El 'Stonehenge' sevillano que desconcierta a los antropólogos

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Foto: excavaciones en Loma del Real Tesoro (Carmona, Sevilla).

La Loma del Real Tesoro, un paraje a las afueras de Carmona (Sevilla), rompe los esquemas a cualquier arqueólogo o aficionado a las piedras y la prehistoria. Uno llega atraído por el rumor de uno de los descubrimientos más importantes del periodo calcolítico tardío y espera encontrarse con unas piedras descomunales, cuya colocación desafíe a los conocimientos físicos o ingenieros de la época. Pero la vista se pierde en el horizonte, porque el hallazgo de los investigadores de la Universidad de Tubinga (Alemania) hay que verlo mirando al suelo, de donde surge una sucesión de zanjas de dos metros de profundidad y cuatro metros de ancho. Son circulares y concéntricas, comunicadas con un agujero circular de 19 metros de ancho en el centro que albergaba restos de ladrillos de barro con huellas de haber sido sometidas al fuego.

Se trata de un hallazgo inusual en la península Ibérica, no solo por su planta de estructura descubierta y horadada en el suelo sino por la cronología de la misma, según detalla el director de la excavación, el arqueólogo sevillano Javier Escudero. Otras referencias europeas sitúan estas construcciones entre los años 3000 y 2800 antes de Cristo, en la Edad del Cobre, pero las pruebas de datación radiocarbónicas a los restos cerámicos hallados remiten al periodo campaniforme, en el último tercio del tercer milenio, sobre el año 2400 o 2300. Una rareza única en España hasta ahora.

RECINTO TARDÍO

«Aunque los recintos de fosos son bastante conocidos durante la prehistoria de la península Ibérica -detalla el investigador-, la peculiaridad es que se trata de un recinto bastante tardío y con una disposición que recuerda a los 'causewayed camp' británicos o a los roundels del norte de Europa por su forma concéntrica casi perfecta más que a los recintos de fosos peninsulares» al uso.

Las zanjas fueron descubiertas en el 2002, cuando el Ayuntamiento de Carmona inició una revisión de los yacimientos asentados en el término municipal -en torno a medio centenar- y se localizaron en la zona fragmentos de cerámica campaniforme y tallas líticas en la superficie. Pero no sería hasta el 2015 cuando la Universidad de Tubinga decidió realizar una prospección geofísica para identificar el recinto de fosos como parte de un proyecto multidisciplinar que analizaba la importancia de los recursos en la evolución socioeconómica de diversos grupos humanos.
En la península Ibérica se detectaron dos zonas bien diferenciadas para concretar esa evolución en el tercer milenio antes de Cristo. Por un lado, el valle del bajo Guadalquivir, considerada una zona muy rica en recursos donde destaca el yacimiento de Valencina de la Concepción, un paraje de más de 400 hectáreas y en el que se han documentado recursos tanto locales como extra-peninsulares (huevos de avestruz, sílex, marfil o ámbar). La segunda área de investigación se localizaba en el interior, en torno al valle medio del río Tajo, donde los recursos eran más escasos en comparación con el valle del Guadalquivir.

RADIOGRAFÍAS DEL TERRENO

Los recintos de fosos están documentados por toda la península. En Portugal destacan Perdigoes (Reguengos de Monsaraz), Xancra, Alcalar... En España se pueden encontrar La Pijotilla (Badajoz); Marroquíes Bajos (Jaén) o la ya mencionada Valencina, también en Sevilla. Pero se trata de construcciones datadas en el Neolítico final y durante el tercer milenio antes de Cristo, nunca tan tardías como La Loma.
De momento, las dimensiones se han calculado por fotografías aéreas y radiografías del terreno, dado que solo se ha destapado la mitad, y el resto permanece sepultado por un sembrado de aloe vera y árboles. El dueño, un particular, no se opone a la investigación, pero hacen falta recursos económicos y ahí ya empiezan los retrasos para poder averiguar el origen de estas zanjas.

UNA ZONA FÉRTIL

En este sentido, las características del lugar pueden ayudar a la hora de establecer su funcionalidad, que aún deben concretar las investigaciones. «El recinto está ubicado en una gravera de la terraza del Guadalquivir, lo que desde el punto de vista constructivo no lo hace en el lugar más favorable para este tipo de yacimientos -dice Escudero-, pero la localización es muy buena desde el punto de vista estratégico: desde ahí se controla un posible antiguo vado del Guadalquivir».
Además, «está cerca de bastantes recursos, tanto mineros [especialmente cobre] como líticos de diferentes tipos localizados al otro lado del río». La ubicación también es privilegiada en cuanto a cualidades agrarias: se sitúa en la confluencia del río Guadalquivir con el río Corbones, en la vega de Carmona. Una zona especialmente fértil.

El recinto fue excavado en el terreno y rellenado en la misma época. Se ha descartado que tuviera una finalidad defensiva o para uso residencial, por lo que Escudero aventura que su finalidad era religiosa, un lugar destinado al culto. Por sus dimensiones, tuvo que ser un proyecto colectivo, señala Elisabeth Conlin, otra de las investigadoras. «Grupos de personas que se unían en meses concretos del año y a partir de un ritual», se atreve a aventurar. El misterio, de momento, continúa.

Antequera: la primera arquitectura pasajista de Europa

Entre olivos y cereales, semiocultos por unas colinas, cualquiera diría que en la Vega de Antequera se encuentra uno de los más importantes focos del Paleolítico y del Neolítico en la Europa continental. Las moles pétreas de Menga, Viera y El Romeral, han sido calificadas como el Stonehenge español, y su peculiar disposición han hecho merecedor a este conjunto de dólmenes de un puesto en el listado de espacios naturales Patrimonio de la Humanidad. Y es que, a diferencia del resto de túmulos prehistóricos del arco mediterráneo, los dólmenes españoles no están orientados hacia la salida del sol, sino hacia dos supuestas montañas sagradas.

Esta peculiaridad permitió vencer las reticencias de la Unesco a incluir de nuevo en su listado una candidatura de la cultura europea, que considera sobrerrepresentada. Y es que Menga, el mayor dolmen del conjunto, es el sepulcro de corredor más grande del continente, y el único en Europa continental que se orienta a una montaña antropomorfa, la Peña de los Enamorados. El perfil de un humano durmiente solo se aprecia desde la boca del dolmen, porque, en cuanto uno se mueve, se vuelve una simple cresta montañosa más. Justo en lo que sería la barbilla de ese rostro se descubrieron pinturas rupestres esquemáticas de color rojo datadas en la época neolítica, coetáneas a la construcción de Menga. También restos de lo que pudo ser un menhir.


El tholos de El Romeral, por su parte, es uno de los raros casos de orientación a la mitad occidental del cielo. Apunta al conjunto cárstico de El Torcal, al que se atribuían propiedades mágicas, y su técnica de construcción cautiva a los arqueólogos: un corredor adintelado al fondo del cual se encuentran dos cámaras en las que las piedras van sobresaliendo progresivamente en cada hilada, de forma que se consigue una bóveda casi perfecta, algo impensable desde nuestra perspectiva para esa época.

Destinado a prácticas funerarias, el conjunto ofrece a los científicos una visión excepcional de una sociedad prehistórica altamente organizada en la edad del bronce. No solo capaces de mover bloques de 180 toneladas y unos 40 metros cuadrados, sino con una planificación arquitectónica excepcional que promovió la primera integración consciente de paisaje y arquitectura de la prehistoria europea.

Fuente: elperiodico.com | 6 de noviembre de 2016

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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