El día que Numancia resurgió de sus cenizas

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Por esas paradojas del destino, en torno a Numancia existen dos hombres ilustres, de apellido Saavedra, que contribuyeron a la fama inmortal de ese enclave soriano. Uno de ellos situó allí la capital de la resistencia patriótica y del desafío universal del pequeño ante el fuerte. El otro abrió las puertas a la realidad histórica, no menos fascinante que los frutos de la imaginación.

El primero de esos Saavedra tuvo por nombre y primer apellido Miguel de Cervantes. En 1585, 20 años antes de escribir El Quijote, firmó El Cerco de Numancia, que, tomando como excusa el sitio romano contra esa población celtíbera y la inmolación de sus habitantes, construyó una anécdota universal sobre el valor del hombre que vence, aún a costa de la muerte, al destino. Y, sobre todo, dio las claves de una interpretación en clave patriótica.

El segundo de los Saavedra vinculado a Numancia nació en Tarragona, en 1829, y sus padres le bautizaron con el nombre de Eduardo. Para los ingenieros de caminos españoles es una figura equivalente a la de Cervantes entre los literatos.

Este año se cumple el 150 aniversario de la publicación de su trabajo 'Descripción de la Vía Romana de Uxama a Augustóbriga', en el que se fijó, de una vez por todas, la ubicación de Numancia de manera científica en la provincia de Soria, en el término municipal de Garray y en el lugar conocido como el cerro de La Muela.

Vía: www.elmundo.es / www.historiayarqueologia.com

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Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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