Más de 200 kilos de peso La losa de arenisca pesa más de 200 kilos y mide algo más de un metro de altura. Aparecen 70 letras legibles y signos de puntuación, un hecho verdaderamente insólito, pues las inscripciones etruscas suelen ser exiguas
Una estela etrusca del siglo VI a.C., en la que aparece un texto probablemente sagrado, ha sido descubierta en el sitio de Poggio Colla, al noreste de Florencia, informa la Universidad Metodista del Sur (Dallas), la patrocinadora principal del Proyecto Arqueológico del Valle de Mugello. La losa de arenisca pesa más de 200 kilos y mide algo más de un metro de altura. Se encontraba integrada en los cimientos de un templo derruido, aunque originalmente debió de estar colocada en posición vertical "como un símbolo de autoridad imponente y monumental", según el arqueólogo Gregory Warden, de la Universidad Franklin en Suiza, quien codirige las excavaciones.
Letras legibles y signos de puntuación El texto en lengua etrusca incluye más de setenta letras legibles y signos de puntuación. Hay palabras nuevas que no conocen los investigadores.
El texto en lengua etrusca incluye, al menos, setenta letras legibles y signos de puntuación, un hecho verdaderamente insólito, pues la mayoría de hallazgos etruscos suelen ser de tipo funerario, con inscripciones exiguas que hacen referencia a los difuntos. En la tumba hallada a finales de octubre cerca de Città della Pieve, por ejemplo, apareció la inscripción "Laris", relacionada con el nombre o apellido de uno de los difuntos, pero nada más. "Lo que tenemos aquí probablemente sea un texto sagrado y será importante porque nos informará sobre el antiguo sistema de creencias de una cultura perdida que es fundamental en la tradición occidental", expresa Warden.
Examinando la estela Los investigadores examinan la estela etrusca hallada en el sitio de Poggio Colla, al noreste de Florencia. "Esperamos que esta inscripción revele el nombre del dios o de la diosa que fue venerada en este sitio"
Los arqueólogos sospechan que la estela encierra detalles sobre un antiguo culto etrusco en honor a un dios o a una diosa. "Las inscripciones largas son inusuales, especialmente así de largas, por lo que seguro que contiene palabras nuevas que no conocemos, pues no es un texto funerario", asegura Warden. "Sabemos cómo funciona la gramática etrusca: sabemos lo que es un verbo, un objeto y algunas palabras. Esperamos que esta inscripción revele el nombre del dios o de la diosa que fue venerada en este sitio", declara. El texto será estudiado y publicado por Rex Wallace, de la Universidad de Massachusetts Amherst, un experto en lengua etrusca.
Los años no pasan por Zahi Hawass, el egiptólogo más mediático de la tierra de los faraones. El ex ministro de Antigüedades egipcio conserva una agenda repleta de compromisos y actos y un ego que suscita tanta fascinación como odio. A sus 68 años, retirado de la primera línea y dedicado a viajar y escribir libros, Hawass ya no amenaza con volver al ministerio y parece haber superado el tiempo en el que padecía los rigores de sentirse un faraón destronado."Bajo ningún concepto regresaría al ministerio. Tengo muchas cosas que hacer: escribir libros, viajar alrededor del mundo y traer turistas a Egipto", replica Hawass desde su oficina, sepultado entre libros.
Hace unos meses presentó en El Cairo su último volumen, "Escaneando a los faraones" (Universidad Americana de El Cairo), una obra en la que repasa el estudio que él mismo lideró para examinar las momias de la familia real entre las dinastías XVIII y XX a partir del uso de nuevas tecnologías como la tomografía axial computarizada y los análisis de ADN."Es un libro que proporciona información nueva y relevante sobre momias reales como la reina Hatshepsut (1478-1458 a.C.), hallada en la tumba KV60 del Valle de los Reyes. Un diente nos llevó hasta ella", relata entusiasmado Hawass. Su mayor éxito hasta la fecha fue trazar el árbol genealógico de Tutankamón, el "rey niño" cuyo ajuar le ha granjeado una alargada fama. "Descubrimos a través de estas técnicas que su padre era Ajenatón y que la reina Tiyi era su abuela. Fue realmente sorprendente. Jamás imaginé que el ADN podría relevar tales secretos", confiesa el arqueólogo.
Detalles de la oficina de Hawass. FRANCISCO CARRIÓN
Los resultados de la investigación -publicada a principios de 2010 junto a la constatación de que la malaria y una enfermedad ósea provocaron la muerte prematura de Tutankamón- han alentado ahora una nueva fase del proyecto. "Quiero recuperar la iniciativa. Vamos en busca de la madre de la reina Nefertiti. Sospecho que podría ser la momia hallada en la KV21. La estamos estudiando a partir de su hermana Mutbenret. También someteremos a examen a las momias de Ramsés II y sus parientes. Es el mismo equipo que ya averiguó las causas del fallecimiento de Tutankamón", relata Hawass sin perder el resuello. Crítico con la imagen que se ha dado de Egipto
Durante los últimos meses, ha mantenido una posición muy crítica en contra de la teoría de Nicholas Reeves que defiende la existencia de una cámara oculta en la tumba de Tutankamón que pertenecería a la esquiva reina Nefertiti. El cambio de rumbo en el ministerio de Antigüedades ha enfriado una búsqueda que concitó todos los focos y terminó generando un incómodo circo mediático. "En los últimos cinco años el ministerio no ha hecho arqueología. Se han perdido muchos objetos por excavaciones ilegales y la máscara de Tutankamón resultó dañada por una chapuza", resume el arqueólogo."Lo de máscara -subraya- fue terrible. El ministro demostró que no era capaz de proteger los monumentos. Luego se trajo a un extranjero para repararla. Si el daño fue causado por un egipcio, tendría que haberlo restaurado también un egipcio. Los hay buenos". "Se lanzó el mensaje de que somos estúpidos. Y no los somos", denuncia el ex ministro, que se considera todavía hoy el guardián del vasto y formidable patrimonio faraónico.Hawass cambia el gesto cuando recuerda la desaparición de 157 piezas arqueológicas de los almacenes de Saqqara, al sur de El Cairo, durante el traslado de algunos objetos al Gran Museo Egipcio que se construye a un tiro de piedra de las pirámides de Giza. "¿Cómo pudo pasar algo así? En mis tiempos jamás habría sucedido", asevera preocupado por las obras del nuevo museo, un proyecto que lanzó durante su mandato y que acumula años de retraso. "Estaba previsto abrirlo en 2015 pero se necesitan 70 millones de dólares para concluirlo. Habría que lanzar una campaña de recaudación a nivel mundial y evitar que sea controlado por los egipcios. Tiene que abrirse una competición internacional para dirigir la institución".
Zahi Hawass examina unos documentos en su oficina. FRANCISCO CARRIÓN
Una de las acciones que Hawass considera un hito de su tiempo al frente del ministerio es la campaña internacional para repatriar miles de piezas extraídas ilegalmente de la tierra de los faraones. "Desde 2002 hasta 2010 recobramos unos 6.000 objetos y concienciamos a la gente. Ahora no hay un proyecto similar", lamenta tras denunciar el calamitoso estado en el que se encuentra sumido el museo de Antigüedades de El Cairo, en la céntrica plaza Tahrir. "Es oscuro y hay polvo por todas partes. Recuerdo que hace un tiempo un mujer se me acercó llorando. Me dijo que no recordaba un museo tan polvoriento y tétrico y con los aseos tan sucios".
Convencido de que la mayoría de los tesoros aún esperan bajo las arenas del desierto, Hawass se ha vuelto -sin embargo- más descreído. Ya no tiene fe, por ejemplo, en que la sepultura de Cleopatra se halle en las ruinas de Taposiris Magna, a unos 45 kilómetros al oeste de la ciudad mediterránea de Alejandría. "Es una buena excavación. Kathleen Martínez [una arqueóloga y abogada dominicana que excava el lugar desde 2005] está haciendo un buen trabajo y ha encontrado muchas cosas interesantes. Ella confía aún en hallar allí a Cleopatra pero yo no. ¿Dónde puede estar? Quizás en una tumba cerca de su palacio, que se encuentra bajo las aguas. O tal vez Martínez esté en lo cierto. Habrá que seguir esperando".
Aspecto de la estatuilla. MINISTERIO DE ANTIGÜEDADES DE EGIPTO
Este peculiar hallazgo faraónico, el más extraño de los que se han registrado en años, comienza en México, a más de 12.000 kilómetros de El Cairo. Hace un mes un ciudadano se topó con una figurita en la vivienda que acababa de comprar. Tras escudriñarla, acudió a la embajada egipcia en México, donde la depositó ignorando si se trataba de una pieza auténtica o una lograda imitación.
El ushabti -una figurilla funeraria colocada en las tumbas del Antiguo Egipto con la creencia de que sus espíritus trabajarían para el difunto en la otra vida- terminó llegando a los laboratorios del Museo de Antigüedades egipcias, en la céntrica plaza cairota de Tahrir. "Cuando la recibimos un equipo de especialistas la examinó para tratar de confirmar su autenticidad. Lo primero que percibimos es que su estado era muy frágil y que tenía los colores mezclados", relata a EL MUNDO Moamen Ozman, jefe del departamento de conservación del mayor centro de arte faraónico del planeta.
"La figura fue estudiada por arqueólogos y se comparó su apariencia artística con otros ushabtis. Nuestro equipo la examinó con microscopios, rayos X y fotografías ultravioletas para determinar si tenía la misma composición que otras figuras similares", explica el experto. Y todas las pruebas resultaron positivas. "Es un ushabti auténtico. Está hecho de madera y es muy pequeño, no llega a los 20 centímetros de altura", comenta Ozman, que sitúa la pieza en la dinastía XIX (1292-1189 a.C.) o un periodo posterior.
Una historia intrigante
La historia de cómo un objeto depositado en una tumba egipcia acabó en una casa mexicana está aún llena de interrogantes. Según el jefe del departamento de Repatriación de Antigüedades, Shabab Abdelgawad, la figurilla debe proceder de una excavación ilegal y tuvo que salir ilegalmente del país, escondida tal vez en una maleta. Tallada en madera, el ushabti contiene algunas pistas del difunto al que sirvió: un breve texto jeroglífico musita el nombre del finado, "Ra-Nes", y lo acompaña de un escueto apunte biográfico: "Fue honesto".
La estatuilla se halla aún en proceso de restauración en su nuevo hogar, las caóticas y polvorientas estancias del museo de Antigüedades de Tahrir. Tras un azaroso viaje de ida y vuelta, la pieza se une al catálogo de tesoros recuperados del que las autoridades locales suele presumir. La tierra de los faraones libra batalla desde hace años para detener el contrabando de su patrimonio, frustrar el trabajo de los cazatesoros y recuperar el legado que ha salido del país ilícitamente.
En diciembre de 2013 amenazó con llevar a los tribunales a algunas de las todopoderosas casas de subastas de Estados Unidos y Europa por la venta de piezas del antiguo Egipto de oscura procedencia. La única obra que no se espera y que desde hace años obsesiona en los despachos de El Cairo es el busto de Nefertiti. Está expuesta en el museo Neues de Berlín pero el país árabe la considera una reclamación histórica. Su viaje de vuelta no conoce, de momento, el final feliz del ushabti que residió en México.
Muralla romana en la calle Alfaros, la primera construcción de la Corduba romana | MADERO CUBERO
Córdoba es una de las ciudades más antiguas de España pero ¿cuándo se fundó? | Los arqueólogos coinciden en que hubo una ‘Corduba’ de origen turdetano habitada desde tres milenios antes de Cristo
Hasta ahora, Cádiz está considerada como la ciudad más antigua de la Península Ibérica. Los historiadores y arqueólogos coinciden en su fecha de fundación: el año 1104 antes de Cristo gracias a los fenicios. Pero, ¿y Córdoba?
Córdoba también está considerada como una de las ciudades más antiguas de la Península. La Historia oficial asegura que Córdoba ha estado habitada ininterrumpidamente (no pueden decir lo mismo muchísimas ciudades de Europa) desde el siglo segundo antes de Cristo. Sin embargo, y teniendo en cuenta las últimas investigaciones, Córdoba podría llevar habitada desde hace muchos más años. En este reportaje nos vamos a centrar en los trabajos, publicados, de los arqueólogos Juan Murillo y José L. Jiménez, por un lado, y el profesor y arqueólogo Ángel Ventura, por otro.
En Córdoba coexistieron, durante unas decenas de años, dos Córdobas: la turdetana y la romana. La turdetana, la original, se localizaba sobre la llamada Colina de los Quemados (el hoy Parque Cruz Conde), rodeada por la vaguada formada por dos arroyos y el Guadalquivir. La Corduba romana es más moderna y fue creada sobre otra colina a apenas 750 metros de distancia, también sobre una terraza con vistas al Guadalquivir y rodeada por dos vaguadas formadas por arroyos. Esta colina está coronada hoy por los alrededores de la Plaza de las Tendillas.
El profesor Ángel Ventura ha logrado fechar de una manera bastante aproximada la fundación de la Córdoba romana por parte de Claudio Marcelo. Pero, ¿y la Córdoba turdetana? “La campaña de excavaciones de 1992 permitió precisar la secuencia estratigráfica” de la Colina de los Quemados, detallan los arqueólogos Murillo y Jiménez, que asegura que este estudio situó “los inicios de la ocupación en el III milenio antes de Cristo y detectando, por primera vez, las evidencias de la continuidad en el hábitat hasta finales del s. II a.C., con posterioridad al inicio de la presencia romana en el Valle del Guadalquivir”.
Los arqueólogos, además, sostienen que la ciudad turdetana de Corduba tuvo que tener la suficiente importancia como para que el municipio romano posterior mantuviese el nombre. De hecho, la fuerza de nombre fue tal que con la refundación de la Córdoba romana en el año 43 antes de Cristo (después de que Julio César la arrasara, pero eso es otra historia) se le cambió la nomenclatura por la de Colonia Patricia. Pese a esta sustitución, los cordobeses siguieron llamando Corduba a su ciudad y posteriormente los musulmanes se referían a ella como Qurtuba. El nombre ha llegado a nuestros días con el único cambio de una vocal y la evidente castellanización con una tilde sobre la o.
Es decir, ¿tendría Córdoba unos 3.000 años más de historia de los que otorga la Historia oficial? Pues depende. Los turdetanos, tras unas décadas (pocas) conviviendo con la Córdoba romana, decidieron abandonar la Colina de los Quemados. La zona está hoy habitada otra vez, pero su ocupación no ha sido permanente a lo largo de la historia de Córdoba. Por tanto, siguiendo esta tesis, Córdoba no tendría 5.000 años de antigüedad.
Así las cosas, la Córdoba actual sería la, efectivamente, fundada por Claudio Marcelo, pero ¿cuándo? Según los estudios arqueológicos, antes de la fundación oficial por Claudio Marcelo posiblemente existió presencia militar romana junto a la Córdoba turdetana. Esta ciudad romana no sería más que un campamento militar destinado a garantizar el control “sobre una zona que mantendrá una vital importancia estratégica durante la dilatada etapa de consolidación del dominio romano en el valle del Guadalquivir primero, y de su defensa frente a las incursiones lusitanas después”, apuntan Murillo y Jiménez.
Desfile tardorromano en la calle Claudio Marcelo | MADERO CUBERO
Roma consideraría, a los pocos años, que lo mejor era convertir el campamento militar en una ciudad de piedra. Estrabón señala que Corduba fue “la primera colonia” enviada “por los romanos” a Turdetania, y nombra directamente a Claudio “Marcelo” como su fundador. Claudio Marcelo, nieto del mayor general romano de todos los tiempos (con permiso de César) y del que heredó su nombre, estuvo en la Península Ibérica como pretor y propretor en dos ocasiones. En la primera de ellas, parece ser, fue cuando fundó Córdoba.
¿CÓMO FUE LA FUNDACIÓN ROMANA DE CÓRDOBA?
El profesor Ángel Ventura es quien mejor ha estudiado cómo fue la fundación romana de Córdoba que se hizo, digamos, con todos sus avíos. Durante estos días se está llevando a cabo una obra en una vivienda de la calle Alfaros. Al fondo de la casa irrumpe, con fuerza, una enorme pared caliza. Son las primeras piedras de la Corduba romana y forman parte de la muralla original que Claudio Marcelo mandó construir.
Lo primero que hacían los romanos cuando creaban ciudades era fortificarlas con unas murallas prácticamente infranqueables. Antes, los geógrafos e ingenieros trazaban un perímetro (el de Córdoba contenía en su interior una extensión de 48 hectáreas) y trazaban las calles. Las calles romanas no se trazaban de manera aleatoria, sino que se trazaban en una cuadrícula perfecta que se dividía, a su vez, entre dos vías: el cardo y el decumano. El cardo y el decumano se cruzaban en el centro, en el foro sobre el que giraba la vida de la ciudad, y estaban orientados hacia el orto y el ocaso del sol.
El foro (centro) de la Corduba romana se localizaría en la plaza de San Miguel. El decumano (Este-Oeste) partía de una puerta localizada hoy en la calle Capitulares, subía por Alfonso XIII, seguía por Gondomar y Concepción, y acababa en Puerta Gallegos. El cardo (Norte-Sur) se supone que arrancaba en la Puerta Osario, se cruzaba con el decumano en San Miguel y bajaba por Jesús y María. La muralla se extendía desde Alfaros hasta la Puerta del Rincón y de ahí a Ronda de los Tejares, para girar en el Paseo de la Victoria hacia el Sur hasta Tejón y Marín. De ahí giraba sobre la terraza (la Córdoba imperial llegaba hasta el Guadalquivir) hasta regresar a la parte más alta de la calle San Fernando, en Diario de Córdoba. Córdoba, además, tiene una singularidad, y es que el decumano máximo no une directamente dos puertas sino que al llegar al foro se dirige hacia una calle más al Sur.
Otra vista de la muralla romana, perfectamente conservada | MADERO CUBERO
Pero todo esto, el día en que Claudio Marcelo decidió trazar las calles de la ciudad (se hacía arando el perímetro), ¿cuándo fue? El profesor Ángel Ventura se atreve a lanzar una hipótesis según estaban orientados los astros. Así, “si para el trazado urbano se siguió la orientación del orto solar en el horizonte el día de la inauguración urbana”, la Corduba romana nació “unos días después del equinoccio del otoño (23 de septiembre) o bien unos días antes del equinoccio de primavera (21 de marzo). Teniendo en cuenta el periodo de mandato como propretor de Marcelo, el dies natalis de la Corduba romana debería situarse a finales del año 169 antes de Cristo o a mediados de marzo del 168″.
La investigación de Ángel Ventura arroja más sorpresas en sus hipótesis. No está probado, pero en la fundación de Córdoba podría haberse usado un Planetario que había sido diseñado y por tanto propiedad del gran sabio Arquímedes. El abuelo de Claudio Marcelo, que se llamaba como él, había conquistado Sicilia. Arquímedes vivía en Siracusa y Claudio Marcelo dio órdenes de capturarlo vivo, para aprovechar sus conocimientos. Pero un soldado romano lo mató.
El Claudio Marcelo abuelo se hizo con el Planetario de Arquímedes, que pasó a manos de su familia, heredó su hijo y después su nieto. Los Marcelo usaron el Planetario y en la época en la que se fundó Corduba es seguro que era propiedad de Claudio Marcelo. ¿Se usó pues en el diseño original de las calles de la ciudad? Podría ser.
Las ruinas arqueológicas de Al Baleed han sido reconocidas como Patrimonio Mundial de la Unesco
Abrazando la costa sur de la Península Arábiga, la provincia de Dhofar se erige como un mundo aparte de Omán.
Separada del resto del sultanato por más de mil kilómetros de desierto
pedregoso, su historia e identidad también han crecido siempre de manera
autónoma, despertando el interés de historiadores y arqueólogos todavía
en la actualidad.
La región meridional del país se gestó en su día un nombre propio gracias al gran potencial comercial que
la vinculó a la India, China, Yemen, Egipto, Irak y Europa, a las que
exportaba caballos y sobre todo incienso, uno de los negocios más
rentables de la región y que le ha valido el nombre de Frankincense Land, la tierra del incienso.
Al Baleed, cuyos dos kilómetros cuadrados de ruinas arqueológicas constituyen Patrimonio Mundial de la Unesco,
fue precisamente una de las ciudades portuarias más importantes a
través de las que, entre el siglo VIII y XVI, se intercambiaban bienes
con el resto del mundo.
En su firme convicción por resucitar lo que en su día constituyó una
de las culturas más cosmopolitas de Arabia, el sultán Qaboos bin Said
dio luz verde ocho años después de derrocar a su padre a las
excavaciones que desde 1978 han reconstruido parte de la muralla y que
con la ayuda de la Universidad de Pisa, entre otros, investigan ahora
las ruinas del parque arqueológico, dejando al descubierto los restos de un cementerio, la ciudadela, el puerto y algunas casas residenciales.
«Se pueden apreciar unas leves diferencias en el material de la
muralla, abajo el antiguo, arriba el más nuevo», asegura Abdullah Al
Mahri, supervisor del Frankincense Land Museum, que capitaliza
actualmente los antiguos vestigios con una pinacoteca en el recinto.
Situada al este de Salalah, con vistas al mar y un «khor» (reserva de agua dulce), su épica atrajo al explorador marroquí Ibn Battuta o al famoso mercader veneciano Marco Polo,
que reseñó su paso por la urbe que linda con el Océano Índico en 1285,
describiéndola como «una ciudad próspera y uno de los principales
puertos, además de un centro comercial en pleno auge», explica Al Mahri.
Pero estos no fueron los únicos que se asombraron con la
envergadura del asentamiento, rodeado de una muralla con tres puertas.
El viajero chino Ene Jokao también escribió sobre la importancia del
incienso para la ciudad, e investigaciones a las que alude Al Mahri
hacen referencia a la ciudad china de Quanzhou, a la que «habría
exportado 174.337 kilos de la resina». El entomólogo H. J. Carter alabó,
por su parte, su arquitectura rectangular y «su gran mezquita», un gran
edificio que en su día estuvo rodeado de balcones y del que ahora solo
se conservan columnas.
Pero ni siquiera la protección de la
fortaleza impidió los continuos ataques, que la destruyeron parcialmente
durante el siglo XIII. Doscientos años después, los cambios radicales
que la modernidad impuso en los patrones de comercio, sustituyendo la hegemonía de la Ruta del Incienso oriental por el auge de los itinerarios comerciales en naciones europeas como Portugal, sentenciaron el destino de la ciudad.
Las
ruinas de la que fuera una de las urbes más importantes de Oriente se
extienden ahora por la región camufladas con el color arena del resto de
la provincia de Dhofar. Los recuerdos de lo que un día fue único, como
las piedras y argamasilla de sus murallas, yacen deterioradas con el
paso del tiempo. El estandarte de la Ruta del Incienso y de la cultura
cosmopolita árabe, relegado a un monumento a la memoria.
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