Mary Beard, historiadora de Roma: "Me han llegado a decir 'quiero degollarte y violarte"
Mary Beard lo sabe -casi- todo sobre la Antigua Roma. Mary Beard es inteligente, polémica, el rostro más visible de la investigación sobre la Roma clásica y la flamante nueva Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2016. Un terremoto de persona que le pega un repaso al Senado y al pueblo romano en su último libro, 'SPQR', traducido este año al español, y que estos días presenta en España.RESPUESTA. Espero que de verdad tenga un valor simbólico, sí. Es maravilloso pensar que el reconocimiento es para mí, pero también por el campo de estudio y por el papel de la mujer en ese campo. Para mí, la experiencia académica ha sido muy ambivalente; fui a una universidad en la que había una amplia mayoría de alumnos hombres... y todavía la sigue habiendo. Mi entorno de trabajo es muy específico y puede ser bastante duro. He de decir también que casi todos estos hombres me han apoyado mucho. También he trabajado en una facultad de Cambridge eminentemente femenina, y eso es muy importante porque he podido exclamar sin problemas: '¡Oh, me he olvidado las cosas de los niños!', y todas esas cuestiones de las que las madres se preocupan y de las que los padres suelen pasar. Hay un sexismo institucional dentro de Cambridge, sin duda. Pero, personalmente, mis compañeros me han apoyado muchísimo.
P. En muchas entrevistas la describen como una mujer fuerte, sí, directa. Cuando le han atacado los 'trolls' de la red, se ha defendido sin pelos en la lengua. Lo que me resulta extraño es que se resalte esa actitud como algo extraordinario, simplemente por el hecho de ser mujer. ¿Qué opina?
R. Exacto. Nadie resaltaría eso de un hombre. Simplemente no se hablaría de ello. De la mujer se espera que sea resiliente. Pero también creo que un hombre no sería sujeto del mismo tipo de insultos como los que yo he vivido. Ataques producidos por una misoginia viciosa. Me han llegado a decir: "Quiero cortarte la cabeza y violarte". Cuando te paras a pensarlo, es muy loco. Es absolutamente vil. Lo que se espera de las mujeres es que se aguanten. Y se enfatiza la pasividad de la mujer. Y esperan que a alguien que suelta mierda absolutamente vil sobre ti no le contestes, porque les estás retroalimentando. Si entraran en un bar y un tío en una esquina fuese y te dijese "quiero cortarte la cabeza y violarte", ¿qué harías?
P. Escribe ensayos, protagoniza documentales, su cara es habitual de la televisión, ¿cuál es la fórmula para hacer que la historia mole?
R. No creo que haya una única fórmula. Es bueno que haya muchas formas de hacerlo, pero odio cuando en televisión sale gente disfrazada de romano, vistiendo togas y diciendo frases como "Pásame las uvas, Marco". No me gustan las recreaciones. ¡Sólo quiero que paren! Pero estoy convencida de que la tele puede hacer muchas cosas por la historia. Puedes llevar a alguien que no es un experto, y al que se le da una pequeña cuota de libertad, a elegir ver un programa en el que tú eres el que sabe y a confiar en ti. Es una forma de impulsar el trabajo que se hace en la universidad, de compartir los estudios y darlos a conocer a un grupo de gente más amplio incluso que los lectores de libros. Eso sí, sería muy aburrido si en todos los programas de historia hicieran lo que yo hago.
P. Uno de los aspectos más aplaudidos de su obra es su intento de acercar la divulgación histórica a un público que, aparentemente, no es el público habitual. ¿Cómo consigue despertar el interés de los lectores por la Roma Antigua?
R. Lo importante es, a quien quiera que estés hablando, no hacerlo como si fuera estúpido. Quizá esa persona no sepa mucho de historia aún, pero si está aunque sea levemente interesada en historia romana, puedes conectar con ella. Utilizo la misma idea con mis alumnos. Tienes que explicar algo a gente que a lo mejor no parte del mismo nivel de conocimiento. Y la única forma de hacer que alguien se interese en algo es hablarle de lo que realmente te interesa a ti. Odio esas historias dirigidas a grandes audiencias que tratan al lector como si fuese estúpido. No es estúpido, simplemente hay cosas que no sabe.
P. Y eso cuando están desapareciendo muchas carreras de Humanidades de las universidades...
R. Lo que tenemos que hacer es seguir defendiendo las Humanidades. Si le preguntas a la gente si quiere un mundo en el que nadie estudie Historia o Filosofía, todo el mundo te va a decir que no. Claro que vas a encontrar a gente que te diga que lo único que deberíamos estudiar en el mundo es Informática. Obviamente hay un problema con los medios, con la financiación, sobre todo en estos momentos de austeridad. Creo que todo lo que podemos hacer es seguir defendiendo las carreras de Humanidades, manifestando que no queremos un mundo en el que nadie pueda leer a Virgilio. No queremos eso.
P. ¿Y qué opina de historiadores como Harari, que en su último libro predice un futuro centrado en la biotecnología y la inteligencia artificial, con la desaparición de los valores humanistas?
R. Creo que es una exageración muy loca. Su primer libro es bueno, pero este último no. Piense en el futuro del libro en sí mismo; hace años todo el mundo decía que el libro había muerto. No sé aquí, pero en Gran Bretaña el 'ebook' no ha llegado a dominar el mercado. La gente compra 'ebooks' para algo específico, del tipo 'me voy de vacaciones y quiero meter 25 libros', y les gusta llevarlos en el Kindle. Genial. Sin embargo, ha crecido, de hecho, el interés en los libros: hay algo material, algo orgánico, algo agradable intrínseco al objeto. Creo que es extremadamente fácil tener estas visiones geniales del futuro donde la vida será terrible, donde todo estará mecanizado y no habrá cultura y donde estaremos enganchados a una máquina. ¡Hay que tener un poquito de fe en el ser humano!
P. Volviendo a la actualidad y al papel de la mujer en la historia; hace poco Playmobil fue a comercializar una colección sobre las grandes figuras de la historia. No había ninguna mujer. ¿Es culpa de la propia Historia o de esa visión actual que borra a las pocas que hay en ella?
R. Una mezcla de las dos cosas. Cuando esta gente se sienta en una mesa a pensar en las grandes figuras de la Historia para diseñar los personajes de la colección de Playmobil, suelen pensar en hombres. Suelen pensar en Julio César, Napoleón... Tiene que haber una mujer en la mesa que diga: 'Disculpen, ¿dónde están las mujeres?'. En muchas ocasiones sólo tienes que decir: '¡Parad, esperad un momento! Aquí también hay mujeres'. Pero creo que también hay un problema con lo que se considera como importante. Si decimos que “era un gran conquistador romano”, eso es algo que la gente admira. Entonces, ¿cómo podemos volver a inscribir a las mujeres dentro de la historia? Tienes que cambiar los temas de los que se hablan en los libros de historia. Tienes que pensar de forma diferente.
P. Precisamente, lo novedoso en sus libros es que no centra sus temas exclusivamente en las grandes figuras de la Antigua Roma, que es lo que viene siendo habitual, sino que también cambia el punto de vista y pone la atención en la gente común...
R. Exacto. Y creo que es terriblemente importante. El problema es que se ve la historia como si sólo tratase de guerras y grupos de hombres poderosos que eran muy ricos y tomaban decisiones, sin tener en cuenta al resto del pueblo. La historia trata de la experiencia de todo el mundo. Así que también trata de la experiencia de la gente ordinaria, del panadero o del vendedor, o lo que sea... Si les preguntas a los estudiantes universitarios en quién piensan cuando piensan en la Antigua Roma, suelen identificarse con Julio César, Claudio, Livia... ¡Esperad! ¿Y el esclavo? ¿Y el campesino?
P. En 'SPQR' relata precisamente que, gracias a ciertos avances técnicos, podemos saber en qué consistía la dieta de un ciudadano ordinario de Roma a través del análisis de sus restos fecales...
R. Exacto. Antes se asumía que esa gente se quedaba fuera de la historia porque no podíamos saber nada sobre ellos. En realidad, con decir "vamos a investigar un poco", aparece mucho que decir sobre ellos.
P. En 'SPQR' abarca hasta el edicto de Caracalla, que promulgaba la ciudadanía romana de todos los habitantes del Imperio. Hoy en día, con la crisis de refugiados, la xenofobia creciente, ¿nos hemos colocado por detrás de los romanos en cuestiones de integración?
R. No creo que tengamos nada que aprender en el sentido de que no podemos encontrar las respuestas que buscamos en los romanos y no podemos aplicarlas al contexto actual. Pero de otra forma, creo que nos ayuda a pensar más esforzadamente sobre nuestros problemas y sobre nuestro punto de vista tan limitado sobre esos problemas. Coges un concepto como "inmigrante ilegal", algo que ahora parece totalmente obvio, pero que sería absolutamente incomprensible para cualquier romano de esa época. No quiere decir necesariamente que no tenga que haber ninguna frontera, claro, pero creo que implica directamente nuestra forma de pensar. Hay que acordarse de que había civilizaciones que no lo veían en esos términos, de dónde a dónde van los límites de unas tierras, quién puede cruzarlos, pasaportes y visados... El mundo sobrevivió sin ellos.
P. Un sistema en el que el Estado era consciente de que se sustentaba sobre los ciudadanos y no un Estado que los dominaba, ¿no?
R. Había una visión diferente sobre lo que constituía el Estado, que es de hecho el título de mi libro: 'SPQR', Senatus PopulusQue Romanus' [El Senado y el pueblo de Roma] y eso ya está definiendo lo que era Roma, como una institución construida por personas individuales. Cualquier romano se llamaría a sí mismo 'Romani', es decir, romano, no Roma. Y esto mantiene el foco en la idea de que es la gente, el pueblo, la que determina lo que es el Estado. No al revés.
P. Muchas veces, en política se viven episodios que podrían recordar al enfrentamiento de Cicerón y Catilina, el capítulo que abre 'SPQR'. ¿Les recomendaría a los políticos leer un poco más sobre las traiciones y las conjuras de la Antigua Roma?
R. Creo que les ayudaría, no porque les fuese a dar respuestas, porque algunas de los problemas a los que nos enfrentamos aparecen descritos de una manera muy clara y precisa. Y también en el debate político moderno, desde el Renacimiento hasta ahora, se ha visto refinado y se ha debatido siguiendo los mismos asuntos. La gente siempre ha conocido a Cicerón y Catilina. Y a todos los ancestros que nos han provisto de nuestra filosofía política referían continuamente a Cicerón y Catilina. Eso te da un conocimiento de lo que subyace en tus propias ideas políticas además permitirte conocer a los romanos.
Fuente: elconfidencial.com | 6 de octubre de 2016
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Mary Beard: Ninguno querríamos estar vivos en la Roma antigua
Asesinatos, vertederos llenos de recién nacidos, esclavos... La Roma antigua era "tan brutal" que "ninguno querríamos estar vivos" entonces, asegura la clasicista Mary Beard, para quien esa quizá sea una de las razones por las que su ensayo sobre el imperio de los césares, "SPQR", va por la tercera edición.
Beard es catedrática en la universidad de Cambridge, divulgadora de historia, editora especializada del Times Literary Supplement, protagonista de la serie documental "Roma, un imperio sin límites" en el canal #0, y último Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, que recibirá el próximo día 21 en Oviedo.
Aún no sabe lo que dirá ese día y le será "difícil" porque dispondrá solo de 5 minutos: "Lo que es seguro es que será sobre los romanos y las mujeres. Tengo 61 años y soy bastante dura. Las mujeres mayores -reivindica en una entrevista con EFE- podemos enfrentarnos al mundo y no hace falta teñirse el pelo para ello", bromea, mientras se toca su largo pelo canoso.
"Una de las cosas que he conseguido hacer es representarme a mí misma, como mujer y como ser resistente. Si pudiese ayudar a otras mujeres a enfrentarse a los idiotas que están ahí fuera y que intentan que no hagan lo que quieren hacer ya me parecería bien", añade.
Está "simplemente encantada" con la repercusión que está teniendo su ensayo, editado en castellano por Crítica, y asegura riéndose que "se da por satisfecha" si la mitad de la gente que lo ha comprado lo lee "hasta la última página" (la 646, concretamente).
"Quería hacer algo que llegase al público, pero no tratando a los lectores como tontos. Son las mismas ideas que enseño a mis alumnos en Cambridge. No es una versión fácil, desleída, sino académica pero sin tecnicismos", asegura.
El mundo romano, el que surgió de una pequeña aldea en el siglo IV a.C. y se convirtió en el centro de un imperio que se expandió por todo el mundo conocido, "fascina" en el siglo XXI, como bien muestran los éxitos de taquilla de "Gladiator" o las ventas de su propio libro, porque, dice, enseña el poder "tal y como es".
"Era todo bastante brutal, con soluciones expeditivas que asociamos solo a las más terrible dictaduras. Ninguno de nosotros querríamos estar vivos en la Roma antigua, sería terriblemente atroz para nuestra cultura. Son brutales pero ven las cosas tal y como son y actúan en consecuencia, con esa ironía tan astuta que les caracteriza", argumenta.
La británica se apoya para su relato en mucho de lo que dejó escrito Cicerón (106 a.C.-43 a.C.) y precisa que en los textos que se conservan de él y de otros "hay mucha fantasía romana, muy distinta a la nuestra, en el sentido de que incluyen excesos extravagantemente sádicos que no parecen muy verosímiles aunque se hayan aceptado como buenos".
"Los romanos tenían mucho interés en las luchas de gladiadores, pero me da la sensación de que nosotros más aún. No quiero privar a los lectores del mito", se ríe de nuevo.
Le encantó, subraya, "Gladiator", "una de las más extravagantes de romanos que se han hecho, pero la propuesta es muy brillante y hay cosas como el tratamiento a los esclavos, como meros objetos, invisibles, que dan muchas lecciones en las que hay que pensar".
Es una gran ironía, dice, que en la Roma antigua fuera relativamente frecuente que esos "objetos" -los esclavos- fueran "liberados" por sus amos e incluso alcanzaran la ciudadanía, mientras que ahora los refugiados, "que nadie discute que son personas, nunca pueden tener esa consideración de ciudadanos con iguales derechos".
"En el imperio romano jamás existió el concepto de 'inmigrante ilegal', aunque no quiero decir con esto que tengamos que hacer las cosas como los romanos, pero es verdad que somos muy rígidos a la hora de conceder la ciudadanía", sostiene.
En su libro evidencia que hay muchos personajes históricos tratados injustamente, entre ellos Calígula -que debe su nombre al apodo que le pusieron de niño, "botitas"-: "Era tremendamente popular pero en cada reseña que hay sobre él se le trata de forma muy hostil y se cuentan barbaridades", entre ellas su relación incestuosa con sus hermanas.
Le ha parecido "muy emocionante a la vez que muy aburrido" rodar la serie que emite #0, porque "hay que parar y esperar y repetir cosas, pero, la oportunidad de ir, por ejemplo, a la Argelia romana es única". EFE
Fuente:elconfidencial.com | 5 de octubre de 2016
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