LA INDUSTRIA FENICIA DE LA PÚRPURA
Por: Juan Antonio Cerpa Niño
Paralelo al desarrollo de otras industrias como la vítrea surgió una segunda rama de producción con un artículo que no era menos revolucionario que la anterior: la fabricación tiro-sidónica de púrpura. En este caso el material básico lo hallaron los fenicios a dos pasos de sus casas: en las aguas del mar de bajura del Mediterráneo y el Atlántico.
En nuestros días la química puede fabricar púrpura, como derivado del índigo, más hermosa que la de los fenicios de antaño, que obtenían el colorante, cuya composición química desconocían, naturalmente, tan solo de la segregación de las glándulas de un pequeño molusco gasterópodo del genero purpura que se da en casi todos los mares cálidos.
El proceso es bien sencillo. Se frota un trozo pequeño de lana contra la parte trasera del animalito donde se encuentran las glándulas segregadoras y se obtiene una mancha amarillenta, que cuando se rocía con zumo de limón, poco a poco se vuelve azul, luego rojo y, finalmente, queda de un rojo subido muy intenso, aunque, la mancha es diminuta. Y para ello se necesitan mas de una veintena de caracoles antes de que el extremo del paño pequeño de lana llegue a quedar como punteado de rojo.
Estos moluscos de los que se extraía la púrpura eran pescados mediante unas reducidas cestas en las que se colocaban, a modo de carnada, pequeños mejillones, almejas y restos de pescados, que una vez sumergidos en el agua, atraían a los preciados caracoles.
Los naturalistas han podido averiguar, mientras tanto, que la obtención de un solo gramo de púrpura costaba la vida a más de diez mil moluscos de los géneros Murex brandaris y Murex trunculus.
Para obtener obtener tan preciada sustancia, los moluscos capturados eran partidos y abiertas sus carnes para serles sacadas las vesículas que contenían la púrpura. Dichas vesículas, después de puestas en sal y dejarlas durante tres días en maceración, se vertían en grandes calderos. Por cada quinientos gramos de esta masa salada y purpúrea se añadían veintiséis litros de agua.
Los calderos no se ponían en contacto directo con el fuego, sino que la masa se calentaba con vapor, mediante un ingenioso sistema de conducción de aire. Asombroso sistema si se tiene presente que estos trabajos se realizaban nada menos que hace tres mil años.
Una vez que aquella masa de sal y vesículas comenzaba a hervir, entonces, con una espumadera, se iban sacando cuidadosamente los pedacitos de carne que flotaban en la superficie.Luego de unos días de cocción, aquella especie de papilla quedaba reducida y muy espesa.Llegado este momento se introducía en el espeso líquido del caldero un trozo de lana sin color, y si el resultado del colorido era satisfactorio, es cuando se depositaban en el recipiente los géneros que se iban a teñir.En este baño, que debía cubrir totalmente todas las piezas, éstas permanecían durante cinco horas como mínimo.
Al sacar las telas de los calderos no eran bellos los colores, y solo cuando los géneros se hubieran secado al sol cobraban la belleza que les hacia valiosos y preciados. La púrpura, al principio, aparece de un color verdoso, pero al contacto con el aire y el sol su color iba cambiando. Del verde oscuro pasaba al violeta; en algunas ocasiones al azul, malva o violáceo, y, finalmente, se tornaba rojo, rojo violáceo o violado.
Los talleres de los tintoreros exhalaban un hedor tan penetrante que el papiro "Salónico", que fue escrito en la época del faraón Ramsés II, se lee lo siguiente sobre tan desagradable olor: "Las manos de los tintoreros apestan a peces podridos, y los hombres llegan a aborrecer totalmente las telas teñidas por este procedimiento". Estrabón cuenta en su época, la del emperador Augusto, que las callejuelas de Tiro eran todavía focos de pestilencia.
Así se comprende que la industria fenicia de la púrpura, contrariamente a la del vidrio, jamas se destinara al gran público y que solamente estuviera al alcance de unos cuantos potentados. Las telas rojas procedentes de Tiro y Sidón fueron siempre artículos de lujo manifiesto, y así vemos que durante mucho tiempo la púrpura estuvo reservada a los reyes, en Roma a los senadores, y posteriormente a los más fieles servidores del culto y del gobierno. Un galón de púrpura fue siempre distintivo de alta graduación, y el color en sí era símbolo de máximo poderío.
En realidad la púrpura no les olía mal a los fenicios, por los mismos motivos que "tampoco el dinero tiene olor". Se enriquecieron gracias a ella, y lo que es más aún, la púrpura los hizo famosos. Se supone que la palabra griega Phoinike proviene de porphira, púrpura, o sea que Fenicia podría significar "país de la púrpura". Como también Canaán pudiera significar "país de los rojos".
Y como en este mundo todo es pasajero, así también llegó un día en que el uso y el valor de la púrpura se extinguió. El dominio de la púrpura finalizó por completo en el año 1453, cuando los árabes conquistaron Constantinopla.
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