SOBRE INVESTIGADORES REPUTADOS, FUNCIONARIOS POCO RECOMENDABLES Y AFICIONADOS A LA ARQUEOLOGÍA CON 'AFÁN DE PROTAGONISMO'
Los acontecimientos sobrevenidos durante lo que va de semana, me han llevado a tomar la decisión de contar una historia que no he querido hacer pública hasta ahora desde que sucedió hace más de dos años con el señor I.M.G.
Quizás, de esta manera, el que quiera podrá disponer de algunos importantes elementos de juicio para comprender mejor las muy especiales circunstancias que nos llevaron a cometer el error de divulgar con tanta precipitación la desafortunada identificación del tramo de vía al que aludía el último "post" que colgué en TERRAE ANTIQVAE (equivocación que, dicho sea de paso, reconocimos públicamente, en cuanto se puso de manifiesto, en este mismo foro y mediante escrito remitido ayer mismo a los medios dónde se publicó la noticia). Me refiero, claro está, al último "post" que no fue censurado, pues este lo fue.
Esta identificación, por cierto, fue atropelladamente validada por mí, desatendiendo, en parte, algunos condicionantes metodológicos que constituyen la base del resto de mi trabajo.
Terminado el anterior preámbulo, comencemos a desarrollar el tema central de este escrito. Advertiremos, primeramente, que nos limitaremos a realizar una breve introducción para poner el asunto “en suerte”. A continuación preferimos “colgar” la documentación que tenemos relativa al tema, toda ella verificable, y dejar que cada cual saque sus propias conclusiones.
Como el asunto está en vía judicial, a instancia del que suscribe, a día de hoy no hay, desde el punto de vista procesal, ningún culpable de nada (y esto vale igual, que quede bien claro, para mí y para mi contraparte).
Como todos los seguidores de TERRAE ANTIQVAE saben de sobra ya a estas alturas, de profesión soy Ingeniero Técnico Forestal. Mis veleidades arqueológicas, si dejamos aparte la afición a leer todo lo que caía en mis manos relacionado con temas históricos, y unos escarceos previos dirigidos a intentar cuadrar “a grosso modo” sobre la cartografía el recorrido de las vías mencionadas en el Itinerario de Antonino próximas a Zamora, comenzaron a raíz de una visita que realicé al Museo Arqueológico Nacional de Madrid por junio de 2007.
En el curso de dicha visita adquirí un libro, escrito por un prestigioso investigador sobre el tema, que se centraba en la descripción de la técnica constructiva aplicada por los romanos en la fabricación de sus vías. El libro me fascinó desde el principio, y a resultas de su lectura me dio por intentar descubrir los vestigios de la calzada a cuya vera se encontró en 1985 el miliario que, muy probablemente, prestó nombre al pueblo donde resido.
Durante una de estas excursiones (acompañado, como no, por Ástur), localicé unos restos que cuadraban muy bien con la doctrina recogida en el libro, por lo que me animé a sacarles unas fotos y remitírselas al autor de la publicación antes citada, por si tenía a bien contestarme y sacarme de dudas. La persona contactada no sólo me respondió, sino que se ofreció a darme su opinión sobre los trazados que yo estaba reconstruyendo, por “hobby”, de las vías del Itinerario de Antonino cercanas a mi pueblo, con la sola ayuda de la herramienta SIG con la que habitualmente trabajo y las publicaciones que “pescaba” por ahí (entre las que tengo que destacar mi particular “biblia” inicial, el libro póstumo de D. Virgilio Sevillano Carbajal “Testimonio arqueológico de la provincia de Zamora").
Pocos días después de este primer contacto, acordamos que, en un próximo viaje que acercaba al investigador de marras por las inmediaciones de mi pueblo, podíamos vernos y visitar juntos la traza de “mi” calzada.
Cuando el autor del libro que dio principio a todo el asunto se presentó en Milles de la Polvorosa, le invité a alojarse en mi casa, donde tengo también mi oficina, pues soy trabajador autónomo. Allí, mi visitante pudo tomar contacto con las herramientas SIG que estaba utilizando para rastrear las vías romanas de Zamora, y comprobar que, debido a mis anteriores trabajos, disponía de una cartografía digital sobre Zamora en particular, y sobre el resto de Castilla y León en menor medida, absolutamente inusitada para la época, y de buenos contactos en la administración para conseguir más material.
A causa de ello, supongo, me invitó a participar en un proyecto de investigación centrado en la red viaria romana de Castilla y León del que él era director, y que estaba a punto de comenzar (como podrá imaginarse el lector, yo no tenía ni idea por entontes de la existencia de tal proyecto, pues jamás había trabajado para la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, promotora del mismo, ni tenía ningún tipo de contacto profesional con tales temas; lo comentó, porque recientemente la persona que me invitó a participar en el trabajo tuvo la desfachatez de declarar en sede judicial que me contrató porque yo se lo pedí).
A partir de aquí resumo. Todo transcurrió razonablemente bien hasta el día 15 de enero de 2010, aunque quedó claro desde un primer momento que la humildad y el espíritu de equipo no se encontraban entre las virtudes que adornaban al investigador principal del proyecto. A principios de 2008 tuve que hacer un “plante” para cobrar la primera anualidad que me correspondía, tras seis meses de espera sobre lo pactado, pero se trata de vicisitudes normales cuando uno trabaja para ciertos organismos públicos, como todo el mundo sabrá a la vista de lo que publica habitualmente la prensa.
El día 15 de enero de 2010, y como resultado de mis particulares investigaciones en tal sentido, cuyas premisas principales habían sido objeto de desprecio siempre por el director del proyecto (fiabilidad de las distancias del Itinerario de Antonino, búsqueda apoyada en los yacimientos del Inventario Arqueológico, suposición de que la ruta 26 del IA bordeaba las lagunas de Villafáfila por el este y no por el oeste, así como de que se trataba de una vía diferente que la correspondiente al miliario de mi pueblo, etc., etc.), descubrí sobre el terreno, previa identificación preliminar sobre ortofoto, lo que interpreté, desde un primer momento, como restos evidentes de la cimentación de la vía 26 del Itinerario. Estos restos estaban ubicados en los términos municipales de San Esteban del Molar y Tapioles.
Inmediatamente, desde el propio campo, procedí a comunicar por teléfono el descubrimiento al director del proyecto, así como al funcionario que realizaba más directamente el seguimiento del mismo. El director del proyecto algo debía confiar en mi olfato, pues se presentó a dormir en mi casa desde Zaragoza o Burgos (no me acuerdo bien) esa misma noche para ir a ver los restos sin pérdida de tiempo.
A la mañana siguiente, y una vez personados en el lugar indicado, mi acompañante sentenció que los mendrugos de arenisca que le mostré pertenecían a un muro de cimentación de no se sabía qué y, una cosa que me sorprendió mucho, en vez de perder cinco minutos en observar si se veía continuidad por ambos extremos, como siempre hacíamos ante indicios mucho más ruines, me arrastró rápidamente al vehículo, y me tuvo todo el día dando vueltas por el sur de Zamora y por la provincia de Valladolid en busca de nada en concreto.
Al día siguiente, domingo, yo me quedé en casa con el chasco y el cabreo que Uds. pueden imaginarse, y él se quedó dando vueltas por Valladolid para aprovechar más el viaje, según me dijo, cosa que no dejó de extrañarme, pues estaban los caminos intransitables por el barro y su idea inicial era marcharse otra vez para su casa el mismo sábado.
Ese domingo, 17 de enero de 2010, sucedieron algunas cosas más extrañas todavía:
Después de comer, el director del proyecto me hizo una llamada telefónica y me pidió que efectuara una consulta a través de Internet, en tiempo real, sobre la previsión meteorológica (favor que nunca me había solicitado durante los dos y medio años anteriores), como si quisiera verificar que me encontraba en mi casa.
Cuando le llamé yo horas después, en el momento que supuse se encontraría en viaje de vuelta a sus “lares” (tiene o tenía “manos libres”), al objeto de comentarle que había repasado mis notas, y que las piedras que observamos tenían que ser de la vía 26, y al día siguiente volvería para ampliar mis pesquisas en los alrededores del área donde se ubicaban, se cerró en banda en que no era lo que yo me creía, a pesar de que le argumenté que estaban en la traza de la gran “Cañada de Madrid”, rodeadas por un barrizal interminable, por lo que la cosa pintaba muy sospechosa.
Por si lo anteriormente dicho fuera poco, el mismo domingo sobre las 11:30 de la noche, recibí una llamada telefónica suya instándome a que no volviera de nuevo a San Esteban del Molar y me olvidará de todo el asunto, con la excusa de que íbamos mal de tiempo con la entrega de los resultados del proyecto (“sólo” quedaba casi 1 año para la entrega final de resultados y yo, al contrario que la mayor parte del resto del equipo, llevaba al día mi trabajo; por otra parte, San Esteban del Molar está tan sólo a 15 minutos en coche de mi casa, y nadie es quién para decirme a mí ni a cualquier hijo de vecino lo que podemos hacer fuera de nuestro horario de trabajo).
Aunque la cosa olía muy mal, como a uno no le gustan nada las broncas, pero tampoco que le tomen el pelo, al día siguiente cogí mi todo-terreno (el campo estaba infame, por aquellas fechas pues, al contrario de lo ocurrido este año, había llovido a rabiar) y me fui de “cacería”, con los resultados que Uds. valorarán a la vista de lo recogido en el Acta Notarial de 4 de febrero de 2010.
Después de más de 10 días de recorrer buena parte de “Tierra de Campos” con mi coche (con gran disgusto de mi madre, que pasaba una temporada conmigo por entonces, y abominaba cada vez que veía como volvíamos el pobre vehículo y yo de barro), decidí mandar elegantemente a hacer gárgaras al director del proyecto y al funcionario que lo inspeccionaba, y desvincularme del trabajo, decisión que notifiqué a ambos por correo electrónico incluido en el Acta Notarial antes citada.
Aclaro, llegados a este punto, que todavía estoy esperando, a día de hoy, que la Universidad de Burgos (UBU) me remita copia del supuesto contrato que debería haber regulado, por imperativo legal, mi vinculación con el proyecto. Los únicos papeles existentes en tal sentido, son dos hojas de encargo, correspondientes a las anualidades de 2007 y 2008, que hice firmar yo al representante de la Universidad de Burgos en 2009 ante la mosqueante falta de papeles, para tener las espaldas algo cubiertas por lo que pudiera venir (y que bien hice).
El motivo de desmarcarme del proyecto, evidentemente, no fue otro que la más que irregular respuesta del funcionario de la JCyL y del responsable del proyecto ante el aluvión de información de primera mano que les remití de forma simultánea por correo electrónico (texto, fotografías, listados de coordenadas, mapas, etc.,).
En un proyecto de investigación en el que intervienes en el diagnóstico de los caminos antiguos, entre otras funciones, te pueden discutir hipótesis, o incluso obligar razonadamente a que abandones líneas de investigación no apropiadas, pero lo que no es admisible es recibir la “callada” por respuesta ante evidencias como las que yo señalaba.
También hubo conversaciones telefónicas (la inmensa mayoría llamadas mías, como acreditan los registros de las facturas telefónicas), en las que yo porfiaba por convencer a mis interlocutores de la importancia de lo que veía en el campo, y les instaba a que vinieran ambos a verlo “in situ”. A estos requerimientos mis interlocutores reaccionaban pasando de mi “olímpicamente” con vagas excusas y, dándome largas.
Es especialmente digno de destacar que, con fecha 16 de febrero de 2010 registré un escrito ante la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León comunicando el resultado de mis investigaciones y mi desvinculación del proyecto, al que todavía estamos esperando contestación (vaya contraste con el empalagoso lenguaje que me dedicaba nuestro contacto en la JCyL en sus correos electrónicos, con tanto "Querido José Luis" y "lo haces fenomenal" ¿verdad?).
A continuación “cuelgo” parte de la documentación que acredita la veracidad de este relato, e ilustra lo más importante de los acontecimientos que después sucedieron. Como dije al principio del “post”, saque cada cual sus particulares conclusiones.
* DOCUMENTACIÓN:
2012_03_08_Diligencias_Previas_2387_2011.pdf (Recurrido con fecha 20-3-2012)
Si alguno de los interesados cree que he falseado algo, ya sabe lo que tiene que hacer; lo mismo que yo he hecho ya hace tiempo y mi contraparte no ha tenido a bien realizar todavía, a pesar de las amenazas vertidas en el Buro-Fax de fecha 22 de abril de 2010: poner una querella (o varias), y exigirme las oportunas responsabilidades. Estaré encantado de acudir de nuevo a los tribunales, donde a día de hoy continua el procedimiento judicial iniciado tras el Acto de Conciliación de fecha 20 de mayo de 2011.
Si no lo hacen, ya saben lo que dice el refrán: “EL QUE CALLA, OTORGA”.
Eso sí, un aviso a navegantes: los discos duros y otros soportes digitales donde se almacenaban los archivos que acreditan la veracidad de lo que mantengo están a buen recaudo desde mediados de 2010, en una notaria y bajo precinto, y me gasté, en su momento, 4.200 eurazos en analizar y securizar mis equipos informáticos en la mejor consultora de peritajes forenses que fui capaz de localizar. Así que átense bien los machos. El que avisa no es traidor.
¿Qué me dice ahora de mi afán de protagonismo Sr. Rodríguez?... ¿A que el cuento no es como Ud. suponía?... Prefiero creer que no conocía la historia a pensar que sí, y a pesar de todo, publicó sus comentarios. En ese caso, le ruego humildemente disculpe lo que habría sido una salida de tono por mi parte. En el caso del Sr. Abo no puedo ser tan indulgente, porque es de las poquísimas personas a las que, por suponerle una altura moral que no ha demostrado poseer (y que le atribuí en función de sus intervenciones en Celtiberia.net), yo había remitido ya una pequeña parte de la documentación ahora publicada (pequeña, pero suficiente para que se barruntara lo que pasaba). Así pues, disculpe que no atienda su petición de retirada de mis anteriores comentarios, ya que no tengo nada de lo que retractarme en los mismos y no le falto al respeto con lo que afirmo.
Y con esto finalizamos. Apreciada Vera y demás arqueólogos noveles, ya estáis avisados: ese es el mundo al que os tendréis que enfrentar en el ejercicio de vuestra apasionante profesión, así que procurad que no os coja la cosa desprevenidos.
En todas las profesiones cuecen habas (en la mía también tenemos nuestros problemillas), pero lo del mundillo arqueológico es “de traca”. Mi diagnóstico al respecto, visto desde fuera, es que todo se debe a que, en arqueología, el acceso a las excavaciones, a las publicaciones y al trabajo lo controlan entre cuatro(unos pocos funcionarios, los más encumbrados representantes del mundo académico y los titulares de unas cuantas empresas que se cuentan con los dedos de la mano), y el que se mueve lo tiene muy, pero que muy crudo para salir en la foto.
Por eso fastidian tanto incontrolados como yo, a los que no se puede coaccionar vetándoles el acceso a excavar (porque no excavo ni entró nunca en mis aspiraciones excavar yacimientos jamás), ni procurando que se mueran de hambre por falta de trabajo (porque me alimento profesionalmente en otros “pesebres”, aunque lo han intentado con difamaciones dirigidas a mis clientes institucionales), pero a los que sí se puede ningunear ignorando sus publicaciones (si consigues algún medio donde publicar), procurando hacer invisible sus aportaciones al estudio de la historia (ya saben, no hablando de las mismas, no citando jamás sus referencias en las revistas científicas, excluyendo al “apestado” de congresos y otros eventos donde pudiera explicarse, y demás resto de marrullerías propias de “sabios” locos), y no contestando a los requerimientos por escrito que haces a autoridades en la materia para contrastar teorías.
Quizás todo se deba a que, en profesiones donde es tan importante la faceta relacionada con la investigación, escasean los soberbios investigadores (que, en mi opinión, los hay en España en el sector al que nos referimos, y muy buenos), y abundan demasiado los investigadores soberbios, que suena parecido pero no es lo mismo.
Acabo indicando expresamente al Sr. Rodríguez que, a pesar de que me he dirigido con intención de contrastar mis datos a muchos más académicos españoles que extranjeros, a día de hoy se han leído mi comunicación y han contestado a mis correos casi todos los especialistas de fuera de España a los que me dirigí, todos ellos de los más punteros, y tan sólo 2 o 3 españoles (que no suelen ni devolver el correo alegando una excusa para no atenderte; a más de todo, maleducados).
Este extremo lo puedo acreditar cuando quiera, Sr. Rodríguez, pues, por la cuenta que me tiene, soy una “ratón de biblioteca informático”, y archivo por triplicado todos los correos profesionales que envío y recibo.
Como pretendo ser bastante más elegante que toda la cuadrilla de aristocráticos académicos patrios a los que me he dirigido, prefiero obviar sus nombres en honor a sus brillantes trayectorias como investigadores, que no voy a dejar de reconocerles (en Milles de la Polvorosa, lo cortés no quita lo valiente).
Reciban un cordial saludo todos los que han tenido la paciencia de tragarse este ladrillo, que no he querido adornar con siquiera una triste figura que lo pudiera haber endulzado un poco, acompañado de toda mi gratitud.
Censurado en TERRAE ANTIQVAE por D. José Luis Santos con fecha 15 de marzo de 2012.
VERITAS FILIA TEMPORIS
Milles de la Polvorosa, en las idus de marzo del 2050 de la ERA HISPANICA.
*En algún correo dirigido a título estrictamente personal a un amigo absolutamente ajeno al asunto, recogido en el Acta Notarial de 4 de marzo de 2010, realizo algún comentario que podría ofender a algún profesional de la arqueología. Mis disculpas por ello a todo el colectivo, y consideren como atenuante el estado de euforia que ofuscaba algo mi razón por lo que estaba viviendo. Como dejo siempre rotundamente claro en todos mis escritos, y al contrario de lo que opina cierto renombrado investigador con el que trabajé al respecto, para mí el estudio del registro arqueológico y el análisis historiográfico son dos elementos esenciales a la hora de reconstruir el trazado de la red viaria romana.
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Fuente: JLVG.es
Publicado por Historia y Arqueología por ser un caso de interés publico que aboga por la libertad de expresión, opinión y por supuesto de prensa.
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