades tan diferentes", señaló Guliáyev.

En este mismo yacimiento de Devitsa se hallaron más de 30 puntas de flechas de hierro, un garfio en forma de pájaro, elementos de los aperos para las caballerías, ganchos de hierro para colgar las riendas, cuchillos de hierro, fragmentos de recipientes, numerosos huesos de animales y un antiguo jarrón griego.

Diferentes recipientes hallados en la tumba. Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias de Rusia.

El montículo funerario de Devitsa V es conocido por los arqueólogos ya desde el año 2000, pero los trabajos de excavación se intensificaron a partir de 2010. Está formado por 19 terraplenes y en el túmulo número 9, una pequeña elevación de 40 metros de diámetro, fueron encontrados los restos de las cuatro amazonas. Notaron que el conjunto había sido saqueado ya en la época antigua.

Guliáyev cuenta que "Cuando los escitas vivían en estos lugares, había hermosos bosques de robles. El roble es un excelente material de construcción y, gracias a él, podemos calcular cuándo ocurrió el pillaje". Según sus palabras, "Los salteadores penetraron en la tumba cuando el techo ya se había derrumbado, algo que no pudo suceder 100 años o incluso 200 años después de levantado el monumento funerario". "Afortunadamente encontraron solo una parte de enterramiento (...) pero no a las cuatro mujeres", afirmó Guliáyev.

Fuentes: hoy.es | mailchi.mp | 2 de enero de 2020

¿Qué hacían los iberos aparte de pelear?

Jinete alanceando al enemigo. Escultura procedente del yacimiento de Cerrillo Blanco (Porcuna, Jaén). (Ángel M. Felicísimo / CC BY-2.0)

No cabe duda, los iberos forman parte de nuestra historia, pero también de nuestra actualidad. No hay más que ver el interés que despertó en los medios el año pasado la noticia de que, gracias al georradar, la Universidad de Barcelona halló en Banyeres del Penedès un poblado ibero de grandes dimensiones. En total, son 200 estructuras que lo hacen comparable en importancia al poblado de Ullastret.

En realidad, nuestro conocimiento de la existencia de los iberos viene de lejos. La primera vez que aparecen mencionados es en la Ora maritima de Avieno, un texto del siglo IV, que se supone basado en un itinerario doscientos años más antiguo escrito por marinos de Massalia (la moderna Marsella). Según el poeta latino, los iberos son las gentes que habitan la costa mediterránea de Hispania, claramente diferentes de las gentes del interior, que, a su decir de romano, estaban menos “civilizadas”.

Curiosamente, pese a que el de Avieno fue un texto muy leído en España durante el Renacimiento –las referencias romanas daban caché histórico al por entonces país más poderoso del mundo–, la identificación arqueológica de la cultura ibera solo se produjo a finales del siglo XIX, y no sin ciertos problemas. Fue en 1830 cuando se empezaron a descubrir en el Cerro de los Santos (Albacete) una serie de esculturas en piedra que el informe oficial de 1860 no supo situar cronológicamente sino en época visigoda.

A su entender, como se trataba de obras de mérito, solo podían ser posteriores a los romanos, que fueron quienes trajeron la civilización a España. Además, la habitual lentitud que mostramos a la hora de proteger nuestro patrimonio consiguió que esos hallazgos no tardaran en ser objeto de venta a coleccionistas. Viendo el negocio, un avispado relojero de la cercana Yecla fabricó varias estatuillas falsas que hizo pasar como verdaderas.

Su trabajo acabó presentado en las exposiciones universales de Viena en 1873 y de París en 1878. El problema es que la superchería fue desenmascarada, con lo que la sospecha recayó sobre el resto de las esculturas y retrasó el reconocimiento de la cultura ibera por los sabios de la época. Con estos antecedentes, no es de extrañar la enconada resistencia mostrada pocos años después por la comunidad científica internacional a considerar legítimas las pinturas de la cueva de Altamira.
Por fortuna, el arqueólogo francés Pierre Paris –que excavaba en España y adquirió la Dama de Elche para el Louvre– publicó en 1904 un libro, titulado Ensayo sobre el arte y la industria de la España primitiva, con el que dio a conocer la cultura ibera al mundo científico europeo.

'Caja de los Guerreros', pieza ibera hallada en la necrópolis de Piquía, en el yacimiento de la Cuesta del Parral. (Ángel M. Felicísimo / CC BY-SA-4.0)

De monarquías a jefaturas

Desde entonces, nuestro conocimiento de la cultura ibera no ha dejado de mejorar. Hasta el punto de que, ahora, esa cronología que tanto desconcertó a los excavadores del Cerro de los Santos está bastante definida. Tras el período ibérico antiguo, en el siglo VII a. C., es posible distinguir un período clásico, del siglo V al III a. C., momento álgido en el que se vivirá una transición de las monarquías a las jefaturas aristocráticas guerreras.

Después del triunfo de Roma contra Cartago en la segunda guerra púnica, la cultura ibera se diluirá poco a poco en la romana, que se instala enérgicamente en la península. Fueron muchos los “pueblos” iberos establecidos a lo largo del litoral meridional y oriental de la península, hasta casi alcanzar el Ródano, en el sur de la Francia actual: túrdulos, bastetanos, mastienos, indigetes... No conformaron una unidad política. Culturalmente es imposible diferenciarlos mediante las evidencias arqueológicas, pero las fuentes los demarcan con cierta precisión por áreas geográficas.

Estas poblaciones se organizaron primero en monarquías sacras, que terminaron transformadas en jefaturas aristocráticas clientelares, teniendo los caudillos guerreros un control político más absoluto en la zona meridional que en la nororiental. No obstante, para terminar de complicar esta imagen a vuela pluma de la estructura política ibera, en las descripciones de las fuentes también aparecen mencionados órganos colegiados para la toma de decisiones, como consejos de ancianos o senados.

Quizá sea este tipo de matiz político el que explique la existencia de tantos pueblos iberos diferentes. En cualquier caso, está claro que el clientelismo era llevado al extremo, como demuestran las instituciones de la fides y la devotio. La primera era una dependencia personal, y la segunda, colectiva.

Ligaban al cliente con su jefe militar hasta la muerte, pues no podían sobrevivir al fallecimiento de este en la batalla, viéndose obligados a suicidarse. A cambio de semejante sacrificio, los clientes disfrutaban de la protección proporcionada por el jefe y, sin duda, de beneficios económicos añadidos.

Con contactos y cultivados

Los caudillos vivían en las casas señoriales que se han encontrado en los distintos oppida (poblados fortificados) iberos, sus asentamientos más grandes. En los oppida podían llegar a convivir varios miles de personas. Las viviendas estaban distribuidas según un plano más o menos ortogonal, trazado sobre una pequeña meseta fácilmente defendible a la que se añadía una muralla.

Además de los oppida, en el territorio ibero había pueblos o aldeas –tanto en el llano como en las laderas de pequeños cerros–, caseríos o granjas fortificadas para explotación agropecuaria, así como atalayas, pequeñas instalaciones fortificadas destinadas al control del territorio.
Una parte importante de la economía del mundo ibero fueron los intercambios comerciales con fenicios y griegos, reemplazados después por los cartagineses. Los iberos mercadeaban con metales, cereales, aceite y vino a cambio de productos de lujo para sus élites (cerámicas decoradas, telas, joyas...). Los contactos con estas culturas permitieron desarrollar las técnicas alfarera y escultórica iberas, y se llegó incluso a acuñar algunas monedas.

Jinete ibero del siglo III a. C, parte del llamado Relieve de Osuna, y que se puede contemplar en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. (Luis García (Zaqarbal) / CC BY-SA-3.0)

Una de las primeras cosas que llama la atención de los iberos es que se trató de un pueblo alfabetizado que poseía escritura propia. En total, se conocen aproximadamente un par de millares de inscripciones. Las hallamos en monedas, cerámicas, objetos de prestigio, estelas funerarias y láminas de plomo. Sin embargo, pocas poseen una extensión amplia que posibilite un análisis filológico detallado, y ninguna forma parte de un texto bilingüe que aporte pistas para su desciframiento, al permitir comparar el ibero con alguna lengua conocida de la época, como el fenicio, el griego o el latín.

Y es que la lengua ibera tiene una peculiaridad: sabemos cómo leerla y pronunciarla, pero no cómo traducirla... Al menos, no todavía. El desciframiento de su fonología se debe a Manuel Gómez Moreno, que en 1922 la identificó como una escritura mixta, en parte alfabética (las vocales) y en parte silábica (consonantes oclusivas). Sus trece signos alfabéticos y quince silabogramas se escribían de izquierda a derecha.

En realidad, estamos generalizando, porque estas características describen solo uno de los varios sistemas de escritura utilizados por los iberos, en concreto, la escritura levantina, o noroccidental, que encontramos desde Murcia hasta aproximadamente la desembocadura del río Hérault (entre Montpellier y Narbona). Es la única que ha podido leerse, sobre todo porque es en la que está escrita la inmensa mayoría de los textos conocidos.

Desde Alicante hasta el sur de Portugal, en cambio, encontramos la escritura ibérica meridional, o suroccidental, formada por 29 signos (con muchas variantes en pocas inscripciones, lo que dificulta el desciframiento) y escrita de derecha a izquierda. Estos serían los dos sistemas de escritura realmente ibéricos, a los que cabría sumar otros surgidos por su contacto con otras culturas.
El primero sería la escritura grecoibérica, que es una simplificación del alfabeto jónico usada entre el siglo V y el IV a. C. en la zona de Alicante y Murcia. Nació, claro está, de los intercambios comerciales con mercaderes griegos. Además, hacia el interior de la península, gentes de cultura celta realizaron unas pocas variaciones en la escritura ibérica para escribir su propia lengua.

Los misterios de su sociedad

En cualquier caso, además de jefes y aristócratas, dentro de las poblaciones iberas encontramos agricultores, comerciantes, artesanos, mujeres, niños y esclavos. Resulta por ahora imposible saber si hubo sacerdotes y, de haberlos, si actuaban como únicos intermediarios entre los dioses y sus fieles o como meros representantes de los jefes, demasiado ocupados para dedicar todo su tiempo a los ritos y ceremonias. Igual de difícil resulta identificar el trabajo de los comerciantes, sin duda vinculados a los jefes y la aristocracia, a quienes proveían de productos de lujo.

El grueso de la población lo formaban los campesinos y artesanos, distribuidos según unas redes clientelares de cuya estructura lo desconocemos todo. Respecto a las mujeres, parece que su imagen está cambiando entre los historiadores. Según indican las fuentes, a menudo se las prefería como rehenes a los hijos de los jefes, lo cual parece indicar que la posición social de algunas de ellas era importante. Una conclusión que también parece desprenderse de imágenes como la Dama de Elche y la Dama de Baza, tanto como de su presencia en los cementerios, donde, por otra parte, no se enterraba toda la población.

La Dama de Elche, obra maestra del arte ibero. (José Luis Filpo Cabana / CC BY-SA-2.0)

Este aparente peso social, por supuesto, no impidió que la dureza de la vida en la Antigüedad se cobrara su precio sobre las mujeres. Los estudios paleopatológicos sugieren que fallecían con unos 22 años de edad como media, y los hombres con 33. Solo un 6,67% de ellas alcanzaba los 40 años, comparado con el 28,57% de los hombres. Ese solía ser el resultado de dar a luz en pésimas condiciones higiénicas. Y algo parecido puede decirse de los niños, cuya mortalidad total se calcula en un 50%.

Esto implica que muchos de ellos no alcanzaban la edad mínima que los definía como miembros de la sociedad y les facultaba para ser sepultados en los cementerios. Cuando la muerte sucedía antes, muchos eran enterrados bajo el suelo de las casas, quizá como una ceremonia propiciatoria, que algunos investigadores han interpretado como un sacrificio ritual más que como una muerte natural.

De la guerra y la muerte

De entre su grupo de clientes, el jefe y los aristócratas escogían a los hombres que los seguirían a la batalla, porque parece que guerrear era una actividad estacional que tenía lugar durante la temporada de buen tiempo en primavera-verano. Se ha de descartar también que fuera la guerrilla el método preferido de combate, pues ya antes de la llegada de los cartagineses se produjeron enfrentamientos entre unidades cerradas.

A esta táctica se llegó después de haber pasado por un período de combates singulares, donde los héroes de cada bando luchaban entre sí por la victoria final. Cuando, durante el siglo V a. C., la monarquía se transformó en jefatura, lo mismo sucedió con la guerra, en la que ahora participaban los clientes del jefe, vinculados a él por las ya mencionadas instituciones de la fides y la devotio. En los combates no participarían sino unos cientos de soldados por cada campo, pues, al fin y al cabo, la población general no debía de ser demasiado elevada.

Con respecto al armamento, hay que señalar que la famosa falcata ibérica no es sino uno de los cuatro tipos de espadas conocidas y utilizadas por los iberos. A ella se sumaban la de frontón, la espada de antenas y la recta tipo La Tène. Pese a no ser guerreros, sino a tiempo parcial, la ferocidad con que se empleaban en combate, tan loada por los clásicos, hizo que las potencias mediterráneas reclutaran grupos de combatientes iberos como auxiliares de sus unidades principales.
Con tantos choques bélicos, y dadas las pobres condiciones de vida, resulta lógico que la muerte y los dioses ocuparan un lugar destacado en el pensamiento de los iberos. Los cadáveres eran incinerados y las cenizas enterradas, tras lo cual se celebraba un banquete funerario. Los enterramientos podían ser de varios tipos. El más sencillo era un simple agujero en el suelo, en algunos casos con una pequeña estructura cuadrada superpuesta.

Se conocen otros en pozos con las paredes revestidas de piedra o adobe, tumbas de cámara con un túmulo encima, otras turriformes (en forma de torre) y, por último, las simbólicas, en las que la urna funeraria es sustituida por una piedra. Las tumbas se agrupaban en necrópolis situadas siempre cerca de los recintos urbanos, donde podían ser vistas con facilidad.
De algún modo, es como si se hubiera querido destacar la existencia de las tumbas, pues algunas de ellas han aparecido con esculturas pintadas de rojo, mientras que los propios cementerios aparecen desprovistos de árboles que pudieran impedir la vista al transeúnte.

Figurilla conocida como 'El guerrero de Mogente' (Museo de Prehistoria de Valencia / CC BY-SA-3.0)

La religión y el arte

Por lo que respecta a la religión, solo se conoce el nombre de un dios, Betatun, aunque se sabe que los sacrificios tuvieron gran relevancia en ella, a diferencia de los templos, no muy significativos.
No son muchos los que se conocen, pero los lugares de culto sí son muy numerosos. En las zonas urbanas podemos encontrar alguno de esos pocos templos, capillas domésticas y santuarios empóricos, donde tenían lugar los intercambios comerciales bajo la protección de los dioses. Los santuarios estaban situados cerca de las ciudades. Fuera del recinto urbano se encontraban los templos supraterritoriales, vinculados a grandes territorios y no a una única población.
Vinculado al mundo funerario figura uno de los elementos más reconocibles de la cultura ibérica: la escultura. En ella se aprecian influencias griegas y fenicias, pero adaptadas al modo de hacer ibérico, lo que da lugar a obras con mucha personalidad. Para crear sus trabajos, los escultores iberos utilizaban piedras blandas, que en muchos casos pintaban para dotarlas de más vistosidad. Otro elemento escultórico relacionado con la religiosidad ibera son los exvotos de bronce, realizados a la cera perdida y de calidad diversa.

Si bien se encuentran prácticamente por todas partes, se han recuperado por millares en dos santuarios: Collado de los Jardines y Castellar, ambos en la provincia de Jaén. Finalmente, entre la información que no podemos interpretar del todo sobre la ideología ibérica, se encuentran los dibujos que adornan las cerámicas y algunas urnas funerarias. Se trata de escenas de origen variado, con protagonistas humanos, animales y vegetales, a veces llegados del mundo heleno (como las gárgolas), otras del púnico (símbolos de Tanit) y muchas más propias del ibero (como el águila).
Estas piezas representan una perfecta síntesis de esta cultura, porque, aunque el mundo ibérico aceptó muchos influjos culturales del Mediterráneo oriental, lo hizo adaptándolos a sus propias necesidades ideológicas, una característica de las culturas con un carácter definido. Los importantes beneficios económicos que obtenía Cartago de su relación con el mundo ibero no tardaron en generar las envidias de Roma.

De modo que esta buscó la menor de las excusas para desencadenar una serie de enfrentamientos que, a duras penas, le permitieron librarse del único competidor de talla existente en el Mediterráneo occidental. A partir del siglo III a. C., la llegada de la cultura romana a la península dio comienzo a un importante proceso de aculturación que acabó con la cultura ibera y con sus miembros convertidos en romanos.

Fuente: lavanguardia.com | 28 de diciembre de 2019

Descubren un extraordinario palacio maya en la zona arqueológica de Kulubá, en Yucatán

Mide unos 55 metros de largo, 15 metros de ancho y seis metros de alto. Así son las ruinas de un gran palacio que unos arqueólogos descubrieron recientemente en México y que creen que perteneció a la civilización maya, de hace unos 1.000 años.

Los restos de la construcción fueron encontrados en una excavación en el sitio de la antigua ciudad de Kulubá en el estado de Yucatán, en el sureste de México, tal como lo confirmó este jueves el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

En vista de los materiales de construcción, los expertos creen que la estructura fue utilizada durante dos períodos de la civilización maya, a partir del 600 d.C. La civilización maya vivió su apogeo en territorio del actual México y América Central antes de que España conquistara la región.

Hallazgo "importante"

De acuerdo al Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), el edificio prehispánico estuvo en uso en el periodo clásico tardío, entre los años 600 900 d.C. y el clásico terminal, entre el 850 y el 1050 d.C.

Está ubicado en el oriente de la ciudad de Kubalá y se trata de un descubrimiento arqueológico muy importante, dice el INAH en un video que publicó sobre el hallazgo en YouTube.

"Este palacio que consideramos es de seis cámaras, ya está siendo intervenido para localizar los muros, las escaleras, y luego conservar la estructura", explica el arqueólogo Alfredo Barrera en el vídeo.

Se presume que el edificio era usado por gobernantes y sacerdotes del lugar. Además del antiguo palacio, se están explorando cuatro estructuras en la plaza central de Kulubá: un altar, restos de dos edificios residenciales y una estructura redonda que se cree que es un horno.
"Este trabajo es el inicio. Apenas hemos comenzado a descubrir una de las estructuras más voluminosas en el sitio", le dijo Barrera a la agencia de noticias Reuters.


Región poco explorada

Para los arqueólogos este descubrimiento en el sureste de México será clave para entender cómo vivía la civilización maya en la zona.

"En esta región del noreste de Yucatán conocemos muy poco de características arquitectónicas. Entonces, uno de los objetivos, aparte de la conservación, es el estudio de la arquitectura de Kulubá", señala Barrera.

"Encontramos un entierro secundario bastante completo. Y esto es información interesante porque se podrán hacer análisis antropológicos físicos para ver las patologías, el trabajo, la actividad a la que se dedicaba la persona... Toda una serie de información que va a ser importante para entender la sociedad maya que habitó esta zona".
Por los posibles daños causados por la exposición del viento y el sol en el sitio, ubicado cerca del popular centro turístico caribeño de Cancún, los conservacionistas están considerando reforestar partes de Kulubá y acondicionarlo para que en un futuro pueda ser visitado.

Fuente: bbc.com | 27 de diciembre de 2019

Redescubren cuatro restos neandertales en una antigua colección de fósiles hallados en Axlor, Vizcaya

Parte del cráneo de un hombre de neandertal. Imagen: EFE / EHU.

Asier Gómez-Olivencia (izquierda), investigador en el departamento de Estratigrafía y Paleontología de la UPV/EHU, dirige un grupo internacional que ha descubierto un conjunto de fósiles de la época neandertal entre unos restos que proceden de las excavaciones realizadas por el prehistoriador José Miguel de Barandiaran entre 1967 y 1974 en Axlor, en el municipio vizcaino de Dima.

Hasta el momento, en la Comunidad Autónoma Vasca solo se habían localizado tres fósiles neandertales: un molar superior de leche hallado en el yacimiento de Arrillor (Araba) y dos dientes de adultos en el de Lezetxiki (Gipuzkoa), si bien en esta última cueva también se encontró un húmero de un individuo preneandertal.

Además, el Museo Arqueológico de Bilbo exhibía hasta ahora otras tres piezas dentales, también de Axlor, que se creían neandertales, si bien la nueva investigación, codirigida por el miembro del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) Joseba Ríos-Garaizar (derecha), ha confirmado que se tratan de restos de Homo sapiens.

Asier Gómez-Olivencia explica que los yacimientos musterienses, vinculados a los neandertales, que cuentan con restos son contados pues, aunque existen muchísimas evidencias de las actividades de esta especie, es muy raro hallar un fósil neandertal. Por este motivo, no es de extrañar que, como en otros muchos casos, la investigación que ha permitido realizar este nuevo hallazgo surgiera «un poco por azar», en el marco de otro proyecto que pretendía localizar fósiles de cuón, un cánido extinto en Europa pero que en la actualidad aún sigue viviendo en Asia.

«Con este fin –recuerda Gómez-Olivencia– nos pusimos a revisar la colección de las excavaciones que hizo Barandiaran en Axlor y nos encontramos con varias sorpresas». La primera de ellas –concreta– fue el descubrimiento de unos huesos de águila real, cuervo, lince y lobo que tenían marcas de corte realizadas por los neandertales, un hallazgo «excepcional» que fue «la primera evidencia de este tipo» documentada en la zona Cantábrica.


Fémur derecho de águila real (Aquila chrysaetos) con marcas de corte. Este resto fue probablemente consumido para carne (Gómez-Olivencia et al. 2018).

«La segunda se produjo al localizar un diente de leche humano», precisa el experto, quien aclara que fue esta última evidencia la que le movió a «montar un equipo internacional de investigación para revisar toda la colección antigua más minuciosamente».

En este equipo multidisciplinar, cuyos resultados serán publicados próximamente por la prestigiosa revista American Journal of Physical Anthropology, tomaron parte especialistas del University College of London, el Muséum National d'Histoire Naturelle de París, de la Universidad Complutense de Madrid, de la Autónoma de Barcelona y del centro de investigación Ikerbasque, coordinados por especialistas de la UPV/EHU.

Gracias a las nuevas tecnologías, el equipo determinó que los tres dientes del Museo arqueológico de Bilbao, que durante 40 años se pensó que pertenecían a un neandertal no eran tales, sino de Homo sapiens. Algo que también quedó reforzado por el hecho de que los cuadernos de campo de Barandiarán, revisados por primera vez, explicaban que habían sido encontrados en «tierra suelta» y no dentro de un sedimento.

Diente de leche. Imagen: EFE / HU / Asier Gomez-Olivencia

Antigua colección de Barandiaran

No obstante, la mayor de las sorpresas estaba aún por llegar ya que, el museo albergaba restos humanos de la antigua colección de Barandiaran que suponían el mayor conjunto de restos neandertales de Euskal Herria: un incisivo y un molar de leche, un incisivo de un adulto y un fragmento de un hueso parietal cuyo grosor determinó que no correspondía a un individuo infantil.
Todos estos fósiles han sido estudiados ahora por primera vez mediante microtomografía axial computerizada, lo que han permitido analizar su morfología externa e interna, así como la de sus raíces, para obtener unos datos que han sido tratados mediante «las más modernas técnicas estadísticas y de reconstrucción virtual».


Vista del abrigo de Axlor (Foto Joseba Rios-Garaizar)

Estos nuevos hallazgos constatan, según Gómez-Olivencia, «la gran importancia del yacimiento de Axlor para entender a los neandertales a nivel de comportamiento». «La secuencia estratigráfica que tiene Axlor es excepcional. Es la más importante del Cantábrico porque el registro arqueológico muestra cambios en el porcentaje de los animales cazados y también en el tipo de herramientas de piedra usadas, junto a pequeñas evidencias de caza de aves y carnívoros, que apuntan a un comportamiento flexible», describe el codirector Joseba Ríos-Garaizar.
«Estamos hablando de que distintos grupos fueron cambiando su cultura a lo largo de miles de años y vemos esos cambios en el mismo yacimiento, lo que es muy interesante y hace que, a nivel peninsular, tanto por sus fósiles como por su conjunto arqueológico, Axlor sea uno de los yacimientos neandertales de referencia», concluye Gómez-Olivencia.

Fuentes: naiz.eus | eitb.eus | 29 de diciembre de 2019

Encuentran una factoría de Garum romano, de 2.000 años de antigüedad, en Ascalón (Israel)

Vista aérea del sitio arqueológico en Ascalón (Ashkelon, Israel). Asaf Peretz, Autoridad de Antigüedades de Israel.

Los antiguos romanos tenían una debilidad especial por el Garo (en latín garum), una salsa preparada con vísceras fermentadas de pescado que usaban para condimentar o acompañar gran cantidad de comidas, aunque se usaba también en medicina y cosmética.
Se han encontrado a lo largo del antiguo mundo romano algunos restos de factorías de este preparado, la última anunciada recientemente por la Autoridad de Antigüedades israelí: en las afueras de la ciudad de Ascalón se descubrieron tinas de fermentación empleadas para su preparación, de unos 2.000 años de antigüedad.

Detalle de la factoría de Garum / Foto: Asaf Peretz, Israel Antiquities Authority

"Se trata de un hallazgo poco frecuente en nuestra región y muy pocas instalaciones de este tipo se han encontrado en el Mediterráneo Oriental. Fuentes antiguas incluso se refieren a la producción de garum judío. El descubrimiento de este tipo de instalación en Ascalón demuestra que los gustos romanos que se extendieron por todo el imperio no se limitaban a la vestimenta, sino que también incluían hábitos alimenticios", explicó el arqueólogo Tali Erickson-Gini (izquierda).

"Mucho antes de la pasta y la pizza, la antigua dieta romana se basaba principalmente en la salsa de pescado. Las fuentes históricas se refieren a la producción de salsa especial de pescado, la cual se utilizaba como condimento básico para la alimentación en las épocas romana y bizantina en toda la cuenca mediterránea. Informan que los fuertes olores que la acompañan durante su producción requieren el centro de elaboración esté alejado de las áreas urbanas, y se descubrió que este era el caso ya que las instalaciones fueron descubiertas aproximadamente a 2 kilómetros de la antigua Ascalón", explicó.

Restos bizantinos de producción de vino / Foto: Asaf Peretz, Israel Antiquities Authority.

En el lugar donde se encontró la factoría de garum se levantó en el siglo V d.C. un monasterio. Tres lagares y un complejo de hornos fueron descubiertos junto a los restos de una iglesia del siglo V ricamente decorada. Según los investigadores del IAA, la exportación de vino era probablemente el principal ingreso del monasterio.

"El sitio, que sirvió como área industrial durante varios períodos, fue abandonado de nuevo en algún momento después de la conquista islámica de la región en el siglo VII d.C., y más tarde las familias nómadas, probablemente residiendo en tiendas de campaña, desmantelaron las estructuras y vendieron las diferentes partes para material de construcción en otros lugares", dijo Erickson-Gini.

Ascalón está situada a 56 kilómetros al sur de Tel Aviv, a orillas del Mediterráneo y cerca del desierto del Néguev.

Prensas de vino bizantinas / Foto: Asaf Peretz, Israel Antiquities Authority.

Fuentes: labrujulaverde.com | Haaretz | Jerusalem Post | 16 de diciembre de 2019