Un estudio confirma que la diadema de Moñes fue hallada en Piloña (Asturias) y abre la puerta a nuevos descubrimientos

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Diadema de Moñes. / MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL


Un nuevo número, el 36, del Boletín del Museo Arqueológico Nacional, vuelve a centrar uno de sus reportajes, firmado por el Arqueólogo del CSIC, Óscar García-Vuelta, en la diadema de Moñes, confirmando así la tesis de su origen piloñés (Piloña, Asturias).

Se trata de un capítulo apasionante en la historia de Piloña, que busca desvelar el origen de algunos importantes restos arqueológicos que apuntan, según algunos expertos, a que el entorno de esta localidad podría esconder aún muchos tesoros antiguos.

Constituye un conjunto de siete piezas, repartidas entre el Museo Arqueológico Nacional, el​ Musée des Antiquités Nationales de Saint Germain-en-Laye y el Instituto Valencia de Don Juan. Aunque aún hay datos por confirmar, se considera que los restos podrían pertenecer a dos diademas.


(1-3) Fragmentos de las «diademas» ingresados en el Museo del Louvre en 1884: 1. Según Schlumberger (1885); 2. Según Cartailhac (1886); 3. Fragmentos actualmente conservados en el MAN; 4. Fragmento de la colección Soto Cortés, hoy en el IVDJ; 5. Colgante compuesto de R. Salomón, en la misma institución. Fotos 3 a 5: OGV

En cuanto al origen de su localización, a pesar de que en el pasado se debatió sobre su aparición en Cáceres, Los Oscos o Ribadeo, actualmente parece confirmarse que su descubrimiento tuvo lugar en Moñes, en el concejo de Piloña. También hay varias hipótesis sobre su procedencia, bien atlántica o mediterránea. Su cronología podría estar situada en torno a los siglos III y II a.C.

En este nuevo reportaje, el autor examina los documentos del coleccionista Soto Cortés que aportarían «argumentos para aceptar, a falta de nuevos datos, la pertenencia a un mismo hallazgo de los materiales de R. Salomón». Es decir, que otros restos similares, que hasta la fecha no tendrían confirmada su procedencia, también podrían ser originarios del yacimiento de Villamayor.


«Su aparición pudo producirse en el entorno de Moñes», lugar donde también se habrían encontrado «los restos de colgantes y de torques que Soto adquirió en 1882, así como el broche vendido en 1889, hoy desaparecido», señala el arqueólogo.

De esta forma, «la procedencia coincidente establecida para estos hallazgos, y las semejanzas formales y técnicas apreciables entre los colgantes de Salomón y Soto Cortés permiten defender la hipótesis de una relación de origen o de taller entre estos objetos».

García-Vuelta advierte, eso sí, de que «estos datos documentales deben manejarse con precaución». Aunque alguno de los testimonios de Soto Cortés sugiere la pertenencia de todos los materiales comentados a un mismo conjunto «no siempre los datos aportados confirman esa hipótesis».
Consecuentemente, cabría plantear hipótesis alternativas, «como la pertenencia de las piezas a un conjunto cuyos materiales pudieron ver la luz en varios momentos, o la existencia de al menos dos conjuntos descubiertos a lo largo del tiempo en el entorno de Villamayor-Moñes».

Materiales adquiridos por Soto Cortés en 1882: 1. Fragmentos de un colgante compuesto -a, b y c– y dos elementos de suspensión –c y d– tras su recomposición (Archivo MAN, n.º 2001/101/FF0009); 2 y 3. Restos correspondientes al cuerpo en «reloj de arena» del colgante compuesto, hoy en el IVDJ. Anverso (2) y reverso (3); 4. Fragmentos de un torques, hoy conservados en el MAN (n.os Inv.: 33133; 33137 y 33138). Fotos 2 a 4: OGV.

Según se apunta en el artículo divulgativo, un primer hallazgo se produce probablemente a principios de los años 1860. «Lo integrarían, al menos, una o dos bandas laminares con decoración figurada y un colgante compuesto. Los objetos fueron fragmentados por sus descubridores», que podrían haber sido unos campesinos y que fueron vendidos, al menos parcialmente, en Oviedo.
El segundo hallazgo ocurriría a principios de 1882. Soto Cortés adquirió parte de los restos, igualmente fragmentados, el 2 de febrero de 1882, probablemente en la localidad de Cangas de Onís. Ese lote incluyó al menos parte de un torques y de un colgante compuesto, así como dos elementos de suspensión que pudieron pertenecer a otros objetos. Según el mismo Soto, «sus descubridores fueron unos canteros, que habrían descubierto las piezas al excavar los cimientos para una casa, y que poco tiempo después las habrían vendido. El primer testimonio de Soto situaría el hallazgo en el pueblo de Villamayor».


Detalles de las piezas de Villamayor. 1 a 3. Objetos del supuesto hallazgo de 1882: 1. Cuerpo superior del colgantecompuesto; 2. Elemento de suspensión del mismo conjunto; 3. Detalle de la decoración de la parte posterior del terminal de torques MAN 33137; 4. Cuerpo semicircular decorado del colgante de R. Salomón, en su estado actual. 1-2. Obtenidos a partirdel original n.º 2001/101/FF00009 del Archivo del MAN; 3-4: Fotos OGV.

En marzo de 1889, se vende un posible broche, hoy en paradero desconocido. García-Vuelta afirma que el estudio de la documentación de Soto Cortés, «ha aportado información arqueológica e historiográfica relevante sobre piezas destacadas de la orfebrería castreña».

Los datos ahora publicados, ponen de relevancia «el importante perjuicio que la falta de información ha supuesto para la investigación de la orfebrería castreña, cuyo inventario integra un buen número de objetos procedentes de descubrimientos casuales antiguos poco documentados».

Fuente: elcomercio.es | 16 de enero de 2018

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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