La Universidad de Alcalá de Henares investiga cómo se estructura la sociedad en el Neolítico gracias a la cerámica
Miriam Cuevas. Foto remitida por la UAHLos visitantes pasean por los museos, se inclinan para observar con detalle las vasijas reconstruidas y las piezas de cerámica sueltas, y luego leen para qué servían y cómo las utilizaban las sociedades prehistóricas. Pero lo que no saben es quién se encarga de extraerlas y llevarlas hasta ahí.
Miriam Cubas es parte del personal investigador del departamento de Historia y Filosofía de la Universidad de Alcalá de Henares y especialista en cerámica neolítica. Hace unos 6.000 y 4.000 a.C., las sociedades humanas del Neolítico comenzaron a asentarse en pequeños poblados donde la agricultura y ganadería pasaron a ser sus actividades primordiales. Por ello, para cocinar, almacenar, incluso decorar, se hacía uso de las cerámicas que creaban a partir de las arcillas.
Ahora, estas son objetos de estudio de la arqueóloga que viaja y reconstruye el pasado gracias a los vestigios que aún quedan en la actualidad. La investigadora centra su actividad en los proyectos Tecnología cerámica en la costa atlántica de la península ibérica (ca. 6000-3000 cal a.C.) y Pottery technology in the Southwest of European continent (ca. 6000-3000 cal B.C.), ambos financiados por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
Como ella lo define, "la cerámica neolítica aporta muchos datos en relación con la cronología de los yacimientos, cuándo se produjeron las ocupaciones y en qué momento de la prehistoria. También, conocemos cuál era la interacción y explotación del medio ambiente por parte de las comunidades humanas, qué tipo de arcillas utilizaban, qué rocas, entre otras cosas. Ahora, las últimas líneas de investigación nos dan información sobre qué se comía y cómo se procesaba. Por tanto, nos permiten reconstruir las pautas de consumo y las prácticas culinarias en el pasado”.
La investigación se centra en una línea iniciada en 1990: el análisis de lípidos. La pasta de la cerámica prehistórica es bastante porosa y, por tanto, encapsulaba lo que se cocinaba en su interior, así que su grupo se encarga de extraer estos lípidos con técnicas biomoleculares para saber lo que se cocinó en esas estructuras. La razón por la que hayan pervivido tanto en el tiempo no deja de ser otra que: el calor. “Cuando se elabora una cerámica, se cuece para garantizar su forma. Así que la cocción como proceso térmico crea un objeto duradero en el tiempo, a diferencia de otros restos arqueológicos como los carbones o los restos orgánicos. Es verdad que, en determinados ambientes, donde hay mucha lluvia como en el norte de la península, la acidez del suelo hace que se degrade muchísimo por lo que, generalmente, aparece muy fragmentada. Lo que estudiamos, mayoritariamente, son fragmentos de cerámica, teniendo que hacer una especie de puzle enorme para reconstruir los recipientes”, afirma la investigadora.
La actividad arqueológica de Miriam Cubas la ha llevado por Cantabria, Asturias o Vizcaya puesto que está centrada en el norte peninsular, la zona costera y la fachada atlántica-portuguesa. “El uso menos intensivo de la cerámica en algunas zonas da a entender que son productos más restringidos dentro de las primeras sociedades agrícolas y el impacto que tiene es menor -asumimos que se utilizaba menos-. Además, estas primeras cerámicas presentan unas formas y decoraciones diferentes a las documentadas en la costa mediterránea e interior peninsular, aunque, en algunos casos, se observan patrones similares como el uso de las conchas dentadas para hacer decoraciones, lo que se conoce como cerámica cardial”, explica.
Acerca del procedimiento de trabajo cuando se haya en un yacimiento, detalla que, primero, se recuperan todos los restos arqueológicos. Después, lo llevan al laboratorio para analizarlo. La cerámica, una vez que sale del yacimiento, se lava, se inventaría y se hace un registro básico (número de restos, formas que tiene, qué decoración, etc.). Lo normal es empezar por un análisis tecnológico de las pastas arcillosas de las cerámicas y analizar, posteriormente, los residuos orgánicos. De un fragmento cerámico recuperan también las biomoléculas orgánicas para conocer qué se cocinó, cómo se procesó, qué tipo de alimentos se mezclaron y reconstruir los patrones de consumo y de cocina durante la Prehistoria.
La interpretación es siempre la parte más difícil de toda investigación: “A partir de la cerámica, se puede interpretar cómo se lleva a cabo la división del trabajo en función de si estos productos son más estandarizados o no. De esta manera, planteamos hipótesis de la estructura social: el control de los alimentos, la agricultura o la ganadería, cómo se organizaba la sociedad sobre todo en el neolítico”. Además, en esta reconstrucción también interviene la transmisión de conocimiento entre científicos, por ejemplo, colaboran con la Universidad de Cantabria, la Universidad de Burgos, la Universidad Autónoma de Barcelona y con especialistas en química orgánica de instituciones extranjeras como la Universidad de York.
Las líneas de innovación, expone la especialista, están enfocadas a los recursos lácteos en las primeras cerámicas, en las cuales explorarán cómo se mezclaban estos productos como leches, quesos y requesones con otro tipo de alimentos. Ante todo, ver cómo se procesaban, si como recursos fermentados o directamente extraídos del animal. La explotación de estos productos lácteos por las sociedades prehistóricas es bastante relevante puesto que eran intolerantes a la lactosa, las cuales continúan en la actualidad. “Explorar esto en el pasado puede ayudarnos mucho a ver cómo lo afrontamos actualmente. Es fundamental saber cómo las distintas tecnologías aparecen a lo largo de la historia, no solo durante la Prehistoria, sino cómo se han ido incorporando en nuestra vida cotidiana. Vivimos en un momento en el que estamos sometidos a un impacto continuo de la tecnología que afecta a la relación entre las personas y el mundo. La tecnología ha ido modificando las estructuras sociales, las relaciones entre los distintos grupos y, yendo un poco más allá, las pautas de consumo”.
Ante la pregunta de si algún día la información sobre el pasado será completa, Miriam Cubas reflexiona: “No llegará ese momento porque se produce la incorporación de técnicas nuevas todos los días. Ahora mismo están en boga los lípidos, pero también los estudios de ADN están en auge. Las técnicas, sobre todo las procedentes de otros ámbitos y disciplinas, están en continua renovación y nos permiten afinar nuestros datos. Afortunadamente, creo que nunca llegará a agotarse el pasado, quedan muchísimos yacimientos por excavar y estudiar”. Por ello, también apuesta por mostrar a la sociedad lo que descubren debido a que lo considera como “un deber, siendo, al mismo tiempo, enriquecimiento, cultura científica, es clave para crear motivaciones entre nuevos investigadores e investigadoras”.
En la actualidad, disfruta de los recursos que le proporciona la Universidad de Alcalá en su carrera como profesional de la Prehistoria: “Ahora mismo, la Universidad está en expansión y tiene muchísimo interés en abrir nuevas líneas de investigación, entre ellas, las nuevas aplicaciones de arqueología biomolecular al patrimonio arqueológico. La UAH ha mostrado mucho interés por el proyecto y enseguida hemos tenido mucho apoyo del Vicerrectorado de Investigación y Transferencia y el Rectorado, así que espero que sea un buen ambiente de trabajo, ¡y cuenta con un enclave idílico, estamos en una ciudad Patrimonio de la Humanidad!”.
Fuente: alcalahoy.es | 18 de octubre de 2021
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