Un estudio analiza la conducta de carnívoros salvajes en los yacimientos prehistóricos
Ejemplos de daño óseo inducido por pequeños carnívoros: (a) surcos y hoyos en el olecraneum de un cúbito (S2 / BO1); (b) surco en las epífisis proximales de un fémur (clase de tamaño 4) (S2 / OB4); (c) concurrencia de marcas de dientes y bordes crenulados en una escápula (S2 / OB3); (d) hoyos, pinchazos y puntajes en el cuello de una escápula (S2 / OB3). Escala = 1 cm. Scientific Reports.
Una investigación sorprendente ha unido en el empeño para avanzar nuestro conocimiento del pasado a prehistoriadores y… osos. Un equipo de investigadores ha publicado el lunes en la revista Scientific Reports un estudio experimental sobre la forma en que los carnívoros salvajes se aprovechaban de los restos de los animales cazados y consumidos por poblaciones humanas en el paleolítico.
El trabajo ha consistido en reproducir las condiciones de los campamentos neandertales provisionales y observar de qué manera los carnívoros alteran los espacios en que se han cocinado y luego lanzado los restos. El experimento se ha hecho con osos, dada la dificultad de encontrar en nuestro territorio lobos y no digamos hienas y leones, que eran los otros grandes carnívoros con los que se interrelacionaban entonces los cazadores paleolíticos. También porque el equipo tiene familiaridad fósil con ellos al excavar en las cuevas del Toll y Toixoneres, en Moià (Barcelona), un palacio de la fauna del cuaternario que incluye oso pardo actual (Ursus arctos) y de las cavernas (Ursus spelaeus). La investigación se ha realizado durante cinco años en el Alto Pirineo y en el Pallars (Lérida) con la colaboración de los equipos de seguimiento del oso pardo.
“Durante mucho tiempo habíamos visto que los carnívoros alteraron los yacimientos prehistóricos moviendo restos y haciéndolos desaparecer cuando se marchaban los humanos”, explica a este diario Jordi Rosell (izquierda), con Maite Arilla uno de los dos investigadores del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES) y del Àrea de Prehistòria de la Universitat Rovira i Virgili (URV) de Tarragona, que firman el artículo junto a Ruth Blasco, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CNIEH). “Así que para estudiar cómo se comportaban en el pasado hemos tratado de reconstruir las mismas condiciones y ver cómo lo hacen ahora, para extrapolar los datos”.
Rosell señala que reproducir un campamento neandertal es fácil: “Basta con encender una hoguera, hacer una costellada, con vaca y cordero, no recoger los restos, echar una siesta y marcharte, dejando cámaras con sensor de movimiento para observar lo que pasa”. Otra cosa es conseguir que los osos colaboren. “Trabajar con animales salvajes tiene eso, a veces no quieren ayudar. Por ejemplo, los osos solo quieren carne cuando salen de hibernación, de marzo a mayo, y el resto del año ni la tocan. Ha sido laborioso y hemos funcionado mucho por el sistema de acierto-error, pero tenemos vídeos muy interesantes que muestran la manera en que remueven los restos”.
El objetivo es conseguir suficiente información para crear modelos que permitan entender la forma en que estas acciones animales modificaron los yacimientos. “Los neandertales hacían campamentos provisionales que abandonaban con rapidez; los carnívoros acudían muy deprisa atraídos por los olores de la carne que se había cocinado y la posibilidad de encontrar comida fácil entre los despojos acumulados, haciendo entonces desaparecer restos, engulléndolos o llevándoselos, y modificando así lo que se convertiría en el registro fósil”. Los investigadores han podido comprobar que también los carnívoros pequeños (zorros, mustélidos como la marta y el tejón) alteraban la escena, y lo hacían asimismo aves como los cuervos, jugando un papel importante en la formación de los yacimientos.
Para Maite Arilla, "todos esos animales que merodeaban en los campamentos son auténticos fantasmas que modificaron lo que los prehistoriadores encuentran y que es con lo que han de recomponer el pasado".
Por su parte, Blasco subraya que el trabajo que han hecho abre una nueva perspectiva para entender los yacimientos paleolíticos, por ejemplo por qué hay tan pocas epífisis (extremos de los huesos largos). “Ahora empezamos a tener datos para evaluar la importancia del papel de estos animales y contraponerlo a los efectos causados por el consumo humano”.
Maite Arilla (izquierda), investigadora del IPHES, junto Ruth Blasco (CENIEH) durante uno de los experimentos - IPHES
El estudio ha contribuido a modificar la idea de que los neandertales solo cazaban animales grandes: es muy posible que los restos de los pequeños simplemente se los zamparan o se los llevaran los animales salvajes de la manera en que se ha observado en la investigación. En los campamentos de cromañón no pasaba porque los ocupaban de manera mucho más estable.
Fuentes: elpais.com | iphes-noticies.blogspot.com | 20 de abril de 2020
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