Hachas de mano achelenses halladas en Saffaqah, Arabia Saudita. Crédito: Palaeodeserts (Ian R. Cartwright).
Hace más de 1,5 millones de años los humanos primitivos hacían hachas de piedra en un estilo conocido como achelense, la forma más tradicional y duradera de fabricación de herramientas líticas en la prehistoria. Una nueva investigación, dirigida por el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana y la Comisión Saudita para el Turismo y el Patrimonio Nacional, ha documentado la presencia de la tecnología achelense en la península arábiga, la cual data de hace menos de 190.000 años, lo que revela que este acehelense árabe terminó justo antes, o al mismo tiempo, que las primeras dispersiones del Homo sapiens en la región.
Se ha prestado mucha atención a la comprensión de la propagación de nuestra propia especie, Homo sapiens, primero dentro de África y luego más allá. Sin embargo, se ha prestado menos interés a los diversos grupos de parientes evolutivos que vivían en Eurasia antes de la llegada del Homo sapiens. Comprender esto es crítico, porque las características espaciales y temporales de tales grupos muestran el paisaje humano y cultural que nuestra especie encontró al salir de África.
Mapa que muestra las ubicaciones de los principales sistemas fluviales y sitios árabes anotados en el trabajo de investigación. En el recuadro superior: vista de la llanura circundante desde la parte superior del dique de andesita. Las excavaciones de la zanja 1 están a la izquierda de los jeeps.
El yacimiento más reciente del achelense en el suroeste de Asia
En un artículo publicado en Scientific Reports, un equipo internacional de investigadores, dirigido por el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana y la Comisión Saudita para el Turismo y el Patrimonio Nacional, informa sobre las primeras dataciones obtenidas en un yacimiento achelense en el enclave de Saffaqah, situado en Arabia Saudita Central. Saffaqah es el primer yacimiento achelense estratificado que ha sido encontrado en la península arábiga y las dataciones obteidas revelan que los humanos primitivos ocuparon este lugar hasta hace al menos 190.000 años, un momento temporal sorprendentemente reciente para una región conocida por figurar entre los ejemplos más antiguos de dicha tecnología fuera de África. Por ejemplo, las dataciones documentadas para la zona de Levante proporcionan una presencia del achelense desde hace 1,5 millones de años. Inversamente, el sitio de Saffaqah presenta las herramientas achelenses más recientes encontradas en el suroeste de Asia.
Más de 500 herramientas de piedra, incluyendo hachas de mano y otros artefactos conocidos como cuchillas, fueron recuperados en los niveles de ocupación de Saffaqah. Algunas de las lascas de piedra utilizadas para fabricar estas hachas de mano se recuperaron aún descansando sobre los nódulos de piedra de los que se habían desprendido. Tales artefactos muestran que los primeros humanos que los hicieron los estaban fabricando en ese lugar.
Foto: Arqueólogos excavando en el yacimiento de Saffaqah (Arabia Saudita).
"No es sorprendente que estos primeros humanos vinieran aquí para hacer herramientas de piedra", dice la Dra. Eleanor Scerri, del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia de la Humanidad y autor principal del estudio. "El yacimiento está ubicado sobre un prominente dique de andesita que se eleva sobre la llanura circundante. El lugar fue tanto una fuente de materia prima como una ubicación privilegiada para observar un paisaje que, en ese entonces, se encontraba entre dos sistemas fluviales principales". La elección de este lugar también parece que continuó siendo atractivo para los humanos primitivos en una fecha aún más tardía que las registradas por los investigadores en su trabajo de investigación. Las capas que contienen hachas de piedra también se encuentran por encima de los densos estratos de ocupación que se dataron, lo que aumenta la posibilidad de que Saffaqah esté entre los enclaves achelenses más recientes y documentados en cualquier lugar.
La investigadora Eleanor Scerri ante un gigantesco núcleo achelense desde el cual se obtuvieron lascas para crear hachas de mano. Crédito: Palaeodeserts.
Homínidos viviendo en los márgenes habitables
Las nuevas dataciones registran, pues, la persistencia tardía del achelense en la península arábiga, y muestran también que poblaciones de homínidos aún no identificadas estaban utilizando las redes de ríos ahora extintos para dispersarse en el corazón de Arabia cuando se producían las mayores precipitaciones de lluvia en la región. Ello sugiere que estos homínidos pudieron vivir en los márgenes de las zonas habitables y aprovechar episodios de "reverdecimiento", relativamente breves, en un área generalmente árida. La dispersión de tales homínidos en el corazón de Arabia también puede ayudar a explicar la persistencia, sorprendentemente tardía, de la tecnología achelense, ya que, tal circunstancia, sugiere cierto grado de aislamiento.
"Estos homínidos eran ingeniosos e inteligentes", agrega la Dra. Scerri, "Se dispersaron a través de un paisaje desafiante utilizando una tecnología que comúnmente se cataloga como adoleciendo de cierta falta de inventiva y creatividad. Sin embargo, en lugar de percibir la tecnología achelense de esta manera, deberíamos sorprendernos por lo flexible, versátil y exitosa, que fue la misma".
Ciencia de vanguardia
Para datar los sedimentos del yacimiento de Saffaqah, los investigadores utilizaron una combinación de técnicas conocidas como métodos de luminiscencia, que incluyen un protocolo de datación por infrarrojos-radiofluorescencia (IR-RF) desarrollado recientemente para los minerales de feldespato ricos en potasio. El método se basa en la capacidad de dichos minerales para almacenar la energía inducida por la radiactividad natural y liberar esta energía en forma de luz. "La aplicación de la datación por IR-RF nos permitió obtener estimaciones sobre la antigüedad de los sedimentos que antes eran difíciles de fechar de manera fiable", explica Marine Frouin (izquierda), de la Universidad de Oxford, y miembro del equipo involucrado en el programa de datación.
Los descubrimientos realizados y los métodos empleados ya están conduciendo a nuevas investigaciones. "Una de las preguntas más importantes que tenemos es si alguno de nuestros ancestros evolutivos y parientes cercanos se encontraron con los 'Homo sapiens', y si esto pudo haber ocurrido en algún lugar de Arabia Saudita. El trabajo de campo futuro estará dedicado a comprender los intercambios culturales y biológicos de ese posible período crítico", comenta el profesor Michael Petraglia (derecha), del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana y director del proyecto que llevó a cabo los hallazgos en Saffaqah.
Fuentes: phys.org | Max Planck Institute | 29 de noviembre de 2018
Vistas y corte transversal del anillo que pudo haber pertenecido a Poncio Pilato (dibujo: J. Rodman; foto: C. Amit, Departamento de Fotografía de IAA, a través de la Universidad Hebrea)
Un intrigante anillo de aleación de cobre de hace 2.000 años, con la inscripción Pilatus, puede ser el segundo artefacto que demuestra la historicidad del infame Poncio Pilato. Desenterrado hace 50 años, el anillo fue pasado por alto hasta hace poco, cuando ha recibido una buena limpieza y una segunda mirada.
Pilato, un prefecto romano que gobernó la provincia romana de Judea aproximadamente entre los años 26 a 36 d.C., se menciona en varios relatos del Nuevo Testamento por haber ordenado el juicio y crucifixión de Yeshua, un predicador radical del periodo del Segundo Templo en Galilea, más comúnmente conocido como Jesús.
El anillo se encontró por primera vez entre cientos de otros artefactos en las excavaciones llevadas a cabo en 1968 y 1969 por el arqueólogo Gideon Foerster, en una sección de la tumba y palacio de Herodes, el Herodión, el cual fue usado durante la Primera Revuelta Judía (66–73 d.C). Recientemente, el actual director de la excavación, Roi Porat (izquierda), solicitó que el anillo-sello grabado se sometiera a una limpieza de laboratorio y un examen académico.
El análisis científico del mismo fue ofrecido la semana pasada en la publicación bianual Israel Exploration Journal (IEJ) por la Israel Exploration Society (IES). También se difundió a nivel popular -con conclusiones ligeramente diferentes- en el diario Haaretz bajo el título "Anillo del gobernador romano Poncio Pilato, quien crucificó a Jesús, hallado en el enclave del Herodión en Cisjordania".
El arqueólogo Porat dijo a The Times of Israel el pasado jueves que, para él, todas las explicaciones son igualmente posibles sobre quién pudo haber sido el propietario histórico del anillo de cobre.
"Era importante publicar un artículo científico cuidadoso, pero en la práctica tenemos un anillo con el nombre de Pilato y la conexión personal con el mismo simplemente grita", dijo Porat.
El análisis publicado en Israel Exploration Journal, titulado "Anillo grabado de aleación de cobre, procedente del Herodión, representa una crátera", fue escrito por un colectivo de especialistas, entre ellos el profesor emérito Shua Amorai-Stark, del departamento de Estética y Arte del Colegio Académico Kaye, y varios arqueólogos y expertos de la Universidad Hebrea de Jerusalén: Malka Hershkovitz, Gideon Foerster, quien excavó el anillo, Yakov Kalman, Rachel Chachy-Laureys y Roi Porat. Al epigrafista Leah DiSegni, también de la Universidad Hebrea, se le atribuye el descifrado de la inscripción.
La fortaleza-palacio Herodión. Cortesía de G. Foerster
Si bien no está claro cuándo exactamente se forjó el anillo, el mismo se descubrió en un jardín oriental construido en un porche de una habitación hecha con materiales secundarios. La habitación ostentaba una capa arqueológica que data de no más del año 71 d.C., la cual proporcionó "una gran cantidad de hallazgos", entre los que se incluyen una variedad de objetos de vidrio, ostracones, cerámica y tapas de barro decoradas, así como abundantes artefactos metálicos, tales como puntas de flecha de hierro y un gran número de monedas de la época de la Primera Revuelta judía, así como el anillo de aleación de cobre grabado.
En el centro de este anillo hay grabada una crátera, una vasija de vino, la cual está rodeada por diminutas letras griegas "parcialmente deformadas" en las que se deletrea Pilatus. De acuerdo con DiSegni, la dirección de la escritura es en el sentido de las agujas del reloj, y el nombre está parcialmente "alterado por un defecto" en el metal. La última letra, proporcionada por DiSegni, es una deducción fundada que convierte el nombre en un posesivo.
¿Podría este Pilatus ser el Poncio Pilato descrito en el Nuevo Testamento?
Vista del Herodión desde el lugar en que fue hallado el anillo con el nombre de 'Pilatus'. (Cortesía de G. Foerster, via Hebrew University
Una mirada mas cercana
Según los especialistas, el biselado del anillo -pues tiene un borde exterior estrecho- fue moldeado como una unidad por un artesano poco hábil. Hay evidencia de que "el molde para este anillo se grabó rápidamente, antes de verter el metal fundido, o bien el dispositivo no fue preparado por un maestro herrero", escriben los especialistas.
Los mismos dicen que el diseño en el centro del anillo tampoco fue realizado por manos expertas, y hacen referencia a un sello de arcilla -aún no publicado- que fue descubierto por el Proyecto de Criba del Monte del Templo, y que los arqueólogos han datado provisionalmente en el siglo I d.C.
Dicho sello de arcilla no publicado tiene en su centro un recipiente, el cual está rodeado de letras griegas colocadas de manera similar a las letras que se hallan en el anillo hallado en el Herodión, al tiempo que ostenta el nombre de una persona (o bien su apodo o título) del mismo modo que sucede con el anillo de cobre, según describen en el artículo del IEJ.
Cabe destacar que un motivo similar a la vasija de vino sin asas apareció en una moneda prutah de bronce que data del 67-68 d.C., los años dos y tres de la revuelta judía, y en ella se representa una ánfora con asas. Esta moneda data de la misma capa arqueológica en la que se encontró el anillo de cobre.
Según el arqueólogo Porat, los rebeldes provocaron tal desorden en el palacio Herodión que es muy posible que hubieran movido el anillo encontrado a otra parte de esta sala, pero que el descubrimiento del mismo entre los escombros no niega una conexión con Pilato. "El contexto es en realidad muy adecuado", dijo.
Sin embargo, los especialistas aducen que no hay nada en el diseño del anillo que lo haga particularmente romano o perteneciente a una élite. Escriben que durante el período del Segundo Templo, "la crátera sirvió como símbolo judío significativo en los anillos-sello". Y concluyen: "Por lo tanto, proponemos que este anillo se hizo en un taller local, quizás ubicado en Jerusalén", escriben.
Entonces, ¿de quién era el anillo?
Ecce Homo (1862) ("He aquí el hombre"), obra del pintor Antonio Ciseri que representa a Pilato presentando a Jesús ante el pueblo de Jerusalén. Wikipedia.
Hay mucho en un nombre
Mientras que el nombre Poncio era común entre los romanos durante el Segundo Templo, Pilato no lo era tanto. El único artefacto histórico aceptado que atestigua la vida del prefecto romano se basa en este apellido inusual.
La "Piedra de Pilato" (derecha) es un bloque de construcción grabado descubierto en las excavaciones de 1961 realizadas en un teatro o estadio en Cesarea Marítima. Según un artículo de Lawrence Mykytiuk, publicado en Biblical Archaelogy Review en septiembre de 2017, y titulado “Se confirman figuras políticas del Nuevo Testamento”, tal bloque pétreo se encontró boca abajo y se modificó para su uso secundario como elemento de una grada.
El mismo contiene cuatro líneas de texto, dos de las cuales dicen: "[Po]ntius Pilatus... [Pref]ect de Juda[ea]". Según Mykytiuk, la mejor datación estimada se sitúa entre el 31 y el 36 d.C. El experto escribió que "el nombre de familia 'Pontius' era común en el centro y norte de Italia durante ese tiempo, pero el nombre de 'Pilatus' era 'extremadamente raro'", citando la International Standard Bible Encyclopedia.
"Debido a la rareza del nombre 'Pilatus', que aparece en su totalidad, y debido a que solo un 'Pontius Pilatus' fue el gobernador romano de Judea, esta identificación debe considerarse completamente segura", escribe Mykytiuk.
Esta certeza de que el nombre Pilato solo puede referirse al prefecto romano no parece ser tan completa en el caso de los eruditos que han examinado el anillo de aleación de cobre. El nombre se deriva del latín pilum (armado con jabalina) y es un cognomen romano, una especie de apodo adicional dado a los ciudadanos romanos que se transmite de forma patrilineal. Sin embargo, no existe ninguna otra evidencia del nombre en la provincia de Judea antes y durante el gobierno de Pilato.
Para los especialistas, el hombre descrito en textos históricos como "Antiguedades judías" y "La guerra de los judíos", de Flavio Josefo; "Anales", de Tácito; "Embajada a Gaius", de Philo de Alejandría, y en el "Nuevo Testamento", no habría usado un anillo tan simple.
Vista del año 2010 de una zona de la fortaleza-palacio Herodión. (Abir Sultan / FLASH90)
"Los anillos simples de metal, como el anillo hallado en el Herodión, eran principalmente propiedad de soldados, oficiales herodianos y romanos, y personas de ingresos medios de todos los oficios y ocupaciones. Por lo tanto, es poco probable que Poncio Pilato, el poderoso y rico prefecto de Judea, haya usado un pobre anillo-sello hecho completamente de aleación de cobre", afirman los expertos.
En cuanto a quién podía pertenecer realmente el anillo, los especialistas ofrecen algunas sugerencias, entre ellas otros hombres del período romano temprano llamados Pilatus. También es posible que el nombre pueda referirse a aquellos que estaban bajo el mando de Pilato, es decir, un miembro de su familia "o alguno de sus esclavos liberados", escriben.
"Es concebible que este anillo, procedente de un sitio real judío, pudiera haber pertenecido a un individuo local, ya fuera un judío, un romano u otro patrón pagano con el nombre de 'Pilatus'", sostienen los especialistas.
Ellos concluyen que no pertenecía al prefecto romano en cuestión.
Ahora bien, Porat ofrece otra posibilidad. ¿Qué pasaría si, tal vez, Pilato hubiera tenido un anillo de oro para tareas ceremoniales y un simple anillo de cobre para el uso diario?
"No hay manera de probar ninguna de las dos teorías al cien por cien y cada uno puede tener su propia opinión", dijo Porat. En cualquier caso, "es una bonita e interesante historia para que te ronde por la cabeza".
Fuente: timesofisrael.com | 29 de noviembre de 2018
Excavaciones en el sitio de Nwya Devu en el Tíbet central, China.
En las alturas de la meseta tibetana, a 4.600 metros de altitud, se encuentra Nwya Devu, el yacimiento paleolítico situado a mayor altitud, descubierto en 2013 durante las investigaciones arqueológicas en la región del Changtang al norte del Tibet, en China.
La revista Science publica esta semana los últimos resultados del análisis de los restos hallados durante las excavaciones arqueológicas, que revelan nuevos datos sobre la edad y el modo de vida de los primeros humanos en alcanzar las alturas del techo del mundo.
Hasta ahora, anteriores estudios habían situado la aparición de los primeros tibetanos en hace unos 11.000 años. Sin embargo, el nuevo análisis data los restos encontrados en la exploración entre 40.000 y los 30.000 años de antigüedad, durante el Pleistoceno.
Cerca del sitio arqueológico de Nwya Devu en la meseta tibetana. John Olsen
“Hemos demostrado que el humano consiguió llegar antes a la meseta tibetana que a la cordillera andina, batiendo así un nuevo récord en la conquista prehistórica por los entornos de gran altitud”, asegura Xiaoling Zhang, investigador principal del estudio y científico en el Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de la Academia China de las Ciencias.
Además, los restos encontrados por Zhang y su equipo también detallan algunas de las costumbres de estos primeros colonizadores. “Entre ellos, encontramos una amplia gama de artefactos de piedra, incluyendo cuchillas líticas avanzadas, que sugieren que el lugar fue utilizado como un taller de fabricación de herramientas”, señala el grupo de autores.
Por otro lado, los utensilios encontrados se asemejan a tecnologías halladas en yacimientos arqueológicos de Siberia y Mongolia, que datan también del periodo Paleolítico Superior Temprano. En este sentido, los expertos plantean la posibilidad de que ya hubiese interacciones entre los primeros humanos del Tibet y Siberia, hace al menos 40.000 años.
Artefactos líticos hallados en Nwya Devu / Xing Gao
Aclimatación a la falta de aire
La temprana colonización de las elevadas zonas de Bután, China, India y Nepal siempre ha resultado un tema de interés para la comunidad científica, pues supone un gran esfuerzo para el ser humano adaptarse a tales condiciones ambientales.
Es sabido que al superar los 2.100 metros de altura, el cuerpo humano se expone a un ambiente con cambios de temperatura, humedad y presión extremos. Uno de los mayores efectos de este entorno es el estado de hipoxia, que reduce la cantidad de oxígeno en sangre, creando una deficiencia en el metabolismo.
No obstante, se ha observado en las poblaciones tibetanas actuales ligeras variaciones genéticas que determinan una adaptación específica a la exposición constante de estas condiciones. Estas comunidades poseen una proporción mayor de una región del gen ESPA1, asociada a una mejora en la producción de glóbulos rojos y el transporte del oxígeno.
Este particularidad también se ha observado en antiguas comunidades de denisovanos, una especie de Homo que habitó en Siberia durante la prehistoria. Según Zhang y su equipo, “esta coincidencia nos hace pensar que las relaciones que tuvieron lugar hace más de 30.000 años entre las comunidades de denisovanos y humanos modernos permitieron que estos primeros hombres colonizaran la meseta tibetana”.
Fuentes: agenciasinc.es | english.ivvp.cas.cn | newscientist 29 de noviembre de 2018
Miembros del equipo de Ain Hanech excavando en Ain Boucherit, Argelia / Sahnouni et al.
Un equipo de científicos encabezado por Mohamed Sahnouni (izquierda), arqueólogo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), acaba de publicar en la revista Science un artículo que rompe con el paradigma de que la cuna de la humanidad se encuentra en África Oriental. El trabajo se ha basado en los restos arqueológicos hallados en los yacimientos de la región de Ain Hanech (Argelia), los más antiguos que se conocen actualmente en el Norte de África.
El arqueólogo Mohamed Sahnouni, en un yacimiento argelino. CENIEH
Durante mucho tiempo, África oriental ha sido considerada el lugar de origen de los primeros homínidos y de la tecnología lítica, porque hasta ahora se sabía muy poco sobre las primeras ocupaciones y sus actividades al norte de continente. Dos décadas de investigaciones de campo y de laboratorio han demostrado que los primeros homínidos fabricaban herramientas líticas en África septentrional que son casi contemporáneas con los primeros utensilios de piedra conocidos en el África oriental, de hace 2,6 millones de años.
Se trata de artefactos y huesos de animales con marcas de corte de herramientas de piedra, con una cronología estimada en 2,4 y 1,9 millones de años, hallados en dos niveles del yacimientos de Ain Boucherit, el cual se lleva excavando desde 2006.
Los fósiles de animales como cerdos, caballos y elefantes, procedentes de yacimientos muy antiguos, han sido utilizados por el paleontólogo Jan Van Der Made, del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, para corroborar la antigüedad derivada del paleomagnetismo obtenida por el geocronólogo del CENIEH, Josep María Parés, y de la resonancia paramagnética electrónica (RPE) llevada a cabo por Mathieu Duval, de la Universidad de Griffith.
Un hueso, un radio de bóvido, con marcas de corte. MOHAMED SAHNOUNI.
Más que carroñeros
Los artefactos de Ain Boucherit se fabricaban con piedra caliza y sílex disponibles localmente e incluye cantos tallados como choppers, poliedros y subesferoides, así como herramientas de corte con bordes afilados utilizadas para el procesamiento de cadáveres de animales. Estos artefactos son típicos de la tecnología lítica olduvayense, conocida desde hace de 1,9 a 2,6 millones de años en África Oriental, aunque los de Ain Boucherit muestran sutiles variaciones.
“La industria lítica de Ain Boucherit, que es tecnológicamente similar a la de Gona y Olduvai, demuestra que nuestros antepasados se aventuraron en todos los rincones de África, no sólo en su parte oriental. La evidencia de Argelia cambia la visión anterior de que África Oriental es la cuna de la humanidad. En realidad, toda África ha sido cuna de la humanidad”, afirma Mohamed Sahnouni, líder del proyecto Ain Hanech.
Un canto del que se extrajeron lascas afiladas, en Ain Boucherit. MOHAMED SAHNOUN.
Ain Boucherit es uno de los pocos yacimientos arqueológicos de África que ha proporcionado pruebas de huesos con marcas de corte y percusión asociadas in situ con las herramientas líticas, que muestran inequívocamente que los homínidos ancestrales aprovechaban la carne y la médula ósea de los animales de todos los tamaños y las partes esqueléticas, lo que implicaba el despellejamiento, la evisceración y la descarnación de las extremidades superiores e intermedias.
Isabel Cáceres (izquierda), tafónoma del IPHES, ha comentado al respecto que “el uso eficaz de herramientas líticas con cortes afilados en Ain Boucherit sugiere que nuestros antecesores no eran meros carroñeros. No está claro en este momento si cazaban o no, pero las pruebas demuestran claramente que estaban compitiendo de forma exitosa con los carnívoros y que gozaban del acceso prioritario a la carne de los animales”.
¿Quién ha fabricado estas herramientas?
En este momento, la pregunta más importante es quién fabricó las herramientas de piedra descubiertas en Argelia. Todavía no se han encontrado restos de homínidos en el Norte de África que sean contemporáneos de los primeros artefactos líticos. De hecho, tampoco se ha documentado ningún homínido en asociación directa con las primeras herramientas líticas conocidas en el Este de África.
Sin embargo, un descubrimiento reciente en Etiopía ha puesto de manifiesto la presencia del primer Homo hace aproximadamente 2,8 millones de años, y es con mucha probabilidad el mejor candidato también para los materiales hallados tanto al este como al norte del continente africano.
Mandíbula hallada en Etiopía, de 2,8 millones de años, y perteneciente al primer miembro conocido del género Homo / BRIAN VILLMOARE
Durante mucho tiempo, los científicos creyeron que los homínidos y su cultura material se habían originado en el Gran Valle del Rift del África Oriental. Sorprendentemente, el primer homínido conocido datado en aproximadamente 7 millones de años, y el Australopithecus bahrelghazali, de hace 3,3 millones de años, han sido descubiertos en Chad, situado en el Sáhara, a 3.000 km de las fosas tectónicas del este de África.
Como explica Sileshi Semaw (derecha), científico del CENIEH, que también ha participado en este artículo, “los homínidos contemporáneos de Lucy, de aproximadamente 3,2 millones de años, probablemente deambulaban por el Sáhara, y sus descendientes podrían haber sido los responsables de dejar los restos arqueológicos ahora descubiertos en Argelia, que son casi contemporáneos de los de África Oriental”.
“Las próximas investigaciones se centrarán en la búsqueda de fósiles de homínidos en los yacimientos cercanos del Mioceno y el Plio-Pleistoceno, en busca de los fabricantes de utensilios e incluso de herramientas líticas más antiguas”, concluye Sahnouni.
La arqueóloga Isabel Cáceres (izquierda), de la Universidad Rovira i Virgili, ha participado en el análisis de las marcas de corte en los huesos animales. Son surcos imperceptibles e insulsos para un profano, pero se convierten en un libro de texto bajo la mirada de Cáceres. “Si hay marcas de corte en la cara interna de las costillas, significa que evisceraban ellos a los animales. Por lo tanto, no eran meros carroñeros pasivos. Ellos llegaban antes que los carnívoros. Tenían acceso prioritario a la carne”, apunta la arqueóloga, también investigadora del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social, en Tarragona.
El prehistoriador Manuel Domínguez Rodrigo, codirector de un proyecto de investigación en la garganta de Olduvai y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, aplaude el nuevo estudio, en el que no ha participado. A su juicio, las marcas de corte y el gran tamaño de los animales de Ain Boucherit sugieren posibles “estrategias de emboscada”, que implicarían una organización social en proceso de sofisticación. “Es lo mismo que estamos viendo en yacimientos de África oriental de la misma época: los homínidos ya están llegando los primeros”. Era el comienzo del dominio humano del mundo.
Fuentes: agenciasinc.es | elpais.com | 29 de noviembre de 2018
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¿Quién empuñó el primer cuchillo?
Por María Martinón Torres, directora del CENIEH
Cuando los científicos se preguntan sobre qué atributos nos hacen humanos siempre sale esa quiniela de tres variables con la que, a grandes rasgos, todos estamos de acuerdo. Somos un primate bípedo, tecnólogo y de gran cerebro, aunque todavía quede mucho por decir sobre qué fue antes, si el huevo o la gallina.
En particular, la tecnología se ha convertido en nuestro exoesqueleto, en una prolongación de nuestra anatomía sin la que apenas sabríamos vivir. Abandonar la locomoción sobre cuatro patas contribuyó a la conveniencia de tener las manos libres, algo tan útil e importante para el modo de vida que habría de caracterizarnos. Salvo exiguas y vitales excepciones (como acariciar al otro o llevarnos las manos a la cabeza) nuestra mano se liberó para poder estar siempre llena.
Le nacen cuchillos para untar la mantequilla o cortar la carne; bolígrafos para firmar informes (cada vez menos postales); móviles para leer las noticias o enviar un tuit incendiario; asas para transportar una cartera o llevarnos a los labios una taza de café; batutas para dirigir orquestas o arados para sembrar campos. De una manera u otra, la capacidad de crear instrumentos que nos permiten relacionarnos con el mundo se ha convertido en seña e identidad de nuestra especie. ¿Pero cuándo empezó todo?
Una herramienta afilada hallada en el yacimiento de Ain Boucherit (Argelia).MOHAMED SAHNOUNI
Nuestra primera herramienta fue una piedra. La escogimos y la tallamos para que de un pedrusco informe apuntase un filo con el que descarnar los huesos. Esas piedras cortantes y las marcas que dejan en los huesos son el primer testigo de nuestra capacidad de manipulación, el germen de nuestra particular forma de explotar el mundo. Hasta entonces no nos interesaba la carne y de los animales solo éramos presas, pero no cazadores. La evidencia más antigua de nuestra habilidad para utilizar y quizá tallar piedras se encontraba en el este de África, con 2,6 millones de años, en el yacimiento de Gona (Etiopía). Hasta ahora, el este de África había sido siempre el lugar predilecto para encontrar el origen de todo lo que nos singulariza, las primeras herramientas, los primeros pasos, los primeros humanos modernos.
Sin embargo, esta semana, un equipo de científicos internacionales, liderado por los investigadores del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), publica el hallazgo de herramientas y marcas de corte en huesos de .... Se trata de una serie de artefactos toscos, adscritos al que se conoce como Modo 1 o Olduvayense. La antigüedad de los hallazgos abarca desde los 1,9 hasta los 2,4 millones de años, por lo que son prácticamente contemporáneos de las primeras herramientas hasta ahora conocidas. La industria de Ain Boucherit sugiere que o bien la capacidad artesana de los primeros humanos se expandió de forma cuasi veloz desde el este al norte de África, o que el origen de esta habilidad no fue único, y que en varios lugares a un tiempo surgió la necesidad y el arte de construir y tallar con nuestras manos.
¿Es al fin y al cabo tan extraño jugar con una roca rota al azar y descubrir que puede ser útil como cuchillo? ¿No es casi natural comprender que una piedra puede servir para machacar un hueso, un tubérculo o la cáscara de un fruto seco? ¿No es posible que esta habilidad haya aparecido y desaparecido varias veces a lo largo de la historia de nuestros ancestros? Quizá en este, como en tantos otros debates evolutivos, lo que hay que preguntarse no es tanto sobre la capacidad de una especie determinada para hacer algo (así sean herramientas o pinturas rupestres), sino en qué medida ese comportamiento caracteriza a esa especie. ¿Es lo típico de ese grupo? ¿En qué momento esa actividad pasó de ser esporádica a convertirse en parte sustancial de su vida?
Foto: Excavación en Ain Hanech en Argelia que dirige Mohamed Sahnouni. | CENIEH.
Con fechas tan antiguas y sin fósiles asociados, es difícil saber si el primero en tallar y empuñar un cuchillo fue uno de los primeros representantes del género Homo, al que pertenecemos nosotros, o del género Australopithecus, al que pertenece la pequeña Lucy. Pero de lo que no hay duda es de que a partir de 2,4 millones de años encontramos más y más evidencias de que nuestros ancestros comenzaban a consumir carne y a valerse de útiles de piedra para poder descarnar los animales a los que primero accedieron como carroñeros y después como cazadores. Y que ese comportamiento tecnológico se convirtió en sello y seña del linaje humano, tanto que la tecnología es, a día de hoy, nuestra segunda piel. Cada vez son más contados, y más íntimos, los momentos en que el ser humano, de verdad, está desnudo. Hace 2,5 millones de años la tecnología comenzaba a servir al hombre y hoy nos preguntamos si es el hombre el que depende, servil, de la tecnología.
Hay quien dice que el éxito de la humanidad llegó cuando fuimos capaces de independizarnos del medio, una afirmación que a mí me produce sentimientos encontrados. Con las primeras herramientas arrancó la historia de lo que algunos llaman nuestra “liberación”. Sin embargo, el relato de nuestro éxito como el de la conquista de nuestra independencia del entorno tiene ecos de hijo desagradecido que muerde la mano que le da de comer, que se jacta de esclavizar la tierra que un día le sirvió de cuna. También es verdad que las mismas manos que pueden tallar árboles o clavar puñales pueden plantar flores, tocar el piano o curar heridas. Todas son cosas de humanos, al fin y al cabo.
Fuente: elpais.com | 29 de noviembre de 2018
Cráneo hallado en Loma Atahualpa, Ecuador, 2018. (Foto: FEFU)
Arqueólogos de la Universidad Federal del Lejano Oriente (FEFU, Rusia) y de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (ESPOL) de Ecuador han encontrado tres entierros de hace entre 10.000 y 6.000 años en el Cantón Atahualpa (Ecuador). Los hallazgos pertenecen a la cultura arqueológica de Las Vegas de la Edad de Piedra.
El análisis de los artefactos ayudará a los científicos a comprender mejor el desarrollo de las culturas antiguas en las costas del Océano Pacífico y aclarar el origen y desarrollo de las antiguas civilizaciones americanas.
Previamente, los científicos habían investigado el famoso asentamiento neolítico de Real Alto. Pero en 2018, decidieron estudiar un yacimiento anterior con el fin de rastrear el desarrollo de las culturas antiguas de la costa del Pacífico que se encuentra frente a la costa del Pacífico de Rusia (Extremo Oriente ruso).
“El sitio arqueológico de Loma Atahualpa es más arcaico que Real Alto, sus materiales son de transición del Mesolítico al Neolítico. Excavamos tres enterramientos que problablemente se hicieron en tres momentos diferentes. Esto permitirá comparar sus materiales y recuperar nueva información sobre las culturas antiguas en el periodo de hace entre 10.000 y 6.000 años”, apunta el investigador Alexander Popov, director del Museo de Investigación y Educación de la FEFU.
Foto: Excavaciones en el yacimiento de Real Alto, Ecuador.
Los materiales de la campaña realizada están siendo procesados por expertos de varios países. Las herramientas de piedra encontradas fueron examinadas en la Universidad de Tohoku (Japón) en busca de rastros de actividad mecánica para comprender cómo se usaban. También se enviaron muestras para la datación por radiocarbono.
Simultáneamente, antropólogos del Museo de Antropología y Etnografía de Pedro el Grande (El Kunstkamera, San Petersburgo, Rusia) y la Academia Rusa de Ciencias comenzaron a estudiar las características morfológicas de los restos humanos encontrados.
Los arqueólogos de la FEFU trabajan en Ecuador desde 2014. El proyecto tiene como fin comparar cómo los humanos antiguos se habían estado adaptando a los cambios ambientales en los lados opuestos del océano, es decir, en América del Sur y Asia Oriental. Por esa razón, en paralelo se están llevando a cabo estudios en el sur de Primorye, Rusia, incluida la Isla Russky, según la información de la FEFU recogida por DiCYT. (Fuente: DICYT)
Fuente: noticiasdelaciencia.com | 28 de noviembre de 2018
Neandertal. Fuente: Arqueología y paleontología 2012.
El período comprendido entre hace 70.000 y 14.000 años fue extremadamente frío en el hemisferio norte. Ese período se conoce popularmente como la Edad del Hielo. Aunque en esa época hubo algunos indicios de cierta recuperación, el clima llegó finalmente a uno de los picos más fríos que se conocen en el Cuaternario. Este período se ha estudiado con mucha atención por parte de los paleoclimatólogos, porque fue esencial y definitivo para el devenir de la historia de nuestra genealogía y de Europa en particular. En efecto, hace unos 40.000 años nuestra especie comenzó a ocupar el continente europeo y terminó por quedarse con todo el territorio.
Los expertos en clima han sido capaces de reconocer hasta 16 alternancias climáticas mayores desde el inicio el Pleistoceno Medio, hace unos 772.000 años, hasta la actualidad. Nosotros disfrutamos ahora de un clima cálido, que siguió a la Edad del Hielo, tras una súbita recuperación de las temperaturas hace unos 11.000 años. Esos mismos expertos han afinado en sus observaciones y ya son capaces de detectar una serie de oscilaciones climáticas en la Edad del Hielo, aunque siempre dentro de parámetros dominados por el frío y la extrema sequedad de las zonas continentales.
Los estadios 12, 11 y 10 (GS12, GS11 y GS10) se han datado entre 43.300 y 40.200 años, que coinciden con el reemplazamiento en Europa de los neandertales por los humanos modernos.
El investigador Michael Staubwasser (izquierda, Universidad de Colonia, Alemania) ha liderado un equipo para estudiar las condiciones climáticas de ese período de la Edad del Hielo. Sus conclusiones se han publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, USA (PNAS). Se ha realizado un estudio de la concentración de ciertos isótopos del oxígeno, carbono y nitrógeno en formaciones de carbonato cálcico (espeleotemas) de dos cuevas de los Cárpatos. El análisis de la proporción de esos isótopos permite discernir cambios en el clima. La situación de las cuevas es estratégica, puesto que se encuentran en el actual estado de Rumanía, a uno 50 y 250 kilómetros al norte del Danubio. Se asume que este curso fluvial fue clave para la movilización de los grupos humanos que colonizaron el continente europeo.
Los resultados de Staubwasser y su equipo sugieren que el período correspondiente a los estadios GS12 y GS10 fue muy frío y seco, de manera que las condiciones de vida en esa y otras regiones de Europa fueron extremas. Es posible, como sugieren estos investigadores, que los grupos neandertales experimentaran un declive importante en ese lapso de tiempo. Como se ha venido repitiendo en varios trabajos previos, un descenso en la densidad demográfica con el consiguiente incremento de la endogamia, habría debilitado enormemente a la especie Homo neanderthalensis.
Algunos investigadores han asumido que los neandertales se vieron abocados al consumo casi exclusivo de la carne de caza, un hecho también negativo para la biología de este grupo humano. Así que parece muy razonable considerar la hipótesis de una disminución progresiva de la población de los neandertales por debilitamiento genético. Diferentes yacimientos atestiguan la existencia de un vacío territorial hace unos 40.000 años antes del presente. En esos yacimientos se observan niveles estratigráficos estériles, formando una especie de “sandwhich” en el que los niveles inmediatamente inferiores contienen industria lítica típica de los neandertales (musteriense y chatelperroniense), mientras que los inmediatamente superiores contienen industria típica de Homo sapiens (auriñacience).
Si todas las piezas del puzzle encajan bien, muchos territorios del Europa habrían quedado vacíos durante algunos cientos de años. Los miembros de nuestra especie habrían sido capaces de colonizar esos territorios en un lapso temporal muy corto, reemplazando a los neandertales. Puesto que las condiciones climáticas siguieron siendo muy frías hasta el final de la Edad del Hielo, también es necesario reflexionar sobre la capacidad adaptativa de Homo sapiens. Algo había sucedido en nuestra especie, para ser capaces de ocupar el espacio que dejaron los neandertales. Los encuentros que permitieron la hibridación entre las dos especies habrían tenido lugar antes del reemplazamiento. La coexistencia de las dos especies en el Corredor Levantino durante más de 50.000 años es tiempo más que suficiente para que los neandertales y los sapiens llegaran a conocerse bien e intimar.
Poco a poco vamos sabiendo más sobre la historia de Europa en el Pleistoceno. Cada aproximación metodológica, como la que presentan Stauwasse y su equipo, es un paso más en la buena dirección.
Fuente: quo.es | 29 de noviembre de 2018