Se revelan nuevos datos sobre la Barcelona romana (Barcino)

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Una lápida de tres líneas y media ha confundido durante más de un siglo a arqueólogos e historiadores, hasta el punto de haberles hecho especular con una pre-Barcino republicana, construida en Montjuïc dos siglos antes que la ciudad imperial.

La tesis doctoral de Alessandro Ravotto (izquierda) sobre las murallas de Barcelona también soluciona este enigma, con una propuesta que fundamenta documentalmente: la lápida, expuesta en el Museu d’Arqueologia de Catalunya y que reza “Caius Coelius, hijo de Atisius, duunviro quinquenal, se ocupó de la construcción de muros, puertas y torres”, formaría parte de la muralla fundacional, y habría presidido probablemente la puerta suroeste de la ciudad, la que se abriría cerca de la actual calle del Call. Así, el duunviro Caius Coelius sería el primer barcelonés de nombre conocido, y su primer ‘concejal de urbanismo’ o, por su cargo, más bien de hacienda. Algo que hace que quizá la pequeña calle de Cai Celi que se le dedicó en Hostafranchs sea un reconocimiento algo tacaño.

UN SIGLO DESPISTADOS

Vayamos por partes. En 1903, Pelegrí Casades informaba por carta que días antes se había encontrado la lápida cerca del cementerio. Una información que, ha demostrado Ravotto, parece ser falsa, y fuente del equívoco que ha durado un siglo. Inicialmente la inscripción se interpretó como de época republicana, cosa que junto con la ubicación llevó a plantear que el poblado ibérico de Montjuïc, presidiendo el primitivo puerto comercial situado en la zona del Port, habría sido fortificado por Roma, con esos muros, puertas y torres, de los que sería testimonio la lápida, tras el inicio de la colonización en el siglo II antes de Cristo. Esa Barcelona romana primigenia de Montjuïc habría sido abandonada en época de Augusto para fundar desde cero Barcino al otro lado de la montaña. Sin embargo, el hecho de no encontrar el más mínimo rastro de esta ciudad llevó con los años a una segunda hipótesis: la lápida se habría tallado en una cantera de Montjuïc para la Barcino que conocemos, pero no habría llegado a salir del taller y allí se habría quedado.


LA CALLE AVINYÓ, NO MONTJUÏC

Sin embargo, todo se debe a un error documental. Ravotto ha localizado en el inventario de los Museos Artísticos Municipales de 1902 la ficha en la que consta que el abogado, director del 'El Diluvio' y promotor inmobiliario Josep Laribal dona esa pieza, que había encontrado en un derribo de la calle Avinyó. Laribal, propietario de una finca de recreo en los actuales jardines de Laribal de Montjuïc podría haber trasladado allí el hallazgo como decoración antes de donarla, cosa que quizá explique que se clasificase erróneamente junto con otros hallazgos de la montaña. Vamos, que a no ser por el peso de la piedra arenisca de Montjuïc podríamos decir que se traspapeló.

Precisamente en el año 1902, recuerda Ravotto, Laribal había construido un edificio en el número 11 de la calle Avinyó, situado a 80 metros de la puerta de la ciudad orientada a Tarraco. Un lugar plausible y un desplazamiento razonable para una pieza reutilizada de la muralla en una construcción posterior. Situar la lápida en una de las puertas de la muralla de Augusto plantea otra cuestión, dice Ravotto. Quizá las torres de la inscripción se refieren a los bastiones laterales de las puertas. O quizá la primera muralla disponía de alguna torre más, no hallada aún, algo que sería coherente con las características castrenses del recinto que ha identificado en su tesis el investigador italiano.

Fuente: elperiodico.com | 25 de febrero de 2017

La puerta noroeste de la muralla romana, en la plaza Nova.

Las murallas de Barcino aún están llenas de sorpresas

Hace un par de semanas, el arqueólogo italiano residente en Barcelona, Alessandro Ravotto, defendía en la Universidad Autónoma de Barcelona su tesis doctoral sobre las murallas de Barcino. No se trataba de un trabajo académico cualquiera. Hace ya dos años, el director y la conservadora del Museu d’Història de Barcelona, Joan Roca y Julia Beltrán de Heredia, decidían no esperar y publicar en la revista Quarhis un adelanto de la tesis en la que establecía que la segunda muralla de Barcelona debía datarse entre los años 270 y 290 d. C., no en los siglos IV o V como se estaba barajando en aquel momento e indicaban los carteles de calles y museos.

«Yo hice ese trabajo cronológico, pero la directora de la tesis, Isabel Rodà, fue la primera que vio que la muralla aún podía dar sorpresas y me dijo que había más que explicar», explica Ravotto. Y sí que hay sorpresas. Puertas redibujadas. Una muralla militar donde se veía una simple valla. Almenas donde ahora se dibujaban tejados. Plataformas de tiro de balistas. Dos modelos, Alba Pompeia y Roma, trasplantados para convertir esa pequeña y próspera ciudad en «un trocito de Italia» que domine una próspera comarca vinícola hispana.

Ravotto distingue entre el escaparate, las novedades más llamativas, y el fondo de su tesis: una muralla con propósito monumental (como toda la pequeña Barcino, casi con más edificios públicos que viviendas), construida replicando la tradición castrense en el siglo I, adaptada al relieve y definidora del perfil de la ciudad, que no deja de evolucionar con continuidad hasta su última fase (más que segunda muralla), cuando en el siglo III la primera amenaza bárbara hace que Barcino se encierre tras un descomunal recinto defensivo que le permitirá sobrevivir como no lo hizo Tarragona.

LA PUERTA DE LA PLAZA NOVA

Además de describir la muralla conocida, torre a torre y paño a paño de muralla, el arqueólogo ha profundizado en la hasta ahora muy poco conocida muralla del siglo I a. C., que a veces se ha descrito como poco más que una tapia, construida en plena pax de Augusto, que delimitaba el pomerium, el centro urbano de la nueva colonia romana. Sin embargo, ha identificado en esta muralla con función monumental numerosos elementos, sean funcionales o con propósito «de representatividad, de propaganda, que demostraban la pertenencia al imperio y los derechos cívicos», que lo hacen «utilizando la tradición militar». Paso de ronda, fosos que pueden servir tanto de desagüe de las alcantarillas, previstas ya en la misma muralla, como de contención, puertas con elementos defensivos, esquinas recortadas según el arte de la fortificación de Vitrubio... En la tesis, el arqueólogo propone una reconstrucción de la puerta original por la que aún se puede acceder a la calle del Bisbe. Sin torres aún (quizá en previsión del acueducto que se construirá poco después) pero con cuerpos de guardia y un patio con doble puerta que permitía aislar a los visitantes como en un letal control de acceso.

LA PUERTA DEL SIGLO II

Ravotto ha integrado, en la visión más global hasta el momento del recinto, dibujos y planos decimonónicos de los elementos derribados, los trabajos previos de Ferran Puig, Oriol Granados y Ramon Járrega y las ultimísimas excavaciones, beneficiándose de la decisión de la responsable del Pla Barcino, Carme Miró, de poner como prioridad el estudio de la muralla, desde la parte menos conocida, oculta aún dentro de numerosos edificios (calles Avinyó y Banys Nous) hasta la revisión de lo excavado en la zona de la Puerta de Mar. Precisamente esta puerta, según el modelo que dibujó otro investigador, Ricardo Mar, demuestra que la muralla de Barcino es un único conjunto con varias fases, que no deja de evolucionar. «Hasta ese momento las puertas principales serían las que se abren a la Via Augusta en dirección a Tarraco y Roma; de hecho, la de la plaza del Àngel conservó hasta el siglo XIX dos torres con un tamaño que duplican todas las que se han conservado. Pero el éxito de Barcino y la creciente importancia del suburbio marítimo explica que se construyese una puerta de mar en el siglo II que ya es una pura fachada monumental», explica.

LA MURALLA DEL SIGLO III

El gran cambio se produce entre los años 270 y 290. La cerámica hallada en los terraplenes que entierran los barrios fuera murallas cuando se refuerza el recinto (forrando el primer muro para pasar de 1,8 metros de grosor a 4, y añadiendo torres; Ravotto propone 77, una más de las identificadas hasta ahora) permiten datar la obra. Si bien la primera Barcino se inspira, dice Ravotto, en la pequeña Alba Pompeia, ahora se toma como modelo las murallas aurelianas de Roma. «Es a la que se parece desde el punto de vista técnico, por ejemplo con sus torres cuadradas y el paso de ronda que las cruza, en lugar de las torres semicirculares habituales en el norte de Hispania», apunta. Aún queda mucho por saber, no obstante. ¿Pudo la pequeña Barcino asumir una obra de esa magnitud en un primer gesto de autonomía? ¿Recibió ayuda del poder imperial, pese a estar en plena fase de desgobierno?


Balistas y almenas

FOSOS Y PUERTAS
La muralla se convierte en el siglo III en una compacta fortificación, aunque construida apresuradamente tras demolir los suburbios externos de la ciudad, aprovechando desde monumentos funerarios hasta ladrillos de las termas para las cornisas. Quizá por eso se eligen torres cuadradas, más fáciles de construir, en los paños de muralla defendidos por un foso, que se hace más profundo, y torres redondas u octogonales, más resistentes, en esquinas y puertas.

VENTANAS PARA DISPARAR
Algunas torres, todas ellas cercanas a las puertas de la ciudad, podrían ser según Ravotto plataformas para instalar balistas giratorias, que podrían lanzar piedras o flechas por cualquiera de las ventanas. Las aberturas en ángulo permiten observar o disparar desde un único punto en el interior de la torre, sin alcanzar la torre de lado y cubriendo el terreno vulnerable ante las puertas sin ningún ángulo ciego. Hasta ahora, las torres se han representado con tejados. Ravotto ha identificado perfiles de almenas tanto en los muros como en las torres.



Fuente: elperiodico.com | 25 de febrero de 2017

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Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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