Descubren un santuario en Francia utilizado por los galos para destruir armas romanas
Excavación del santuario galorromano de Saint-Just-en-Chaussée © InrapArqueólogos franceses del Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas (Inrap) desenterraron un lugar de culto de época romana en Oaise, cerca del pueblo de Saint-Just-en-Chaussée (norte de Francia) el cual puede arrojar luz sobre las prácticas religiosas de la Galia antes y después de la conquista romana.
El santuario fue descubierto parcialmente en 1994-1995. Tras un diagnóstico realizado en 2007 en el sitio, debido a un proyecto de construcción, el servicio de arqueología regional ordenó una excavación de más de 2,5 hectáreas, lo que arrojó múltiples restos, pero el trabajo está lejos terminarse. Los expertos presentaron los resultados preliminares de las excavaciones y su evaluación en una conferencia.
Para llevar a cabo sus actividades rituales, los galos eligieron un lugar en lo alto de una colina, lo que les brindaba una posición dominante y una excelente vista de la zona circundante. Aún no se ha excavado todo el perímetro, pero se ha encontrado una zanja de 3 metros de ancho por 1,5 metros de profundidad. Se estima que con la tierra extraída se construyó una elevación para separar físicamente este espacio sagrado del profano. El santuario data de los siglos I y II a. C., es decir, del comienzo de la expansión romana en tierras galas.
De izquierda a derecha: Restos desarticulados de un perro. Mandíbula de oveja. Cabeza de caballo con bocado. Fotos: Inrap.
El interior está dividido en varios zonas o recintos que, al parecer, servían para realizar distintos actos de culto. Así, la zanja que bordea al templo contiene principalmente restos de animales: cerdos, caballos, bueyes, ovejas son algunas de las especies que fueron sacrificadas y/o consumidas en un banquete antes de que fueran arrojadas a la zanja. Estos restos se encontraban junto a elementos de carros y arneses, uno de los cuales con anillos de un yugo y un bocado de hierro aún se encontraba en posición funcional en la boca de un caballo. Y en las fosas de una zona contigua, los depósitos habían sido objeto de una verdadera escenificación, con recipientes cerámicos que contenían trozos de comida.
Placas de armadura en conexión en la zanja. © F. Malrain/Inrap.
Armadura excepcional
En otra parte del santuario los arqueólogos encontraron unas sesenta piezas de una excepcional armadura, la cual consiste, por un lado, en una coraza segmentada que protege el tronco, y que está formada por finas planchas de metal cuyos bordes cortantes se han plegado hacia abajo formando un cordón más o menos ancho que las refuerza y evita lesiones; por otro lado, se hallaron piezas para la protección de los brazos, antebrazos y hombros. Están fabricados con chapa plegada sobre sí misma, cuyos bordes superpuestos han sido remachados e iban con un revestimiento que cubría su interior.
Esta armadura se diferencia de las lorica segmentata, de tradición romana, en que no iba acompañada de elementos tubulares para la protección de piernas y brazos, tal como atestiguan las descubiertas en Escocia e Inglaterra, fechadas en el siglo II d.C., mientras que esta está fechada en siglo I a.C., lo que constituye, por el momento, un ejemplo único.
Escudos
Más al oeste, las fosas de otro recinto están salpicadas de depósitos de armas que revelan otra forma de ritual. Entre los artefactos hallados destacan elementos constituyentes de los escudos, tal como manillas (asas que servían para sujetarlo), umbos (pieza que cubría el mango y protegía el puño sujetando el escudo y asegurando su refuerzo), así como orlas que engarzaban su contorno y garantizaban su mantenimiento y solidez. A partir de los umbos hallados se puede establecer un número mínimo de ocho escudos.
Mientras que algunos de estos escudos caen dentro de una tipología bien conocida para el período celta, otros difieren mucho de ese modelo. Presentan una morfología de medio umbo fusiforme al estilo romano, de nueva tipología. Dos conchas siguen la forma de la espina y están cubiertas en el medio por un umbo con aletas de patrón celta que le dan un aspecto fusiforme. El ensamblaje de los fragmentos de la orla permite proponer la restitución de un escudo de aproximadamente 135 cm de alto y 60 cm de ancho con una spina/umbo de aproximadamente 45 cm. Antes de ser depositados en la fosa, los destrozos encontrados en los escudos muestran que fueron rotos de la misma forma que los hallados en Gournay-sur-Aronde.
Cascos y espadas
Entre el equipamiento militar encontrado hay tres cascos tipo puerto (derecha) que completan significativamente el conjunto de cascos descubiertos, de los cuales se han identificado unos diez. Su fabricación, martillado y remachando a partir de una plancha de hierro, los convierte en objetos únicos. Están adornados con refuerzos delanteros en forma de cejas con un remache en sus extremos. La protección del cuello está asegurada por una cubierta de nuca y la de las mejillas por paperas, de las cuales solo se ha encontrado una arrancada de un casco. La cuestión de su origen, galo o romano, todavía se debate en la comunidad científica.
En Saint-Just-en-Chaussée la asociación de los cascos con las espadas da fe de la presencia de soldados romanos en lugar de auxiliares galos, a menos que estos últimos estuvieran completamente equipados por los primeros. En cambio los daños que afectan a los cascos «atestiguan más bien una forma de sacrificio-destrucción de origen galo que se puede encontrar en varios lugares en los que se practicaban ritos similares», indica el comunicado, citando como ejemplo al sitio arqueológico de Ribemont-sur-Ancre, en el Somme, donde fue hallado un casco del mismo tipo y que fue destruido a golpes con el objetivo de dejarlo inutilizable.
Armas halladas en una fosa. Foto: Inrap.
Sacrificio y ‘mutilación’ de trofeos/armamento
Por la distribución del metal de las armas en las fosas, es posible sugerir que uno o más trofeos estuvieron expuestos al sol del Levante, en la fachada este de la zonas o recintos. El origen de las piezas metálicas no está documentado, pero se puede suponer que proceden de un campo de batalla. ¿Cuánto tiempo estuvieron protegidos o expuestos a la intemperie? A todas estas preguntas es casi imposible dar respuestas.
Lo que sí sabemos, en cambio, es que en algún momento, tras la retirada de los trofeos de armamento, se realizaban singulares acciones sobre las partes metálicas mediante roturas, golpes, aplanamientos, cizallamientos, etc. Una vez realizadas estos destrozos rituales, los pedazos eran arrojados y esparcidos en las fosas, pero su distribución muestra un deseo de que los elementos unidos fueran juntos.
Zanjas de un lugar de banquetes. Los bancos en el suelo permitían a los invitados sentarse a ambos lados de la mesa. © Jérôme Guequiere, Inrap.
Recinto de un banquete
Cuatro fosas singulares, fechadas a mediados del siglo I a.C. fueron excavados en el suelo. Dos bancos paralelos, separados aproximadamente por un metro, materializan una mesa sobre la cual se habría empotrado un fuego. Los asientos, revestidos de madera, permitían la instalación desde una docena de invitados hasta casi cincuenta en total, pero es posible que se hubieran producido reuniones más grandes.
Los análisis químicos y micro-morfológicos fueron determinantes para determinar su función. El lugar del fuego, de alta intensidad pero no repetido, muestra que se utilizó en una sola ocasión. Se vertía vino en el mismo en abundancia y seguramente se consumía, tal como sugiere el hallazgo de un fragmento de un colador. También se observó la presencia de sustancias grasas de animales no rumiantes. El fuego, el derrame de líquidos, y grandes restos vegetales transformados en una especie de tortitas, sugieren que allí se realizaban banquetes, pero no podemos excluir su uso como lugar de libación, o incluso como un altar, funciones que no son antinómicas. La comensalidad de un banquete, además de los lazos de clientelismo que puedan unir a los actores, no está necesariamente desprovista de aspectos religiosos.
Un individuo enterrado sentado. Se extirpó el húmero derecho sin afectar el resto del cuerpo. © Estelle Pinard, Inrap.
Restos humanos
Se clasifican en dos categorías: los depósitos primarios de cuerpos y los secundarios, constituidos por huesos de una o más partes anatómicas. Son primarios cuando el cuerpo ha sido colocado en una fosa y allí se descompone, y son secundarios si la descomposición tiene lugar en otro lugar que no sea donde se han hallado los restos óseos. El estado de conservación de estos restos humanos es variable. Todos han sufrido erosión tanto natural como mecánica. Los difuntos eran colocados en fosas más o menos redondas, apoyados contra la pared. Seis tienen la pierna derecha doblada, incluso constreñida, con el pie debajo de la cadera y la pierna izquierda doblada y apoyada en la pared. El brazo izquierdo se coloca detrás de la pierna izquierda y el derecho sobre la pierna derecha. En otros dos casos la posición es similar, pero invertida.
Los cráneos están ausentes, los cuales podrían haber sido destruidos por la erosión o el arado. La presencia de dientes en el fondo de las fosas, y en algunos otros individuos de la mandíbula, demuestra que los cuerpos estaban completos en momento de su depósito. Todos eran adultos jóvenes, maduros o viejos, cuatro son de sexo masculino, pero otros cuatro no se ha podido determinar su sexo. Fueron enterrados no muy lejos unos de los otros al noroeste del santuario.
Restos humanos triturados de al menos 4 adultos depositados en fosa 315. © E. Pinard Inrap HDF, UMR 8215 Trayectorias
Depósitos secundarios de restos humanos en fosos o zanjas
899 restos óseos que representan a unos quince individuos fueron descubiertos en fosas y zanjas y se suman a un esqueleto parcial y dislocado de un adulto. Los huesos pertenecen principalmente al cráneo en el sector 1, y el poscraneal al sector 2. Varias piezas óseas presentan huellas de golpes, cortes o exposición. Marcas en los cráneos pueden haberse hecho con el objetivo de quitarles la cara y hacer máscaras. No se ha descubierto ninguna máscara de este tipo en Saint-Just, pero se conocen varias en la región en contextos religiosos o domésticos. Las huellas de marcas en las extremidades son el resultado de la desarticulación y el descarnado. En una fosa se recolectaron 830 fragmentos. La dimensión de las marcas subrayan un deseo de triturar estas partes y algunas de ellas habían sido calentadas. Su entierro es voluntario en una fosa excavada a tal efecto. La datación absoluta sitúa la muerte de todos estos individuos entre el comienzo del siglo II y finales del siglo I a.C.
¿Cultos para quién?
Lo que diferencia este yacimiento de otros santuarios conocidos en la Galia belga es la distribución de los restos en el terreno según su naturaleza. En la zanja donde están los huesos de los animales hay poco o nada de metal, y, por el contrario, donde se concentran los objetos de metal solo hay unos pocos huesos. La distribución de los depósitos humanos también presenta diferencias: por un lado, tenemos entierros de adultos en posición sedente, restos óseos que atestiguan trabajos sobre las cajas craneales, y otros deliberadamente triturados, calentados; y, por otro lado, hay miembros desarticulados y descarnados. Existe, por tanto, una verdadera geografía del yacimiento que suscita muchos interrogantes. ¿Está relacionado con diferentes deidades de la guerra, de la tierra, o del mundo subterráneo...? ¿Ha sido hecho por personas de estatus diferente? ¿Según qué ritmos y en qué ocasiones? Si el estudio de este santuario tiene algunas posibilidades de responder a estas preguntas, traerá una cantidad considerable de nueva información. Después del período galo, este lugar siguió siendo frecuentado durante casi cuatro siglos, y es también en este sector donde podría haber tenido lugar el martirio de San Justo de Beauvais...
Fuente: inrap.fr | 15 de diciembre de 2022
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