La Córdoba íbera resurge de la tierra para luchar contra el olvido

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Minas que trabajaron los íberos en Ategua, en el término municipal de Córdoba - Álvaro Carmona

Se suele decir que en la Córdoba patrimonial si la manta cubre la cabeza no tapa los pies. Es decir, que los restos monumentales y arqueológicos son tan ingentes en la capital y en la provincia que algunas etapas quedan escondidas bajo el brillo de otros momentos más cimeros. Poco se habla, sin embargo, de la Córdoba ibérica, de esos hombres y mujeres dedicados a la agricultura, a la minería y en ocasiones a la guerra que habitaron aquí durante siglos y que se fueron mezclando con los diferentes pueblos colonizadores hasta que la romanización fue acabando con su forma de vida.

Hallazgos singulares los traen a la actualidad cada cierto tiempo, como si se resistiesen a quedar sumidos en el olvido. El último hallazgo singular al respecto ha sido un carro muy bien conservado y que en octubre del pasado año apareció en el Cerro de la Horca de Montemayor, de entre los siglos V y IV a. C y que incluso ha despertado el interés de publicaciones especializadas como «National Geographic».

Momento en el que se descubrió el carro íbero en Montemayor

La propia capital cordobesa tiene su origen en esta etapa y no en el espacio que ahora ocupa el centro de la ciudad, que también fue el antiguo foro romano que fundase Claudio Marcelo. La Córdoba ibérica, en su caso turdetana, se fundó en los terrenos que hoy ocupa el Parque Cruz Conde y conocidos como la Colina de los Quemados. Durante mucho tiempo se especuló con la historia de esta ciudad prerromana, pero no fue hasta 1992 cuando se resolvió el asunto gracias una campaña de excavaciones. En su artículo «La Fundación de Córdoba», el arqueólogo Juan Murillo explicó que «los inicios de la ocupación» se encuentran «en el III milenio antes de Cristo», mientras que «las evidencias de la continuidad en el hábitat» siguen «hasta finales del siglo II antes de Cristo, con posterioridad al inicio de la presencia romana en el Valle del Guadalquivir y a la fundación de la nueva ciudad romana».


Santuario íbero en Torreparedones
Santuario íbero en Torreparedones - ABC

Quiere esto decir que durante un tiempo la Córdoba romana y la prerromana coexistieron, una demostrada continuidad en la ocupación del asentamiento turdetano que, según explica el propio Murillo, «ayuda a comprender las razones de la rápida promoción de ésta dentro del nuevo orden implantado por Roma, al heredar el papel preeminente de su antecesora, cimentado en un cúmulo de factores económicos, políticos y estratégicos tejidos durante siglos».

La cultura ibérica está además en yacimientos como el Cerro de la Cruz de Almedinilla, uno de los escasos poblados de Baja Época Ibérica (siglos II y III antes de Cristo) excavados en Andalucía y que hoy tiene reconstruidas varias casas y un horno de cerámica, lo que permite conocer cómo era la vida cotidiana de esta época. Este espacio arqueológico se excavó por vez primera en los años 80 y permite hacerse una idea de la forma en la que los pobladores de aquella época se aprovechaban de la orografía del terreno para construir sus casas.

Leona ibérica que se encontró en Nueva Carteya
Leona ibérica que se encontró en Nueva Carteya - ABC

En Ategua los restos más antiguos encontrados, muy anteriores a la batalla entre Julio César y Pompeyo que le diese fama a la vieja ciudad, se refieren a su muralla íbera, mientras que en Torreparedones, mucho más beneficiado por las inversiones públicas, se ha podido excavar el santuario turdetano que allí hubo y que luego sería ampliado y reutilizado en época romana. En el Cerro de la Merced de Cabra se han encontrado restos de una ciudad también amurallada que debió fundarse en torno al siglo IV antes de Cristo y donde trabajan arqueólogos de la Universidad Autónoma de Madrid bajo la hipótesis de que era un complejo aristocrático.

Numerosos nombres de viejas ciudades cuyo topónimo real de aquella época se desconoce en muchos casos, pero que dan pistas de cómo era la vida por las tierras cordobesas antes de que los romanos llegasen con su latín y sus leyes. Yacimientos a la espera de inversión en la mayoría de los casos, con ejemplos tan sangrantes como el de la olvidada ciudad íbera, romana y medieval de Ategua, y de los que han ido saliendo además obras de arte tan especiales como los leones íberos de Nueva Carteya y Baena, visitables en el Museo Arqueológico de Córdoba y Nacional, respectivamente.

La sensación que queda es que ese pasado ibérico de Córdoba, cuyas luces se apagaron hace miles de años, aún está por escribir y que, de la mano de los arqueólogos, irá poco a poco saliendo a la luz como símbolo de un pueblo que, aunque no alcanzase el vigor de la Córdoba romana o de Al Ándalus, parece resistirse de forma contumaz al olvido.

Fuente:abc.es | 23 de junio de 2019

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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