Antonio Rosas: «Somos distintos a los neandertales, pero en todo tenemos puntos en común»

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Antonio Rosas, en su laboratorio, con una de las piezas de El Sidrón. / CSIC.

Antonio Rosas es el director de las investigaciones de los fósiles de la cueva piloñesa de El Sidrón. Máximo experto en neandertales, punta de lanza de la paleoantropología internacional y profesor de investigación del CSIC, acaba de publicar 'Los fósiles de nuestra evolución', un libro en el que ofrece una visión general de la evolución humana y de la documentación fósil que ha permitido a los científicos construir una teoría que dé respuesta a esas tres preguntas que llevamos haciéndonos los humanos desde que tenemos capacidad crítica: quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos.

-¿Qué aporta su libro a la teoría de la evolución?

-Hago un recorrido a lo largo de todos los descubrimientos que nos han ido dando respuestas sobre la evolución humana. Hablo de cómo Darwin o Haeckel fueron capaces de construir un modelo teórico, sin disponer apenas de datos, sobre el que después se ha desarrollado nuestra disciplina. Planteo una visión general de la evolución y de cómo las ideas han ido también evolucionando en función de los descubrimientos.

-Uno de los capítulos está dedicado a El Sidrón. ¿Cómo recuerda su primera visita a la cueva?

-No recuerdo la fecha exacta, pero sí las sensaciones. Me propuso Javier Fortea hacerme cargo del estudio paleontológico de los fósiles. Cuando fui por primera vez, hacia 2003, me pareció una cueva muy particular, ya comenzando por su entorno, tan bonito, con una tumba a la entrada, un gran castaño... Bajas por un agujero en el suelo y caminas por una galería junto al río que la recorre, lo que le da un atractivo muy singular. Con la emoción que produce saber que te acercas a una joya paleontológica, llegas finalmente a aquel tesoro. Fortea y De la Rasilla habían instalado un laboratorio subterráneo perfectamente equipado y organizado que tenía una personalidad increíble. Esos sentimientos se han quedado conmigo para siempre.

-Desde el punto de vista científico, El Sidrón es también un yacimiento muy especial, por el lugar en el que aparecieron los huesos.

-Aunque sea paradójico, la falta de contexto es lo que otorga a El Sidrón esa singularidad que lo hace único. No hay información de cómo podría haber sido de la vida de esos neandertales. Eso lo hacía llamativo. ¿Qué pintaban ahí los restos de 13 neandertales, fuera de todo contexto?

-¿Les fueron poniendo nombre según los iban identificando?

-Somos más sosos que otros equipos. No quisimos ponerles nombres propios, les llamamos Adulto 1, Adulto 2, así hasta siete. Hicimos lo mismo con los adolescentes y los niños. Los huesos estaban muy fragmentados, no sabíamos qué piezas correspondían a cada cuál y corríamos el riesgo de publicar algo y tener que echarnos atrás. Al final, Adulto 2, para nosotros, ya tiene casi cara y ojos, hemos obtenido mucha información de él y lo utilizamos como un nombre propio.

-¿Qué tenía de especial Adulto 2?

-Es un individuo masculino de gran tamaño dentro de los neandertales, muy robusto. Además, sabemos que padeció una enfermedad en la boca desde que era niño que finalmente le produjo un absceso y problemas gastrointestinales, debió padecer mucho a lo largo de su vida. Pese a todo, era un especialista en la talla de las herramientas: las afilaba con los dientes y, estudiando su sarro, localizamos restos de bitumen, un derivado del petróleo que seguramente utilizaba para pegar los mangos de las herramientas. Cerca de la cueva, a 13 kilómetros, localizamos un yacimiento donde se podía encontrar este producto. También sabemos que consumía hierbas medicinales y encontramos restos de penicilium, que utilizaba como calmante. Eso nos hace pensar que tenía un conocimiento de premedicina. No sabemos si era un chamán o todo lo contrario, el chivo expiatorio, el tonto del grupo sobre el que recaía todo el trabajo duro. Además, sus problemas en la boca y la forma en la que trabajaba con las herramientas le hicieron ir cambiando su lateralidad, pasando de diestro a zurdo. Yo me inclino a pensar que es, de alguna forma, un miembro del grupo con especiales cualidades, alguien destacado, sea como sea que le queramos llamar.

-¿Han conseguido saber de dónde venían esos huesos?

-El yacimiento que se ha excavado está en posición secundaria. Esto es, el material llegó a ese punto a través de un tubo vertical procedente de un piso superior de la cueva. Probablemente, tras una gran tormenta, todo colapsó y se vino abajo. Creemos que el lugar original ya no existe, que es un punto en el espacio vacío de la cueva. Al no haberlo localizado, es peliagudo explicar de dónde vienen los huesos. Estos restos quedaron en un nivel superior por alguna acción dentro de su universo, o cayeron allí o los tiraron o los depositaron. Tras un corto periodo de tiempo, esa tormenta o subida de agua precipitó todo ese depósito a un nivel inferior, en el que encontramos muchos restos, pero falta buena parte del material del depósito original. Es un 25% del potencial total del yacimiento.

-Pero el yacimiento de la galería del osario ya está agotado.

-Así es, el yacimiento está agotado, pero es importante destacar que la investigación sigue viva. Hace años que no se excava, pero los resultados que se están obteniendo son de primer nivel. Los políticos tienen que ser conscientes de ello a la hora de seguir destinando financiación para la investigación. Seguimos pendientes de firmar un convenio que nos permita seguir trabajando y que no acabamos de firmar. Es como si una vez que se acaba la excavación, todo hubiese acabado. Pero no es así.

-Esta misma semana han publicado un estudio sobre la consanguineidad y la posible influencia de esta en la extinción del neandertal.

-Hemos visto que hay una acumulación de anomalías congénitas en esta población en comparación con otras. La reproducción se producía entre familiares muy cercanos, en casos hasta llegar a la endogamia, lo que nos confirma que los neandertales se organizaban en grupos pequeños y sin conexión. Eso condujo al agotamiento biológico de esas poblaciones, limitando su capacidad de respuesta ante los cambios ambientales, y pudo derivar en su extinción.

-Otro de los estudios, sobre el gen FOXP2, les permitió confirmar que podían comunicarse por la voz.

-Todo nos hace pensar que los neandertales tenían que usar algún tipo de comunicación entre ellos. Faltaban pruebas concluyentes. Cuando estudiamos cómo se expresa ese gen, el único conocido que está relacionado con el habla, se vio que los neandertales y nosotros tenemos la misma mutación. Es un argumento más a favor de que tenían una capacidad de comunicación a través de la voz. Sí se ven diferencias después en cómo evolucionó ese gen. Con los neandertales siempre llegamos a la misma conclusión: somos iguales, pero siempre hay algo distinto. O somos distintos, pero siempre tenemos algo en común. Esa dualidad es la que nos define a nosotros y a ellos. Somos humanos, pero distintos.

-El gen MC1R les permitió describirlos físicamente, ponerles cara.

-En aquel estudio, que fue maravilloso, vimos que la actividad metabólica de ese gen, que regula las melaninas, era la que correspondía a una pigmentación pelirroja o rubia en los humanos actuales. Pero hay una curiosidad. Eran pelirrojos, pero no eran pelirrojos como los Homo sapiens. Vuelve a pasar lo mismo, son 'distintamente' pelirrojos a nosotros.

-También saben lo que comían.

-Las suposiciones iniciales fueron corroboradas después con datos genéticos extraídos del sarro. Los grupos neandertales que conocemos son muy diversos: los hay de estepas frías, de bosque, de ecosistemas mediterráneos. Este estudio nos contó que las huellas de desgaste de sus dientes se acoplaban con los de bosque, lo que encaja bien con la inercia histórica de la cornisa cantábrica. Hace 49.000 años, la fecha aproximada en la que vivieron, era un periodo no muy frío, después llegaría la glaciación.

-Y por vivir aquí, no comían tanta carne como otros grupos.

-Comían carne, pero no eran hipercarnívoros como los de más al norte, que comían como las hienas y los leones. Aquí, aunque se comían cabras, rebecos y otros animales, complementaban la dieta con piñones, setas, musgos y las plantas medicinales que comentábamos antes.

-Y se comían unos a otros...

-Hay huellas claras de canibalismo. Faltan por saberse las circunstancias. Probablemente las condiciones alimenticias no fuesen muy buenas y se asoció desde el principio a lo que llamamos un canibalismo gastronómico, pero aún falta la interpretación final, si había algo de ritual, si se comían entre grupos... Estamos trabajando en ello. Será el próximo estudio que hagamos público.

Fuente: elcomercio.es | 15 de febrero de 2019

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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