Los neandertales de Cova Eirós (Lugo) comieron osos de las cavernas

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Foto: Colmillo de oso, lasca y asta de rebeco hallados en Cova Eirós. USC

Hace entre 46.000 y 30.000 años, Cova Eirós sirvió de refugio a grupos nómadas de cazadores-recolectores de dos especies humanas diferentes. Los hombres neandertales y después los humanos modernos dejaron en esta cueva de Triacastela numerosas rastros que permiten reconstruir sus respectivos modos de vida.

Las diferencias y semejanzas entre las estrategias de supervivencia de unos y otros en un mismo territorio son analizadas en una tesis doctoral presentada recientemente en la Universidad de Santiago de Compostela por la arqueóloga Irene Valverde Tejedor (izquierda), integrante del equipo que investiga este yacimiento paleolítico desde el 2008 dentro del proyecto «Ocupaciones humanas durante el Pleistoceno de la cuenca media del Miño».

Valverde señala que su tesis doctoral no solo es la primera que se dedica al yacimiento de Cova Eirós, sino también la primera que estudia en Galicia el período de transición entre el hombre Neandertal y el Homo sapiens. Su estudio se basa en el análisis de los numerosos fósiles de animales -muchos de ellos consumidos por los habitantes humanos- y de las industrias líticas que se descubrieron en la cueva entre el 2008 y el 2014. Entre las conclusiones generales de este estudio, la arqueóloga destaca que «las ocupaciones de la cueva por parte de los neandertales fueron más estables y de un tipo más doméstico que las del Homo sapiens». Los primeros estuvieron en la gruta durante períodos más prolongados y realizaron en ella actividades más diversificadas. «Las marcas de uso que dejaron las herramientas de piedra neandertales en los huesos de animales muestran que no solo los descarnaron para consumirlos, sino que también prepararon pieles y tendones para fabricar vestidos e instrumentos», dice Valverde. «También hay indicios de fabricación de arpones con astas de ciervo y huellas de hogueras», añade. Las ocupaciones de los humanos modernos, por el contrario, parecen haber sido más cortas y esporádicas. «Se puede decir que iban a Cova Eirós solo a cazar y comer para después marcharse», dice la arqueóloga.

Diferencias en la dieta


Foto: Colgante del colmillo de zorro. | USC

En Cova Eirós, dice por otro lado Inés Valverde, también se han detectado diferencias entre los modos de alimentación de neandertales y Homo sapiens. «Los primeros se alimentaban preferentemente de unas pocas especies de herbívoros, como los ciervos, los corzos y los rebecos», apunta. «En los Homo sapiens se ve una dieta algo más variada en la que también entraban otras especies, como por ejemplo los bóvidos», agrega.

En cuanto a la alimentación de los neandertales, Valverde indica, por otra parte, que los investigadores han hallado indicios de consumo esporádico del extinto oso de las cavernas, una especie herbívora de mayor tamaño que el oso pardo. «Las marcas que quedaron en los huesos señalan que fueron procesados para servir como alimento», explica. No se trata de un caso excepcional, agrega, ya que en otros yacimientos de ese período se han descubierto evidencias de caza y consumo de osos y diversas especies de carnívoros. «En Cova Eirós no se encontraron indicios claros de que el oso de las cavernas fuese cazado, como podría ser un hueso partido o una marca de punta de flecha, así que también pudo ser aprovechado después de haber muerto de forma natural», puntualiza la arqueóloga. «Pero en otros yacimientos neandertales, como en Alemania, sí hay pruebas de que los osos fueron una presa de caza», añade.

Por otro lado, Valverde dice que en los restos de hogueras de la época neandertal hallados en la cueva aparecieron numerosos huesos animales troceados. «Todo indica que quemaron esos despojos por motivos de higiene, además de usar los huesos como combustible», apunta.

Foto: Trabajos arqueológicos en Cova Eirós (Lugo).

Grupos nómadas con diferentes tipos de movilidad

Una diferencia entre las poblaciones de neandertales y de Homo sapiens de Cova Eirós, según Irene Valverde, consiste que los primeros parecen haberse desplazado por el territorio en menor medida que los primeros. «La fauna fósil del yacimiento no es toda local ni inmediata, lo que indica que los neandertales también se movían para buscar recursos, pero seguramente lo hacían con menos frecuencia y en áreas más reducidas», dice.

Valverde apunta por otro lado que -teniendo en cuenta la cercanía geográfica- los neandertales que pasaron por Cova Eirós probablemente se desplazaron también por otras zonas del sur lucense, como el valle de Lemos. Una huella de su paso es un pequeño yacimiento al aire libre descubierto en el 2006 en la parroquia monfortina de O Chao do Fabeiro, formado por unas pocas herramientas de piedra. Pero a diferencia de Cova Eirós, en Monforte no se pudieron hallar fósiles de animales consumidos por los neandertales.

Un aspecto de las excavaciones realizadas en Cova Eirós en la campaña arqueológica del 2018 ALBERTO LÓPEZ.

Refugio de humanos y animales

La tesis doctoral de Irene Valverde señala que las diferentes ocupaciones humanas en Cova Eirós se alternaron con etapas en las que la gruta permaneció abandonada y sirvió como cubil de diversas especies de animales. La arqueóloga indica que esto sucedió con más frecuencia en el Paleolítico Superior, cuando los neandertales ya habían desaparecido y el lugar era visitado por el Homo sapiens moderno. «Como las ocupaciones de esta especie fueron más cortas y esporádicas que las de los neandertales, los animales salvajes tuvieron muchas más ocasiones para usar la cueva como refugio cuando no se encontraban en ella los humanos», explica Valverde. A la izquierda, un colmillo de oso de la cavernas encontrado en las excavaciones que se llevaron a cabo en Cova Eirós en el 2018

Fuente: lavozdegalicia.es | 3 de julio de 2019

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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