El 40% de los hombres de la Península Ibérica descienden de un antepasado común que vivió hace unos 4.500 años

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Mapa de la expansión de la variante cromosómica R1b-DF27. Realizado por la UPF.
Que los humanos venimos de un antepasado común es una evidencia de sobra conocida. El Adán cromosomal-Y original habría sido un hombre africano homólogo de la Eva mitocondrial que poseía el cromosoma Y del cual descienden todas las variantes que se encuentran en la población actual de Homo Sapiens.

El cromosoma Y tan sólo supone el 1% de todo el genoma masculino, pero es el responsable de que los hombres sean anatómicamente hombres, ya que es el encargado de evitar la formación de los ovarios en el feto y permitir el desarrollo de los testículos. Y solo se transmite de padres a hijos.
A partir del Adán cromosómico la evolución humana propició el desarrollo de distintas variantes del cromosoma Y. Una de ellas es la conocida como R1b-DF27, que se originó a partir de un individuo que vivió hace entre 4.000 y 4.500 años, según ha revelado un estudio de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) y la Universidad del País Vasco (UPV/EHUS).

Los investigadores han analizado muestras de ADN de casi 3.000 hombres de la Península Ibérica y de Francia y han llegado a la conclusión que el R1b-DF27 está presente en el 40% de los varones ibéricos y solo en el 10% de los hombres que viven más allá de los Pirineos. Si nos centramos únicamente en el País Vasco, el porcentaje se eleva hasta el 70%.

“A pesar de su elevada frecuencia actual en el País Vasco, las medidas internas de diversidad y las estimaciones por antigüedad son más bajas en los vascos que en cualquier otra población, lo que descarta esta región como punto de origen de la variante”, explica Francesc Calafell (izquierda), jefe del grupo de investigación en Genómica de la Individualidad de la UPF.

Los científicos creen que lo más probable es que este antepasado común del 40 por ciento de los varones ibéricos apareciera en el noreste de la Península.
“La historia evolutiva de los cromosomas Y humanos parece haber ocurrido a ráfagas, con aumentos en la frecuencia de ciertas variantes a raíz de cambios culturales o innovaciones tecnológicas“, señala Calafell.

La hipótesis que barajan los expertos es que R1b-DF27 se originara en Iberia -”Esta región muestra las mayores estimaciones de diversidad y antigüedad”, dicen- coincidiendo con el movimiento de oriente a occidente que se produjo durante la transición entre el Neolítico y la Edad de Bronce, cuando los pueblos ibéricos no indoeuropeos se establecieron en la costa mediterránea y en el interior porque los pueblos celtas ocupaban el centro y el oeste de la Península Ibérica.

Mapas de contorno de las frecuencias de los alelos derivados de los SNPs analizados en este manuscrito.

El estudio de esta variante del cromosoma Y puede ayudar, explican los investigadores, a rastrear eventos migratorios en los que participaron hombres ibéricos. En las poblaciones de Latinoamérica, por ejemplo, se ha encontrado el R1b-DF27 en frecuencias del 40% en Colombia, del 36% en Puerto Rico, del 10% en México y del 8% en Perú.

Esta modificación cromosómica es notablemente inferior en las poblaciones con un componente indígena más fuerte, como México y Perú, lo que evidencia una menor mezcla de sus individuos con los colonizadores en el pasado. En Europa, esta variante del cromosoma Y permite seguir las huellas de la expansión medieval de la Corona de Aragón en el Mediterráneo durante los siglos XIV y XV y también la ocupación castellana de Flandes en el siglo XVI.

“Una variante cromosómica con frecuencias relativamente altas en poblaciones ibéricas y rara en otras regiones como la R1b-DF27 puede tener, además, aplicaciones en la genética forense porque su presencia en una muestra biológica recogida en la escena de un crimen puede ayudar a identificar el origen geográfico de quien la aportó”, aseguran desde la Universitat Pompeu Fabra.
Por último, el cromosoma Y se utiliza a menudo en los estudios relacionados con los apellidos, ya que estos últimos suelen transmitirse también a través de la línea masculina. Para ello, se analizan los subgrupos del cromosoma Y y, teniendo en cuenta su similitud entre hombres que comparten el mismo apellido, se establece un origen genealógico compartido.

Fuente: lavanguardia.com | 26 de septiembre de 2017

Historia y Arqueología

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