Cerebro y tecnología: la lección del nivel TD10 en la cueva de la Gran Dolina (Atapuerca)

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En esta figura se muestra un bifaz del nivel TD10 de Gran Dolina. Esta herramienta, de unos 400.000 años de antigüedad, contrasta con el teléfono móvil y la PDA (personal digital assitance, por sus siglas en inglés) utilizados por la persona que ha conseguido encontrar ese utensilio de piedra. Foto del autor.

La excavación del nivel TD10 del yacimiento de la cueva de la Gran Dolina ha sido toda una aventura, una continua caja de sorpresas y una fuente para la reflexión. De manera aproximada, este nivel comprende unos 100.000 años de depósitos sedimentarios. Toda una eternidad en comparación con nuestra percepción temporal y con el tiempo que ha llevado su excavación: 25 años. Es evidente, que durante esos 100.000 años tuvieron lugar muchos acontecimientos en el devenir de las poblaciones humanas que vivieron en la sierra de Atapuerca.

En los sedimentos más recientes de TD10 han aparecido herramientas realizadas con una tecnología relativamente compleja, aparentemente con la intención de satisfacer funciones diferentes. Esta tecnología suele incluirse, de manera muy genérica, en denominado “Modo 3”, que comprende una serie de métodos particulares para construir herramientas. Todos estos métodos comparten la idea de fabricar instrumentos para ser utilizados en labores muy concretas. El cerebro de aquellos humanos del Pleistoceno tenía la habilidad suficiente como para planificar la forma de las herramientas de acuerdo con una serie de necesidades específicas.

El Modo 3 se encuentra en la mayor parte de la secuencia de TD10, aunque hacia la mitad de esa secuencia aparece alguna herramienta de configuración más arcaica. Esas herramientas se clasifican en el “Modo 2”, una manera también muy genérica de referirse a las herramientas talladas por las dos caras, supuestamente diseñadas para funciones múltiples. Antes de que se empleara esa denominación tan genérica estas herramientas fueron incluidas en la tecnología achelense (por el yacimiento francés de Saint Acheul).

Aunque esta tecnología tiene su propia diversidad, se reconocen solo tres tipos de herramientas comunes y universales en el achelense: bifaces (derecha), hendedores y picos, a los que acompañan otros utensilios mucho menos frecuentes. La mente de los fabricantes del achelense también tenía una notable capacidad para la planificación y estandarización de sus herramientas, aunque no consiguieron crear el repertorio de herramientas del Modo 3. En la base de la secuencia de TD10 está apareciendo el achelense en todo su esplendor. Los bifaces se encuentran por doquier y el resultado final se verá cuando termine la campaña de este año 2018.

Una pregunta inevitable es saber si el cambio desde el Modo 2 al Modo 3 (que no es totalmente abrupto) se debe 1) a un recambio en la población (aplicable a toda Europa); 2) a una evolución mental de los humanos de Europa; 3) a algún tipo de aculturación gracias a la llegada de un nuevo contingente de población.

Pocos expertos (o quizá ninguno) estarían de acuerdo en admitir un recambio total de la población europea (primera hipótesis). La segunda hipótesis es factible, aunque cuando no existen estímulos es difícil que nuestra mente tenga capacidad para innovar. Así que, de acuerdo con la mayoría, pienso que diferentes grupos humanos fueron llegando al continente europeos durante todo el Pleistoceno y aportando sus genes y conocimientos a las poblaciones autóctonas (hibridación y aculturación). Por supuesto, no se puede descartar una evolución de la tecnología, como estamos habituados a ver hoy en día en las sociedades más avanzadas. Sin embargo, no es menos cierto que algunas poblaciones han preferido mantenerse estancadas en su modo de vida ancestral, aunque vivan rodeadas por sociedades provistas de tecnologías complejas. Es un modelo muy interesante. En la actualidad algunas poblaciones de Homo sapiens envían satélites a explorar el espacio, mientras que otras siguen siendo cazadoras y recolectoras. Todos pertenecemos a la misma especie y tenemos el mismo cerebro con las mismas potenciales capacidades cognitivas. Sin embargo, algunos son excelentes conocedores de la naturaleza, de la que viven, mientras que otros escribimos en un ordenador, pero no sabemos casi nada de los seres vivos del planeta que habitamos.

Si nos trasladamos con la mente al Pleistoceno tenemos que imaginar un escenario muy diferente al de nuestro mundo actual. La densidad demográfica era muy baja y muchas poblaciones vivieron aisladas durante milenios en lugares alejados de los cruces de caminos, que favorecían la posibilidad de intercambio de información. Esas poblaciones tenían cerebros capaces de grandes logros, pero no recibían los estímulos necesarios para conseguir la conectividad neuronal apropiada. La historia evolutiva de las poblaciones occidentales de Europa durante todo el Pleistoceno Medio (770.000-120.000 años) podría resumirse en procesos de expansión y contracción (con el consiguiente aislamiento) por el efecto de las glaciaciones y deriva genética como consecuencia de esos procesos. Cada cierto tiempo, esas poblaciones habrían recibido el impacto biológico y cultural de grupos llegados del Este. Esta dinámica tan compleja no solo habría creado una variabilidad genética por fenómenos de hibridación, sino que también habría impulsado la innovación de la tecnología, que refleja el nivel TD10 del yacimiento de la Gran Dolina.

Fuente: quo.es | 28 de junio de 2018

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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