El sexo entre especies y los secretos de Denny, la primera híbrida
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La secuenciación del genoma de especies extintas ha mostrado que algunos de sus miembros superaron ese recelo inicial, copularon y tuvieron descendencia. En la actualidad, todas las poblaciones humanas, salvo los subsaharianos, tienen al menos un 2% de ADN neandertal, y los estudiosos del material genético antiguo han observado que, pese al escaso número de individuos del Pleistoceno cuyo genoma se ha secuenciado, los vestigios de cruces entre diferentes especies aparece en los análisis con una frecuencia inesperada.
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Hace tres años, un equipo del Instituto de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) liderado por Svante Pääbo, el padre de la revolución del ADN antiguo, secuenció el genoma de un humano moderno encontrado en Rumanía a partir de una mandíbula fósil (Oase 1, derecha). Solo había que remontarse cuatro generaciones para encontrar un ancestro neandertal en el árbol genealógico de aquel hombre. El hallazgo parecía improbable, pero esta semana se anunció un descubrimiento que hasta ahora se habría considerado imposible. Slon, Pääbo y varios miembros más del dream team de la paleogenómica de Leipzig habían encontrado al primer caso de descendiente directa entre dos grupos humanos distintos. Denny, como han llamado a la joven de 13 años encontrada en la cueva siberiana de Denisova, tenía una madre neandertal y un padre denisovano.
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Una vez nacida, también es posible que su carácter mestizo le complicase la vida. “Existen estudios, como los de Rebecca Ackerman, sobre híbridos de primera y segunda generación de monos babuinos, que demuestran que en los híbridos se producen un número muy alto de anomalías poco frecuentes en las poblaciones originales, y que son sin duda reflejo de alteraciones del desarrollo”, indica Martinón-Torres. “En estos híbridos existe un número significativamente mayor de patologías dentales bilaterales y asimetrías craneales, por ejemplo. Además, los híbridos suelen ser mucho mayores o mucho más pequeños que las especies parentales, lo que es evidencia de una modificación de los procesos de desarrollo normales”, continúa. “Podemos decir que aunque la pieza encaja, el encaje no es biológicamente perfecto”, concluye.
La directora del CENIEH apunta además a otro misterio en torno a aquellos humanos con padres de especies distintas. “Sabemos poco sobre cómo reconocer a un híbrido en el registro fósil. Tenemos siempre la idea de que tiene que tener un poco de su padre y de su madre o una morfología intermedia entre ambos. Sin embargo, estos estudios sobre híbridos de babuinos de Ackerman apuntan a que muchas veces no se parecen ni a su padre ni a su madre, sino que se producen novedades morfológicas”.
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Es muy probable que Denny fuese una niña especial para su grupo, pero de ella solo se conserva un pequeño fragmento de hueso y su genoma no nos dice si era mayor o menor que un neandertal o un denisovano normal o si tenía un cráneo asimétrico. Para completar estos huecos del rompecabezas, los cazadores de denisovanos llevan años peinando amplias regiones de Asia en busca de nuevos yacimientos en los que comenzar a reconstruir a esta especie que solo conocemos por su ADN. Cuando se encuentren, la experiencia dice que también se hallarán los rastros del sexo entre especies y se podrá saber más sobre cómo se relacionaban entre ellas e incluso tratar de reconstruir cómo fue el final del resto de especies humanas con las que ya no podemos copular.
Fuente: elpais.com | 25 de agosto de 2018
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