Tres razones para pensar que nuestro cerebro no crecerá más

Una pregunta recurrente inquiere averiguar si nuestro cerebro crecerá más de lo que ya lo ha hecho el género Homo en los últimos tres millones de años. Como es lógico, reverenciamos este órgano tan maravillosamente complejo que encierra nuestro cráneo, por lo que la pregunta no es baladí.

En primer lugar, el cerebro es un órgano muy caro de mantener. Dedicamos entre el 20% y el 25% de la energía de nuestro metabolismo basal solo en su mantenimiento. En el caso de los niños y niñas de unos cinco años, cuyo cerebro todavía no ha terminado de crecer, la cifra se dispara hasta el 45%. Es por ello que su crecimiento somático permanece ralentizado durante años. Si sumamos la energía que consume su inquieta mente y su enorme actividad diaria, queda muy poca energía para crecer. En 1995, Leslie Aiello y Peter Wheeler propusieron que nuestra adaptación a consumir más proteínas de origen animal eliminó parte del gasto que requiere el crecimiento, desarrollo y mantenimiento del sistema digestivo. La energía sobrante se la quedaría el cerebro. La hipótesis sigue vigente, pero se considera que el ahorro es insuficiente y algunos estudios recientes ya lo han demostrado.

Jeremy DeSilva y Julie Lesnik, por su parte, nos mostraron en 2007 que el tamaño del cerebro de nuestros recién nacidos guarda una cierta proporción con el tamaño final del cerebro en el estado adulto. Esa proporción es similar ala de todos los primates catarrinos (o monos del Viejo Mundo), como los babuinos, macacos, chimpancés, gorilas, etc. No nos desviamos ni un ápice de lo que sucede en todos nuestros ancestros. Somos igual que ellos en esa particularidad. Esta conclusión implica que, si ampliamos el tamaño del cerebro de los recién nacidos (que ya tiene un tamaño nada despreciable de unos 400 centímetros cúbicos) también se haría más grande el cerebro de los adultos: ¿es esto factible?

Pues seguramente no. Solo tenemos que pensar en las dimensiones del canal del parto. El hecho de ser bípedos ha condicionado desde siempre el tamaño del cerebro de los recién nacidos. Hasta los australopitecos lo tenían complicado para nacer, a pesar de que el cerebro de sus neonatos no superaba los 200 centímetros cúbicos. Su canal pélvico era notablemente más pequeño que el nuestro, dada su estatura de poco más de 100 centímetros.

Las pocas pelvis fósiles que se han obtenido hasta la fecha (algunas reconstruidas mediante técnicas digitales) permiten medir con gran precisión las dimensiones del canal pélvico. Según nos muestran investigaciones muy detalladas, en ninguna especie de homínino el cerebro de los recién nacidos podía pasar con holgura el canal del parto, tanto en su entrada (estrecho superior) como en su salida (estrecho inferior). Es muy posible que el parto de todos nuestros ancestros se produjera con rotación, en lugar de con la salida unidireccional que caracteriza a todos los demás mamíferos. Además, en 2012, la investigadora Holly Dunsworth realizó estimaciones del gasto energético que supone para una madre llegar hasta el final de su embarazo. El gasto energético es tan elevado, que el parto tiene que producirse antes del colapso de la madre. La increíble velocidad del incremento del tamaño cerebro del feto a término es responsable de ese gasto energético. Así que no parece una buena “idea evolutiva” que los niños y niñas nazcan con un cerebro aún más grande. Parece que hemos llegado hasta un límite razonable de crecimiento en tamaño del cerebro.

Por último, pensemos en los neandertales. Su cerebro tenía una forma diferente de la nuestra, pero era algo más grande. Al menos, los datos disponible hasta la fecha arrojan un promedio superior al de Homo sapiens. El hecho de que ellos ya no estén aquí y nosotros ocupemos todo el planeta con un cerebro más pequeño es motivo para la reflexión. En estos momentos leo el artículo que la semana pasada publicó Science sobre el desarrollo de los neandertales. Algunos datos sobre el crecimiento del cerebro en estos humanos son dignos de una reflexión profunda. Escribiré sobre ello en breve.

Fuente: quo.es | 28 de septiembre de 2018

Anónimo

Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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