La diosa de los muertos
Llaman la atención los pendientes de esta diosa funeraria, que representan dos cabezas humanas. Si a muchos puede parecer un detalle macabro, algo así como las cabezas reducidas que los shuar (jíbaros) convierten en talismanes, hay que situarse, para entenderlo, en el mundo fenicio del 450-350 a. C.Para arqueólogos como Benjamí Costa y Jordi Fernández, que hace una década estudiaron y analizaron esta pieza y otra similar que existe en el Museo de Arqueología de Cataluña, y que también fue hallada en Ibiza, esas cabezas humanas son precisamente atributos de la diosa que la convierten en divinidad funeraria.
Los expertos disponen de suficientes indicios sobre el mundo púnico como para asegurar que la muerte podía evocarse simbólicamente mediante rostros de mirada fija, hierática. Es, ofreciendo un arquetipo como ejemplo y salvando las distancias que puedan existir, la expresión de la gorgona griega, la que convierte en piedra a quien la mira.
Y aunque en esta ocasión particular se encuentran convertidos en pendientes, esos rostros hieráticos, que en ocasiones son de felinos, se hallan representados en toda una serie de objetos asociados a la muerte y hallados en hipogeos fenicios.
Pebetero con la imagen de la diosa Tanit, en el Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera.
Benjamí Costa, director del Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera, explica que esta diosa femenina, probablemente Tanit, era la que acogía el alma del difunto y lo ayudaba a realizar el paso al más allá, un tránsito que en las civilizaciones antiguas estaba plagado de amenazas, de monstruos que ponían en peligro el espíritu del muerto. Y contra ellos necesitaban la intervención de dioses funerarios poderosos que les allanaran el camino.
Esta pieza singular cuenta además con otros detalles que no sólo la convierten en extraordinaria y única (junto con la figura similar que existe en el museo de Barcelona) sino que refuerzan la teoría de su carácter eminentemente funerario. Además de tan curiosos pendientes, la diosa porta un collar del que cuelgan unos abalorios como bellotas y que resulta ser igual a collares auténticos, conocidos en metales nobles en el mundo griego y fabricados en hueso en el ámbito púnico, que se han encontrado en tumbas y de los que existen ejemplares en el museo de Puig des Molins.
Por otra parte, la figura (derecha), que por lo demás va desnuda, fue encontrada en varios fragmentos que tuvieron que ser encajados. Y algunos de ellos tienen trazas evidentes de haber sido quemados, lo que lleva a los expertos a la hipótesis de que pudo ser usada en alguna ceremonia sacra, en la que fuera rota y lanzada al fuego; en el santuario de es Culleram, por ejemplo, se han encontrado pruebas de este tipo de rituales.
La diosa funeraria, que también lleva un tocado, probablemente una diadema, pertenece a la colección Sáinz de la Cuesta, expuesta en el museo de Puig des Molins, y compuesta, en gran medida, por piezas atesoradas por Joan Roman, mecenas de la arqueología pitiusa, a partir del año 1905.
Son piezas procedentes, fundamentalmente, de la necrópolis, y obtenidas de las excavaciones de la Sociedad Arqueológica Ebusitana que Roman sufragaba; a cambio, y tal y como entonces era acostumbrado, él se quedaba las piezas. Al morir Joan Roman, buena parte de su colección fue adquirida por Sáinz de la Cuesta. Y así han podido conservarse y convertirse en parte fundamental del Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera.
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