Las cuentas de cáscaras de huevos de avestruz se utilizaron para consolidar las relaciones sociales en África durante más de 30.000 años

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Ejemplo de una cuenta de cáscara de huevo de avestruz. Crédito: John Klausmeyer, Yuchao Zhao y Brian Stewart.

Un zona de hierba crece sobre un afloramiento de esquisto hace 33.000 años. Un avestruz picotea esta hierba, y los átomos del esquisto y la hierba se convierten en parte de la cáscara de los huevos que pone el avestruz.

Una mujer de un grupo de cazadores-recolectores que vive en el desierto de Karoo del sur de África encuentra un huevo. Para comérselo ella rompe el caparazón en varios pedazos. Luego los perfora y los ensarta en un trozo de tendón y los conserva como una cadena de cuentas o abalorios.
Posteriormente, ella regala los adornos a amigos que viven en el este, donde las precipitaciones son más altas, a fin de reafirmar las relaciones importantes que mantiene con ellos. A su vez, sus amigos hacen lo mismo, hasta que las cuentas finalmente terminan en grupos distantes que viven en lo alto de las montañas orientales.

33.000 años después, un investigador de la Universidad de Michigan encuentra tales cuentas o abalorios en lo que ahora es Lesoto, y al medir los átomos de las mismas, proporciona nuevas evidencias de dónde se hicieron estos adornos y durante cuánto tiempo fueron usados por los cazadores-recolectores como un tipo de moneda social.

En un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Science (PNAS), el arqueólogo paleolítico de la Universidad de Michigan, Brian Stewart (izquierda), junto con sus colegas, establecen que la práctica de intercambiar dichos adornos a largas distancias abarca un período de tiempo mucho más largo de lo que se pensaba anteriormente.

"Los humanos son simplemente animales sociales extravagantes, y eso se remonta a estas fuerzas profundas que seleccionaron para maximizar la información, información que habría sido útil para vivir en una sociedad de cazadores-recolectores de hace 30.000 años y antes", dice Stewart.

"Las cuentas o abalorios de cáscaras de huevos de avestruz básicamente actuaban como si fueran versiones del 'Me gusta' de Facebook o Twitter en la Edad de Piedra, afirmando así, simultáneamente, las conexiones de intercambio con diversas gentes, al tiempo que se alertaba a otros sobre el estado de esas relaciones".

Lesotho es un pequeño país de cadenas montañosas y ríos. Tiene el promedio más alto de elevación del continente africano, y ha sido un lugar formidable para que los cazadores-recolectores pudieran vivir, dice Stewart. El agua dulce que fluye por el país y los cinturones de recursos, estratificados por la elevación de la región, proporcionaron protección contra los cambios climáticos para quienes vivían allí hace ya 85.000 años.

Cuentas hechas de cáscaras de avestruz. Crédito: John Klausmeyer, Yuchao Zhao y Brian Stewart.

Los antropólogos saben desde hace tiempo que los cazadores-recolectores contemporáneos usan cuentas de cáscaras de huevos de avestruz para establecer relaciones con los demás. En Lesotho, los arqueólogos comenzaron a encontrar pequeños adornos hechos con este tipo de cáscaras. Pero ocurre que las avestruces no suelen vivir en ese entorno, y los arqueólogos no han encontrado, por tanto, evidencias de que tales adornos se hicieran en esa región.

Así es que, cuando los arqueólogos comenzaron a descubrir la existencia de cuentas de cáscaras de huevos sin evidencias de su producción, sospecharon que las mismas habían llegado a Lesotho a través redes de intercambio. En consecuencia, analizar dichas cuentas o abalorios mediante la observación de sus isótopos de estroncio permitiría a los arqueólogos determinar con precisión dónde se hicieron.

El estroncio-87 es el isótopo hijo del elemento radiactivo rubidio-87. Cuando el rubidio-87 se descompone produce estroncio-87. Las rocas más antiguas, como el granito y el gneis, tienen más estroncio que las rocas más jóvenes, como el basalto. Cuando los animales se alimentan en un paisaje, estos isótopos de estroncio se incorporan a sus tejidos.

Los arqueólogos trabajando en los refugios rocosos de Sehonghong y Melikane. en el sur de África. Crédito: Brian Stewart.

Lesotho está aproximadamente en el centro de una formación geológica en forma de ojo de buey llamada Supergrupo Karoo. El centro montañoso de esta zona es de basalto procedente de erupciones volcánicas relativamente recientes, las cuales formaron las tierras altas de Lesoto, al tiempo que, rodeando Lesoto, hay bandas de rocas sedimentarias mucho más antiguas. El anillo más externo de la formación oscila entre 325 y 1.000 kilómetros de distancia de Lesoto.

Para evaluar dónde se hicieron las cuentas o abalorios de cáscaras de huevos de avestruz, el equipo de investigación estableció una línea de base de las relaciones de isótopos de estroncio, es decir, determinar cuánto estroncio está disponible en un lugar determinado utilizando muestras de vegetación y del suelo, así como muestras de esmalte de dientes de roedores modernos en ejemplares de museos obtenidos en Lesoto y sus alrededores.

Según sus análisis, casi el 80% de las cuentas o abalorios que los investigadores encontraron en Lesoto no podían haberse originado a partir de huevos de avestruces que hayan vivído cerca de donde se encontraron las mismas.

"Estos adornos provenían, consecuentemente, de distancias muy largas", aduce Stewart. "La cuenta más antigua de nuestra muestra tenía el tercer valor de isótopo de estroncio más alto, por lo que también es una de las más exóticas".

Stewart descubrió que algunas cuentas o abalorios no podían provenir a menos de 325 kilómetros de Lesoto, sino que habrían sido hechas a una distancia de hasta 1.000 kilómetros. Sus hallazgos también establecen que estas cuentas se intercambiaron durante un periodo de agitación climática, hace aproximadamente entre 59.000 y 25.000 años. El uso de estas cuentas o abalorios, destinado a establecer relaciones entre los grupos de cazadores-recolectores, aseguraba el acceso de un grupo a los recursos que disponían los demás cuando el clima de una región empeoraba.

Los arqueólogos trabajando en los refugios rocosos de Sehonghong y Melikane. en el sur de África. Crédito: Brian Stewart.

"Lo que sucedió hace 50.000 años fue que el clima estaba experimentando enormes cambios, por lo que podría no ser solo una coincidencia que sea exactamente en esos momentos cuando se intercambiaban estas cuentas", argumenta Stewart. "Semejantes redes de intercambio podían usarse para obtener información sobre los recursos, la condición de los entornos, los animales, los alimentos vegetales, así como sobre otras personas e incluso para encontrar cónyuges".
Stewart afirma que, si bien los arqueólogos han aceptado durante mucho tiempo que estos artículos de intercambio suelen unir a las personas de los paisajes del Kalahari etnográfico, ahora tienen la evidencia firme de que estas cuentas o abalorios se intercambiaron a grandes distancias no solo en el pasado, sino durante un largo período de tiempo.

"Este estudio coloca otra pieza en el rompecabezas de cómo hemos persistido más tiempo que todas las demás especies humanas, y por qué acabamos convirtiéndonos en la única especie dominante del globo terráqueo", concluye Stewart.

Fuente: University of Michigan | 9 de marzo de 2020

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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