La cuna de la humanidad se extiende a toda África
Miembros del equipo de Ain Hanech excavando en Ain Boucherit, Argelia / Sahnouni et al.Un equipo de científicos encabezado por Mohamed Sahnouni (izquierda), arqueólogo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), acaba de publicar en la revista Science un artículo que rompe con el paradigma de que la cuna de la humanidad se encuentra en África Oriental. El trabajo se ha basado en los restos arqueológicos hallados en los yacimientos de la región de Ain Hanech (Argelia), los más antiguos que se conocen actualmente en el Norte de África.
El arqueólogo Mohamed Sahnouni, en un yacimiento argelino. CENIEH
Durante mucho tiempo, África oriental ha sido considerada el lugar de origen de los primeros homínidos y de la tecnología lítica, porque hasta ahora se sabía muy poco sobre las primeras ocupaciones y sus actividades al norte de continente. Dos décadas de investigaciones de campo y de laboratorio han demostrado que los primeros homínidos fabricaban herramientas líticas en África septentrional que son casi contemporáneas con los primeros utensilios de piedra conocidos en el África oriental, de hace 2,6 millones de años.
Los fósiles de animales como cerdos, caballos y elefantes, procedentes de yacimientos muy antiguos, han sido utilizados por el paleontólogo Jan Van Der Made, del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, para corroborar la antigüedad derivada del paleomagnetismo obtenida por el geocronólogo del CENIEH, Josep María Parés, y de la resonancia paramagnética electrónica (RPE) llevada a cabo por Mathieu Duval, de la Universidad de Griffith.
Un hueso, un radio de bóvido, con marcas de corte. MOHAMED SAHNOUNI.
Más que carroñeros
Los artefactos de Ain Boucherit se fabricaban con piedra caliza y sílex disponibles localmente e incluye cantos tallados como choppers, poliedros y subesferoides, así como herramientas de corte con bordes afilados utilizadas para el procesamiento de cadáveres de animales. Estos artefactos son típicos de la tecnología lítica olduvayense, conocida desde hace de 1,9 a 2,6 millones de años en África Oriental, aunque los de Ain Boucherit muestran sutiles variaciones.“La industria lítica de Ain Boucherit, que es tecnológicamente similar a la de Gona y Olduvai, demuestra que nuestros antepasados se aventuraron en todos los rincones de África, no sólo en su parte oriental. La evidencia de Argelia cambia la visión anterior de que África Oriental es la cuna de la humanidad. En realidad, toda África ha sido cuna de la humanidad”, afirma Mohamed Sahnouni, líder del proyecto Ain Hanech.
Un canto del que se extrajeron lascas afiladas, en Ain Boucherit. MOHAMED SAHNOUN.
Ain Boucherit es uno de los pocos yacimientos arqueológicos de África que ha proporcionado pruebas de huesos con marcas de corte y percusión asociadas in situ con las herramientas líticas, que muestran inequívocamente que los homínidos ancestrales aprovechaban la carne y la médula ósea de los animales de todos los tamaños y las partes esqueléticas, lo que implicaba el despellejamiento, la evisceración y la descarnación de las extremidades superiores e intermedias.
Isabel Cáceres (izquierda), tafónoma del IPHES, ha comentado al respecto que “el uso eficaz de herramientas líticas con cortes afilados en Ain Boucherit sugiere que nuestros antecesores no eran meros carroñeros. No está claro en este momento si cazaban o no, pero las pruebas demuestran claramente que estaban compitiendo de forma exitosa con los carnívoros y que gozaban del acceso prioritario a la carne de los animales”.
¿Quién ha fabricado estas herramientas?
En este momento, la pregunta más importante es quién fabricó las herramientas de piedra descubiertas en Argelia. Todavía no se han encontrado restos de homínidos en el Norte de África que sean contemporáneos de los primeros artefactos líticos. De hecho, tampoco se ha documentado ningún homínido en asociación directa con las primeras herramientas líticas conocidas en el Este de África.
Sin embargo, un descubrimiento reciente en Etiopía ha puesto de manifiesto la presencia del primer Homo hace aproximadamente 2,8 millones de años, y es con mucha probabilidad el mejor candidato también para los materiales hallados tanto al este como al norte del continente africano.
Mandíbula hallada en Etiopía, de 2,8 millones de años, y perteneciente al primer miembro conocido del género Homo / BRIAN VILLMOARE
Como explica Sileshi Semaw (derecha), científico del CENIEH, que también ha participado en este artículo, “los homínidos contemporáneos de Lucy, de aproximadamente 3,2 millones de años, probablemente deambulaban por el Sáhara, y sus descendientes podrían haber sido los responsables de dejar los restos arqueológicos ahora descubiertos en Argelia, que son casi contemporáneos de los de África Oriental”.
“Las próximas investigaciones se centrarán en la búsqueda de fósiles de homínidos en los yacimientos cercanos del Mioceno y el Plio-Pleistoceno, en busca de los fabricantes de utensilios e incluso de herramientas líticas más antiguas”, concluye Sahnouni.
La arqueóloga Isabel Cáceres (izquierda), de la Universidad Rovira i Virgili, ha participado en el análisis de las marcas de corte en los huesos animales. Son surcos imperceptibles e insulsos para un profano, pero se convierten en un libro de texto bajo la mirada de Cáceres. “Si hay marcas de corte en la cara interna de las costillas, significa que evisceraban ellos a los animales. Por lo tanto, no eran meros carroñeros pasivos. Ellos llegaban antes que los carnívoros. Tenían acceso prioritario a la carne”, apunta la arqueóloga, también investigadora del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social, en Tarragona.
El prehistoriador Manuel Domínguez Rodrigo, codirector de un proyecto de investigación en la garganta de Olduvai y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, aplaude el nuevo estudio, en el que no ha participado. A su juicio, las marcas de corte y el gran tamaño de los animales de Ain Boucherit sugieren posibles “estrategias de emboscada”, que implicarían una organización social en proceso de sofisticación. “Es lo mismo que estamos viendo en yacimientos de África oriental de la misma época: los homínidos ya están llegando los primeros”. Era el comienzo del dominio humano del mundo.
Fuentes: agenciasinc.es | elpais.com | 29 de noviembre de 2018
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¿Quién empuñó el primer cuchillo?
Por María Martinón Torres, directora del CENIEHCuando los científicos se preguntan sobre qué atributos nos hacen humanos siempre sale esa quiniela de tres variables con la que, a grandes rasgos, todos estamos de acuerdo. Somos un primate bípedo, tecnólogo y de gran cerebro, aunque todavía quede mucho por decir sobre qué fue antes, si el huevo o la gallina.
En particular, la tecnología se ha convertido en nuestro exoesqueleto, en una prolongación de nuestra anatomía sin la que apenas sabríamos vivir. Abandonar la locomoción sobre cuatro patas contribuyó a la conveniencia de tener las manos libres, algo tan útil e importante para el modo de vida que habría de caracterizarnos. Salvo exiguas y vitales excepciones (como acariciar al otro o llevarnos las manos a la cabeza) nuestra mano se liberó para poder estar siempre llena.
Le nacen cuchillos para untar la mantequilla o cortar la carne; bolígrafos para firmar informes (cada vez menos postales); móviles para leer las noticias o enviar un tuit incendiario; asas para transportar una cartera o llevarnos a los labios una taza de café; batutas para dirigir orquestas o arados para sembrar campos. De una manera u otra, la capacidad de crear instrumentos que nos permiten relacionarnos con el mundo se ha convertido en seña e identidad de nuestra especie. ¿Pero cuándo empezó todo?
Nuestra primera herramienta fue una piedra. La escogimos y la tallamos para que de un pedrusco informe apuntase un filo con el que descarnar los huesos. Esas piedras cortantes y las marcas que dejan en los huesos son el primer testigo de nuestra capacidad de manipulación, el germen de nuestra particular forma de explotar el mundo. Hasta entonces no nos interesaba la carne y de los animales solo éramos presas, pero no cazadores. La evidencia más antigua de nuestra habilidad para utilizar y quizá tallar piedras se encontraba en el este de África, con 2,6 millones de años, en el yacimiento de Gona (Etiopía). Hasta ahora, el este de África había sido siempre el lugar predilecto para encontrar el origen de todo lo que nos singulariza, las primeras herramientas, los primeros pasos, los primeros humanos modernos.
Sin embargo, esta semana, un equipo de científicos internacionales, liderado por los investigadores del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), publica el hallazgo de herramientas y marcas de corte en huesos de .... Se trata de una serie de artefactos toscos, adscritos al que se conoce como Modo 1 o Olduvayense. La antigüedad de los hallazgos abarca desde los 1,9 hasta los 2,4 millones de años, por lo que son prácticamente contemporáneos de las primeras herramientas hasta ahora conocidas. La industria de Ain Boucherit sugiere que o bien la capacidad artesana de los primeros humanos se expandió de forma cuasi veloz desde el este al norte de África, o que el origen de esta habilidad no fue único, y que en varios lugares a un tiempo surgió la necesidad y el arte de construir y tallar con nuestras manos.
¿Es al fin y al cabo tan extraño jugar con una roca rota al azar y descubrir que puede ser útil como cuchillo? ¿No es casi natural comprender que una piedra puede servir para machacar un hueso, un tubérculo o la cáscara de un fruto seco? ¿No es posible que esta habilidad haya aparecido y desaparecido varias veces a lo largo de la historia de nuestros ancestros? Quizá en este, como en tantos otros debates evolutivos, lo que hay que preguntarse no es tanto sobre la capacidad de una especie determinada para hacer algo (así sean herramientas o pinturas rupestres), sino en qué medida ese comportamiento caracteriza a esa especie. ¿Es lo típico de ese grupo? ¿En qué momento esa actividad pasó de ser esporádica a convertirse en parte sustancial de su vida?
Foto: Excavación en Ain Hanech en Argelia que dirige Mohamed Sahnouni. | CENIEH.
Con fechas tan antiguas y sin fósiles asociados, es difícil saber si el primero en tallar y empuñar un cuchillo fue uno de los primeros representantes del género Homo, al que pertenecemos nosotros, o del género Australopithecus, al que pertenece la pequeña Lucy. Pero de lo que no hay duda es de que a partir de 2,4 millones de años encontramos más y más evidencias de que nuestros ancestros comenzaban a consumir carne y a valerse de útiles de piedra para poder descarnar los animales a los que primero accedieron como carroñeros y después como cazadores. Y que ese comportamiento tecnológico se convirtió en sello y seña del linaje humano, tanto que la tecnología es, a día de hoy, nuestra segunda piel. Cada vez son más contados, y más íntimos, los momentos en que el ser humano, de verdad, está desnudo. Hace 2,5 millones de años la tecnología comenzaba a servir al hombre y hoy nos preguntamos si es el hombre el que depende, servil, de la tecnología.
Hay quien dice que el éxito de la humanidad llegó cuando fuimos capaces de independizarnos del medio, una afirmación que a mí me produce sentimientos encontrados. Con las primeras herramientas arrancó la historia de lo que algunos llaman nuestra “liberación”. Sin embargo, el relato de nuestro éxito como el de la conquista de nuestra independencia del entorno tiene ecos de hijo desagradecido que muerde la mano que le da de comer, que se jacta de esclavizar la tierra que un día le sirvió de cuna. También es verdad que las mismas manos que pueden tallar árboles o clavar puñales pueden plantar flores, tocar el piano o curar heridas. Todas son cosas de humanos, al fin y al cabo.
Fuente: elpais.com | 29 de noviembre de 2018
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