Hallan evidencias de llegada del Homo sapiens al interior de Australia de hace unos 50.000 años, 10.000 antes de lo que se pensaba
El refugio de piedra de Warratyi se halla por encima del lecho por donde discurre una corriente de agua local. Foto: Giles HammLos humanos llegaron al árido interior de Australia antes de lo que se pensaba hasta ahora. Además, esos primeros pobladores disponían de tecnología más avanzada de lo que se creía y convivieron con enormes animales como el Diprotodon optatum, un marsupial herbívoro gigante de cuatro metros de longitud y unas tres toneladas de peso, y el Genyornis newtoni, un ave gigantesca, de 2,5 metros de altura y más de 200 kilogramos de peso. También hallaron restos de, al menos, 16 especies de mamíferos y un reptil.
Vista aérea de Flinders Ranges, donde se descubrió el refugio de Warratyi.
Según asegura esta semana una investigación publicada en la revista Nature, nuestros antepasados poblaron esta zona de Australia 10.000 años antes de lo que se creía. Los utensilios encontrados durante una campaña de excavación en el refugio rocoso Warratyi, en Flinders Ranges (en el sur de Australia), demuestran que los humanos ya vivía en esa zona hace unos 50.000 años.
En concreto, han podido documentar que los humanos ya estaban en esa zona desde hace 49.000 años. Hasta la fecha, se conocían diez yacimientos arqueológicos de hace entre 41.000 y 28.000 años en el interior del país.
Bocetos de las herramientas de piedra encontradas en el interior del refugio. Foto: Giles Hamm / Nature
Asimismo, los utensilios y herramientas recuperadas en diversas capas de sedimentos por los investigadores son las pruebas más antiguas del uso de tecnologías bastante avanzadas en Australia. Entre ellas figuran herramientas fabricadas con huesos (datadas hace entre 40.000 y 38.000 años), herramientas de piedra (de entre 30.000 y 24.000 años de antigüedad) y el uso de pigmentos de ocre rojo (de hace 49.000-46.000 años) y yeso (40.000-33.000 años). Las referencias más antiguas de uso de pigmentos de ocre en Australia y el sureste asiático era de hace 42.800 años, en Carpenters Gap.
Este hueso afilado de hace 38.000-40.000 es la herramienta de hueso más antigua hallada en Australia. GILES HAMM
"No estamos afirmando que se trate del asentamiento más antiguo de Australia, pero sí de uno de los primeros. Hay yacimientos localizados en la costa noroeste y en el suroeste que datan de hace más de 40.000 años. Y hay un sitio en Arnhemland de hace 50.000 años", explica a este diario Giles Hamm, investigador de la Universidad La Trobe, en Melbourne, y autor principal del estudio.
Giles Hamm en el interior del refugio de piedra Warratyi. Foto: Giles Hamm
Tanto el marsupial Diprotodon optatum como el ave Genyornis newtoni se extinguieron hace tiempo. Diprotodon optatum fue el marsupial más grande que se conoce. Debió ser muy abundante y su población se extendió por todo el territorio que hoy es Australia durante milenios, hasta que se extinguió hace unos 25.000 años. Este animal se conoce bastante bien gracias al hallazgo de cráneos y esqueletos completos, así como de impresiones de sus huellas. En Lago Callabonna se conserva un rastro de sus huellas, según explica en su web el Museo Australiano, en Sydney.
"No representaban un peligro para los humanos, pero sabemos por lo que nos ha llegado a través de la tradición oral que a los aborígenes les asustaban", explica Giles Hamm.
Representación artística de un 'Diprotodon optatum'. Foto: Peter Trusler
En anteriores excavaciones se han encontrado fragmentos de los huevos que ponía Genyornis newtoni y que pesaban 1,6 kilogramos, casi el doble que los huevos del Emu (derecha), otra especie de ave endémica de Australia, no voladora, que existe en la actualidad. Los científicos creen que estos animales vivían en grupos y aunque no podían volar, sus musculadas patas sugieren que se desplazaban corriendo a gran velocidad.
Los investigadores afirman que esos primeros humanos que se asentaron en Australia interactuaban con esta megafauna. Así, encontraron parte del hueso (el radio) de un ejemplar joven de Diprotodon en los mismos niveles del yacimiento que corresponden a la época en la que esta zona estaba poblada por nuestros antepasados. Los autores destacan que el hallazgo de estos restos de megafauna australiana vinculados a artefactos de más de 46.000 años de antigüedad son los más antiguos que han sido datados de una manera fiable y la evidencia más clara hasta ahora de la interacción con humanos.
Los co-autores del trabajo de investigación Clifford Coulthard y Sophia Wilton (derecha) con Christine Coulthard de la Asociación Adnyamathanha Tierras Tradicionales. Foto: Giles Hamm)
Ubicación del refugio de piedra de Warratyi, en el Flinders Ranges. Foto: Giles Hamm / Nature
Fuentes: EL MUNDO.es | smh.com.au | abc.net.au | 2 de febrero de 2016
El apasionante viaje de los aborígenes australianos
El avance en el estudio de la genética de las poblaciones del pasado está siendo espectacular en las dos últimas décadas, no solo por la posibilidad de obtener ADN mitocondrial y nuclear de restos fósiles, sino por el estudio del ADN de grupos humanos originales no contaminadas por el mestizaje de la globalización. Este es el momento, porque muchas tribus que aún viven de la caza y la recolección desaparecerán muy pronto del planeta.
Las investigaciones son posibles gracias a la colaboración de equipos científicos, que comparten bases de datos extraordinarias. Es el caso del estudio del ADN de los aborígenes australianos. El estudio, recientemente publicado en la revista Nature (13 de octubre), está encabezado por los investigadores Anne-Sapfo Malaspino Michael C. Westaway, Craig Muller, Vitor C. Sousa, Oscar Lao, Isabel Alves y Anders Bergström, de diferentes instituciones europeas y australianas, que han contado con la colaboración de otros 68 investigadores. No quiero olvidar que uno de los líderes del equipo (Oscar Lao) trabaja en el Centro de Regulación Genómica y en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
Hasta el momento, solo se conocía bien el ADN de tres aborígenes australianos. El estudio publicado en Nature incluye datos de 83 individuos, distribuidos ampliamente por el continente, así como de 25 individuos de Papúa Nueva Guinea. Esta combinación se explica por razones paleogeográficas.
Recordemos que durante la mayor parte del Pleistoceno Superior, las islas de Nueva Guinea, Tasmania y Australia estuvieron unidos formando el continente de Sahul. El descenso del nivel del mar en este período permitió la unión física de estos territorios. Para llegar a ellos desde Sunda (la unión de la mayoría de las islas de la actual Indonesia) era necesario salvar entre ocho y diez brazos de mar. Ya sabemos que la posibilidad de navegar tiene una larguísima tradición cultural en nuestra especie. La divergencia genética entre las poblaciones de Homo sapiens originales de Eurasia y los antiguos pobladores de Sahul sucedió hace entre 72.000 y 50.000 años. La estimación de estas fechas considera una tasa de mutación consensuada por los especialistas. Este rango de tiempo tan amplio sugiere que todavía queda mucho por investigar y confirma que la primera expansión de nuestra especie fuera de África fue tan antigua como se está sugiriendo tanto por los datos genéticos como por las evidencias arqueológicas y paleontológicas.
La divergencia podría estar más cerca de 70.000 que de 50.000 años, si se tiene en cuenta que los primeros habitante de Sahul llegaron a estas tierras hace entre 47.000 y 55.000 años. Más tarde llegaría la expansión y diversificación de los habitantes de este continente, antes de su aislamiento separación con el ascenso del nivel del mar en el Holoceno. Los aborígenes australianos se expandieron por el continente y quedaron aislados del resto del planeta hasta la colonización de los europeos en el siglo XVIII. Para entonces, los aborígenes australianos estaban repartidos por más de 7.500 millones de kilómetros cuadrados y hablaban nada menos que 250 lenguas diferentes.
El estudio del genoma de los aborígenes australianos refleja una historia compleja, que nos retrotrae a la primera expansión de los miembros de nuestra especie fuera de África. Se comprueba una vez más nuestro mestizaje con los neandertales durante el largo viaje hacia Asia y Australia, pero también con otras poblaciones del Pleistoceno. Este hecho vuelve a poner en el candelero la necesidad de distinguir entre los conceptos biológico y paleontológico de especie. Compartimos un ancestro común con los neandertales y, a su vez, ellos y nosotros procedemos de alguna población que podríamos incluir en Homo erectus. La distancia temporal hasta esa población ancestral puede llegar sin problemas hasta hace un millón de años, como indican los datos paleontológicos. Y ese tiempo parece que no fue suficiente como para impedir el mestizaje con descendencia fértil. Por supuesto, los genes de aquellos ancestros quedaron diluidos en el genoma actual. Pero algunos de los rasgos “primitivos” de nuestros antepasados forman parte de la variabilidad de las poblaciones actuales.
Desde finales del siglo XVIII el genoma de los aborígenes australianos recibió el impacto de la colonización europea. Además, los primeros australianos tuvieron que adaptarse a las condiciones de un continente de clima cambiante. Aún así, el estudio de su ADN permite conocer el apasionante viaje de nuestros ancestros desde África y conocer mucho sobre las características originales de aquellos primeros “sapiens” de los que todos procedemos.
José María Bermúdez de Castro | Quo, 3 de noviembre de 2016
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