Nacho Ares: "Faltan muchas tumbas por descubrir en Egipto e incluso podrían estar intactas"
El investigador, durante la entrevista en el periódico. Foto Javier de la Fuente"Hoy un trocito de barro con una inscripción es más importante que cualquier oro"
Nacho Ares | Historiador y escritor experto en el antiguo Egipto
La noticia del pastor que perdió la vida en busca de un tesoro en el paraje de Valderrey recordó al historiador Nacho Ares varios casos de familias en Egipto que acabaron sepultadas persiguiendo restos valiosos en el subsuelo de su casa. El escritor no dudó en venir a Zamora para "pisar" el lugar donde había sucedido todo. En plena investigación, el director del exitoso programa de radio Ser Historia habla y reflexiona sobre su gran pasión, el antiguo Egipto.
-Cuando tenía 13 años, leí un libro que se llamaba "Dioses, tumbas y sabios", un volumen de arqueología de los años cincuenta. Quedé fascinado con las pirámides y la aventura de personajes ricos, de clase social elevada, que lo dejaron todo para redescubrir la historia de la civilización en Egipto. Muchos de ellos vivieron en condiciones infrahumanas. El egiptólogo francés Mariette decía que "como te muerda la oca de Amón, te haces egiptólogo de por vida". Y eso fue lo que me paso a mí. La arqueología no solo consiste en buscar tesoros, sino también a tus ancestros e incluso, a ti mismo. En mi novela "El sueño de los faraones", el alemán Emil Brugsch narraba la emoción que sintió al ver reflejada su cara en las máscaras de oro de las momias de Deir El-Bahari. En ese reflejo reconocía a sus propios antepasados.
-¿Cuánto tiempo pudo contener la ansiedad de viajar al país que le había hecho soñar desde niño?
-Fui a Egipto por primera vez en 1990 en un viaje turístico. Llegamos a las cuatro de la mañana al hotel Delta Pyramids, situado en una calle paralela a la avenida de las Pirámides. Allí, en una habitación de la séptima planta, la tensión me impidió pegar ojo en toda la noche. Era septiembre y la bruma no dejaba ver nada por el ventanal de la habitación. Pero, de repente, desde la cama empecé a ver aparecer el vértice de una pirámide entre la niebla? Aquella fue la primera emoción intensa que recuerdo de Egipto.
-¿Cómo se atrevió a dar el paso del descubrimiento personal de la civilización a la divulgación de esa realidad que le abrumaba de joven?
-Fue algo que vino solo. Actualmente tenemos varias misiones trabajando allí, pero entonces solo estaban Mari Carmen Pérez Díez, conservadora del Museo Arqueológico y gran amiga, y Josep Padró, de Barcelona. En España no se había publicado nada. Leía literatura científica, pero también me apasionaba el misterio. Reflexionaba y me daba cuenta de que había cosas que no cuadraban. Ahí nació mi actividad de divulgación.
-El misterio ha acompañado a Egipto. ¿Es complicado evitar dejarse seducir por su poder de atracción?
-Todavía escucho decir que las pirámides no las pudieron hacer los egipcios? El problema es que idealizamos las cosas. En realidad, la Gran Pirámide, dentro de su perfección, contiene un montón de errores. Los textos egipcios nos cuentan cómo hicieron las cosas, ¿qué interés iban a tener en mentirnos?
-De todas las "mentiras" que se cuentan sobre la gran civilización, ¿cuál es la más importante, la que todavía hoy se repite?
-El principal error es la mala divulgación que se ha hecho de la cultura egipcia. Decir, por ejemplo, que las pirámides solo eran tumbas sin hacer el esfuerzo de viajar 4.500 años atrás para entender que aquello era mucho más complejo, desde un lugar de peregrinaje a un centro de investigación astronómica. Entonces, ser faraón era la encarnación de la divinidad, pero a nadie le entraría hoy en la cabeza que se le dedicara un monumento al presidente del Gobierno.
-Y todavía seguimos sin saber exactamente cómo construyeron las pirámides?
-La construcción de las pirámides es quizá donde más se ha desbarrado. Algunos han llegado a decir que se realizaban diques gigantes alrededor del monumento o que licuaban la piedra. Hoy sabemos qué no hicieron, pero desconocemos cómo las construyeron exactamente. Está claro que utilizaron rampas y algún tipo de maquinaria para desplazar los bloques, pero nos falta ese punto final que nos ayude a entender el proceso.
-¿Cree que el "show" mediático que envuelve investigaciones como la de Tutankamón resta importancia a la propia investigación y a los futuros hallazgos?
-Actualmente, se está llevando a cabo un proyecto llamado "Scan the pyramids" y parece que podría haber cámaras tras la tumba de Tutankamon. Desde medios académicos han criticado que se ofrezca información cada semana. Es un asunto que he discutido con José Manuel Galán, investigador del CSIC que mejor ha trabajado en Egipto. Yo defiendo que es mejor que exista esa divulgación prácticamente en directo a esperar las investigaciones de los profesores de universidad, funcionarios que no hacen absolutamente nada. Los artículos científicos se publican mucho después de conseguir avances en el conocimiento.
-¿Qué cree que puede haber en esas supuestas cámaras? ¿Quizá la tumba de Nefertiti?
-Esa es la apuesta de Nicholas Reeves, el mayor experto en el Valle de los Reyes, pero yo no estoy con él. Lo primero, porque no ha aparecido ninguna reina en esta zona y no se sabe donde están las monarcas de la XVIII dinastía. Nefertiti no pinta mucho allí. Sobre el material orgánico detectado, podría ser el óxido de la piedra o incluso se ha especulado con herramientas que hubieran dejado dentro, antes de cerrar y sellar las cámaras.
-¿Cree que Howard Carter, descubridor de la tumba de Tutankamon, se llevó consigo algún gran secreto?
-En una visita al Valle de los Reyes, dijo conocer dónde estaba la tumba de Alejandro Magno en una visita al Valle de los Reyes? Para mí, Carter es un ídolo. Cuando voy a Londres cada año, lo primero que hago es ir al cementerio de Putney Vale a dejar unas flores. Fue el primer arqueólogo en utilizar un método científico y moderno, tomando fotografías de cada pieza, añadiendo una ficha individual con la información.
-Si Tutankamon, un faraón que reinó solo una década, contó con un sepulcro repleto de lujos, ¿cómo imagina que pudo ser el tesoro funerario, por ejemplo, del gran Ramsés II?
-Eso precisamente se preguntaba el propio Carter. Debió de ser increíble. Tutankamon protagonizó un reinado "bisagra", pero los grandes faraones como Ramsés II, Tutmosis III o Seti I debieron de tener tumbas espectaculares, tanto en joyas como en información.
-Cien años después del descubrimiento de Carter, ¿cree que existe la posibilidad de encontrar alguna otra tumba intacta, como la de Amenhotep I, de la que no existen referencias?
-Un egiptólogo inglés, John Romer, me dijo que la única manera de saber si quedan más tumbas en el Valle de los Reyes es barrer la zona entera y limpiar los escombros. Incluso Ken Wickes, autor del "mapeo" de los enterramientos, tenía localizadas algunas en la literatura, pero no sabía dónde localizarlas. Hay mucho que redescubrir en el valle. Faltan las cámaras de Amenofis I, Ramsés VIII? y todo eso puede estar ahí.
-¿Podrían estar intactas?
-Desde luego. "La tumba perdida", mi primera novela, narra lo que pasó después de descubrirse la sala de Tutankamon. La trama gira alrededor de una lasca de piedra, un "ostracon", que encontró el propio Carter en 1902 en el sepulcro de Tutmosis IV. Esta piedra, que está en los almacenes del Museo de El Cairo, es un auténtico mapa del tesoro, un objeto alucinante. El sistema utilizado para identificar y clasificar las tumbas antiguamente ha impedido que de momento podamos dar con ellas.
-Puestos a soñar, ¿cuál sería el mayor descubrimiento que podría producirse?
-Cualquier tumba en el Valle de los Reyes, incluso aunque esté saqueada. El concepto de tesoro para la ciencia actual ha cambiado. Cualquier trocito de barro con un texto sería más importante que cualquier pieza de oro, que al final no aporta ninguna información.
-La civilización egipcia fue la madre de la medicina: diagnosticaron una enfermedad que podría ser el Alzhéimer, hacían trepanaciones, operaban cataratas, sabían lo que era un ictus, por no hablar de los anticonceptivos. Miles de años después seguimos sin encontrar la cura a una enfermedad terrible como es el cáncer, ¿cómo es posible?
-Ellos partían de la observación del cuerpo humano. No le daban la relevancia que otorgamos al elemento racional, pero lo importante es que sabían solucionarlo. Pensaban que tras un dolor de cabeza había una causa mágica. Hoy tenemos nuestros sistemas de curación, mucho más sofisticados, pero es cierto que ellos fueron pioneros en prótesis dentales, en operaciones de miembros rotos?
-Hace tiempo que el acceso a las cuevas de Altamira fue limitado a unos pocos visitantes privilegiados. ¿Está a favor del conservacionismo puro o cree que hay combinar el cuidado de nuestro patrimonio con la difusión de sus valores entre los ciudadanos?
-Estoy a favor de la visita con control, respeto y cuidado. Lo que no me gusta de Egipto es ver a turistas y a los propios egipcios haciendo cosas que en El Prado no se les ocurriría, como tocar Las Meninas. Lo primero que digo a los grupos que llevo a Egipto al entrar en los sitios es que pongan las mochilas delante y nada de tocar las paredes ni de hacer fotos con flash. El turismo descontrolado es muy nocivo.
-Gran parte del patrimonio egipcio y de otras culturas está lejos de su lugar de origen, ¿cree que se encuentra bien en los museos o debería retornar a la tierra que los vio nacer?
-Yo lo dejaría todo como está. Es parte de la Historia. Muy pocas piezas han salido de Egipto de manera ilegal, aunque los egipcios no lo reconozcan. ¿Vamos a reclamar ahora a The Cloisters los palacios renacentistas que les vendimos? Parece absurdo. En el Museo Arqueológico Nacional tenemos la mejor colección de vasos griegos del mundo y no he oído a nadie decir que sean fruto saquear Atenas.
-¿Y qué opina del contraste entre la sala egipcia del Metropolitan, por ejemplo, y el caos del Museo Arqueológico de El Cairo?
-Lo evidente, que no cuidan su patrimonio. La mayor colección de arte egipcio fuera del país africano está en Turín, por encima del Metropolitan, el Británico o el Louvre. Los propios egipcios reconocen que la Piedra Rosetta es su mejor embajador y son conscientes de que no pueden recuperar ese patrimonio porque no tendrían espacio donde cuidarlo.
-Ser Historia es el paradójico ejemplo de un historiador que, para divulgar el pasado de una forma asequible, entrevista a escritores, dibujantes o incluso aficionados. Muchos colegas suyos hacen lo contrario: hablar con un lenguaje que nadie entiende?
-Estudié en la Universidad de Valladolid y después en la de Manchester. En el mundo anglosajón tienen muy metida la idea de que todo el mundo puede hacer Historia. Aquí, los profesores son funcionarios, están sentados en su silla y publican cada dos años artículos que nadie entiende, sin revertir el conocimiento a la sociedad. Los congresos que celebran son completamente endogámicos y se llevan dinero de todos para publicar actas que no aportan nada. El secreto de Ser Historia está en transmitir la emoción que siento por el pasado en todas sus facetas.
-En Cuarto Milenio, uno de los programas más longevos de la pequeña pantalla, se tratan temas controvertidos que dan mucho que hablar. ¿Cómo lo lleva un historiador?
-En Cuarto Milenio jamás nos hemos inventado nada. Dejamos la puerta abierta a que el espectador tenga su propia opinión. Es más, no dudamos en rebatir testimonios de algunas personas cuando creemos que están exagerando.
-Precisamente, ha venido con Cuarto Milenio a Zamora para recoger la historia del pastor de Valderrey, que ha llamado la atención de todo el país. ¿Qué se lleva de este caso?
-Me voy muy sorprendido. Conocía la historia a través de los medios, pero venir aquí, hablar con las personas y pisar el lugar me ha permitido entender una historia fascinante con un final triste, oscuro. El caso del pastor no deja de ser la ilusión que perseguimos cada uno de nosotros, aunque este hombre llegara a un extremo lamentable.
-¿Cree que existen precedentes en el país de casos similares?
-En absoluto. Ha habido buscadores de tesoros, pero no tengo constancia que hayan llegado a morir en el intento. En Egipto, sin embargo, conozco varios casos: no es la primera familia que ha muerto entera después de venírseles encima el pozo que habían hecho bajo la casa.
-Hatshepsut fue la primera mujer que protagonizó una rebelión política contra los faraones, ¿le parece un personaje revolucionario?
-No lo creo. Si hubiera sido revolucionaria, no habría durado tanto tiempo. Hatshepsut se ha idealizado mucho, igual que la princesa de Éboli, otro de mis personajes favoritos. Se las ha tomado como las adalides del feminismo, de ir en contra del poder masculino. Lo que Hatshepsut quería era gobernar y la prueba más clara de que no era feminista es que quiso ser hombre.
-No ve feminismo, pero? ¿y machismo?
-Los sucesores intentaron borrar su nombre, pero no sabemos muy bien por qué. Esa práctica también era propia de los romanos. También nosotros lo seguimos haciendo hoy de alguna manera. Cuando hay una revolución, se tira abajo la estatua del dictador como un gesto mágico para acabar con su imagen.
-¿Y qué le parece que una mujer quisiera ser faraón?
-No es tan extraño, hubo varias. Tiene elementos muy machistas, como representarse con barba. Llama la atención porque aparece en un momento glorioso de la historia de Egipto.
Fuente: La Opinión de Zamora
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