Un cometa pudo 'rozar' la Tierra en 1883

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Cuando se habla de meteoritos que se aproximan a la Tierra, a mucha gente nos vienen a la cabeza imágenes de películas como Deep Impact o Armageddon, en las que el planeta está amenazado por meteoritos que podrían destruirla (y cómo los Estados Unidos intentan salvarnos a todos). Dejando a un lado el cine de Hollywood, parece que este desastre estuvo cerca de suceder a finales del siglo XIX, concretamente, los días 12 y 13 de agosto de 1883.

En esos días, en un pequeño observatorio ubicado en Zacatecas (México), un astrónomo llamado José Bonilla contó 450 objetos (cada uno rodeado de una especie de niebla) pasar por delante del Sol. El astrónomo relató lo sucedido en la revista francesa L’Astronomie en el año 1886 pero el editor de ésta sugirió que lo que Bonilla había visto eran aves o insectos combinados con polvo que habían causado tal efecto sobre la lente del telescopio (aunque alguna voces apuntaron que podría haber sido un avistamiento OVNI). Sin embargo, casi 130 años después, la Universidad Nacional Autónoma de México (en Ciudad de México) arroja una interpretación diferente.

Héctor Manterola y un par de colegas afirman que lo que Bonilla observó a través del telescopio fueron los fragmentos de la cola de un cometa y esa sería la causa de la niebla que vio alrededor de los objetos y por qué estaban tan pegados entre sí. Pero la cosa no termina aquí puesto que Manterola afirma que, hasta entonces, nadie había observado un cometa pasar por delante del Sol (a pesar que existía, a unos cientos de kilómetros, un observatorio astronómico) algo que explican utilizando el paralaje (la desviación angular de la posición aparente de un objeto, dependiendo del punto de vista elegido).

Si los fragmentos estaban cerca de la Tierra, por culpa del paralaje, algunos observatorios no lo habrían visto en línea con el Sol, incluso en otros observatorios cercanos y, teniendo en cuenta que México está en la misma latitud que el Sáhara, el norte de India o el Sudeste Asiático, según estos investigadores podría ser que ninguna otra persona estuviese observando al cielo y, por tanto, no habría nadie que corroborase la visión de Bonilla. En base a esto, según Manterola y sus colaboradores, los fragmentos se desprendieron a distancias que oscilaban entre los 600 Km y 8000 Km de la Tierra, es decir, extraordinariamente cerca del planeta.

Y, siguiendo con sus estimaciones, los objetos desprendidos oscilaban entre los 50 y los 800 Km de diámetro por lo que el cometa del que procedían debía estar en los mil millones de toneladas, es decir, un tamaño muy cercano al del cometa Halley. ¿Cómo pudo ser posible que nadie viese este cometa? Según Manterola y sus colaboradores creen quizás sí que fuese visto pero, realmente, no se interpretaron los datos correctamente. Posiblemente, el cometa que visualizó Bonilla en su telescopio fuese el Cometa Pons-Brooks que fue visto ese mismo año por astrónomos estadounidenses.

Pero, lo más inquietante, es que pudo haber ocurrido una catástrofe en esos dos días de verano de 1883 puesto que Bonilla observó estos objetos cerca de tres horas y media durante dos días, es decir, unos 131 objetos por hora con un total de 3.275 objetos observados que podrían haber caído a la Tierra. Si tenemos en cuenta que cada uno de esos fragmentos podría haber sido tan grande como el que se cree que cayó en Tunguska, el planeta se libró de un suceso que pudo provocar un cataclismo en la Tierra:
Si hubiesen chocado contra la Tierra, nos habríamos enfrentado a 3.275 eventos de Tunguska en dos días, posiblemente, un evento que nos hubiese llevado a la extinción
Una historia bastante interesante aunque, quizás, muy difícil de comprobar.
Imagen: Resnick’s City

Unknown

Historia y Arqueología. Publicación digital de divulgación cultural.

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