Unas puntas de 54.000 años sugieren que los ‘Homo sapiens’ ya disparaban flechas cuando contactaron con los neandertales
12:34
Prehistoria
0 Comments
El coautor Ludovic Slimak muestra una nanopunta neroniana encontrada en la capa E de Grotte Mandrin. Los estudios de estas puntas muestran que las mismas se utilizaron como puntas de flecha hace 54.000 años en la Francia mediterránea. (Foto Philippe Psaila).
12:34 Prehistoria 0 Comments
La historia de los primeros encuentros entre neandertales y humanos modernos podría depender de centenares de piedrecitas halladas en una gruta del sur de Francia. Talladas con mimo, estas piedras de sílex serían puntas de flechas, según los autores del descubrimiento. Datadas hace unos 54.000 años, se trataría del ejemplo más antiguo de su uso en Europa occidental. Entre los estudiosos de la evolución humana hay consenso en que el arco y la flecha fue una tecnología que dio una ventaja competitiva a los humanos modernos sobre los neandertales. De confirmarse, supondría que los Homo sapiens llegaron a los dominios de los Homo neanderthalensis milenios antes de lo que se creía. Pero la duda se extiende entre otros científicos.
En febrero del año pasado, un grupo de científicos franceses publicó un estudio que levantó tanta polvareda como escepticismo entre los paleontólogos. En aquel trabajo, detallaban el hallazgo de varios dientes en una gruta del valle del Ródano, en Francia. Todos pertenecían a neandertales, salvo uno: un diente de leche incompleto de un niño de no más de siete años. Sostienen que pertenecía a un Homo sapiens, es decir, a un humano moderno. Estimaron que debía tener 54.000 años. El problema con esta datación es que implicaría adelantar varios milenios la llegada de los cromañones a Europa occidental. De ahí la relevancia de este nuevo trabajo, publicado en Science Advances, que añade un segundo argumento, las flechas, un invento de los humanos modernos.
Desde hace unos 300.000 años, los territorios europeos fueron el dominio de los neandertales, que se extinguieron hace unos 40.000 años arrinconados, según parece, en la península ibérica. Aunque es un tema debatido, para los científicos, estos humanos habrían sucumbido en un proceso en el que la expansión de otros humanos, los modernos, fue clave. Durante ese periodo, los sapiens salieron de África por Suez y se expandieron por el resto del mundo, llegando al occidente europeo en la parte final del Paleolítico medio. Las pistas más seguras se encuentran en Alemania e Italia hace entre 48.000 y 45.000 años. Apoyar el vuelco a esta historia en un único diente es, al menos, comprometido.
Puntas líticas halladas en la Gruta Mandrin, Francia. (A) Punta grande (1) versus nanopunta (2). (B) micropuntas y nanopuntas neronianas; (1 a 3) nanopuntas alargadas, (4) nanopunta puntiaguda, (5 y 6) nanopuntas y (7 y 8) micropuntas. La escala gráfica es de 1 céntimo de euro (diámetro, 16,25 mm).
Pero los mismos investigadores que encontraron el diente de leche hallaron en la misma capa de terreno unos 1.500 artefactos de piedra. Hechos en su mayoría de sílex o pedernal, hay hojas cortantes, lascas afiladas por ambos lados y un extremo romo y centenares de pequeñas puntas de forma triangular. Para ellos, debían ser puntas de flechas. Eso implicaría que aquellos humanos usaban arcos y flechas para cazar, una tecnología con la que los neandertales no contaban y que dio una ventaja competitiva a los Homo sapiens. Las estudiaron con todo detalle, llegando a montarlas en nuevas flechas y disparándolas sobre animales para ver su desgaste y compararlas con las de la gruta.
La investigadora de la Universidad de Aix-Marsella (Francia) y primera autora del estudio, Laure Metz (izquierda), explica la relevancia de analizar estas piezas: “Al estudiar las puntas y todos los demás artefactos descubiertos en la cueva Mandrin, enriquecemos profundamente nuestro conocimiento de estas tecnologías en Europa y nos permite hacer retroceder la era del tiro con arco en Europa en más de 40.000 años”, dice la también científica de la Universidad de Connecticut (Estados Unidos). La comparación con lo encontrado en otras capas que se corresponden con la ocupación neandertal permite saber también qué armas usaban ellos. “El estudio muestra que los neandertales no desarrollaron armas propulsadas mecánicamente y continuaron usando sus armas tradicionales basadas en el uso de enormes puntas en forma de lanza que empujaban o arrojaban con la mano”, completa Metz.
Los investigadores hicieron réplicas de las puntas de piedra usando pedernal local y las incorporaron en lanzas y flechas. Crédito: Ludovic Slimak.
El autor sénior de esta investigación Ludovic Slimak (derecha), investigador de la Universidad de Toulouse-Jean Jaurès (Francia), destaca en un correo la importancia de las flechas que han encontrado: “El arco ofrece una ventaja competitiva fundamental a las poblaciones familiarizadas con esta tecnología” Entre sus argumentos recuerda que los arcos y otros sistemas de propulsión como las azagayas permiten cazar a distancia con mucha precisión a gran velocidad y mayor eficiencia. “La lista es muy larga y aporta una gran diferencia con poblaciones que solo usaban lanzas pesadas lanzadas a mano, como los neandertales”, añade. Estos necesitarían un contacto cercano con sus presas, algo que complica la caza y la hace mucho más peligrosa. “Los arcos ofrecen un acceso seguro, fácil y casi infinito a las proteínas. Y esto debe haber tenido un impacto directo también en cuántas personas puedes alimentar y, por lo tanto, a cuántos niños puedes asegurar la subsistencia de manera segura”, termina Slimak.
Joseba Ríos Garaizar (izquierda) es experto en industria lítica de los humanos antiguos, antes en el CENIEH y ahora en el Museo Arqueológico de Bilbao. Es decir, estudia sus herramientas y armas de piedra, en particular las marcas que deja su uso en ellas. Para él, la hipótesis que plantea este trabajo es muy sugerente, pero cree que van demasiado lejos. “Está claro que algunas de las puntas tienen marcas de impacto, pero no todas. Pudieron formar parte de un arma propulsada, pero que fueran flechas es mucho decir”, asegura.
Otra duda que le plantea este trabajo es la datación de las puntas. Para fechar el estrato donde las encontraron, así como al diente de leche, recurrieron al hollín de las hogueras acumulado en las paredes del refugio. La gruta Mandrin ha sido habitada durante milenios, pero no de forma continua. Así que se alternan capas de tizne con el carbonato cálcico depositado como el de las estalagmitas. Como si fueran anillos de los árboles, esto les permitió estimar que tenían 54.000 años.
Vista de las excavaciones arqueológicas a la entrada de la Gruta Mandrin. Crédito: Ludovic Slimak.
Enrique Baquedano (derecha), director del Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid, recuerda que esta técnica de datación hay que combinarla con otras y aún así, dice, “es una datación muy complicada”. Este científico coincide con Ríos Garaizar en resaltar lo sugerente de la hipótesis de los primeros humanos modernos con sus arcos y sus flechas. Pero también añade otro punto débil en esta idea: “Es un resultado muy potente, pero depende de un único diente de leche que ni siquiera está completo, está partido”. Baquedano, que recientemente publicó un trabajo sobre la caza y su simbolismo entre los neandertales, recuerda además que, “siendo cierto que ellos no tenían flechas, su industria lítica también incluye cosas muy pequeñas”.
Al codirector de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga (izquierda), le gusta la idea de que sean flechas y de que fueran de los primeros humanos modernos que llegaron a Europa, pero “habría que probarlo”, dice en un correo. Como otros colegas, duda de la identificación que se hizo del diente de leche. En lo de las flechas no se mete, ya que, dice, es una cuestión que deben resolver los arqueólogos, no los paleontólogos como él. Para Arsuaga existen tres posibilidades: “O los neandertales utilizaban propulsores/arcos o los habitantes de la cueva Mandrin eran cromañones o las puntas de piedras no eran para flechas o azagayas, sino para jabalinas que se lanzaban a mano”.
Esta investigación tan relevante como cuestionada tiene un final no exento de ironía. El hollín de las paredes indica que aquella primera oleada apenas vivió 40 años en la gruta Mandrin. Después ya no hay más rastro de ellos en los estratos de la cueva que, siglos después, volverían a usar de nuevo los neandertales.
A la pregunta de por qué un grupo con una tecnología superior no sobrevive a la segunda generación, Slimak, que defiende su tesis desde que hace dos décadas empezó a excavar en Mandrin, recuerda lo siguiente: “La capacidad de llegar a un territorio no implica que tu población permanecerá para siempre en una zona determinada. Una cuestión importante para las poblaciones nómadas que viven en pequeños grupos es poder crear una red de conexiones sociales sólida con las poblaciones aborígenes. Esto es fundamental, ya que la supervivencia de cualquier población nómada tradicional requiere del intercambio de genes para reproducirse y sobrevivir”. Aunque esto sucedió milenios después, como muestra el porcentaje de ADN neandertal en los humanos actuales, parece que no fue así con los sapiens de aquella cueva.
Cortavientos
En el nivel E de la Gruta Mandrin se han encontrado también tres toneladas de rocas que parecían intencionadamente dipuestas en círculo. Según los investigadores, se trataría de un cortavientos construido cuidadosamente para proteger al refugio de los embates del mistral que transporta aire frío y húmedo desde el norte, hacia donde mira la boca del abrigo. De ser correcta la interpretación, sería una de las evidencias más tempranas de la construcción de un refugio en la historia humana.
Nuevo descubrimiento en el valle del Ródano: los Homo sapiens en Europa ya practicaban tiro con arco hace 54.000 años
Puntas montadas para formar flechas.
Hace un año, en febrero de 2022, nuestro equipo científico de la Gruta Mandrin, en Drôme, publicó un estudio en Science Advances que hacía retroceder entre 10 y 12 milenios la evidencia más antigua de la llegada del primer Homo sapiens a Europa. Aprendimos que los primeros humanos modernos habían llegado al continente ya en el quincuagésimo cuarto milenio.
Hoy presentamos, en un nuevo estudio publicado en la misma revista, el hecho de que estos primeros humanos modernos dominaron perfectamente el tiro con arco, lo que hace retroceder el origen de estas notables tecnologías en Eurasia en unos 40.000 años.
Encaramada a 100 metros en las laderas de los Prealpes, en Drôme, la Gruta Mandrin mira hacia el norte, en medio del valle del Ródano. Es un punto estratégico en el paisaje, porque aquí el Ródano fluye en un cuello de botella de un kilómetro de ancho entre los Prealpes al este y el Macizo Central al oeste.
Hemos descubierto, en un nivel arqueológico fechado en 54.000 años, denominado “neroniano”, unas 1.500 pequeñas puntas triangulares y estandarizadas de pedernal, algunas de ellas de menos de un centímetro de longitud. Esta industria lítica es muy especial y técnicamente muy distinta de la artesanía neandertal encontrada en esta cueva antes y después de los restos abandonados por el Homo sapiens. Por otro lado, estas artesanías nenronianas de pedernal muestran sorprendentes semejanzas con las colecciones arqueológicas contemporáneas también atribuidas al Homo sapiens y encontradas en el Mediterráneo oriental.
Vista del río Ródano en la latitud de la Gruta Mandrin. Crédito: Ludovic Slimak
Las marcas de tiro con arco son complejas de resaltar
La aparición de armas de propulsión mecánica, basadas en el uso del arco o un propulsor, se percibe comúnmente como una característica del avance de las poblaciones modernas -Homo sapiens- en el continente europeo.
Pero la existencia del tiro con arco siempre ha sido más difícil de rastrear. Estas tecnologías se basan en el uso de materiales perecederos: madera, fibras, cuero, resinas, tendones, etc., los cuales rara vez se conservan en los yacimientos del Paleolítico europeo, lo que dificulta el reconocimiento arqueológico de estas tecnologías.
Hay que esperar a épocas muy recientes, entre hace 12.000 y 10.000 años, para encontrar elementos de tiro con arco parcialmente conservados en Eurasia y encontrados en suelos helados o en turberas, como en el yacimiento de Stellmoor en Alemania. En ausencia de estos materiales perecederos, son las armas, comúnmente de sílex, las que constituyen los principales testigos de estas tecnología durante la Prehistoria en Europa.
Según el análisis de estas armas de piedra, el reconocimiento del tiro con arco está bien documentado en África en períodos que se remontan a hace unos 70.000 años. Ciertas armas de pedernal o asta de ciervo sugieren la existencia de tiro con arco desde las primeras fases del Paleolítico Superior en Europa, hace más de 35.000 años, pero su morfología y los métodos de engarzar estas puntas no permiten acoplarlas a un modo distinto de propulsión como el arco.
El reconocimiento de estas tecnologías en el Paleolítico Superior europeo tropezó hasta ahora con superposiciones balísticas entre armas proyectadas mediante un propulsor o un arco. Este contexto general hace casi invisible, a nivel arqueológico, la posible existencia del tiro con arco en el Paleolítico europeo.
¡Esta última investigación que llevamos a cabo enriquece profundamente nuestro conocimiento de estas tecnologías en Europa y nos permite hacer retroceder la era del tiro con arco en Europa en más de 40.000 años!
Programa experimental llamado Initiarc. Las pequeñas puntas neronianas encontradas en la Gruta Mandrin se han reproducido experimentalmente utilizando el mismo pedernal y las mismas tecnologías de tallado y engarce. Ludovic Slimak.
Muchas pruebas para probar el uso de arcos
El estudio se basa en un análisis funcional de miles de puntas de pedernal encontradas en este nivel arqueológico neroniano. Las fracturas y marcas observadas muestran que estas puntas estaban encajadas en el extremo de la parte de madera de una flecha. Además, las fracturas observadas son características de un impacto violento.
Al reproducir réplicas experimentales de estas puntas disparadas con arco, propulsor o simplemente implantadas en cadáveres de animales, hemos podido observar tipos de fracturas que son precisamente las mismas que se pueden encontrar en el registro arqueológico.
También hemos probado la eficacia y los límites balísticos de las puntas más pequeñas, toda una categoría de las mismas que no alcanzan el centímetro de longitud. Pero es el ancho de estas puntas lo que nos interesa aquí. En el tiro con arco tradicional existe una correlación entre el ancho de la punta que arma una flecha al final de su eje de madera y el diámetro mismo de este eje.
Se comprueba así, experimentalmente, que una flecha es penetrante, y por tanto eficaz, sólo cuando la flecha está armada en su extremo con un refuerzo que tiene, como mínimo, una anchura equivalente o superior a la de su eje de madera.
Vista de la situación de la Gruta Mandrin. Crédito: Ludovic Slimak.
Casi el 40% de los puntas abandonadas en la Gruta Mandrin por estos primeros Homo sapiens tienen un ancho máximo de 10 mm. Estas puntas muy pequeñas tienen muchas fracturas que solo podrían haberse desarrollado durante impactos muy violentos. Estas fracturas características, que encontramos en las pequeñas puntas experimentales, nos revelan que solo pudieron desarrollarse bajo la presión de una energía muy fuerte que afectaba su extremidad distal (el final de la punta...).
Las marcas o huellas, sumadas al ínfimo tamaño de estas puntas, y a su escasísima anchura, sólo pueden reproducirse experimentalmente cuando estos objetos se asocian a su propulsión mediante un arco, y ello con exclusión de cualquier otro modo de propulsión.
Nuestros experimentos muestran que la baja energía cinética de las flechas más ligeras (alrededor del 30% de las cuales pesan poco más de unos pocos gramos) no puede, cuando se colocan las puntas en el extremo del eje de madera, ser compensada más que por el mismo arco, el único modo de propulsión mecánica capaz de producir la velocidad necesaria para que se produzcan tales fracturas en objetos tan ligeros.
Es pues, en esta encrucijada experimental de muchísimos factores balísticos y analíticos llevada a cabo que nos ha sido posible demostrar que estas puntas, tan pequeñas y tan regulares, sin duda habían sido propulsadas por un arco.
Una mandíbula de caballo y una punta neroniana aparecen en la capa arqueológica E (neroniana) de la Gruta Mandrin. Crédito: Ludovic Slimak
Gracias a este estudio, el tiro con arco en Europa, y más ampliamente en Eurasia, da un notable salto en el tiempo. Pero nuestro estudio va mucho más allá y se interesa también por el tipo de armas de las poblaciones neandertales contemporáneas. Esta investigación muestra que los neandertales continuaron usando sus armas tradicionales basadas en el uso de grandes lanzas con puntas se sujetaban o proyectaban a mano. El tiro con arco, y más en general la propulsión mecánica, fueron utilizados exclusivamente por los Homo sapiens, los cuales ya dominaban perfectamente estas tecnologías durante su primera migración a la Europa continental hace unos 54.000 años.
Las tradiciones y tecnologías armamentísticas dominadas por estas dos poblaciones eran, por tanto, profundamente distintas, lo que confería, objetivamente, una notable ventaja tecnológica a las poblaciones modernas de Homo sapiens durante su expansión por el continente europeo.
Sin embargo, en nuestro artículo situamos este debate en un contexto mucho más amplio en el que las estrategias de las sociedades humanas no pueden limitarse a las ventajas logísticas o tecnológicas de una innovación. Las sociedades humanas comúnmente desarrollan soluciones subóptimas y contrarias a la intuición cuyas únicas razones provienen de la cultura, el mito o la representación que estas sociedades tienen de sí mismas. Este estudio, que ha requerido más de 15 años de investigación y experimentación, nos devuelve al peso de las tradiciones dentro de estas poblaciones, así como a las etologías humanas, las cuales podrían ser profundamente divergentes entre los neandertales y los humanos modernos.
Aníbal Clemente
Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.
0 comentarios: