El maravilloso viaje de una estatuilla faraónica

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Aspecto de la estatuilla. MINISTERIO DE ANTIGÜEDADES DE EGIPTO

Este peculiar hallazgo faraónico, el más extraño de los que se han registrado en años, comienza en México, a más de 12.000 kilómetros de El Cairo. Hace un mes un ciudadano se topó con una figurita en la vivienda que acababa de comprar. Tras escudriñarla, acudió a la embajada egipcia en México, donde la depositó ignorando si se trataba de una pieza auténtica o una lograda imitación.

El ushabti -una figurilla funeraria colocada en las tumbas del Antiguo Egipto con la creencia de que sus espíritus trabajarían para el difunto en la otra vida- terminó llegando a los laboratorios del Museo de Antigüedades egipcias, en la céntrica plaza cairota de Tahrir. "Cuando la recibimos un equipo de especialistas la examinó para tratar de confirmar su autenticidad. Lo primero que percibimos es que su estado era muy frágil y que tenía los colores mezclados", relata a EL MUNDO Moamen Ozman, jefe del departamento de conservación del mayor centro de arte faraónico del planeta.

"La figura fue estudiada por arqueólogos y se comparó su apariencia artística con otros ushabtis. Nuestro equipo la examinó con microscopios, rayos X y fotografías ultravioletas para determinar si tenía la misma composición que otras figuras similares", explica el experto. Y todas las pruebas resultaron positivas. "Es un ushabti auténtico. Está hecho de madera y es muy pequeño, no llega a los 20 centímetros de altura", comenta Ozman, que sitúa la pieza en la dinastía XIX (1292-1189 a.C.) o un periodo posterior.

Una historia intrigante

La historia de cómo un objeto depositado en una tumba egipcia acabó en una casa mexicana está aún llena de interrogantes. Según el jefe del departamento de Repatriación de Antigüedades, Shabab Abdelgawad, la figurilla debe proceder de una excavación ilegal y tuvo que salir ilegalmente del país, escondida tal vez en una maleta. Tallada en madera, el ushabti contiene algunas pistas del difunto al que sirvió: un breve texto jeroglífico musita el nombre del finado, "Ra-Nes", y lo acompaña de un escueto apunte biográfico: "Fue honesto".

La estatuilla se halla aún en proceso de restauración en su nuevo hogar, las caóticas y polvorientas estancias del museo de Antigüedades de Tahrir. Tras un azaroso viaje de ida y vuelta, la pieza se une al catálogo de tesoros recuperados del que las autoridades locales suele presumir. La tierra de los faraones libra batalla desde hace años para detener el contrabando de su patrimonio, frustrar el trabajo de los cazatesoros y recuperar el legado que ha salido del país ilícitamente.

En diciembre de 2013 amenazó con llevar a los tribunales a algunas de las todopoderosas casas de subastas de Estados Unidos y Europa por la venta de piezas del antiguo Egipto de oscura procedencia. La única obra que no se espera y que desde hace años obsesiona en los despachos de El Cairo es el busto de Nefertiti. Está expuesta en el museo Neues de Berlín pero el país árabe la considera una reclamación histórica. Su viaje de vuelta no conoce, de momento, el final feliz del ushabti que residió en México.

Fuente: El Mundo/ Francisco Carrión

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Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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