El enigma de la chica de Egtved que nos hace pensar en una Edad del Bronce 'globalizada'

Poco a poco comprendemos mejor nuestro pasado, los movimientos de la gente, su comercio y complejidad incluso ya desde la Edad del Bronce. Y a ello ha colaborado una joven de esa época.

Vamos a un día de verano alrededor del 1370 a.C. Una comunidad de la Edad del Bronce donde hoy está Egtved, en Dinamarca, celebraba el enterramiento de una joven mujer rubia, de apenas 1,60 metros de estatura y entre 16 y 18 años de edad, en un tipo de ataúd de roble reservado a personajes importantes. La joven llevaba una túnica corta de lana y una falda de cordones trenzados hasta la rodilla, un cinturón con una gran placa circular de bronce a modo de hebilla decorada con espirales, un brazalete de bronce en cada brazo y un fino pendiente en forma de aro en una de las orejas.

De su cinturón colgaba un peine hecho de cuerno. Junto a su rostro, una cajita fabricada con la corteza del roble contenía un punzón también de bronce y una redecilla para el cabello. Un pequeño cubo de corteza a sus pies contenía un tipo de cerveza y a su lado se puso un atado de telas con los huesos cremados de un niño de 5 o 6 años de edad.

Imagen en la se muestra una reconstrucción de la ropa encontrada en su ataúd. (Foto: Lejre).

Se la extendió sobre una piel de vaca con la que se había forrado el interior del tronco de roble ahuecado. Un capullo de la blanca flor de la milenrama cayó al interior del ataúd, o fue colocado por alguno de los presentes. Luego se extendió sobre ella una manta tejida de lana marrón, y otra piel de vaca antes de cerrar el ataúd y apilar sobre él un imponente túmulo funerario de tierra.

El hallazgo y la sorpresa

El 24 de febrero de 1921, el granjero danés Peter Platz estaba retirando los restos de un túmulo de tierra en su campo de cultivo cuando dio con un ataúd de roble. Informó a las autoridades y el Museo Nacional de Dinamarca organizó una excavación y llevó el ataúd a Copenhague para estudiarlo.

El montículo Storehøj en Egtved, en el que fue enterrada la joven en el verano de 1370 a.C.

Al abrirlo, los arqueólogos encontraron todos los elementos del ajuar de la ocupante, pero de ella, debido a la acidez del suelo y la saturación de agua frecuente en el ataúd, solamente quedaban el cabello, algo de su cerebro, sus dientes y uñas, y unos fragmentos de piel. La piel de vaca que había cubierto el fondo del ataúd también había desaparecido, pero quedó el pelo que delineaba la forma del cuerpo que había yacido sobre ella.

Una respuesta de las muchas que empezó a generar el descubrimiento fue que el entierro se había producido con toda seguridad en verano… lo cual demostraba el brote de milenrama que había en el borde del ataúd.

El estudio de sus dientes permitió fijar su edad entre los 16 y los 18 años, por lo que pronto se le conoció como 'la niña de Egtved', aunque en esa época ya era una mujer, probablemente casada. La esperanza media de vida en la Edad del Bronce era de unos 26 años, y los matrimonios y primeros partos se realizaban tempranamente. Sus adornos han sido también motivo de intensas especulaciones. El disco solar al frente de su falda sugiere para algunos una función religiosa, y han propuesto que ella podía haber sido una sacerdotisa en el culto al sol, que tenía una gran importancia en la Edad del Bronce. Pero más allá de las especulaciones, no se sabe nada, salvo que sin duda tenía una posición destacada en su sociedad.

El ataúd de la niña Egtved tal como fue excavado del montículo en 1921.

Estudios realizados en su cabello y dientes en 2015, que analizaron los isótopos de estroncio presentes en sus tejidos, sugirieron intensamente que la niña de Egtved no era nativa de la zona donde se le enterró, sino que era una mujer viajera, originaria de la Selva Negra en lo que hoy es Alemania.

Otra joya de la arqueología danesa, la llamada 'mujer de Skrydstrup' (pese a que al morir tenía más o menos la misma edad de la chica de Egtved), que había vivido entre el 1129 y el 1382 a.C., fue descubierta en 1935. Su enterramiento también se había hecho en un ataúd de roble y llevaba ropa finamente bordada, un elaborado peinado y ricos aros de oro.

Los estudios de isótopos de estroncio realizados igualmente en sus restos, mucho más completos, sugirieron que ella también provenía de tierras lejanas, originaria de algún lugar más allá de la Dinamarca actual, que podía ser igualmente Alemania, o el noreste de los Países Bajos o de la República Checa… e incluso podría haber venido de Bretaña. Se había desplazado a los 13 o 14 años de edad hasta Skrydstrup, en el sur de Dinamarca, donde vivió los siguientes años hasta su muerte a los 18.

El féretro de roble de la mujer de Skrydstrup ayudó a conservar sus restos durante unos 3.200 años. (Museo Nacional de Dinamarca).

La chica de Egtved, en cambio, según los estudios, peregrinó constantemente entre la Selva Negra y el lugar donde murió, caminando cientos de kilómetros. Esto abre interrogantes que quizás con el tiempo y más restos arqueológicos de esas épocas podamos responder, pero que resultan fascinantes. ¿Viajaba sola o acompañada? ¿Cuál era el motivo de sus viajes, acaso religioso, ritual, comercial o familiar? ¿Era seguro caminar mil kilómetros cruzando del centro de Alemania hasta la mitad de la península de Jutlandia? ¿O acaso el viaje podría haberse hecho por mar?

Un último rastro arqueológico sirve para alentar nuestra imaginación pintando un panorama de la Edad del Bronce como una era civilizada, ágil, compleja y de grandes redes de intercambio internacional pese a sus limitaciones en cuanto al conocimiento, probablemente impulsadas por la necesidad de los metales necesarios para crear bronce, llevados con frecuencia desde lugares lejanos a donde se procesaban.

En 1982, en Uluburun, Turquía, unos pescadores de esponjas encontraron un naufragio de la Edad del Bronce, coincidente en el tiempo con las dos mujeres halladas en Dinamarca, alrededor de fines del siglo XIV a.C. De hecho, la datación de la madera, tanto por análisis de sus anillos como por carbono 14, sitúa su construcción alrededor del 1327 a.C. Era un barco chipriota o sirio-palestino dedicado al comercio, con objetos procedentes por igual del Norte de Europa o de África, desde Sicilia hasta Mesopotamia. Hay nueve o diez culturas representadas en su cargamento.

Metales, cerámica, resinas, vidrio, madera, marfil, lámparas de aceite, cáscaras de huevo de avestruz, joyería, herramientas, armas y alimentos llenaban las bodegas de la pequeña embarcación de apenas 15 o 16 metros de largo, que conseguía navegar sin siquiera brújulas, que tardarían 200 años en llegar a Europa, siguiendo la línea de la costa con mapas imprecisos y la pericia de su capitán.

El mundo donde vivió la niña o mujer de Egtved estaba ya globalizado e interconectado. 4000 años atrás.

En un tronco de roble ahuecado, fue enterrada una rica mujer de Olby, un lugar a unos 40 kilómetros al sur de Copenhague. (Science Nordic).

¿Sacerdotisa?

En otro enterramiento danés, el de la mujer de Olby, ella lleva una falda de cordones trenzados como la de la niña de Egtved, prenda que se halla representada en figuras de bronce y grabadas en piedra relacionadas con rituales religiosos, lo que apoya la posibilidad de que su lugar en su comunidad fuera como sacerdotisas.

Fuente: elcorreo.com | 8 de octubre de 2022

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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