Guerreros persas, un detalle del friso en el palacio de Darío en Susa. Museo Pergamon / Museo Vorderasiatisches, Alemania. Crédito de la imagen: Mohammed Shamma / CC BY 2.0.
Hace unos 2.500 años, el rey persa Cambises II organizó un ataque total a Egipto tomando como base Palestina. Ahora los arqueólogos creen haber encontrado un campamento militar en el norte de Israel desde el cual el emperador aqueménida lanzó su invasión sobre el reino del Nilo.
El Imperio Aqueménida fue fundado por Ciro II el Grande en la década de 580 a.C., derrotando a los imperios Medo, Lidia y Neo-Babilónico, a medida que se expandía. Cambises II fue su hijo, y persiguió el sueño de su padre de un pleno gobierno en la región.
Entre los hallazgos arqueológicos llevados a cabo en Tell Keisan, una colina que se eleva unos 28 metros en la llanura costera cerca de la ciudad de Acre (también conocida como Akko), en el norte de Israel, se encuentran ruinas datadas en el período persa mediante jarras de cerámica y ollas de cocina en estilos griego y fenicio, típicos de esa época.
Los fenicios de la costa Palestina, junto con su flota militar, habían sido subyugados por los asirios y luego por los persas. El antiguo historiador griego Heródoto dejo escrito que hubo mercenarios griegos que lucharon en el ejército del emperador Cambises II. Los restos de cerámica griega y fenicia hallados en el estrato persa de Tell Keisan sugieren que esta área constituía parte del campamento base de la gran campaña aqueménida contra el imperio egipcio.
“Bajo Cambises II, los persas quisieron prepararse para la guerra y conquistar Egipto, y lo hicieron en Palestina", dice el profesor Gunnar Lehmann (izquierda), de la Universidad Ben-Gurión, quien está codirigiendo las excavaciones de Tell Keisan junto con David Schloen (derecha), del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago.
En las dos temporadas de excavaciones de 2016 y 2018, los arqueólogos sacaron a la luz niveles que datan del período helenístico (siglos III y II a.C.), del período persa (siglos V y IV a.C.) y de la Edad del Hierro II-C (siglo VII a.C.). También encontraron niveles anteriores que datan de la Edad del Hierro tardía II-A, de hace alrededor 3.000 años, pero aún no se han explorado a fondo.
Tell Keisan significa "colina de la traición", en árabe, aunque no se sabe por qué se le dio ese nombre. Mencionado a partir del siglo XII en adelante por cronistas árabes, presumiblemente se refiere a un evento militar vergonzoso ahora olvidado. Tampoco se conoce el nombre del asentamiento en la antigüedad.
Tell Keisan, que ha estado ocupado durante al menos 6.000 años, se encuentra estratégicamente ubicado en la llanura de Acre, desde la que se controla el fértil valle de Jezreel (Esdraelón), así como las rutas comerciales entre Galilea, el Valle del Jordán y la región este.
Tell Keisan. Crédito: Ivgeni Ostrovski
Estudios y excavaciones anteriores han expuesto grandes estructuras fortificadas de la Edad del Hierro, datadas alrededor de los 1.000 a 587 a.C. Según los hallazgos encontrados en las capas arqueológicas, parece que los sucesivos conquistadores de Palestina encontraron irresistible su ubicación estratégica: los propios lugareños, los egipcios, los asirios y los persas bajo Cambises II, parece que lo utilizaron como centro administrativo y base militar de operaciones en el siglo V a.C., y más tarde también.
Respecto a los egipcios, Tell Keisan fue uno de los varios bastiones que ostentaron a lo largo de la llanura costera de Acre cuando controlaban Palestina, desde el año 637 hasta el 605 a.C., aproximadamente, dice Lehmann. Otros bastiones fueron Tell Achziv y Tell Kabri, y puede que hubiera más.
En Tell Keisan, justo debajo del nivel persa, los arqueólogos sacaron a luz un gran edificio con salas de almacenaje que datan de la XXVI dinastía egipcia. Aparentemente, el edificio comenzó su función en el siglo VII a.C., y parece que sirvió también como edificio gubernamental o administrativo, el cual, entre otras cosas, proporcionaba alimentos al personal.
El edificio también contenía cerámica fenicia, chipriota y griega oriental, pero de un tipo anterior, típica de la época pre-persa. Las salas de almacenaje contenían numerosos jarras, en su mayoría de origen fenicio, así como ánforas con asas chipriotas del siglo VII a.C. Entre las gentes que utilizaron las instalaciones pudo haber mercenarios al servicio del mando egipcio.
Impresión de un sello persa del s. VI a.C, en el que posiblemente se muestra a Cambises II capturando al faraón Psamético III. Cambises reúne su gran y lento ejército.
La campaña de Cambises II para conquistar Egipto, reunió fuerzas para "cruzar los desiertos sin agua" aparentemente en el 525 a.C., fue descrita por Herodoto. Cambises II atacó al faraón Psamético III en Menfis y ganó "Egipto y el mar" (Herodoto 3.34). En consecuencia, Cambises II se convirtió en el primer rey persa en gobernar el antiguo Egipto.
Los eruditos citan también otras dos fuentes antiguas, aparte de Heródoto, que localizan numerosas fuerzas persas en la llanura de Acre.
Uno es el historiador griego, Diodoro Sículo, el cual narra los preparativos hechos por el monarca persa Artajerjes II para subordinar a Egipto: “El ejército de Persia se reunió en la ciudad de Ake, contando con doscientos mil bárbaros liderados por Pharnabazus, y veinte mil mercenarios griegos bajo el mando de Iphicrates. En cuanto a la flota, los trirremes eran trescientos, y doscientos barcos de guerra de treinta remos. Y grande era el número de aquellos que llevaban alimentos y otros suministros", Diodoro Sículo, Bibliotheca Historica 15.41.3 (Traducido por Peter Green, 2010).
La segunda fuente es el geógrafo y filósofo griego Estrabón: “Luego sigue Ptolemais, una gran ciudad, antes llamada Ace. Fue el lugar de encuentro de los persas en su expedición contra Egipto”, Estrabón, (Geografía 16.2.25-27)
De hecho, Tell Keisan parece que fue uno de los varios emplazamientos de Palestina, desde 520 a.C. en adelante, que se utilizaron para anclar la flota y como punto de encuentro del ejército persa. Entre ellos se incluyen Tell al-Fuhkhar (Acre), Tell Keisan, Tell Kurdana (Tell Aphek) y Tell Abu Hawam (Haifa).
"La agilidad no era precisamente la marca registrada del modo de guerra aqueménida", remarca Barry Strauss (izquierda), profesor de Historia y Clásicas en la Universidad de Cornell, EE.UU. "Grande y lento era cómo les gustaba a sus militares, tanto para vencer al enemigo como para impresionar a sus propios súbditos. Una fuerza expedicionaria masiva necesitaba una gran base de operaciones".
¿Por qué los persas estaban tan convencidos de conquistar Egipto, aparte de la debilidad humana habitual tendente a construir imperios?
Una razón es porque los diversos imperios del Levante y Medio Oriente consideraron siempre a Egipto como una amenaza importante. Pero esa es solo una razón más de su deseo último de controlar Palestina, la cual disponía de una tierra fértil con una larga costa y ser una zona conveniente para atacar Egipto. O, al menos, para contener la influencia de Egipto sobre el Levante.
Así que no solo las llanuras mediterráneas eran fértiles, con mucho espacio y pastos para los caballos: Egipto estaba cerca y Palestina era un terreno relativamente seguro para que Cambises II pudiera preparar lentamente su invasión, resume Lehmann.
Soldados de del ejército aqueménida (bajo Jerjes). Crédito: A.Davey
Las fuerzas que Cambises II acumuló en la costa habrían necesitado un enorme aparato y una increíble cantidad de recursos. Tell Keisan habría sido, pues, un enclave -de una serie de ellos- que suministraba recursos a lo largo de la llanura de Acre. De hecho, los arqueólogos encontraron restos de recipientes y de cocina en grandes cantidades que podrían haber sido utilizados por los ejércitos de Cambises II. Una evidencia clave fue el hallazgo de un gran pozo con restos orgánicos y cantidades sustanciales de cerámica, algunas de las cuales eran de origen fenicio y otras importadas de Grecia, principalmente de Atenas.
Desgraciadamente, la arquitectura del período persa en Tell Keisan quedó dañada gravemente cuando los ejércitos del gobernante helenístico Alejandro Magno devastaron la zona para expulsar a los persas (bajo el rey Darío III) en la segunda mitad del siglo IV a.C.
Después de la muerte de Alejandro Magno en 323 a.C., su reino fue dividido entre sus generales. A los mismos se les suele denominar 'diadocos', que significa simplemente 'sucesores', en un lenguaje sencillo. La guerra entre ellos estalló casi inmediatamente. Como el gran historiador alemán Niebuhr dijo una vez, "Era simplemente una cuestión de si uno u otro bandido obtendría ventaja".
Durante el próximo siglo, el Egipto ptolemaico y el Imperio seléucida estarían entrelazados en una fatigosa lucha por el control de Palestina. Es muy probable que Alejandro Magno, y los subsiguientes gobernantes helenísticos de lo que se acabaría convirtiendo en Tierra Santa, se hubieran hecho cargo de la infraestructura del Imperio persa en la llanura de Acre. Busto de Seleucu I Nicator (el 'vencedor'); c. 358-281 a.C., copia romana de un original griego >>> "Alejandro y sus sucesores estaban generalmente más interesados en la guerra que en la administración", explica Strauss. "Era más barato y más fácil tomar el control de la infraestructura del Imperio persa. De modo demostrativo lo habían hecho en otros lugares y seguramente lo hicieron también en la llanura de Akko".
Los niveles arqueológicos helenísticos presentan lo que parece ser un área industrial con pozos de basura e instalaciones para producir grandes cantidades de cerámica. Los hallazgos cerámicos indican que el vínculo con el Mediterráneo se mantuvo fuerte y que el comercio con las islas griegas y la costa de Asia se expandió hasta el siglo III a.C.
Durante el período helenístico anterior, Tell Keisan siguió siendo un suburbio de Acre, cuyo nombre había sido cambiado a Ptolomais (o Tolemaida).
En algún momento, durante el período helenístico posterior, el asentamiento fue abandonado. Permanecería sin vida durante la época romana y, posteriormente, habría estado ocupado y luego vuelto a abandonarse. Durante el período bizantino se restableció el asentamiento y allí se construyó una iglesia con edificios de servicio. Los cimientos de esta iglesia están bien conservados y fueron excavados y publicados por una expedición francesa.
Pero aparentemente, a principios del siglo VIII d.C, el montículo fue abandonado de nuevo, para, posteriormente, durante el período medieval, volver a restablecerse. Desde el siglo XII hasta el siglo XVI, la colina sostuvo un pequeño enclave rural, que, en el período otomano temprano, sería abandonado de una vez por todas.
Dos impresionantes bustos romanos de piedra caliza, que muestran unos rasgos faciales únicos y detalles de la indumentaria y peinados de la época, a finales del periodo romano (siglos III-IV d.C.), han sido descubiertos cerca de Beit She'an, una ciudad situada en el Distrito Norte de Israel, según ha anunciado hoy la Autoridad de Antigüedades de este país (IAA).
Las esculturas romanas fueron descubiertas este mes de diciembre gracias a una mujer que estaba paseando cuando advirtió la parte superior de una de las cabezas sobresaliendo de la tierra. Ella y su marido llamaron a la Unidad de Prevención de Robos de la IAA y, tras una excavación, salió a la luz la otra cabeza escultórica. "Parece ser que los bustos quedaron al descubierto después de las recientes lluvias torrenciales que hubo en la zona", dice Nir Distelfeld, inspector la Unidad de Prevención de Robos de la IAA.
Nir Distelfeld, inspector de la Unidad de Prevención de Robos de la Autoridad de Antigüedades de Israel, con el par de bustos funerarios de piedra caliza, que fueron detectados por una excursionista en la región de Beit She'an. (Eitan Klein, Autoridad de Antigüedades de Israel)
"Bustos como estos normalmente se colocaban cerca o en el interior de una cueva funeraria y debieron de representar la imagen de los difuntos en líneas generales. En el pasado se han descubierto bustos similares en la zona de Beit She'an y en el norte de Jordania. Sin embargo, ninguno se parece al otro y ahí está la importancia de estos hallazgos. Estos bustos son de estilo oriental, lo que demuestra que, a finales del periodoromano, el uso del arte clásico había perdido fuerza, mientras que las tendencias locales se pusieron de moda", explica Eitan Klein, director adjunto de la Unidad de Prevención de Robos de la Autoridad de Antigüedades de Israel.
El director adjunto de la Unidad de Prevención de Robos de Antigüedades, Dr. Eitan Klein, en el Museo Rockefeller en Jerusalén (Yonatan Sindel / Flash90).
Según Klein, los dos ejemplos descubiertos se pueden fechar en el período Romano Tardío debido al contexto en el que se encontraron, un cementerio de los siglos III-IV. Durante ese periodo Beit She'an era una población diversa que incluía a romanos, cristianos, judíos y samaritanos. Debido a la prohibición de imágenes grabadas establecida en los Diez Mandamientos, Klein plantea la hipótesis de que las dos esculturas no pertenecían a judíos o samaritanos.
Imagen: Argita German-Levanon, the National Laboratory for Documentation and Digital Research in Archaeology, Israel Antiquities Authority “Estos bustos fueron hechos de piedra caliza local y muestran rasgos faciales únicos, detalles de ropa y peinados. Parece que al menos uno de ellos representa a un hombre barbudo. Ninguno se parece a otro, y esa es la importancia de estos hallazgos", dijo Klein, quien añadió que se está planificando una excavación para el futuro en el área donde se desenterraron los bustos. “El hallazgo es muy importante, pues nos dice mucho sobre los habitantes de la zona de Beth She'an en la antigüedad. El descubrimiento de los bustos rellena otra pieza del rompecabezas sobre nuestra comprensión de la cultura material de las personas de esta tierra en el pasado. Los bustos pertenecen a todos en el país, y ahora podemos disfrutarlos y entender su contexto histórico. Por otro lado, es importante señalar que las lluvias torrenciales invernales pueden sacar a la luz otros hallazgos, por lo que pedimos a la gente que nos informe en caso de que ocurra", concluye Distelfeld.
Rueda seccionada encontrada en La Bastida de les Alcusses, en una imagen cedida por el equipo arqueológico.
Llevaban enterrados 2.400 años y han sido encontrados con unas semanas de diferencia. Desde el verano, dos equipos de arqueólogos han encontrado en La Bastida de Moixent, Valencia, y en Montemayor, Córdoba, yacimientos situados a 450 kilómetros de distancia, cinco ruedas ibéricas y restos de los carros a los que iban conectados. Los hallazgos son doblemente excepcionales porque apenas hay documentadas piezas similares y ninguna se encuentra en tan buen estado de conservación. Los indicios señalan que los vehículos no sirvieron para hacer la guerra ni para transportar mercancías, sino que fueron colocados junto a las tumbas de personajes de alto rango para que viajaran con ellos al más allá. Los íberos daban a los carros ese sentido simbólico y, en ocasiones, los representaban tirados por caballos alados.
Los descubrimientos han abierto investigaciones a las que se dedicarán años. Las hipótesis de trabajo son que las ruedas y el resto de elementos fueron enterrados en tumbas o en depósitos funerarios de líderes íberos, de momento no está claro si hombres o mujeres. La rueda de Moixent, de mediados del siglo V antes de Cristo, es de hierro, mide 90 centímetros de diámetro y ha aparecido apilada en tres segmentos idénticos. Al lado, explica Jaime Vives-Ferrándiz (izquierda), director del proyecto y conservador del Museo de Prehistoria de Valencia, también han sido hallados, hasta ahora, un bocado de caballo, restos de cerámica y una extraordinaria arracada de oro.
Las cuatro imponentes ruedas de Montemayor, de seis radios, fueron hechas también en hierro. Las dos más grandes de 120 centímetros, por las que casi podría decirse que no ha pasado el tiempo, fueron encontradas en lo que parece un cementerio íbero sobre el que los romanos construyeron siglos más tarde un campamento militar para el asedio de Ulia. Los textos clásicos relatan que la antigua ciudad fue escenario de feroces batallas en la guerra civil que enfrentó a Julio César con Pompeyo y sus hijos.
Yacimiento de La Bastida de les Alcusses, en Moixent.MÒNICA TORRES
Conjunto sin parangón
El equipo de Fernando Quesada, de la Universidad Autónoma de Madrid, bajo la dirección de campo de Javier Moralejo, iba tras las huellas de aquel conflicto bélico cuando se toparon con un hallazgo ibérico que no tiene parangón en la península por la complejidad del conjunto y su estado de conservación, aseguran. Todo apunta a que el carro es del siglo IV, aunque todavía debe confirmarse mediante la prueba del carbono 14.
Las ruedas de ambos yacimientos son muy distintas. La encontrada en el antiguo oppidum rodeado de viñas de Valencia, una idílica colina desde la que sus gobernantes controlaban el antiquísimo camino que los romanos llamaron más tarde Vía Augusta, que conectaba el norte de la península con el valle del Guadalquivir, y también el paso de la meseta al Mediterráneo, ha obligado a adelantar unas décadas la cronología del yacimiento de La Bastida de les Alcusses, ubicado en el término de Moixent.
Entrada al yacimiento de Moixent.M. T.
El descubrimiento ha revelado que antes de la edificación del poblado, rodeado de altas murallas, donde vivieron unas 800 personas, hubo una construcción previa que no parece residencial. Quizá fue la tumba de un héroe o un espacio de culto. En todo caso, el lugar en que se depositó la rueda fue arrasado para erigir la nueva ciudad. “El proyecto puede contribuir a dar respuestas a los procesos de urbanización en esta zona del Mediterráneo en el primer milenio antes de Cristo”, comenta Vives-Ferrándiz. “Una urbanización que responde a procesos políticos, en los que vemos que las personas instauran las ciudades encima de algo que había previamente. A veces incorporan lo anterior al nuevo lugar, como ancestros, y otras veces esa memoria es destruida con violencia”, añade.
La cultura ibérica se desvaneció ante el empuje romano hacia el siglo I después de Cristo, como resultado de la violencia de los invasores y de la asimilación cultural. Los detalles sobre la destrucción de La Bastida de Moixent, que brilló durante un siglo para caer después en un olvido que duró dos milenios, siguen siendo un enigma. “Lo que está claro es que no fueron los romanos. Fue violencia entre vecinos. Si estaban más cerca o más lejos no lo sabemos, y es posible que nunca lo sepamos”, afirma el arqueólogo.
Representación virtual del endocasto del cerebro de 'Little Foot'. Crédito: M. Lotter y RJ Clarke / Wits University
El cerebro de uno de los individuos más antiguos de Australopithecus que se haya encontrado era un poco parecido a un simio y otro poco a un humano.
En un nuevo estudio, los investigadores escanearon el interior de un cráneo muy raro, casi completo, de este antiguo ancestro homínido. Los homínidos incluyen a los humanos modernos ya extintos y a todos sus ancestros directos, incluido los Australopithecus, los cuales vivieron hace entre unos 4 y 2 millones de años en África, y los humanos primitivos del género Homo, quienes evolucionaron, eventualmente, a partir de estos antepasados Australopithecus.
El cerebro humano moderno le debe mucho a tales antepasados pequeños y peludos, pero sabemos muy poco acerca de sus cerebros, dijo Amélie Beaudet (izquierda), paleontóloga de la Universidad de Witwatersrand en Sudáfrica.
Entre simio y humano
Beaudet y sus colegas utilizaron la tomografía microcomputerizada (micro-CT), una versión muy sensible del mismo tipo de tecnología que un cirujano podría usar para escanear una rodilla lesionada. Con esta herramienta, los investigadores reconstruyeron el interior del cráneo del Australopithecus denominado Little Foot.
El cráneo de Little Foot, que se encontró casi intacto hace dos décadas en las cuevas de Sterkfontein, cerca de Johannesburgo, y tiene una antigüedad de 3,67 millones de años, se halla entre los más antiguos de todos los Australopithecus jamás encontrados. Los descubridores del mismo creen que puede pertenecer a una especie completamente nueva de Australopithecus (Australopithecus prometeus), informa Live Science.
Con la micro-CT, el equipo de investigación pudo ver huellas muy finas donde una vez estuvo el cerebro dentro del cráneo de Little Foot, incluido un registro de las vías venosas y las arterias, dijo Beaudet a Live Science. Usar el cráneo para inferir la forma del cerebro de esta manera se denomina hacer un endocasto.
"Esperaba algo muy similar a los endocastos que conocíamos de otros Australopithecus, pero 'Little Foot' resultó ser un poco diferente, de acuerdo con su gran antigüedad", dijo Beaudet.
Los chimpancés y los humanos de hoy en día comparten un ancestro más antiguo que Little Foot: un simio extinto de hace mucho tiempo que dio origen a ambos linajes. El cerebro de Little Foot se parece mucho al que tendría este ancestro, dijo Beaudet, es decir, es más parecido al de un simio que al de un humano. La corteza visual de Little Foot, en particular, absorbió una mayor proporción en su cerebro que en un cerebro humano.
En los seres humanos, dijo Beaudet, la corteza visual ha sido apartada para acomodar la expansión de la corteza parietal, un área que está involucrada en actividades complejas como la fabricación de herramientas.
Cambiando cerebros
Los investigadores encontraron que el cerebro de Little Foot era asimétrico, con protuberancias ligeramente diferentes en cada lado. Esta es una característica compartida tanto por los humanos como por los simios, y probablemente indica que los Australopithecus tuvieron una lateralización cerebral, lo que significa que las dos partes de su cerebro desempeñaban funciones diferentes El hallazgo implica que la lateralización del cerebro evolucionó muy tempranamente en el linaje de los primates.
El cerebro de Little Foot es diferente de los especímenes posteriores de Australopithecus, afirma Beaudet. La corteza visual, en particular, era más grande en comparación con los cerebros de Australopithecus posteriores. Estas diferencias sugieren que la evolución del cerebro fue un proceso gradual, el cual se va ajustado en su totalidad.
Los hallazgos aparecerán publicados en un número especial sobre Little Foot que se publicará en el Journal of Human Evolution.
El Imperio acadio en la época de Sargón I, el Grande. Wikipedia.
Alrededor de hace 4.200 años, el primer imperio de Mesopotamia, el Acadio, cayó, coincidiendo con grandes transformaciones en Egipto y el Valle del Indo, las otras dos grandes civilizaciones de la época. Un estudio sobre determinadas estalagmitas en Irán sugiere que un evento climático generalizado pudo haber sido responsable de ello.
Las civilizaciones crecen y caen por muchas razones, y las causas de la desaparición del Imperio Acadio siguen siendo controvertidas. La coincidencia sincrónica de eventos lejanos ha llevado a algunos historiadores a proponer una causa climática. Sin embargo, la naturaleza, e incluso la propia existencia, de esta causa climática, no ha sido clara, tal como ocurrió en medio de la era del Holoceno, caracterizada por temperaturas en gran parte estables, sin un aumento conocido de la actividad volcánica o de cambios en la producción solar.
Ahora bien, cuando un equipo dirigido por la Dra. Stacy Carolin (izquierda), de la Universidad de Oxford, estudió estalagmitas de la cueva Gol-e-Zard, en las montañas de Alborz, en Irán, formadas entre 5.200 y 3.700 años atrás, observaron que algo había sucedido en torno a este tiempo.
El informe del equipo, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), muestra que hubo fuertes incrementos en la cantidad de magnesio existente en relación con el calcio hace 4.510 y 4.260 años atrás, coincidiendo con un crecimiento más lento y con cambios en los isótopos de oxígeno de las estalagmitas. Estos cambios duraron entre 110 y 290 años, respectivamente, antes de que la composición de las estalagmitas volviera a los niveles anteriores.
La industria y la minería de civilizaciones antiguas a veces han dejado su huella en el planeta, pero no conocemos ningún mecanismo por el cual los acadios pudieran haber sufrido un impacto observado en cuevas tan distantes. Por lo tanto, parece probable que cualquier cosa pudo haber sido la causante del cambio químico observado en las estalagmitas y que coincide con el declive de los acadios, en lugar de que su caída fuera la causa de la alteración química en estas alejadas cuevas.
Estalagmitas en la cueva de Gol-e-Zard, Irán.
El cambio en la composición de las estalagmitas parece ser el resultado de un aumento del polvo que cae en las montañas de Mesopotamia, lo que a su vez parece ser consecuencia de condiciones más secas existentes en el oeste. Hoy en día, los años secos en los desiertos de Siria e Irak están asociados con una mayor deposición del polvo en Irán. El lento crecimiento de las estalagmitas podría ser también un indicador de la existencia de condiciones locales más secas.
Los sedimentos del Mar Rojo y el Golfo de Omán, entre otros paleoclimas próximos, se utilizaron previamente para inferir que el oeste de Asia experimentó al menos un período seco muy importante en ese tiempo considerado, pero la datación de los mismos es demasiado imprecisa como para vincularlos con confianza al colapso acadio. En cambio, el análisis de las estalagmitas proporcionan un error de tan solo 31 años.
Hay un gran debate entre los historiadores sobre cuánto contribuyó el cambio climático al colapso de la civilización acadia. No sabemos por qué Mesopotamia se secó durante ese período, pero parece que derribó a dicha civilización y afectó gravemente a Egipto y al Valle del Indo.
Un grupo de arqueólogos ha encontrado en Pompeya el vaciado de un caballo de pura raza. El equino, que está completamente enjaezado con ricas ornamentaciones de bronce, debió de pertenecer a un militar de alta graduación, informó hoy el Parque arqueológico de la histórica ciudad del sur de Italia.
El hallazgo se produjo en una de las zonas donde ya se hallaron otros restos de dos caballos, que fueron los primeros encontrados en Pompeya. Se trata de una villa ubicada en la zona de Civita Giuliana, en la periferia norte de la ciudad romana sepultada por la erupción del vesubio del 79 d.C.
Los restos de la montura encontrada indican que se trataba de un tipo de silla que utilizaban los militares. El tipo de ornamento era empleado normalmente para los desfiles militares, de ahí que los arqueólogos hayan pensado que el caballo estaba ya listo para salir y fue sorprendido por la erupción.
Tanto por la alzada como por el porte se supone que el caballo debía de ser un ejemplar de pura raza. Por otra parte, las diferentes estancias de la casa, que contaba con una zona residencial y otra dedicada a la producción agrícola, vinícola y ganadera, han hecho suponer que su jinete debía de ser una alta personalidad militar.
Los tres caballos encontrados hasta el momento en esta finca se encontraban atados en la cuadra y fue allí donde debió de sorprenderles la mortífera erupción.
El director general del área arqueológica de Pompeya, Massimo Osanna, explicó que se concederán dos millones de euros para seguir excavando en este área, que fue abandonada en el pasado, pero que volvió a resurgir hace solo algunos meses, tras emprender las autoridades una serie de actuaciones contra los saqueadores que hacían excavaciones clandestinas.
(O bordeaban las naves de Salomón África para llegar a Tarsis) Publicamos un titulo para negar que las naves de Salomón recorrieren el Atl...
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