El dolmen de Bernardos (Segovia), una ventana de 6.000 años atrás en el tiempo

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Hace seis mil años, en el Neolítico, la cultura megalítica imperaba en buena parte de Europa Occidental. De Inglaterra a Mallorca, de Bretaña a Galicia, son miles los vestigios de dólmenes, menhires y túmulos. Solo en la provincia de Burgos hay documentados sobre 200, en Segovia, en cambio, apenas hay dos documentados: uno en Castroserna, otro en Bernardos. Hay indicios de otros dos en La Cuesta, y otro en Sepúlveda. «No hay más porque no se han estudiado», explica el arqueólogo Raúl Martín Vela.

Al frente de Eresma Arqueólogica, Martín Vela ha dirigido en la presente campaña excavaciones en la Peña del Moro (Nava de la Asunción, Edad del Bronce), el Torrejón (Armuña, con ocupación celtíbera, romana y visigoda), la villa romana de Matabuey (Nava de la Asunción), y desde 2018, el dolmen de Santa Inés, en Bernardos, como decimos, el único dolmen segoviano en fase de estudio. Son excavaciones financiadas por el Ayuntamiento de Bernardos.

Organizada por la Asociación de Amigos de la Pizarra, el yacimiento recibió ayer una visita guiada. Al público en general la arqueología le pilla lejos. Es una disciplina muy técnica, poco espectacular visualmente (visto desde fuera, claro, una vez te pones…), son trabajos a largo plazo donde la paciencia no es una virtud sino condición de posibilidad. Así que sorprende sastisfactoriamente la multitudinaria aceptación de la propuesta. A las 10 de la mañana del sábado 17 de agosto, un centenar de vecinos se agolpaba por el camino a Santa Inés, dispuestos a saber de una vez por todas que están tramando en el fetosín. Hay que decir que quedaron encantados.

Pues lo que están tramando o destramando, más bien, es espectacular. Arrancando de la tierra datos de cómo eran los humanos del IV milenio a.C. Unos 4.000 años antes, en Oriente Próximo había surgido la agricultura y la ganadería, que gradualmente fue expandiéndose por Eurasia, se calcula que pastoreo y variedades de cebada ya modificadas por el hombre llegaron a la península sobre el VI-V milenio a.C. Así que lo que hay bajo el dolmen de Santa Inés son los restos de los primeros agricultores de la zona de Segovia.

Arriba, Vista desde el suelo. Sobre estas líneas, foto con dron.

Cómo reconocer un dolmen

¿Pero que es un dolmen? A grandes rasgos, el esqueleto de un túmulo. Lo que vemos en Bernardos es un círculo de unos 30 metros de diámetro poblado de grandes losas, piedras que en algunos casos rozan los mil kilos, junto a otras más pequeñas. Es los restos de un túmulo megalítico, es decir, un promontorio artificial que habitualmente se construía apilando losas encima de las cuales se iba acumulando tierra. El objetivo es doble, por un lado, construir una cámara subterránea que sirviera como cementerio colectivo, las piedras que vemos son las que a modo de vigas sustentaban y techaban la cámara y galería de acceso, así como las más pequeñas se disponían alrededor para fijar el suelo. En el centro, a modo de clave de bóveda, el dolmen en forma de mesa, sujetando todo el complejo. Visto desde fuera sería como una joroba horadada donde los coetáneos enterraban a sus muertos. Visto hoy, es como si todo el tejado de grandes piedras del túmulo se hubiera venido abajo (realmente fue así).


"Pensamos que lo que había por aquí eran pequeños asentamientos de ganaderos y agricultores de unas 20, 30 o 4o personas a lo sumo. Por entonces ya habían domesticado cerdos y ovejas y conocían la cebada", explica Martín Vela. Un primer dato que ya aporta información es el carácter colectivo del enterramiento. Todos los muertos en la misma fosa. ¿Qué quiere decir? Pues "que todavía no había jerarquías, todos cavaban, todos segaban, aunque sí que es cierto, tal como vemos en otros dolmenes, es que según pasan las generaciones se observa una cierta personalización de la sepultura", sigue el arqueólogo.

Sorprendentemente, sobre el 3.500 a.C. la cultura tumular megalítica se abandonó de golpe. Se supone que para entonces ya habían irrumpido las jerarquías guerreras, una organización de la producción basada en el caudillaje, que rompió con 2.000 años de enterramientos colectivos para entrar en la etapa de las sepulturas individuales, del cobre y del hierro, asociados a nuevas necesidades defensivas/ofensivas.

Notable participación popular en la visita.

Un mojón que sirve de calendario

Bien. Esta es la utilidad básica del dolmen, pero hay más. El dolmen de Santa Inés se ubica en el centro de un triángulo en el que destacan tres promontorios, San Isidro de Domingo García, el Tormejón de Armuña, y el castillo de Bernardos (hoy oculto por las escombreras de pizarra). ¿Qué quiere decir? Pues que era un punto de especial visibilidad. El túmulo no se hacía en cualquier parte, se levantaba en una zona visible desde muy lejos. Era una manera de decirle a nuestros vecinos: «Hey, aquí labramos nosotros». Era un enorme mojón.

Pero además con una orientación especial. Con la entrada de la galería en un eje de suroeste, noroeste, es decir apuntando a la salida del sol en los dos equinoccios, el de verano y el de invierno. Lo necesario para llevar la cuenta del calendario.

"Hay otros elementos que confirman esta hipótesis, por ejemplo, la disposición de piedras negras y grises con piedras blancas, en la zona que perimetraba el túmulo. Esto es, al incidir los rayos del sol, tenía que tener un efecto especial", explica Martín Vela. Así que el día que las piedras brillan al amanecer, las noches empiezan a menguar, y así hasta que vuelven a brillar, en que empiezan a crecer.

Posible menhir retirado de la zona por seguridad.

Grafitis neolíticos y un posible menhir

En 1992, una ortofotografía ponía sobre la pista a Cultura de la Junta de la posible existencia de un túmulo megalítico en la zona. Se puede aún ver por Googlemaps, junto a las escombreras de pizarra, a un centenar de metros de la barranca del Eresma, un promontorio circular con dos enormes piedras dispuestas en paralelo. Imposible que sea natural. Se daba la circunstancia de que el promontorio se enclava en medio de un fetosín, es decir, en terrenos municipales que desde tiempos inmemoriales se van asignando rotatoriamente entre los vecinos para su labranza (otro particularidad segoviana que pervive desde la reconquista y de las de quedarse ojiplático). Posiblemente este carácter público haya salvado el dolmen. En una explotación convencional, se pasa el tractor, se despejan los pedruscos y allá películas, porque lo cierto es que no siempre es fácil distinguir un vestigio megalítico de los restos de un chozo o una disposición aleatoria de piedras.

Ermita de Santa Inés.

Posible menhir retirado de la zona por seguridad.

En 2018 el Ayuntamiento de Bernardos financió la primera campaña. Ese año se decapó apenas el promontorio, confirmándose las sospechas, había indicios de galería, de cámara. A lo largo del verano de 2019 se ha seguido excavando hasta unos 40 o 50 cm. Ha aparecido la entrada a la cámara subterránea y losas totalmente características de un túmulo funerario. Huesos todavía no. Hay que llegar a una profundidad de 1,8o para llegar al nivel de enterramiento. Una de las grandes piedras tiene toda la pinta de haber sido un menhir, es decir, una gran piedra (una tonelada de peso) con carácter ornamental que se ponía encima del túmulo. Para prevenir actos vandálicos o robos, el consistorio retiró la piedra a principios de este verano para guardarla en almacenes municipales.

Pero la gran sorpresa fue el hallazgo de una losa en la que se encontraron petroglifos, círculos solares, algún animal, y un esquemático hombre con las manos alzadas en señal de ¿adoración? y con un gran falo. Bernardos linda con Domingo García, el gran museo al aire libre de petroglifos, y desde Santa Inés se divisa perfectamente San Isidro, donde se supone aguarda uno de los yacimientos del final del paleolítico más potentes de España. Los petroglifos de Domingo García podrían ser coetános del hallado en Bernardos, pero Martín Vela sugiere que no. «Son distintos, estos son totalmente esquemáticos, los de Domingo García son más realistas, más trabajados. Tenemos que hacer las pruebas y datarlos, ya veremos», dice.

Tanto Martín Vela como Jesús Pastor, de la asociación Amigos de la Pizarra, están convencidos de que Bernardos es el corazón de una zona dolménica, especialmente densa, que puede dar juego para dinamizar los atractivos de visita en la comarca. En septiembre se rematará la prospección 2019 del yacimiento de Santa Inés. Una lona verde tapará el conjunto para evitar que la maleza se instale y proseguir los trabajos en 2020. Vale la pena. En Bernardos justo acaban de abrir una ventana desde la que asomarse al principio de los tiempos, cuando se empezaron a arar los campos en Segovia, haces seis mil años.

Fuente: acueducto2.com | 18 de agosto de 2019

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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