PUENTES ROMANOS DE EXTREMADURA. Entre la restauración y el desastre
Los puentes romanos son ya muy escasos en la actualidad. La mayoría han sido destruidos por las fuerzas de la hidrodinámica de los últimos dos milenios, las mismas que han intervenido en los ríos a los que sirvieron de paso. Particularmente, en la Península Ibérica, quedan unos pocos, aunque excelentes ejemplares, en la vertiente atlántica. Apenas superan la treintena, repartidos entre Portugal y España (Durán 2005). En la vertiente mediterránea, no ha logrado conservarse ninguno entero, sólo cuatro de ellos pueden considerarse romanos y, de ellos, sólo dos conservan la rosca, en la cabecera de la cuenca del Ebro, en Cerezo de Rio Tirón, cerca de Burgos. Sin embargo, Martorell (Barcelona) y Pertusa (Huesca) no conservan más que unas pocas partes de la época romana. Extremadura cuenta con ejemplares tan notorios como el de Alcántara y otros, también muy interesantes. En Mérida, el puente sobre el Guadiana, el del Albarregas, y la Alcantarilla. Otros, son el de Segura, Cáparra, Alconétar… Todos ellos han sido intervenidos por restauraciones más o menos afortunadas, y más o menos disculpables, en función en la época en que se hicieron, ya que los medios y el conocimiento, que de este tipo de fábricas se tenía, era más precario que lo que hoy en día ya sabemos de ellas.
Ciertas nociones básicas que la mayoría de los puentes romanos presentan en sus características constructivas, no se han conocido hasta bien recientemente. Los sucesivos puentes construidos, incluso intencionadamente “al estilo romano”, no han logrado imitar exactamente estas características. Ni el dimensionamiento, ni muchas de las técnicas de trabado de los sillares se han dominado después de los romanos tan magistralmente. Ha habido que esperar al siglo XXI, para que estudios serios sistematizaran la técnica constructiva de los puentes romanos (Durán 2005), y establecieran una serie de rasgos comunes a todos ellos, con una personalidad única que los puentes romanos tienen y que los hacen diferentes a los de otras épocas.
http://www.traianvs.net/pdfs/2005_duran.pdf
Son características comunes a la inmensa mayoría de los puentes romanos, los sillares almohadillados, bien trabajados y trabados entre sí, las uniones a hueso, sin argamasa de ningún tipo ni calces de piedras menudas. La alternancia de los tizones entre las distintas hiladas de sillares, una modulación del tamaño de los sillares uniforme y un grosor generoso de las roscas de las bóvedas. Rasantes horizontales, ancho notable de la calzada, etc.
Quien ha examinado con criterios acertados un buen número de puentes romanos, y los ha comparado con los de otras épocas, difícilmente es conducido al error tan común de considerar romano cualquier puente, sólo por ser de piedra, muy antiguo o de época desconocida. Cosa que, aunque parezca sorprendente, ha servido en España para hacer romanos cientos de puentes que no suelen presentar ninguna de las características necesarias para ser tales, incluso han acabado siendo señalizándolos como romanos, para mayor confusión y despiste de la ciudadanía.
EL PUENTE DE ALCÁNTARA.
Situado en la vía de Emerita Augusta y Norba Caesarina a Egitania y Bracara Augusta. Es un puente sobre el río Tajo que se ha mantenido en servicio a lo largo de la Historia, aunque con algunos periodos de interrupción, ocasionados por destrucciones intencionadas en episodios bélicos. Por primera vez, en 1213, cuando sitió la villa Alfonso IX para arrebatársela a los árabes. Carlos I lo reconstruiría en 1543, añadiendo, probablemente entero, el arco de triunfo central almenado. Por último, en 1809, con motivo de la Guerra de la Independencia, es volado uno de los arcos, que se reconstruye definitivamente por el ingeniero Alejandro Milán en 1860.
Y es precisamente en esta reconstrucción, donde, a pesar del importante logro de devolver al puente su funcionalidad, se comete el primer error. Se efectúa un rejuntado muy agresivo con mortero, que elimina esa inequívoca personalidad que identificaba a este puente, como a todos los de origen romano: las juntas en seco, a hueso, esas que permiten diferenciar los sillares en la distancia, como piezas de un puzle perfectamente encajado, que hacen resaltar aún más el bellísimo almohadillado, huyendo del anodino aspecto de un paramento enfoscado, y que los constructores romanos dejaron intencionadamente abiertas, como firma de su modo de hacer.
El daño estético ya está hecho, pero es que, del rejuntado, no se obtiene absolutamente ningún beneficio, muy al contrario, las reacciones químicas que pueden derivarse del contacto del mortero (en algunos casos de cemento portland) con la piedra, harán más daño que las cuatro yerbas que conseguirán arraigar allí después de muchos siglos.
Pero aún existe una intervención más moderna que, en este caso, será más crucial para la estabilidad final de la estructura. Con motivo de la construcción de la presa de Alcántara, situada 600 m aguas arriba del puente, se logra dejar en seco el cauce, en 1969. En ese momento se logra visualizar un grave descalce de la pila 4 que, aunque era conocido por operaciones anteriores de buceo, fue su imagen real la que dio idea del alcance del problema.
La solución tomada en ese momento, fue la inyección de mortero en la roca de apoyo, ampliamente fisurada, para consolidarla, seguido del refuerzo mediante un zuncho de hormigón que eliminó el hueco que hacía peligrar la estabilidad de la pila y calzó a esta de forma definitiva. Dada la premura de la intervención, debido a que el cauce no podía mantenerse en seco por mucho tiempo (hoy además hubiera sido ecológicamente inasumible) la solución adoptada seguramente fue la única viable que asegurase la pervivencia del puente.
Sin embargo, y ya no disculpable por la premura, se decidió la reparación de algunas cornisas con piezas realizadas de hormigón armado que sustituyeran los sillares rotos o desaparecidos.
Pues bien, devolver al puente su personalidad inicial, requeriría nada menos que eliminar el rejuntado de mortero y restituir los sillares que faltan, los rotos o los que fueron sustituidos por hormigón.
Vista del descalce que apareció, bajo la pila 4 del puente de Alcántara, al dejar el río en seco en 1969. A la derecha, máquina de taladrado para la inyección de mortero de cemento.
Aspecto de la pila 3 del puente en 1969, con el cauce en seco. Obsérvese las hiladas inferiores sin rejuntado, al haber quedado fuera del alcance de los restauradores de 1860.
Encofrado para el hormigonado del zuncho de hormigón, que reforzó la pila 4 del puente.
EL PUENTE DE SEGURA.
Se trata de un puente sobre el río Erjas, hoy fronterizo, situado en la vía de Emerita Augusta y Norba Caesarina a Egitania y Bracara Augusta, la misma vía que la del puente de Alcántara, y en el siguiente obstáculo fluvial de importancia a salvar en su recorrido.
El puente de cinco ojos, tuvo una reconstrucción importante en el siglo XVI, al haber sido arruinado por una riada catastrófica que sólo dejó en pie sus dos arcos extremos. La reconstrucción, en ese momento, fue de una gran calidad y gusto estético. Los canteros que lo intervinieron, se esforzaron en trabajar la piedra al estilo romano, con almohadillado y encajarla a hueso, dejando ellos mismos constancia de esta intencionalidad, en los legajos que de ese momento se conservan. Posteriores reformas del siglo XIX añadieron fábricas de peor calidad y bien diferenciadas de la original romana, hasta añadir un nuevo pretil y recuperar la rasante horizontal de la calzada.
El puente de Segura era uno de los puentes peninsulares donde mejor podía apreciarse la técnica constructiva del puente original romano, debido a las numerosas huellas que en los sillares quedaban, donde eran encajados los instrumentos de manipulación y puesta en obra de la fábrica, así como de los andamiajes y cimbras empleados.
En el año 2007, una intervención portuguesa transformó el puente hasta límites insospechados. Realmente se llegó a la destrucción en muchos de los aspectos y, en gran medida, el puente dejó de ser romano para siempre.
El puente, como elemento fronterizo que es, es compartido por España y Portugal, y si bien la iniciativa de la intervención fue portuguesa, la administración regional española con competencias en el asunto, ni lo evitó, ni se quejó, ni consta que pusiera el menor impedimento.
La intervención consistió en taladrar el puente verticalmente desde la calzada, en numerosos puntos, inyectando lechada de cemento, con la intención de macizarlo y eliminar cualquier hueco existente en su interior. Este tipo de puentes romanos están macizados ya por sillares trabados con cal y, por tanto, esta actuación se antoja inútil a la vez de perjudicial. Las reacciones químicas provocadas por el mortero de cemento portland, así como la rigidificación de una estructura, que ha funcionado perfectamente durante siglos, pueden ocasionar nuevos daños colaterales hasta ahora inexistentes, como fisuraciones, etc.
En la base de los pilares se construyó un zuncho de hormigón armado, completamente innecesario, que los abraza completamente. Este bloque, evita para siempre la contemplación de los entalles de la roca natural para el asiento de los sillares romanos, los entalles en los propios sillares para el paso de los piederechos del andamiaje y sujeción de las cimbras que los técnicos romanos realizaron, y otra serie de marcas más que podían verse, como los huecos de las grapas en doble cola de milano, etc. Esta enorme mole de hormigón, rigidifica además el conjunto, evitando los micromovimientos de los sillares que dan cierta elasticidad a este tipo de puentes.
Se rejuntaron con mortero todas las juntas en las sogas y tizones, y muy severamente, hasta el extremo de desfigurar el puente y eliminar todas las marcas originales del trabajado y colocación de los sillares, huellas de las cuñas de extracción, etc.
Finalmente, y probablemente como consecuencia de las críticas existentes (de particulares y no muy numerosas) y con la única función aparente de ocultar lo peor de esta obra, o sea, las enormes moles de hormigón que abrazan las bases de las pilas, meses más tarde, se construyó un azud aguas abajo, que las mantiene inundadas y ocultas a los ojos curiosos que quieran comprobar el atentado.
Encofrado de la pila 3 para el enzunchado de hormigón armado. Foto: J. Gil.
Vista de la pila 4 desde aguas arriba, una vez reforzada con hormigón armado. Foto: J. Gil.
Pionero en la denuncia de esta funesta actuación, fue el investigador, y probablemente el mejor experto en fábricas romanas, el ingeniero Manuel Durán, que publicó en 2010 un trabajo en el que se plasmó certeramente este desastre sin paliativos.
http://www.traianvs.net/pdfs/2010_duran.pdf
http://www.traianvs.net/pdfs/2010_duran.pdf
Este puente, por tanto, y ya para la Historia reciente, ejemplifica hoy la incompetencia y la mediocridad de los gestores del patrimonio en esa parte del mundo. Gestores que, partiendo de la desidia y pasando por la torpeza, acabaron en la destrucción de un bien patrimonial de primer orden para Extremadura.
http://traianvsnet.blogspot.com.es/2012/12/destruccion-del-puente-romano-de-segura.html
http://traianvsnet.blogspot.com.es/2012/12/destruccion-del-puente-romano-de-segura.html
Puente romano de la calzada "Vía de la Plata", trasladado en 1970 desde el río Tajo hasta el tramo medio de su afluente el río Guadancil. La mansio Ad Turmulus, le servía de cabeza de puente en época romana. El camino, usado hasta siglos muy recientes, obligó a sucesivas reconstrucciones en el puente, motivo por el que presentaba varias bóvedas modernas, de arco rebajado, de deficiente fábrica y mala estabilidad, con calzada útil mucho más estrecha que el puente original. El conjunto, que permanecía ya muy arruinado en el sitio, fue sin embargo trasladado afortunadamente para impedir su inundación permanente por las aguas del embalse del Tajo que se había construido en esos momentos en Alcántara.
Pero, ya en su nuevo emplazamiento, ha sufrido algunas reparaciones recientes poco afortunadas, en las que, abusando de nuevo del mortero de cemento, se le ha desfigurado hasta convertirlo en un pastiche. El proyecto Alba Plata, que se financió con fondos millonarios europeos, utilizando a la vía romana de nombre homónimo como reclamo, se acabó gastando en gran medida, de forma incongruente, en realizaciones absurdas como esta.
Cemento moderno en el rejuntado de las dovelas de la bóveda romana de sillares almohadillados del puente de Alconétar.
Otros puentes romanos que deberían tener sus juntas a hueso, sin argamasa que las cierre, ni que les desfigure, ni que oculten sus huellas constructivas, han sufrido el castigo del mortero de cemento, en Extremadura y fuera de ella. Albarregas (Mérida), Salamanca, Chaves (Portugal), Bibei (Orense)… y muy recientemente, las arquerías del acueducto de Tarragona. Y todo apunta que, mientras estas restauraciones queden en manos de técnicos incompetentes e indocumentados, seguirá ocurriendo, y los puentes romanos serán cada vez, y gracias a ellos, menos romanos y menos identificables como tales.
Autor: Isaac Moreno Gallo
Fuente: TRAIANVSnet
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