La Rioja Alavesa fue el escenario de la guerra a gran escala más antigua en Europa
Vista de superficie de la esquina este del depósito funerario antes de ser excavado.A dos kilómetros de la localidad de Laguardia (Álava), cerca de la laguna de Carralogroño, una excavadora desenterró en 1985 una gran cantidad de restos humanos. Tan solo estaba realizando trabajos de ampliación de un camino agrícola en una zona de viñedos, en plena Rioja alavesa, pero descubrió, sin proponérselo, uno de los yacimientos arqueológicos más singulares de la península ibérica: San Juan Ante Portam Latinam, curioso nombre que hace referencia a una antigua cofradía que poseía viñas en ese lugar. Las excavaciones de principios de los años 90 en este abrigo natural de pequeñas dimensiones revelaron la existencia de un enterramiento con más de 300 individuos que mostraban signos de violencia y que tenían unos 5.000 años de antigüedad. Sin embargo, hasta ahora no conocíamos el verdadero significado de esta enorme sepultura colectiva.
Un artículo publicado en la revista Scientific Reports, del grupo Nature, vuelve a analizar los restos y llega a la conclusión de que ocultan una historia espectacular: estamos ante el conflicto bélico más antiguo del que tenemos indicios en toda Europa. Hasta ahora, se había considerado que los huesos de San Juan Ante Portam Latinam eran el testimonio de una masacre similar a las que se han documentado en otros yacimientos del Neolítico, pero este nuevo estudio parece dejar claro que quienes fueron enterrados cerca de Laguardia entre los años 3380 y 3000 a. C., según las dataciones por radiocarbono, fueron víctimas de una importante guerra sostenida en el tiempo. Hasta ahora el indicio más antiguo de una batalla de grandes dimensiones estaba en el valle del río Tollense, al norte de Alemania, pero ocurrió más de mil años después, ya en la Edad de Bronce.
Plano donde se reconstruyen los esqueletos mejor conservados.
Por eso, el enterramiento de Laguardia adquiere desde hoy una enorme relevancia histórica: contiene los esqueletos de, al menos, 338 individuos; 52 puntas de flecha hechas de pedernal, un tipo de cuarzo, de las cuales 36 tienen señales de haber impactado en un objetivo; numerosas heridas en los huesos provocadas por esta arma y no curadas, de manera que se produjeron poco antes de la muerte; y otras lesiones ya cicatrizadas que dan testimonio de batallas anteriores. La gran mayoría de los afectados eran varones adolescentes y adultos. Con todos estos datos, los autores del trabajo creen haber encontrado las pruebas irrefutables de la primera guerra organizada de la historia de Europa.
En declaraciones a El Confidencial, Teresa Fernández-Crespo, investigadora de la Universidad de Valladolid y primera autora, explica por qué era necesario volver a analizar San Juan Ante Portam Latinam. “En su momento, se hizo un estudio osteológico muy completo y sistemático para la época, que requirió muchísimo trabajo, porque la cantidad de material es ingente”, reconoce. "De hecho, ese primer trabajo fue pionero, en muchos aspectos. Por ejemplo, nunca hasta entonces se habían descrito heridas por punta de flecha. Sin embargo, llamaba mucho la atención, precisamente, que hubiera tantas lesiones por este motivo, algunas que se podían observar de manera directa sobre el hueso y otras que se podían interpretar de manera indirecta y que habrían afectado a los tejidos blandos del individuo. Por el contrario, apenas hay golpes. En todo el yacimiento solo está registrado un traumatismo en la cabeza, sin cicatrizar".
Todo esto no cuadraba con la interpretación que se le había dado hasta ahora. La mayoría de los historiadores consideraban que en este lugar se había producido una masacre típica del Neolítico, aunque fuera de mayores dimensiones que las encontradas en otros lugares.
“Una masacre es una matanza indiscriminada y ocurre cuando un grupo entra en un poblado y aniquila a sus habitantes con el fin de saquear o conseguir recursos”, apunta la experta. Así, en otros lugares de Europa se han hallado fosas comunes de esta época, pero que rondan los 20 individuos incluyendo mujeres, hombres y niños en proporciones similares a las esperables en cualquier asentamiento; y casi siempre con abundantes traumatismos craneales. Hasta ahora, se pensaba que este era el único tipo de conflicto que podía ocurrir hace 5.000 años, porque se suponía que esas sociedades no tenían capacidades para sostener peleas a mayor escala.
Ejemplos de lesiones craneales no curadas.
El significado de heridas y cicatrices
Sin embargo, nada de eso cuadra con lo descubierto en Laguardia, especialmente, por el número de cuerpos enterrados, pero también por el resto de los detalles. De hecho, "las puntas de flecha son “muy inusuales dentro del registro europeo”, pero se han hallado en otros lugares de este entorno del norte peninsular. En cualquier caso, lo más destacado es que los esqueletos con signos claros de violencia pertenezcan principalmente a varones, lo que hace pensar en una organización social pensada para la guerra.
Además, la distinción entre heridas recientes y otras cicatrizadas también es fundamental. Las segundas evidencian que esos individuos habían participado en eventos violentos anteriores, al menos en dos ocasiones, el primero de los cuales tendría que haber ocurrido meses antes. “Cuando nos rompemos un hueso, cicatriza en mes y medio o dos meses, así que sabemos que, como mínimo, había pasado ese tiempo, pero en realidad también podrían haber pasado años”, señala la investigadora de la Universidad de Valladolid. "En cualquier caso, este indicio nos hace pensar en una guerra, un conflicto con un desarrollo largo y una violencia a gran escala por el número de individuos que están involucrados. Desde luego, no es el ataque por sorpresa a un poblado, sino un tipo de violencia organizada”.
Este análisis da idea de la enorme complejidad que ya tenían aquellos pueblos y que, hasta ahora, se pensaba que no se había desarrollado hasta un milenio más tarde. “No hay otros indicios de violencia a gran escala hasta el campo de batalla del valle del Tollense”, comenta Teresa Fernández-Crespo en referencia al yacimiento alemán que se ha fechado en torno al año 1250 a.C. "En ese caso, la mayoría de los combatientes son varones, un claro indicio de organización para la pelea. No obstante, solo se ha excavado una parte".
Ejemplos de lesiones poscraneales no curadas.
Lo mucho que queda por saber
Una de las diferencias con respecto a San Juan Ante Portam Latinam es que en tierras alavesas "no se han encontrado los indicios del combate como tal, sino que el yacimiento corresponde más bien con el enterramiento posterior de las víctimas. “Probablemente, sean todos al mismo bando”, comenta la experta. “Normalmente, cuando hay guerras y hay caídos en el campo de batalla, se les hace una fosa común, pero sería muy extraño que se enterraran mezclados individuos de los dos grupos. Generalmente, el bando vencedor es el que recupera a sus caídos, ya que si estás muy diezmado no tienes posibilidad de hacerlo”, señala.
Además, puede haber un primer enterramiento temporal, para después buscar un lugar más apropiado. "Sin embargo, en este caso, dadas las dimensiones, podemos suponer que era muchísimo trabajo para este tipo de sociedades”. Por eso, también es de suponer que el campo de batalla no estaría lejos del enterramiento. “Seguramente, estuvieran defendiendo su propio territorio y por eso fueron capaces de recoger los cadáveres y depositarlos en este lugar”, comenta.
En cualquier caso, ¿Quiénes eran estos pueblos? “Asumimos que fue un conflicto de carácter regional”, afirma la investigadora. En esa época se produjo un gran crecimiento demográfico en la zona y es habitual utilizar enterramientos como cuevas y abrigos rocosos, aunque también se construyeron monumentos megalíticos. “Hay diferencias en las formas de vida y pensamos que pudo haber una competencia por los recursos entre estos grupos, que tienen diferencias culturales, lo que pudo llevarse al extremo de una violencia letal”, explica.
Nuevas investigaciones pueden aclarar todos estos detalles en un futuro próximo. En particular, la movilidad de estas poblaciones a través de estudios genéticos y sobre todo de análisis de isótopos estables en los restos óseos arqueológicos, un tema en el que Teresa Fernández-Crespo está especializada.
“Ello nos van a permitir confirmar si se trata de poblaciones locales o podría tratarse de un ejército invasor, aunque no es lo más plausible”, afirma la científica de la Universidad de Valladolid, que también ha pasado por la Universidad de Oxford (Reino Unido) y el CNRS francés; y que firma el artículo junto a otros expertos de la empresa Arkikus, la Sociedad de Ciencias Aranzadi, la Universidad de País Vasco, la Universidad de Cantabria y el Instituto Alavés de Arqueología.
Fuentes: elconfidencial.com | eldiadevalladolid.com | 2 de noviembre de 2023
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