Según los faraones, los funcionaros deben estar bien pagados
El antiguo Egipto no solo levantó pirámides de piedra, también creó pirámides funcionariales con condiciones laborales que 4.000 años después firmaría más de un sindicato
Si nos preguntamos qué oficios son los más antiguos es fácil que nos vengan a la mente aquellos cazadores, agricultores o sacerdotes del inicio de los tiempos. Ya en épocas históricas aparecen en nuestro imaginario alfareros, comerciantes o constructores, ¿pero quién se aventuraría a pensar en los funcionarios? Seguro que hay profesiones más antiguas, pero la clase funcionarial puede presumir de solera con más de 4.500 años a sus espaldas.
Los tiempos han cambiado y seguramente los funcionarios de ahora poco tengan en común con aquellos que nacieron a la par del Imperio Antiguo, en las épocas más pretéritas del Egipto de los faraones, el primer Estado territorial de la historia. No es gratuito que mencionemos esta característica de su organización, ya que resultó crucial para que apareciese la clase funcionarial. El antiguo Egipto, a diferencia de imperios contemporáneos, como el de los hititas o babilonios, no vivió de los tributos de los vencidos. La monarquía egipcia no explotó, sino que administró. ¿Y quiénes fueron los encargados de tan tamaña tarea? Sí, los funcionarios.
El Imperio Antiguo no solo construyó pirámides de piedra, moradas eternas para sus faraones, sino que también levantó pirámides funcionariales para una distribución racional de los impuestos y las riquezas. Es decir, inventó el escalafón. La importancia de estos trabajadores del Estado no pasó desapercibida para los monarcas. La prueba de ello la encontramos en las Enseñanzas para Merikare, un texto que podría considerarse un testamento político de un soberano, cuyo nombre se ha perdido, a su hijo Merikare, el último faraón de la Dinastía X (2050 a C). Y entre los consejos que el padre transmite a su heredero figura uno que con toda seguridad los funcionarios del siglo XXI desearían que siguiera vigente cuatro milenios después, sobre todo en un momento de sueldos congelados y pagas dobles inciertas: deben estar bien remunerados. Aunque seguro que no acabarían de estar de acuerdo con las razones esgrimidas: para evitar las corrupciones y poder exigirles honradez.
[...] Quien es rico en su casa no es parcial (es imparcial)... Los pobres no hablan de acuerdo con la verdad, pues no la usa correctamente quien dice: “¡Ah, si fuese mío!”, sino que es parcial para con todo aquel que le paga [...]
Otra de las virtudes del primer sistema funcionarial de la historia es que cualquier buen profesional podía ir subiendo peldaños del escalafón hasta llegar a los puestos de máxima confianza del faraón, aunque su origen fuese humilde. El padre de Merikare también se hace eco de esta cuestión:
Un ejemplo documentado de funcionario que prosperó gracias a sus habilidades lo encontramos en el último gran visir del Imperio Antiguo, Uni. Él mismo cuenta en su autobiografía, esculpida en su tumba, que procedía de una familia humilde, empezó desarrollando cargos modestos hasta llegar a ser presidente de la corte de justicia y visir, lo que vendría a equivaler a primer ministro.
Pero nada perdura eternamente y eso los egipcios lo saben muy bien. El predecesor de Merikare también le aconsejó: “Sé hábil en palabras y tú serás fuerte... es una espada para el rey la lengua. La palabra es más poderosa que cualquier arma”, elevados consejos que acabaron sucumbiendo frente a los belicosos tebanos que derrotaron a Merikare. La nueva dinastía XI daría inicio al Imperio Medio poniendo fin a las dinastías heracleopolitanas (IX y X), marcadas por un gran sentido de la justicia como concepto universal e igualitario. Los reyes de Tebas, además, omitieron los nombres de estos faraones de las listas reales. Ya se sabe, quien gana la guerra, escribe la historia. Y para ello, no faltaban funcionarios... aunque también ellos notarían altibajos en su organización y profesionalidad en el transcurso de las diferentes dinastías. La larga historia del antiguo Egipto dio para mucho... incluso en sus últimos coletazos.
Cuando César visitó Egipto no solo se fue de crucero por el Nilo con Cleopatra, la última reina, sino que tomó buena nota de diferentes aspectos que le sorprendieron de la avanzada civilización egipcia. Uno de ellos fue, sin duda, el sistema de funcionariado, que se acabó aplicando en Roma, pasando de la pura explotación a la administración e implantando un cuerpo de trabajadores del Estado para organizar el vasto imperio que justo nacía y del que somos herederos, con funcionarios incluidos, pero sin las enseñanzas que sirvieron a Merikare para su gloria y pesar.
Vía: http://www.lavanguardia.com
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