EN BUSCA DE LA ATLÁNTIDA

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Los que hayan leído la obra de sir Arthur Conan Doyle "Maracot Profundo", recordarán  su fantástica descripción de la raza de superhombres que habitaban el seno del océano Atlántico, inspirada en la leyenda de la Atlántida, el "Continente desaparecido" o "perdido".

Generalmente se cree que la Atlántida es una fábula creada por algún poeta de épocas pretéritas y, sin embargo, habría que preguntarse si no será más bien una realidad. ¿Que fue la Atlántida? Se cree que, en tiempos remotos, grandes continentes ocupaban gran parte del lugar en que hoy se encuentran las aguas del océano Atlántico, en forma de archipiélago. La mayor parte de las islas, llamada Atlántida, poseía una civilización avanzada.

Platón dio una versión de Atlántida. Lo que no se sabe es si contó una tradición verídica heredada de sus antepasados, o bien si su relato fue pura ficción.

Es notable que la historia de la Atlántida, situada en el extremo occidental del mundo conocido por los antiguos, haya perdurado en los escritos de los griegos y los romanos. Seis siglos antes que Platón, el divino Homero hacía alusión a aquel Continente en la "Odisea", y Solón, Eurípides, Estrabón, Dionisio de Halicarnaso, Diodoro de Sicilia, Plinio, para no citar a otros muchos, hablan con mayor o menor extensión del " Continente desaparecido". Teopompo y Marcelo conocieron igualmente la Atlántida.

Cuentan que los atlantes, expulsados de su país por la invasión de un mar irritado, penetraron en tierra de los celtas de la Europa Occidental. Las tradiciones druídicas que nos ha transmitido el historiador Timigenio concuerdan exactamente con los relatos de Marcelo y de Teopompo.

¿Cual es la versión de Platón? El gran filósofo griego, en dos obras tituladas "El Timeo o De la Naturaleza" y "Critias o De la Atlántida", nos transmite la tradición que en su viaje a Egipto le contó a él un sacerdote de Sais en el delta del Nilo. Nos dice que frente a las Columnas de Hércules, es decir, frente al estrecho de Gibraltar, existía una isla más grande "que Libia y el Asia reunidas", desde la que los viajeros podían pasar a otras islas y de allí a un Continente mucho más vasto.

Habitaba aquellos parajes una raza poderosa, los atlantes, cuyos reyes extendían sus dominios hasta Libia y Egipto,y en Europa, hasta las costas del mar Tirreno. La Atlántida poseía fértiles llanuras, altas montañas cubiertas de bosques, en las que abundaban las minas de oro, cobre y oricalco, "metal del que se ignora el nombre, pero que era muy conocido, muy abundante y el más preciado después del oro".

Las costas de la Atlántida estaban constituidas por acantilados de "rocas negras, blancas y rojas" y el terreno aparecía "muy elevado y escarpado en las zonas lindantes al mar". Poblaciones con suntuosas mansiones albergaban por doquier a los indígenas, y casi en el centro alzábase la capital. Bella sobre toda ponderación era, en verdad, Poseidonis, la ciudad de las puertas de oro, rodeada de un triple cinturón de canales, y que lucía orgullosa, bajo el sol de los trópicos, sus palacios y sus templos, cubiertos "de oro, plata y oricalco".

Al parecer, los atlantes emprendieron numerosas guerras y, tras diversos intentos, penetraron en el Continente. Pero los ejércitos egipcios del faraón Ramsés II el Grande les asestaron los primeros golpes; a las puertas de Tebas sufrieron las cohortes invasoras una grave derrota y se les reconquistó la Libia. Los atlantes fueron lanzados entonces contra el litoral de la Hélade, en la cual los esfuerzos combinados de los griegos y los getulos los rechazaron hasta los confines mismos de su Imperio. A poco, unas violentas inundaciones y unos espantosos temblores de tierra devastaron aquellos parajes, y en el espacio de un día y una noche, toda la Atlántida desapareció bajo las aguas sin dejar más rastro que algunas islas de reducida extensión.

Ésta es a grandes rasgos, la leyenda de Platón; la interpretación de lo que podríamos llamar los datos históricos del problema ha sido extraordinariamente variada. Mientras unos veían en aquélla un relato puramente mitológico, otros han tratado de reconstituir el "Continente desaparecido".
No obstante, si la existencia de la Atlántida se redujera al mencionado relato, podría atribuirse a la fantasía de Platón, pero investigaciones de orden geológico y paleontológico y ciertos descubrimientos realizados en el seno del mar, han dado margen a que se crea en la existencia de la enigmática Atlántida.

Por otra parte, diversos autores sitúan la Atlántida en los lugares más diversos. Eurenius, Serranus, Olivier y Baer la "ven" en la cuenca oriental del Mediterráneo; Oviedo, MacCulloch, C. de Paw, y otros, convienen en que se trata de América, en tanto que Rudbeck la ve en Suecia, y Bailly en una tierra ignota, en los aledaños del Polo Norte.


Paralelamente a esas interpretaciones excesivamente fantásticas, otros autores más racionales consideran que las islas Azores, las Madeiras y las Canarias son vestigios de la antigua Atlántida. Idea apuntada ya por Bechmann y Kircher y aceptada por Voltaire, la desarrolló Bory de Saint-Vincent en su célebre obra titulada "Ensayo sobre las Islas Afortunadas y la antigua Atlántida, o Compendio de historia general de las Canarias".

Esta concepción de la Atlántida, la más lógica en definitiva, es la que admiten actualmente quienes han estudiado tan apasionante problema. También cuenta con muchos defensores la idea que supone que la Atlántida se hallaba en la desembocadura del Guadalquivir y la identifican o relacionan con Tartessos.

Hasta la fecha, tres han sido las soluciones dadas al problema de la situación geográfica de la Atlántida. El primer grupo de investigadores sostiene que es inútil buscar la Atlántida, porque nunca existió. El segundo grupo trata de localizarla en diferentes partes del Globo, utilizando para ello medios puramente científicos. Y el tercer grupo afirma que sólo las ciencias ocultas, la antroposofía y la astronomía pueden arrojar alguna aclaración sobre el mito de la Atlántida.
En la literatura antigua se citó algunas veces al "Continente desaparecido"; y al decaer el imperio romano se dejó de hablar por completo en torno a este enigma, continuando el silencio durante toda la Edad Media. Fue a raíz del descubrimiento de América cuando volvió a tener actualidad la cuestión de la Atlántida.

Pocas han sido las regiones de la Tierra donde no se haya localizado la Atlántida, hasta tal punto, que el investigador alemán y erudito plotonista Susemihl aseguró en una ocasión: " La enumeración de todas la hipótesis sobre la Atlántida sería una importante contribución a la historia de la estupidez humana".

Es muy difícil, incluso hoy día, distinguir las hipótesis basadas en investigaciones más o menos razonables de las fantasías seudocientíficas. El historiador Delisle de Sale, suponía que Ceilán era la verdadera Atlántida, más el mismo se contradijo luego, al afirmar que fue el Cáucaso a donde emigraron los atlantes, procedentes de una isla mediterránea, que él cree ser Cerdeña. El Mediterráneo ha sido el mar donde más veces se ha localizado la Atlántida. Bartoli afirmaba que la Atlántida fue en realidad Ática, es decir, la provincia griega donde queda situada Atenas, opinión que compartía Letreille en 1829, aunque antes la había situado en Persia. No se olvide que en aquella época resurgía el helenismo en Europa Occidental,cuya figura preeminente era lord Byron. También el geógrafo americano Balch y el francés Butavand localizan la Atlántida en el Mediterráneo, y Moreau de Jones, en 1879, la supone en el mar de Azof.


Al ir desapareciendo las porciones de tierra incógnita de los mapas por los constantes descubrimientos geográficos realizados, los espíritus inquietos se han preocupado más que nunca del misterio de la Atlántida, tratando de encontrar el sitio exacto de esa remota "tierra enigmática". Tan es así que en Francia, donde la sensación causada por la novela "La Atlántida", de Pierre Benoit, fue enorme y de efecto duradero, existe una sociedad dedicada exclusivamente a los estudios atlantes, y edita una revista que ha publicado abundante literatura referente a la Atlántida.

A las teorías antes citadas cabe añadir las que identifican la Atlántida con Nigeria y África del Norte. León Frobenius, basándose en los hallazgos hechos el año 1910, durante la época de la expedición del capitán Elgée, realizó importantes descubrimientos en el reino de Benin, Nigeria, que, por el tipo de civilización, correspondían a una cultura semejante a la del África Occidental  y que coincidía con la descrita por Platón en su "Critias".

En Marruecos, el francés Berlioux y los españoles Fernandez y González, y Saavedra, han tratado de encontrar el sitio donde habitaban los atlantes. El investigador Knötel, por su parte, afirmó en 1893 que los atlantes no eran un pueblo aborigen, sino una secta de Babilonia que, al ser derrotada en una guerra religiosa, emigró hacia el norte de África, siguiendo el camino de la costa.

Después de los hallazgos del conde Byron Kunn de Porok, que pretendió haber encontrado en el Sahara vestigios humanos y de animales atlantes, el geólogo Pablo Borchardt descubrió, cerca del lago tunecino Chott-el-Djerit, importantes restos de una población prehistórica que coincidía en muchos puntos con la ciudad de Poseidonis, descrita por Platón. Borchardt sostiene que los montes Haggar son las verdaderas montañas del Atlas, y no las que, por error, se conocen geográficamente por montes Atlas. Según esa hipótesis, en este verdadero Atlas vivieron los atlantes líbicos. Alberto Herrmann sostiene la misma teoría. En realidad, la flora y la fauna del África de Norte y, sobre todo, la existencia de elefantes, metales preciosos y canteras de mármol, la relación entre las palabras euenor (los antepasados de los atlantes) y quennor (los antepasados de los bereberes), además de muchas otras coincidencias en el lenguaje, son importantes factores que apoyan la teoría norteafricana.

Infinidad de eruditos e investigadores han intentado en muchas ocasiones hallar dónde pudo estar la Atlántida, o las huellas que conduzcan a su descubrimiento como ciudad o isla desaparecida. Estos hombres de ciencias, aun careciendo de una base geológica en apoyo de su argumento, consideran las algas marinas y la hierba del famoso mar de los Sargazos, entre las Azores y las Antillas, como un resto del desaparecido Continente. Es digna de mención la inscripción maya, descifrada por Ronald Straht en Yucatán, en la cree haber descubierto un relato del cataclismo que terminó con la Atlántida. Según la inscripción, un cometa que atravesó el espacio cercano a la Tierra, al rozarla por la región de la Atlántida, originó la catástrofe que hizo desaparecer dicho Continente. Al mismo tiempo levantó una nube de polvo que sumió nuestra atmósfera en las tinieblas durante año y medio.

Varias veces, sobre todo en 1912, la boga y el entusiasmo por  la Atlántida llegó hasta el paroxismo. Aquel año Paul Schliemann, sobrino del descubridor de Troya, contribuyó a ensombrecer más aún el velo de misterio en torno a la Atlántida con un intento de fraude científico. A raíz  de los descubrimientos llevados a cabo entonces por su tío, aseguró que en una de las vasijas encontradas entre las ruinas había descifrado una inscripción que decía: "Del rey Cronos, de la Atlántida". Desgraciadamente, toda aquella historia de inscripciones y de monedas atlantes de Paul Schliemann fue pura fábula. El afán por llegar a demostrar que la Atlántida existió tropezó, al fin, con un espíritu criminal que aprovechó hallarse en contacto con medios científicos para especular con turbias finalidades.


Las citas se harían interminables... Si bien lo que resulta indudable es que la geología y la oceanografía coinciden en líneas generales con el mito y la leyenda. Incontables han sido los que han evocado como leit motiv histórico, geográfico, erudito, etnográfico, folklorico y literario, el gran hundimiento de la Atlántida, tan excelentemente descrito por el profesor Termier, y mejor plasmado en el mayor poema épico de nuestro tiempo:" L´Atlántida" de Jacinto Verdaguer.

La antropología ha aportado también, al efecto, su contingente. Opinamos muchos arqueólogos que fue a Europa hace muchos miles de años cierta raza nómada. Esta raza, estaba formada de hombres fuertes y civilizados; el cerebro femenino era superior al del hombre normal de esta época. Eran artistas, a juzgar por las pinturas, bajorrelieves de correctos diseños, técnicas y gusto estético que adornaban las cuevas en que fueron encontrados. Que dicha raza llegó a Europa por tierra es incontrovertible, pues no se ha podido descubrir la más mínima huella de embarcación.

En algunos credos religiosos y tradiciones místicas de la Antigüedad hay grandes coincidencias, sobre todo en cuanto a lo del Diluvio universal. Las costumbres y el parecido de las culturas y las civilizaciones son prueba irrecusable de que ha existido un tronco común. Incluso las leyendas son semejantes entre los asirios, caldeos, indios de Tupi Guaraní, indios caribes e indios mejicanos.

Dados los antecedentes expuestos, no es de suponer que pueblos enteros pertenecientes a razas tan distintas, con el océano de por medio, poseyeran tantas cosas en común, muchas hasta idénticas, en épocas de la Historia de la Humanidad en que materialmente resultaba imposible atravesar el mar. Algunos investigadores han descubierto que los egipcios y los aztecas y mayas presentan muchas características comunes, lo que sugiere la existencia, hace muchísimos años, de un puente terrestre entre África y América. ¿Como de explicaría, si no, que los hombres de los frescos babilónicos sean auténticos pieles rojas? ¿ Y como se explicaría, que solo dos pueblos de la Antigüedad, los egipcios y los indios peruanos, adorasen a un "dios del Sol"? ¿Por qué estos dos pueblos fueron los únicos en enterrar a sus muertos en pirámides? ¿De donde y cómo llegaron a Sudamérica las culturas negras que existían allí antes del Descubrimiento? ¿Por qué motivos son tan extraordinariamente parecidas las lenguas de los mayas, los incas, los aztecas... y los vascos?

Podría decirse que gran parte de la influencia, principalmente egipcia, encontrada en América, llegó a ésta por medio de Asia y parte más estrecha del Pacifico. Ello es inverosímil, ya que, al pasar por China e India, tenía que haber dejado huellas imborrables. En cuanto a que los egipcios hayan cruzado el Atlántico, si así hubiera sucedido, tanto Egipto como otras naciones hubieran seguido cruzándolo y se habría escrito mucho antes la página gloriosa de Cristóbal Colón.

Suponemos, ademas, algunos arqueólogos que mucho de lo que se considera actualmente como egipcio, tuvo origen primitivo en el Oeste. Si la Atlántida existió y formó parte del Continente que divide ahora el océano Atlántico, desintegrándose, después de una catástrofe  hacia el Este y Oeste, todos los referidos puntos quedarían más lógicamente esclarecidos.

Han quedado perfectamente comprobados los grandes movimientos que se efectúan en el seno del océano Atlántico, y tal vez pronto pueda la ciencia arrancar, de sus profundidades, algunos de sus secretos. Mientras tanto, la Atlántida seguirá siendo una incógnita.

Por: Juan Antonio Cerpa Niño

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Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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