Una exposición muestra los impresionantes mosaicos y esculturas del yacimiento romano de Noheda (Cuenca)

Ya se puede visitar en la Sala Iberia, en el centro de Cuenca, la exposición ‘Noheda, la imagen del poder en la antigüedad tardía’, dedicada al yacimiento romano de Noheda y promovida por el Gobierno de Castilla-La Mancha.

El vicepresidente primero del Gobierno regional, José Luis Martínez Guijarro, que ha visitado la muestra junto al director del yacimiento y comisario, Miguel Ángel Valero, ha señalado que el objetivo de esta iniciativa es dar a conocer al público un yacimiento muy importante de la provincia de Cuenca en el que el Gobierno autonómico colabora a través de campañas arqueológicas, talleres de empleo, etcétera.

Martínez Guijarro ha confiado además en que el yacimiento de Noheda se pueda abrir pronto al público lo antes posible “para que conquenses y visitantes puedan disfrutar en vivo de este fantástico patrimonio”, y ha asegurado que el Gobierno regional “continuará colaborando en la conservación, difusión y promoción del yacimiento de Noheda”.

La exposición reúne medio centenar de piezas, fundamentalmente esculturas, de las cerca de 400 que se han hallado en el yacimiento; además de mostrar una recreación a escala de su impresionante mosaico a lo largo y ancho de toda la sala.

La villa romana de Noheda, situada en el municipio de Villar de Domingo García, es mundialmente conocida por sus impresionantes mosaicos, pero la excepcionalidad del yacimiento no se ciñe solamente a sus pavimentos, sino a todo el conjunto arqueológico, pues constantemente está aportando novedades para el mundo científico acerca de una de las etapas culturales más destacadas de la historia.

Por ejemplo, en la bibliografía tradicional, la Antigüedad tardía estaba asociada a aspectos marcadamente negativos como la existencia de una fuerte crisis, la decadencia y la degeneración del mundo romano. Sin embargo, la investigación actual ha demostrado que la descentralización del poder de Roma genera una etapa de cambios y a partir siglo IV, en el Mediterráneo, las ‘villae’ como Noheda adquirieron una gran relevancia. Se trata de complejos rurales donde se produce un nuevo modelo de explotación agropecuario de carácter extensivo, observándose además que en esos momentos los ‘domini’ garantizan la estabilidad económica y social de las comunidades de alrededor.

La exposición ‘Noheda la imagen del poder’ refleja esa ostentación de una nueva élite romana centrada en la figura de los ‘domini’, donde la magnitud arquitectónica de la villa de Noheda, sus exclusivos mosaicos y una inédita colección de esculturas, la convierten en uno de los grandes tesoros arqueológicos de todo el occidente del Mediterráneo.

Se podrá disfrutar hasta el 5 de junio en el horario habitual de la Sala Iberia, de martes a viernes de 18:00 a 21:00 horas, el sábado de 11:00 a 14:00 y de 18:00 a 21:00 horas y los domingos de 11:00 a 14:00 horas.

Fuentes: tarancondigital.es | lasnoticiasdecuenca.es | 1 de abril de 2019

En la cueva climatizada de los 13 de El Sidrón

La reproducción de un cráneo de Neandertal, en el CSIC. / IÑAKI MARTÍNEZ

A espaldas del Museo Nacional de Ciencias Naturales, en una colina entre el paseo de la Castellana y la calle Serrano que Juan Ramón Jiménez bautizó como de los Chopos, se distribuyen entre varios edificios las instalaciones en Madrid del Centro Superior de Investigaciones Científicas, el CSIC, institución que preside la asturiana Rosa María Menéndez López.

Hasta allí han ido viajando en los últimos 15 años, según iban concluyendo las sucesivas campañas de excavación, los huesos que el equipo liderado por el fallecido profesor Javier Fortea y Marco de la Rasilla iban extrayendo de la galería del osario, en la piloñesa cueva de El Sidrón. De allí, supimos mucho tiempo después de aquel 1994, en el que unos espeleólogos se encontraron unos huesos en la gruta asturiana, que acabarían saliendo los restos de trece neandertales, una de las más valiosas colecciones que existen en el mundo no solo por la abundancia de restos, «2.500 fragmentos», sino porque la singularidad del yacimiento lo hace único para los científicos: todos esos huesos aparecieron amontonados en una pequeña galería de la cueva, como si hubiesen caído del cielo. Y todos pertenecían a un mismo grupo, a una familia si se quiere decir así, lo que ha permitido a los científicos obtener importantes conclusiones. Desde entonces, como si de un gran rompecabezas se tratase, los investigadores han ido recomponiendo los esqueletos de los neandertales. Y EL COMERCIO ha estado viendo cómo trabajan.

El profesor Antonio Rosas.

-Tengo una cita con el profesor Antonio Rosas.

-¿El hombre que trabaja con los huesos? Es el edificio más alejado, al final del todo-, contesta el guardia de seguridad en una de las tres entradas principales al complejo.

La barrera, la garita y el uniforme, así como los guardias civiles y las cámaras que vigilan las cercanas embajadas de Pakistán, Japón y Francia, contrastan en la colina de los Chopos con los ecos poéticos de la famosa Residencia de Estudiantes, esa en la que coincidieron Buñuel, Lorca y Dalí, la misma en la que muchos años después fallecería nuestro Eduardo Úrculo y que ahora se encuentra integrada en el complejo del CSIC en Madrid, cuya puerta principal custodia un enorme busto de Severo Ochoa enfrentado a otro de Ramón y Cajal. Tras recorrer a pie los jardines -desde una de las banderolas que muestran a investigadoras del CSIC nos habla otra asturiana, Margarita Salas-, se llega al edificio en el que trabaja «el hombre de los huesos».

Recreación de los trece neandertales de El Sidrón - Universidad de Oviedo.

Al fondo de un pasillo del tercer piso se ve desde lejos una reconstrucción fotográfica de uno de los 13 de El Sidrón. Y a través del cristal traslúcido de una de las puertas de madera que dan al pasillo se vislumbra la figura de Antonio Rosas, que separa la vista del ordenador para saludar, sonriente y rodeado de calaveras, libros, fotografías de homínidos y montones de papeles. Una de las paredes de la habitación la tapa casi por completo un enorme armario climatizado en el que, organizados en cajones, se distribuyen los restos de los adultos que los arqueólogos sacaron de El Sidrón. Todos juntos de nuevo, aunque lejos de su cueva. Se prevé que en el futuro, cuando las investigaciones se den por concluidas, regresen a Asturias, al Museo Arqueológico. Ya abierto el armario, Rosas muestra desde pequeños huesos «que ni siquiera podemos saber de dónde provienen ni de quién son» hasta las piezas más importantes de la colección. Destacan el maxilar y la mandíbula de Adulto 2 -a diferencia de en otras excavaciones, donde se les bautiza, los investigadores de El Sidrón se refieren a cada uno de los individuos por su clasificación por edad y un número-. Juntas, señala Rosas, esas dos piezas «son lo más cercano a una cara de neandertal que hemos encontrado».

Otro de los más destacados, señala mientras lo sostiene con sus guantes blancos, es el fragmento más grande de un cráneo que, curiosamente, aún no han logrado identificar al 100% con alguno de los siete adultos que conviven en el armario, a una temperatura de 13 o 14 grados centígrados y con una humedad relativa cercana al 70%. «Intentamos recrear las condiciones en las que estaban en la cueva», aclara el científico mientras repasa de memoria el contenido de los 60 cajones hasta detenerse en uno de la fila central y extraer de él un fantástico húmero. «La pieza mejor conservada que tenemos. Pertenece a una adulta joven, recién salida de la adolescencia. La cabeza del húmero aún no se ha fusionado totalmente con el resto del hueso», explica.

La pieza mejor conservada: el húmero de uno de las neandertales, un adulto joven.

Repasemos. En esos cajones están los siete adultos -todos ellos jóvenes, menores de 30 años- identificados por los investigadores. Hay restos variados de todos ellos, aunque ningún esqueleto completo. Un inmenso puzle neandertal. Saben Rosas y los suyos que eran tres hombres y cuatro mujeres, y que Adulto 2, uno de sus preferidos, es quizás el que más información les ha aportado. «Como mucho llegaban a los 45 o 50 años, en ese momento ya eran ancianos», explica.

En El Sidrón, además de estos siete, había seis homínidos aún más jóvenes. «A esos los tenemos en otra habitación», explica Rosas mientras echa a caminar. Al otro lado del pasillo se abre una sala con varias mesas repletas de huesos junto en las que trabajan Anna Emilia Galli, Andrea Marchesi y Rosa Huguet, otra de las principales investigadoras del departamento junto a Antonio García Tabernero.

«Ella sabe cómo llegaron los huesos desde su depósito inicial a la galería del osario, pero aún no nos lo ha contado», bromea Rosas. Es la experta en Tafonomía del equipo, y a ella le corresponde responder algunas de las incógnitas que aún quedan por resolver en El Sidrón. ¿Dónde estaban aquellos huesos inicialmente? ¿Los había colocado alguien? ¿Estaban todos juntos en un enterramiento? ¿Tienen algo que ver con todo ello las marcas de dientes que demuestran prácticas de canibalismo?

«Lo que tenemos claro es que, por los movimientos que se han producido a lo largo de los 49.000 años que han pasado desde que vivieron estos neandertales en Asturias, el lugar en el que estaban originalmente los restos está en un punto vacío en el exterior de la cueva. Esto es, ya no existe», explican los dos científicos. No hay rastro del yacimiento original ni se sabe qué puede haber sido de los restos que faltan, alrededor de un 70% del potencial total del yacimiento. El 30% restante es lo que se sacó de la galería del osario. «No queda nada que excavar allí», confirma Rosas.


Pero volvamos al rompecabezas. En una vitrina acristalada de madera de esta segunda estancia reposan los restos de los más pequeños de El Sidrón. Tres adolescentes de entre 12 y 18 años (dos hombres y una mujer); dos juveniles de entre 3 y 12 años, uno masculino, otro femenino; y el más pequeño de todos, un niño neandertal de aproximadamente un año del que no han podido confirmar el sexo. De entre todos ellos, el más completo es Juvenil 1, un joven neandertal de casi ocho años, 111 centímetros de altura y 26 kilos de peso, según calculan los científicos. A su lado, ocupando mucho menos espacio en el interior de la vitrina, está uno de los más misteriosos. «No conservamos dientes de Juvenil 2», explica Rosas. Todo lo contrario de lo que ocurre con Adolescente 2, de quien se encontraron 21 dientes, un húmero y un bloque, numerado con la clave SD-437, que se conserva por su interés tal y como se encontró en la cueva: en él se acolmataron un trozo de columna vertebral, varias costillas y un pie casi completo. «Me gustaba esta vitrina antigua para los más pequeños de El Sidrón, la recuperé del Museo de Ciencias Naturales antes de que acabase en un almacén», comenta Rosas mientras la cierra con cuidado y nos invita a visitar otra pequeña sala.

En esta imagen se ve la mandíbula y el maxilar de Adulto 2.

Ante un ordenador, Clara Rodrigo gira sobre sí misma la imagen en tres dimensiones de un pequeño fragmento de costilla. El mismo que repasa una y otra vez un haz de luz proviniente de un escáner. Este proceso les sirve para poder estudiar en detalle los huesos, clasificarlos y conservarlos de modo seguro. A su lado, mediante una técnica de microtomografía axial computerizada -un TAC como el que se utiliza en medicina, pero con exposición mucho más alargada en el tiempo-, realizan en detalle un análisis de la dentición de los neandertales.


¿Qué les falta por estudiar? «Aún nos falta mucho, muchísimo», confiesa Rosas. Por ahora, el CSIC acaba de firmar un convenio con el Principado de Asturias, el Ayuntamiento de Piloña y la Universidad de Oviedo que garantiza cuatro años más de investigaciones. «Al menos nos sirve para crear un marco de trabajo», explica el paleontólogo. Pero ahora queda buscar financiación, uno a uno, para los distintos proyectos. «No hay una partida concreta para El Sidrón, pero este yacimiento es parte importante de muchas líneas de investigación diferentes para las que recibimos fondos del Plan Nacional», explica. La crisis de 2008 se llevó por delante a buena parte del personal, entre ellos al responsable de la realización de réplicas. «Se tuvo que ir a casa y nos quedamos sin réplicas científicas», se lamenta Rosas. Las utilizan para exposiciones -como la que se puede ver en Infiesto-, y para compartir información con otros científicos.

¿Qué claves serán las próximas que nos desvelará El Sidrón? Se publicarán estudios anatómicos, centrados en la región pélvico-lumbar, se completarán otros sobre la dieta de estos neandertales -que ya sabemos que era menos carnívora que la de sus compañeros del norte de Europa-, se seguirá analizando su ADN y se tratará de explicar el proceso por el que los huesos acabaron donde acabaron. ¿Cuál será la más relevante? Quizás la relativa a los tres adolescentes -de entre 12 y 18 años-, sobre quienes realizan un estudio comparativo de su crecimiento con el de nosotros, los sapiens. «Queremos saber si, como nuestros jóvenes, experimentaban un estirón puberal», avanza Rosas. Si resulta que sí, habrá que seguir indagando más atrás, en la historia de la evolución humana, en busca del momento en el que neandertales y sapiens aún no éramos tan parecidos.


Fuente: elcomercio.es| 1 de abril de 2019

La restauración del mosaico romano de 'El Calvario' de Terrinches (Ciudad Real) saca a la luz excepcionales escenas figurativas

Un equipo de especialistas en restauración de bienes culturales trabaja ya en la recuperación y consolidación del mosaico de la villa romana de El Calvario en Terrinches (Ciudad Real) donde en estos primeros días de intervención han comenzado a aparecer singulares escenas humanas, animales, vegetales y geométricas.

Se trata de una actuación de conservación preventiva de este mosaico figurativo policromado que se detectó en el año 2016 durante los primeros sondeos arqueológicos en el yacimiento de El Calvario, descubierto en el año 1999 por el profesor Luis Benítez de Lugo (izquierda) durante la realización de la Carta Arqueológica municipal. El mosaico había permanecido tapado y protegido a la espera de encontrar financiación para poder recuperarlo.

“Durante estos años hemos buscado ayuda para sufragar las labores para proteger y garantizar la supervivencia de este delicado tesoro. Gracias a la ayuda de la Asociación para el Desarrollo “Tierras de Libertad” no solo conseguiremos que este mosaico no se pierda sino que además vamos a sacar a la luz nuevos vestigios que se suman a nuestro vasto patrimonio arqueológico”, afirma el alcalde, Nicasio Peláez.


El mosaico se encontraba en un proceso de destrucción debido a las raíces de los árboles que crecían sobre él. La intervención, que dirigen Benítez de Lugo y las restauradoras Cristina Peña y María Muñoz, con quienes colaboran los arqueólogos Eduardo Vera y José Luis Fuentes, permitirá poner freno al deterioro, elaborar un mapa de daños, realizar un diagnóstico y aplicar técnicas de conservación preventiva.

Concretamente, está previsto eliminar depósitos, raíces y tierra del mosaico, recoger y clasificar teselas sueltas, definir los planos y cortes del calco, consolidar el soporte de cal y arena e inyectar mortero, consolidar las teselas sueltas con imprimación de resina acrílica, eliminar depósitos blandos y proteger el mosaico contra las humedades.


Los investigadores creen que este pavimento musivario construido con teselas polícromas de caliza blanca, pizarras de color gris azulado y de otras composiciones aún por determinar, junto con motivos de tipo geométrico a base de círculos y franjas decorativas en las que se hallan insertas escenas con árboles y figuras animales y humanas, podría pertenecer a una gran sala (oecus) donde se habrían reflejado distintas escenas relacionadas con actividades cotidianas como la caza. Los datos obtenidos sitúan el momento principal de uso de esta villa romana en el siglo IV d.C.


La intervención, que promueve el Ayuntamiento terrinchoso, cuenta con un presupuesto de 23.000 euros subvencionados por el Grupo de Desarrollo Local “Tierras de Libertad”, que gestiona fondos LEADER y está supervisada por el Servicio de Arqueología y Patrimonio de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, y está previsto que finalice después de Semana Santa.

Fuente: lacomarcadepuertollano.com | 3 de abril de 2019

La hibridación entre 'sapiens' y denisovanos se produjo hace menos de 15.000 años

Hombre de Papua Nueva Guinea (foto referencial) / Trey Ratcliff - Flickr

Durante la historia de la evolución humana, se descubrió que nuestra especie se apareó con otros homínidos, pero no se sabía hasta cuándo. El estudio detallado del ADN de pobladores de Indonesia y Papua Nueva Guinea ha revelado que el Homo sapiens pudo haberse cruzado con los denisovanos hace tan solo 15,000 años, según informa NewScientist.

Cuando el Homo sapiens emigró por primera vez de África, se cruzó con varias especies de homínidos actualmente extintos: neandertales y denisovanos. Las muestras de este apareamiento se encuentran en nuestro ADN; por ejemplo, quienes no tienen ascendencia africana poseen ADN neandertal, mientras algunos asiáticos tienen ADN denisovano.

¿Denisovanos?

Desde hace poco tiempo se tiene conocimiento de estos homínidos. Estos fueron una especie o subespecie extinta que habitó el sur y el este de Asia y desaparecieron hace unos 40.000 años. Sus restos físicos se encontraron en una cueva en Siberia, donde pudieron recolectar algunos dientes y fragmentos de hueso. Sin embargo, hace unas semanas, unos científicos encontraron por primera vez fragmentos de un cráneo denisovano.

Gracias a la decodificación de su genoma, se pudo saber que ésta extinta especie se estuvo entrecruzando tanto con humanos modernos como con los neandertales. De hecho, las pruebas genéticas sugirieron que los denisovanos se aparearon al menos en dos ocasiones con los sapiens.

Ampliar el estudio

Generalmente este tipo de estudios se realiza con una fracción del ADN. Sin embargo, el profesor Murray Cox (izquierda), de la Universidad de Massey, en Nueva Zelanda, junto a sus colegas, ha desarrollado un estudio a gran escala de genomas completos. Para ello se analizó a 161 personas que viven en Indonesia y Papua Nueva Guinea.

Como se mencionó anteriormente, nuestros antepasados se reprodujeron con al menos dos grupos de denisovanos. Lo único de lo que se tenía conocimiento era sobre primer apareamiento de hace 50.000 años, pero el entrecruzamiento con el segundo grupo fue mucho más reciente. Cox refiere que existen razones para creer que sucedió hace 15.000 años. Ambas ocurrieron en Asia y Australia, por lo cual, los pobladores de Papua Nueva Guinea tendrían un 5% de denisovano en sus genomas.

La gente en Papua Nueva Guinea tiene algo de ADN denisovano. USO / Getty

Una de las razones es que los genes del segundo entrecruzamiento son más comunes entre las personas que viven en Papua Nueva Guinea, a diferencia de los que viven en islas cercanas. Las evidencias arqueológicas establecen que la migración de denisovanos hacia esta zona ocurrió hace 30.000 años; sin embargo, los nuevos estudios ponen como fecha 15.000 años. La explicación para las diferencias entre estos datos es que hubo un apareamiento adicional entre los pobladores con denisovanos justo en ese año.

Además, los nuevos datos revelan la gran diversidad genética de los denisovanos. Según los investigadores, el grupo involucrado con los habitantes de Papua Nueva Guinea, son genéticamente diferente a los restos hallados en Siberia. Esto nos recuerda cuando fue descubierta la primera hija entre una neandertal y un denisovano, la cual era una prueba de las interacciones entre los grupos de homínidos.

En cierta manera este estudio da ideas del patrón real de la diversidad humana. Según afirma John Hawks (derecha), de la Universidad Winsconsin, “Se abre una ventana al hecho de que una vez hubo una población tan rica y diversa como la de los humanos modernos".

Adrian Díaz
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma.
Fuentes: nmas1.org|phys.org | newscientist.com | 2 de abril de 2019

Los restos del astillero naval de los últimos faraones

Restos del astillero navaL recién descubierto en la península del Sinaí.MINISTERIO DE ANTIGÜEDADES DE EGIPTO.

Bajo la arena quedaron las huellas del lugar donde los últimos faraones construyeron sus barcos. Una misión egipcia ha hallado los restos de un astillero naval en los confines de un yacimiento arqueológico del norte de la península del Sinaí. Un pequeño tesoro formado por vestigios de madera y clavos de hierro y bronce que arroja luz sobre la historia naval del antiguo Egipto.
Unas tapias levantadas con piedra caliza, delimitando la planta de los edificios, ha desempolvado la geografía del taller donde se ensamblaban y reparaban embarcaciones durante la época ptolemaica. Los Ptolomeos reinaron la tierra de los faraones durante tres siglos, entre el 320 a.C. y el 30 a.C. cuando la conquista romana finiquitó su dominio.

El lugar donde se forjaron los últimos navíos del Egipto faraónico se ubica en la ladera sur del asentamiento de Tel Abu Saifi, en el norte del Sinaí y en el emplazamiento donde más tarde se construyó la fortificada ciudad romana de Sila.

Sobre la tierra se han hallado dos oquedades de estructura rectangular empleadas para reparar y construir los buques. La de mayores dimensiones -de seis metros de ancho- está emplazada al este y compuesta por dos paredes paralelas que se extienden hacia el sur, en dirección hacia las aguas de un lago y un ramal del Nilo que desaparecieron después.

Clavos de hace 2.000 años utilizados para la construcción de embarcaciones MINISTERIO DE ANTIGÜEDADES DE EGIPTO

Una agonía que también condenó al astillero. Según Nadia Jadr, responsable del departamento de arqueología marina, la mayoría de los grandes bloques de piedra caliza fueron arrancados de sus ubicaciones originales y reutilizados en épocas posteriores cuando el puerto extravió su función.
La existencia de las cuencas no han sido las únicas pesquisas de la otrora floreciente actividad que habitó el árido páramo. Del interior de las cuencas el equipo de arqueólogos locales ha rescatado restos de madera en descomposición, los últimos rastros de las tablas empleadas en la reparación o los residuos de balsas y navíos. También han aparecido a varios metros bajo tierra clavos de hierro y bronce de diferentes formas y tamaños que una vez, hace más de dos milenios, sirvieron para dar forma a los barcos.

No son, sin embargo, los únicos hallazgos que han aflorado durante la excavación. La misión se ha topado, además, con amuletos de peces del Nilo y una pequeña colección de cerámica local e importada. Vasijas que ha sobrevivido en perfecto estado y que levantan acta de la vida que protagonizó el cercano puerto de Abu Usifi, descubierto en la década de 1990, en vísperas de la conquista romana.

Restos del astillero de los faraones recién descubierto. MINISTERIO DE ANTIGÜEDADES DE EGIPTO

Cerrado al turismo y los periodistas, el norte del Sinaí -donde el ejército egipcio libra una batalla contra la sucursal local del autodenominado Estado Islámico- es un terruño que oculta aún tesoros. Su orografía escarpada y a orillas del mar Rojo, puente entre África y Asia, fue la ruta empleada por Egipto para viajar hacia el Levante desde tiempos prehistóricos. Célebre por sus canteras de cobre y turquesas y de ecos bíblicos, la península es un filón arqueológico que aguarda tiempos mejores.
En 2013 una misión franco-egipcia halló los restos de un importante puerto faraónico en el que, en época del faraón Keops, atracaban los barcos con sus bodegas repletas de bronce y otros minerales procedentes del Sinaí. Las cuevas horadadas en la roca, las cuerdas de aquellos navíos, las anclas de piedra y varias decenas de papiros -los más antiguos hasta la fecha- ayudaron a dibujar el primer puerto de la historia. Una pieza más del puzzle que cuenta el modo en el que los egipcios se echaban a la mar.

Fuente: elmundo.es | 12 de marzo de 2019

No hubo diferencias sociales en el tipo de alimentos consumidos por las comunidades megalíticas del sur peninsular

El análisis bioquímico de restos humanos se ha convertido en un aspecto central en el conocimiento de las poblaciones del pasado. El estudio de la movilidad de poblaciones, sus afinidades genéticas o su dieta ha encontrado en el ADN antiguo y en los análisis de isótopos estables una de sus principales fuentes de información.

Los estudios de paleodieta son posiblemente los que están generando mayores avances en el conocimiento. La paleodieta es analizada fundamentalmente a partir de los denominados como isótopos estables de carbono y nitrógeno. Se trata de unos indicadores presentes en el colágeno de los huesos humanos que permiten conocer el tipo de alimentación consumida durante varios años antes de la muerte del individuo.

Investigadores de la Universidad de Granada (UGR) han determinado, mediante el análisis de la dieta de las poblaciones del pasado en las colecciones antropológicas de las necrópolis megalíticas de Panoría (Darro, Granada) y El Barranquete (Níjar, Almería), que, aunque las comunidades megalíticas variaran sus hábitos de alimentación a lo largo del tiempo, no existieron diferencias sociales relevantes en el tipo de alimentos ni en la proporción de proteínas consumidas.

Así, la homogénea alimentación, junto con unas prácticas rituales y funerarias donde se enfatizaba la colectividad frente a la individualidad, «evidencian que las poblaciones megalíticas se caracterizaron por mantener unas relaciones sociales basadas esencialmente en valores como la igualdad, la reciprocidad y la solidaridad», señala el autor principal de este trabajo, el investigador del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada Gonzalo Aranda Jiménez (izquierda).

Las necrópolis megalíticas de Panoría y El Barranquete son cementerios formados por tumbas construidas con grandes losas de piedra o muros de mampostería, que delimitan cámaras funerarias a las que se accede mediante un corredor o pasillo. Las excavaciones realizadas por los investigadores de la UGR han evidenciado que son lugares de enterramiento colectivo, donde se enterraron individuos de ambos sexos y de todas las edades.

Una de las principales características de estos sitios funerarios es su largo periodo de uso. En el caso de Panoría los primeros enterramientos se realizaron entre el 3525-3195 a.C., hace aproximadamente unos 5500 años, y los últimos ocurrieron entre el 2125-1980 a.C., hace unos 4000 años. Por su parte, en la necrópolis de El Barranquete los enterramientos más antiguos se realizaron entre el 3030-2915 a.C., hace unos 4000 años, y los más recientes se produjeron entre el 1075-815 a.C., unos 2000 años desde el presente. En ambos casos, el uso ritual y funerario se prolongó durante más de 1000 años.


Vista aérea de los trabajos arqueólogicos en la necrópolis de Panoría (Granada).

Análisis del carbono, nitrógeno y sulfuro

Entre ambas necrópolis, los investigadores han analizado 52 muestras pertenecientes a otros tantos individuos: 19 procedentes de Panoría y 33 de El Barranquete. Además de las mediciones de isótopos de carbono y nitrógeno, también registraron los valores de sulfuro para las muestras de El Barraquete, con el objetivo de establecer con mayor precisión el uso de alimentos de origen marino, dada la proximidad de esta necrópolis al mar Mediterráneo del que dista escasos kilómetros.

Foto: Necrópolis megalítica de El Barranquete (Almería).

«Nuestros resultados muestran una dieta basada en el consumo de proteínas de origen terrestre -plantas, proteínas animales y productos lácteos- donde los alimentos de origen acuático estuvieron ausentes», destaca Aranda Jiménez.

Los valores del nitrógeno se mantienen constantes a lo largo de todo el periodo, documentándose la principal diferencia en el incremento del carbono en los momentos más recientes. Este hecho es consistente con el proceso de intensificación que se produjo en las prácticas agrícolas basado en el cultivo de cereales, especialmente de cebada.
Estas diferencias en los valores isotópicos muestran los cambios culturales que se produjeron a lo largo del dilatado periodo de uso funerario, «pero sin embargo también evidencian una alimentación homogénea entre los individuos que se enterraron en diferentes momentos cronológicos y culturales».

A la luz de los resultados de este trabajo, sus autores concluyen que durante buena parte de nuestra historia, las identidades sociales se construyeron a partir de nuestra identificación con la colectividad y con unas relaciones ajenas a cualquier tipo de división social permanente y estructural.
«El estudio de las poblaciones megalíticas demuestra que las relaciones coercitivas y de explotación que rigen las sociedades actuales son la excepción, pero no han sido la norma», indica Aranda Jiménez.

Fuente: elideal.es | 4 de abril de 2019