La exposición 'El arte de reproducir el arte', en Altamira (Cantabria)

El Museo de Altamira, en colaboración con el Pole International de la Préhistoire de la Dordoña, exhibe hasta finales de diciembre una muestra sobre las técnicas para reproducir el arte rupestre, y su evolución desde los primeros dibujos del siglo XIX hasta los actuales modelos 3D.

La exposición propone una inmersión en el universo de los facsímiles, tanto físicos o virtuales, de las cuevas con arte rupestre, tomando como ejemplo la Neocueva de Altamira en Cantabria, Lascaux Centre International de l'Art parietal y la Caverne du Pont d'Arc, ambos en Francia.
La muestra lleva como título 'El arte de reproducir el arte. Pared, Pigmento, Pixel' y en ella se puede contemplar uno de los fragmentos de la réplica de la cueva de Lascaux, procedente del Atelier des Fascimiles de Périgord.

Otra de las piezas centrales de la exposición es el dibujo del techo de los polícromos de Altamira realizado por Paul Ratier, obra perteneciente a la colección del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander.

Esta obra fue realizada por encargo personal de Marcelino Sanz de Sautuola, descubridor del arte de Altamira, para ilustrar sus «Breves apuntes», publicación donde dio a conocer su hallazgo en 1879.
El recorrido se cierra con un audiovisual inédito, realizado expresamente para esta exposición, y en el que el espectador puede sumergirse, virtualmente, en la cueva de Altamira y compartir la vida recreada de las mujeres y hombres paleolíticos en su interior.
La inauguración de la muestra contó con la presencia del director del Pole International de la Préhistoire, Gilles Muhlach-Chen; del subdirector general de Museos Estatales del Ministerio de Cultura, Miguel González Suela; del alcalde de Santillana, Isidoro Rábago; y la directora de Altamira, Pilar Fatás.

La exposición reúne diversos instrumentos tecnológicos utilizados en la construcción de la Neocueva de Altamira, como los cedidos por el Instituto Geográfico Nacional, organismo encargado de realizar los trabajos topográficos y fotogramétricos para la réplica.

Fotogametría

Así, y mediante la fotogrametría, se llegó a definir de forma exhaustiva la topografía del techo de la sala de polícromos, llegándose a medir 40.000 puntos por metro cuadrado, hasta un total de 5.800.000 puntos.

Junto a ello, se pueden contemplar paneles y maquetas sobre los diferentes yacimientos, las cámaras fotográficas de uno de los pintores de la Neocueva, Pedro Saura, y otras piezas cedidas por diferentes museos como la ortoimagen del techo de los polícromos procedente del Museo de San Isidro de Madrid.

En la presentación, Fatás aseguró que la exposición brinda la oportunidad de contar al público, por primera vez, el proceso de conceptualización y ejecución de la reproducción de la cueva de Altamira, la primera de las reproducciones modernas de cavidades con arte rupestre.
A su vez, Gilles Muhlach-Chen destacó el «enorme valor» de las réplicas del arte rupestre en el desarrollo cultural, científico y turístico, así como en la puesta en valor de los territorios donde se ubican.

Por su parte, Miguel González Suela resaltó la importancia de las copias del arte rupestre «porque difunden su conocimiento, despierta la curiosidad y fomenta la sensibilidad hacia el patrimonio que reproduce».



Fuente: eldiariovasco.com | 3 de octubre de 2018

Homo sapiens pudo originarse gracias a un cambio climático

Lago Magadi. Fuente: Biashara.

El clima ha tenido un impacto decisivo en el devenir de la evolución del linaje humano. Hace unos tres millones de años, el progresivo enfriamiento del planeta y la consecuente aridez sobrevenida en el continente africano propició la consolidación del Sahara y la formación de enormes extensiones de sabana en este y el sur del continente. Ese fue el momento del surgimiento de homininos diferentes a los australopitecos, que terminaron por extinguirse. Su lugar fue ocupado por las especies de los géneros Paranthropus y Homo, que tuvieron capacidad genética para adaptarse a las nuevas condiciones. Cuando desaparecieron los parántropos, hace aproximadamente un millón de años, la genealogía humana quedó reducida a las especies de Homo. Su capacidad adaptativa les permitió primero salir de África y más tarde expandirse por toda Eurasia. En África prosperó la especie Homo ergaster, que inventó la tecnología achelense hace 1.700.000 años y reinó en buena parte de África durante milenios. El clima fue perfecto para su vida en las sabanas de África, incluyendo la franja del norte de este continente, entre el desierto del Sahara y el Mediterráneo.

Pero el clima cambia continuamente y condiciona la estabilidad de las especies. Un equipo internacional de 17 especialistas liderado por Bernhart Owen (Universidad Baptista de Hong Kong) ha realizado un estudio de los cambios climáticos en el este de África durante el último millón de años. Sus resultados se han publicado a mediados de octubre en la revista de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos (PNAS). Los efectos del clima quedan registrados en los sedimentos que se acumulan en las cuencas marinas o en el fondo de los lagos. La propia composición de los sedimentos acumulados o su contenido en polen revela cambios en el clima. Los investigadores realizaron en 2014 una perforación de 187 metros de profundidad en los sedimentos depositados en el lago Magadi, que se localiza en el sur de Kenia, en la tierra habitada por los Masai. Este lago forma parte del Rift africano, donde prosperaron los miembros de las especies del género Homo durante los dos últimos millones de años.

En este tipo de investigaciones es importante conocer la composición geoquímica de los sedimentos, que se forman y depositan en condiciones muy particulares. Además, las diatomeas, algas unicelulares que forman parte del fitoplancton, son excelentes marcadores climáticos. Lo mismo puede decirse del polen de las plantas, que dan una excelente visión de la vegetación de cada momento y, por tanto, de las condiciones climáticas reinantes en un determinado lugar. Las diatomeas y el polen quedan atrapados en los sedimentos, donde fosilizan lentamente. El trabajo de identificación de las diferentes especies que se obtienen a lo largo de la columna extraída por la perforación conlleva un trabajo ímprobo, pero sus resultados son muy reveladores de las variaciones climáticas a lo largo del tiempo. Por descontado, es necesario conseguir buenos datos de la antigüedad de cada tramo de la columna recuperada por la perforación, un trabajo que requiere el concurso de profesionales de la geocronología.

Los resultados del estudio muestran una progresiva aridez del este de África, que tuvo un pico importante hace entre 525.000 y 400.000 años. Durante este período se produjo una extinción de diferentes especies de mamíferos de gran tamaño en la región, que más tarde fueron sustituidas por otras especies de menor tamaño. A partir de 400.000 años la tendencia a la aridez fue constante, pero con épocas de bonanza climática (mayor humedad) ligadas a los cambios orbitales del planeta. Todo parece indicar que el período transcurrido entre hace 500.000 y 400.000 años fue crítico para las poblaciones de Homo ergaster. La tecnología achelense comenzó a desaparecer, como atestigua el registro arqueológico. Es muy probable que esa época fuera la última que vivieron nuestros ancestros de la especie Homo ergaster. Su capacidad de adaptación a las nuevas condiciones fue insuficiente y terminaron por extinguirse. De aquella época existe alguna constancia de otros humanos diferentes, que resistieron el cambio. Hace unos 320.000 años el registro arqueológico ofrece un cambio sustancial. Las herramientas del período denominado “Middle Stone Age” (MSA) empiezan a ser muy frecuentes en el este de África. Esta tecnología se generalizó hace unos 280.000 años y persistió hasta hace unos 50.000-25.000 años. La presencia del MSA está ligada al surgimiento de humanos atribuidos a las primeras poblaciones de Homo sapiens, que habrían terminado por sustituir a la especie Homo ergaster de todos los ecosistemas habitables de África.

Una vez más han vuelto a obtenerse inferencias que muestran una clara relación entre las modificaciones climáticas y el recambio en los humanos que poblaron un determinado territorio. Si el origen del género Homo está ligado al progresivo enfriamiento del planeta, nuestra especie prosperó gracias al empeoramiento de las condiciones climáticas en el este de África. La reflexión es muy evidente, ¿qué sucederá cuando el clima sufra un nuevo cambio drástico?, ¿tendremos avances tecnológicos suficientes para hacer frente a ese cambio? Solo hay algo seguro: el clima cambiará sí o sí. Y no me refiero solo a la elevación de la temperatura provocada por el efecto antrópico de nuestra civilización, cuyas consecuencias ya estamos notando.

Fuente: quo.es | 30 de octubre de 2018

Los neandertales caminaban más erguidos y tenían mayor capacidad pulmonar que los 'Homo sapiens'

Comparativa de la caja torácica del Homo neanderthalensis (izquierda), el Homo sapiens y la superposición de ambos. La reconstrucción virtual muestra cómo las costillas del Homo neanderthalensis se adhieren a la columna vertebral hacia adentro, forzando una postura aún más vertical que en los humanos modernos / Nature Communications.

Un equipo internacional de científicos, liderado entre otros por el investigador de la Universidad del País Vasco, Asier Gómez-Olivencia (izquierda), ha reconstruido en 3D el tórax de un neandertal y el resultado dista mucho de la imagen estereotipada del cavernícola con pecho en forma de barril: los neandertales caminaban más erguidos y tenían una mecánica de respiración sorprendentemente distinta a la de los Homo sapiens. El trabajo, que se publica en Nature Communications, ha contado con la colaboración de la investigadora del Ono Academic College de Tel Aviv (Israel), Ella Been (derecha).

Para crear el modelo virtual, los investigadores utilizaron tomografías computerizadas de los huesos del esqueleto neandertal Kebara 2, los restos de un varón joven apodado 'Moisés' que murió hace unos 60.000 años y que fue descubierto en 1983 en el yacimiento israelí de Kebara (Monte Carmelo).
Aunque nunca se encontró el cráneo (probablemente fue retirado como parte de un ritual funerario), el esqueleto conservaba todas las vértebras y costillas, además de otras regiones anatómicas frágiles como la pelvis o el hueso hioides, lo que le convirtió en el esqueleto con el tórax más completo del registro fósil neandertal.

Fotografía de un molde del esqueleto neandertal de Kebara 2 tal y como fue encontrado. Autor: J. Trueba/Madrid Scientific Films.

En 2017, este mismo equipo de científicos hizo una reconstrucción virtual de la columna vertebral de Kebara 2, lo que supuso el primer paso para actualizar las teorías de la biomecánica neandertal. Ahora, casi dos años después, han reconstruido el tórax de este individuo, la cavidad que alberga el corazón y los pulmones.

«Determinar la forma del tórax es clave para entender cómo se movían los neandertales en su entorno porque nos da información sobre su respiración y equilibrio», explica Gómez-Olivencia.
Desde que en 1856 aparecieron las primeras costillas de esta especie humana, el debate sobre la forma de su tórax ha sido constante y variable. «Por eso Kebara 2 es tan importante: es el que tiene las costillas y las vértebras más completas y el que puede desvelarnos todas las diferencias morfológicas del tórax entre los neandertales y nuestra especie, el hombre moderno», detalla a Efe el paleontólogo español de la UPV/EHU.

Ver vídeo en este enlace.

Los neandertales habitaron Europa Occidental y Asia Central durante más de 200.000 años en periodos de glaciares e interglaciares y, durante ese tiempo, neandertales y sapiens no solo compartieron espacios comunes, sino que tal y como han demostrado diversos estudios de ADN, también llegaron a cruzarse.

«Los neandertales están estrechamente relacionados con nosotros, con complejas habilidades culturales muy parecidas a las de los humanos modernos, pero su forma física es distinta a la nuestra en aspectos importantes. Entenderlas nos permitirá entender mejor nuestro propio camino evolutivo», sostiene Patricia Kramer, antropóloga de la Universidad de Washington y coautora del trabajo.


Para recrear el modelo tridimensional del tórax de Kebara 2, los investigadores escanearon una a una todas las vértebras y las costillas del esqueleto y luego las ensamblaron en 3D. A continuación, compararon las imágenes de los huesos de neandertal con escáneres médicos de hombres modernos actuales. La reconstrucción, unida al estudio previo de la columna vertebral, «permitió ver que las diferencias entre el tórax humano moderno y el neandertal son sorprendentes», subraya Gómez-Olivencia.

El modelo mostró que su columna vertebral era del mismo tamaño, pero más estable y erguida que la del sapiens, lo cual «fue toda una sorpresa, y que el tórax neandertal es más ancho en la parte inferior que el de los humanos modernos», destaca el investigador. «Este individuo nos dice que los neandertales respiraban de una manera distinta. Tenían los mismos mecanismos que nosotros, pero los usaban de manera distinta: ellos dependían más del diafragma para respirar y menos de la caja torácica, tenían mayor capacidad pulmonar».

Estos resultados, además, «son coherentes con estudios previos publicados por Markus Bastir y Daniel García-Martínez (coautores de este estudio e investigadores del grupo de Paleoantropología del Museo Nacional de Ciencias Naturales) que señalaban que los neandertales tenían una capacidad pulmonar un 20% superior a la nuestra», subraya.

El estudio es la culminación de 15 años de investigación sobre el tórax neandertal, pero «todavía queda mucho por hacer», advierte el paleontólogo español.

El siguiente reto es determinar si en el tórax neandertal era distinto según el sexo (bimorfismo sexual), tal como ocurre en el hombre moderno, y reconstruir el punto de unión entre el brazo y el tórax neandertal para ver cómo se articula mecánica y morfológicamente con el resto del cuerpo, concluye.

Fuentes: burgosconecta.es |University of Washintong | pressdigital.es| 30 de octubre de 2018

El Museo Arqueológico de Linares (Jaén) acoge los últimos trabajos en Cástulo con la exposición 'Solo cenizas: cuatro tumbas perdidas'

'Solo cenizas: cuatro tumbas perdidas' es el título de la exposición que acoge el Museo Arqueológico de Linares (Jaén) para presentar los últimos trabajos arqueológicos que se han llevado a cabo en el conjunto arqueológico de Cástulo y los resultados obtenidos. La delegada del Gobierno, Ana Cobo, acompañada por la delegada territorial de Cultura, Turismo y Deporte, Pilar Salazar, y por el comisario de la muestra, Marcelo Castro, ha visitado este martes esta exposición que se podrá ver hasta el 30 de noviembre con la recreación de cuatro tumbas y sus ajuares.

Cobo ha explicado que la erosión provocada por las lluvias dejó al descubierto distintos vestigios de interés arqueológico en la pared de una profunda cárcava, que se había abierto en los últimos años junto a la vía del ferrocarril, "lo que llevó a la Consejería de Cultura a poner en marcha una excavación arqueológica por el procedimiento de urgencia para salvar el inminente peligro de pérdida de los bienes arqueológicos afectados", según ha informado la Junta en una nota.
"Esos trabajos, que se han desarrollado durante el pasado mes de agosto, nos han permitido documentar la presencia de cinco tumbas de época romana, y la recuperación exhaustiva de aquellas cuatro que estaban en una situación crítica para su conservación y que hoy se muestran", ha añadido Cobo.

Estas tumbas, en su día, formaron parte de una necrópolis romana --datada en torno a mediados del siglo I d.C.-- más extensa que hasta ahora era desconocida, ya que los anteriores hallazgos sólo pusieron de manifiesto el uso funerario de este lugar durante época ibérica.

La intervención ha permitido reconocer la continuidad del uso funerario en este sector de Higuerones-Casablanca desde época ibérica a la romanización, e incrementa la diversidad de las prácticas funerarias durante la Antigüedad conocidas en la zona arqueológica de Cástulo.
Además, ha posibilitado realizar trabajos de consolidación en esta zona, para evitar, en la medida de lo posible, los riesgos de la erosión y reponer a su estado original la superficie del terreno.
Esta exposición, que estará abierta hasta el 30 de noviembre con posibilidades de ampliación hasta diciembre, cuenta con una recreación de las cuatro tumbas y sus ajuares --a escala 1:2-- además de dos paneles explicativos de los trabajos realizados así como de los hallazgos descubiertos.

Fuente: lavanguardia.com | 30 de octubre de 2018

Los primeros homíninos encontraron una Arabia verde al salir de África

Duna de arena en el desierto de Nefud, Arabia Saudita. Crédito: Proyecto Palaeodeserts (Klint Janulis)

Todos venimos del continente africano. En aquel continente fue donde aparecieron hace cerca de tres millones de años los primeros representantes del genero Homo –el paraguas que engloba la gran diversidad de especies a las que hoy en día llamamos humanas y de las que, en la actualidad, solo quedamos nosotros como únicos representantes–. Una de aquellas especies, el Homo sapiens, emergió hace unos 300.000 años y se expandió desde su cuna africana al resto del planeta viajando, probablemente, hacia los territorios de oriente medio. Pero, ¿cómo lo hizo? Dependiendo del tiempo en el que se realizara aquel viaje primigenio, las condiciones del periplo habrían sido muy diferentes.
Un estudio publicado ayer por científicos del Instituto Max Planck de Historia Humana en la revista Nature Ecology and Evolution sugiere que las primeras dispersiones de los seres humanos fuera del continente africano fueron muy anteriores a lo que hasta ahora se pensaba. Y, de hecho, la realidad es que se produjeron en un momento histórico en el que las condiciones de la ecología propiciaron la migración, sin necesidad de que se produjeran especializaciones o adaptaciones demasiado exigentes entre los individuos migrantes.


El estudio se basa en el hallazgo de herramientas de piedra y marcas de corte en fósiles animales localizados en el yacimiento de Ti's al Ghadah (en lo que actualmente es Arabia Saudí) que arrojan pruebas concluyentes de la presencia de homininos al menos 100.000 años antes de lo que se había datado hasta ahora. Lo más curioso del descubrimiento es que los análisis de isótopos de la fauna fósil asociada demuestran un predominio de la vegetación propia de terrenos verdes y praderas con niveles de aridez muy similares a los que se dan en la sabana del este de África, la misma de la que procedían los ancestros viajeros del hombre. Dicho de otro modo, el hábitat con el que se encontraron aquellos primeros migrantes en su primer destino fuera de casa fue muy similar al de su hogar natal.
Este dato es de vital importancia para entender cómo se produjo la expansión de los homininos lejos del continente africano. Para que uno de estos viajes tenga lugar, pueden suceder dos escenarios. Por un lado, bien podría haberse producido una necesidad imperiosa de desplazamiento, una búsqueda crítica de nuevos lares donde expandir la especie. En ese supuesto, los individuos más adaptados tienen más posibilidades de sobrevivir en entornos difíciles. Si la dispersión se produce en un momento histórico en el que el terreno ocupado es un desierto inhóspito (como lo es en estos momentos buena parte de los territorios de Oriente Medio) la adaptación es clave.

Foto: Excavaciones en Ti's al Ghadah.

Por otro lado, en un segundo escenario, la migración se podría producir como una consecuencia más de la expansión natural de la especie. Los individuos viajarían sin problemas entre terrenos y hábitats de características similares, por lo que la adaptación al medio no resultaría, al final, de tanta importancia.

Los trabajos que ahora se han presentado podrían avalar esta teoría. Los abuelos de nuestra especie salieron de África por un corredor que les recordaba a su hogar original y lo hicieron mucho antes de lo que se creía hasta ahora.
Es cierto que desde hace tiempo se conoce la capacidad impresionante de los ancestros de Homo sapiens para adaptarse a entornos hostiles. A lo largo de milenios de evolución hemos habitado desiertos y bosques tropicales, ambientes de alta montaña y estepas, zonas templadas y polares.

Foto: Arqueólogos recuperando restos fósiles en Ti's al Ghadah.

Por el contrario, otras especies de homínido han demostrado menor capacidad de adaptación. Antes que los Homo sapiens, otros especímenes Homo más antiguos salieron de África. Hace dos millones de años el Homo erectus recorrió el corredor levantino para ocupar el este de Asía hasta la actual China. Más tarde (quizás hace unos 500.000 años), el Homo heilderbergensis se expandió por Europa y probablemente fue el origen de especies nativas europeas como neandertales y denisovanos.
Pero muchas de estas especies han demostrado una parca capacidad de adaptación a ambientes extremos. Las migraciones de los neandertales, por ejemplo, parecen estar asociadas al uso de suelos de pradera y de bosque alrededor de lagos o ríos lo que limita su expansión.

Para comprender mejor esta relación entre migraciones y adaptabilidad es necesario demostrar cuán capaces fueron nuestros ancestros de adentrarse en terrenos a priori inhóspitos. En este sentido, los estudios paleontológicos en tierras áridas tienen una importancia capital. Los nuevos datos ahora presentados se refieren a uno de los yacimientos más importantes de la península Arábiga y de hecho suponen la única colección datada del Pleistoceno medio en esta parte del mundo. Incluye animales como elefantes, jaguares y aves junto a herramientas de piedra fabricadas por humanos.

Foto: Ejemplos restos fósiles de Oryx sp. hallados en Ti's al Ghadah

Precisamente son estas herramientas las que otorgan especial valor a este descubrimiento. Se trata de piezas de piedra que fueron utilizadas para descarnar huesos lo que confirma que junto a aquellos animales viajaban seres humanos hace entre 300.000 y 500.000 años. Eso convierte a los restos de Ti´s al Ghadah en la primera evidencia de presencia humana en la Península Arábiga lo que confirma que ya por aquel entones nuestros ancestros exploraban terrenos verdes en busca de animales de los que alimentarse.

Es evidente que aquellos viajeros primitivos tenían ya ciertas capacidades culturales desarrolladas que les permitían seguir a los animales, encontrar un refugio y fabricar herramientas para conseguir la extracción de alimento. Pero quizás no necesitaron de grandes adaptaciones físicas para ello porque, en realidad, no cambiaron de hábitat sustancialmente. No se especializaron para sobrevivir en un entorno árido con una flora y una fauna muy diferentes. Siguieron viviendo como vivían pero ampliando su radio de acción.

En realidad, el viaje fuera de África de aquellos humanos no fue muy diferente del que experimentaron otros mamíferos que rastrearon lares lejanos en busca de hábitats más cómodos. De hecho, no se descarta que quizás los animales y los humanos se ayudaron mutuamente en su dispersión.

Fuentes: larazón.es | sciencedaily.com |arstechnica.com | 30 de octubre de 2018