Identifican a una mujer artista, de época medieval, mediante el análisis de su placa dental

En el centro de la imagen, restos de lapislázuli hallados en la paca dental de una mujer de la Edad Media. Foto: Christina Warinner.


En la imaginación popular, los escribas y los iluminadores de manuscritos de la Edad Media eran hombres: monjes que trabajan arduamente en la scriptoria a la luz de las velas, ocupados en copiar los conocimientos del mundo en páginas de pergaminos. "Siempre son monjes, monjes, monjes", dice Alison Beach (izquierda), historiadora de la Universidad Estatal de Ohio. "Cuando imaginas a un escriba medieval, te imaginas a un hombre".

Sin embargo, un nuevo descubrimiento sugiere que parte de ese trabajo fue realizado por mujeres, y que las escribas y las artistas posiblemente existentes eran muy hábiles, muy bien consideradas, a las que se confiaba algunos de los pigmentos más caros disponibles en el siglo XI, según un equipo multidisciplinario dirigido por Christina Warinner (derecha), paleogenetista del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana, en Alemania. Los resultados de su estudio han sido publicados en la revista Science Advances.

La evidencia proviene de la boca de un esqueleto encontrado en un cementerio medieval en Dalheim, una pequeña ciudad cerca de la ciudad alemana de Mainz. Como parte de un esfuerzo por comprender mejor las dietas y enfermedades que afectaban a las gentes en el pasado, los arqueólogos han comenzado a estudiar la placa fosilizada que se suele acumular en los dientes de las personas (antes de que apareciese la odontología). También conocida como cálculo dental, en dicha placa queda atrapado y preservado el ADN de las bacterias que están en la cavidad bucal, junto con rastros de lo que la gente comió y bebió hace mucho tiempo.

Cementerio del convento en el que se ha hallado la dentadura. Foto: Christina Warinner.

Ignoradas por la Historia

Una tumba, con la etiqueta B78, contenía el esqueleto de una mujer de mediana edad que murió alrededor del año 1100 d.C. Al principio, lo único que sobresalía de sus restos era la falta de desgaste en sus huesos, una señal de que había llevado una vida físicamente poco exigente.
Cuando el equipo de Warinner miró de cerca los dientes de B78 se sorprendió. "El microscopista me llamó y me dijo: 'el cálculo de esta mujer está lleno de partículas azules'", recuerda Warinner. "Nunca había visto ese color en la boca de alguien, era como el azul brillante del huevo que pone el petirrojo".

El equipo trabajó entonces con expertos químicos para averiguar de dónde provenían las miles de partículas azules incrustadas en la dura placa dental de la mujer. Las pruebas exhaustivas mostraron que tales partículas estaban constituidas por el mineral lazurita (derecha), también conocido como la piedra preciosa lapislázuli.

En la Edad Media el mineral lazurita solo se podía encontrar en lo que hoy es Afganistán, y cuando llegaba en polvo a Europa central, a través de una compleja red comercial que abarcaba miles de kilómetros, Beach dice que valía más que su peso en oro. El vívido pigmento del lapislázuli producido era tan costoso que los artistas medievales y los iluminadores de manuscritos lo reservaban para los aspectos más importantes: el manto azul de la Virgen María, por ejemplo.

Cómo este precioso pigmento llegó a la boca de una mujer alemana del siglo XI constituía más de un misterio. Después de descartar algunas otras explicaciones como que tal vez la mujer había besado una imagen que contenía lazurita en un ritual devocional, o que quizás había realizado un acto de ”medicina lapidaria", una práctica medieval en la que se ingería piedras preciosas como un curativo, el equipo de investigación concluyó que el pigmento azul probablemente terminó en la boca de B78 mientras ella lamía su pincel cuando ilustraba pergaminos. Con el tiempo, el pigmento se incrustó en su cálculo dental donde se conservó durante casi 1.000 años.

Anita Radini (izquierda), autora principal del artículo de investigación y experta en cálculo dental en la Universidad de York, cogió incluso pigmento de lazurita y realizó pruebas en su boca tomando muestras posteriormente de su propia saliva y labios para verificar sus resultados en el laboratorio.

"Podríamos decir que la copista medieval estuvo repetidamente expuesta a este pigmento. Fue una conducta realizada de modo constante, muy seguramente. Y es la primera evidencia de esta práctica al respecto que tenemos”, dice Radini.

La costosa lazurita no se habría confiado a ningún artista. "El hecho de que una mujer recibiera este pigmento significa que estaba en un nivel muy alto, con una excelente reputación por el trabajo artístico que realizaba”, dice Beach. “En consecuencia, es también la primera evidencia física que tenemos de mujeres escribas".

Entonces, ¿cómo las artistas medievales como B78 fueron ignoradas por los historiadores? Beach dice que hay referencias escritas sobre mujeres escribas en el pasado. Sin embargo, cuando un libro es anónimo, los historiadores tradicionalmente han asumido que los hombres lo produjeron, y la gran mayoría de los libros medievales no están firmados.

"Esto indica que muchas cosas que no estaban firmadas fueron producidas por mujeres, o al menos esa es una posibilidad que deberíamos considerar", agrega Beach.

Partículas azules observadas incrustadas dentro del cálculo dental: (A) Diente del individuo B78 que muestra depósitos de cálculos dentales antes de sus análisis. (B) Vista de partículas azules incrustadas dentro de una gran pieza de cálculo dental intacto, así como una partícula azul ya liberada del cálculo dental. (De C a I) Múltiples partículas azules observadas después de la sonicación del cálculo dental. Téngase en cuenta la frecuente concurrencia de minerales incoloros asociados. Las imágenes (B) a (I) se muestran en la misma escala, como se indica en (I). Crédito: C. Warinner (A); M. Tromp y A. Radini (B a I).

Un santo grial

Mientras tanto, el cálculo dental está constituyéndose muy rápidamente en una fuente de información arqueológica. Una de las principales ventajas es que se extrae directamente de la boca de las personas fallecidas, y puede demostrarse de modo concluyente lo que los individuos comían, bebían o expectoraban, en lugar de hacer inferencias basadas en lo que se encuentra en sus tumbas o en asentamientos cercanos.

"La reconstrucción de la actividad de los esqueletos humanos es el santo grial de la bioarqueología, pero es muy difícil llevarla a cabo”, dice Efthymia Nikita (derecha), bioarqueóloga del Instituto Chipre, en Nicosia, la cual no formó parte del estudio de investigación. "El problema que tenemos es que todos los otros métodos que se suelen utilizar son indirectos".

"Sin embargo, al identificar en alta resolución diferentes micropartículas, podemos registrar una actividad específica", agrega. "No conozco ningún otro estudio mediante el cual se pueda identificar a un artista usando restos esqueléticos”.

En el futuro, dice Radini, la técnica podría usarse para identificar a artistas en el registro arqueológico, algo que nunca se había hecho antes. Y otras profesiones, como tejedores o alfareros, por ejemplo, pueden ser también identificadas con precisión por las fibras de las plantas o el polvo de arcilla incrustado en la placa dental, una fuente de evidencia más fiable que la búsqueda de patrones de desgaste en los huesos.

Por ahora, los autores esperan que la placa dental llena de pigmentos de B78 cambie la manera en que los historiadores han considerado el papel que desempeñaron las mujeres en la configuración de la cultura occidental en la Edad Media. "No solo hemos identificado el mineral de lazurita en este tranquilo cementerio, sino que el mismo estaba también en la boca de una mujer", dice Warinner. "Nos ha abierto una ventana a la historia de las mujeres de aquellos tiempos".

Fuente: nationalgeographic.com | 9 de enero de 2019

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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